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lunes, 10 de septiembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 204: Eclesiastés 9-12


Capítulo 9
La providencia de Dios gobierna sobre todo — Tiempo y ocasión acontecen a todos — La sabiduría es mejor que la fuerza — Un pecador destruye mucho bien.

1 He dedicado mi corazón a todas estas cosas para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios. El hombre no sabe ni de amor ni de odio, aunque todo está delante de él.

2Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al malvado; al bueno, y al puro y al impuro; al que sacrifica y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme jurar.

3Éste es un mal que hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno del mal, y hay locura en su corazón durante su vida. Y después de esto se van a los muertos.

4Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león muerto.

5Porque los que viven saben que han de morir; mas los muertos nada saben ni tienen más recompensa, porque su recuerdo cae en el olvido.

6También su amor, y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.

7Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son agradables a Dios.

8En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.

9Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque ésta es tu parte en la vida y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.

10Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde tú vas, no hay obra, ni razonamiento, ni conocimiento ni sabiduría.

11Me volví y vi debajo del sol que no es de los ligeros la carrera, ni la batalla de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas ni de los entendidos el favor, sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.

12Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son apresados en la mala red y como las aves que son apresadas en el lazo, así son atrapados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.

13También he visto esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:

14Había una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y vino contra ella un gran rey, y la sitió y edificó contra ella grandes baluartes.

15Y se hallaba en ella un hombre pobre y sabio, el cual libró la ciudad con su sabiduría; pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre.

16Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la sabiduría del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras.

17Las palabras del sabio en quietud son más oídas que el clamor del gobernante entre los necios.

18Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo pecador destruye mucho bien.

Capítulo 10
Una pequeña locura destruye la reputación del sabio y honorable — Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia — El necio multiplica las palabras.

1Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura pesa más que la sabiduría y la honra.

2El corazón del sabio está a su mano derecha; pero el corazón del necio, a su mano izquierda.

3Y aun cuando el necio vaya por el camino, le falta entendimiento y demuestra a todos que es necio.

4Si el espíritu del gobernante se exalta contra ti, no dejes tu lugar, porque la serenidad hará cesar grandes ofensas.

5Hay un mal que he visto debajo del sol, como error emanado del gobernante:

6La necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.

7He visto siervos a caballo y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.

8El que cave un hoyo caerá en él; y al que abra una brecha en el vallado, le morderá una serpiente.

9El que corta piedras, se lastima con ellas; el que parte leña, en ello peligra.

10Si se embota el hierro y no se le saca filo, entonces hay que ejercer más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dar éxito.

11Si muerde la serpiente cuando no está encantada, no hay ganancia para el encantador.

12Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia, mas los labios del necio causan su propia ruina.

13El principio de las palabras de su boca es necedad, y el final de su charla es locura nociva.

14El necio multiplica las palabras. No sabe el hombre lo que ha de acontecer, ¿y quién le hará saber lo que después de él acontecerá?

15El trabajo de los necios tanto los fatiga que ni aun saben por dónde ir a la ciudad.

16¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes hacen banquete por la mañana!

17¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para embriagarse!

18Por la pereza se cae la techumbre, y por la ociosidad de manos hay goteras en la casa.

19Por placer se hace el banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero responde por todo.

20Ni aun en tu pensamiento hables mal del rey, ni en tu dormitorio hables mal del rico, porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.

Capítulo 11
Haz el bien y da a los necesitados — Dios traerá a juicio a todos los hombres.

1 Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás.

2Reparte una porción a siete, y aun a ocho, porque no sabes qué mal ha de venir sobre la tierra.

3Si las nubes están llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cae hacia el sur o hacia el norte, en el lugar donde caiga el árbol, allí quedará.

4El que al viento observa no sembrará; y el que mira a las nubes no segará.

5Como tú no sabes cuál es el camino del viento, ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, quien hace todas las cosas.

6Por la mañana siembra tu semilla, y al atardecer no dejes reposar tu mano, porque tú no sabes qué es lo mejor, si esto o lo otro, o si ambas cosas son igualmente buenas.

7Agradable es la luz, y bueno es a los ojos ver el sol.

8Pero si el hombre vive muchos años, que se regocije en todos ellos; pero que recuerde los días de oscuridad, que serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.

9Alégrate, joven, en tu juventud, y que se complazca tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón y a la vista de tus ojos, mas sabe que sobre todas estas cosas Dios te traerá a juicio.

10Quita, pues, el enojo de tu corazón y aparta el mal de tu carne, porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

Capítulo 12
Al morir, el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio — Las palabras de los sabios son como aguijones — Todo el deber del hombre es temer a Dios y guardar Sus mandamientos.

1Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;

2antes que se oscurezcan el sol y la luz y la luna y las estrellas, y las nubes vuelvan después de la lluvia;

3cuando tiemblen los guardias de la casa, y se encorven los hombres poderosos, y cesen las molineras, porque son pocas, y se oscurezcan los que miran por las ventanas;

4y las puertas de la calle se cierren, cuando disminuya el ruido del molino, y uno se levante con el canto del ave, y todas las hijas del canto sean abatidas;

5cuando también teman a las alturas y a los terrores en el camino; y florezca el almendro, y la langosta sea una carga, y se pierda el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los que hacen duelo ronden por las calles;

6antes que el cordón de plata se suelte, y se rompa el tazón de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda del pozo se rompa;

7y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios, quien lo dio.

8Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; todo es vanidad.

9Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; y escuchó, y escudriñó y compuso muchos proverbios.

10Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escritura recta, palabras de verdad.

11Las palabras de los sabios son como aguijones y como clavos bien puestos, las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.

12Ahora, hijo mío, además de esto, queda advertido: El hacer muchos libros nunca termina, y el mucho estudio es fatiga para la carne.

13El fin de todo este asunto que has oído es éste: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre.

14Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con toda cosa oculta, buena o mala.



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