Capítulo 1
Daniel y algunos hebreos son instruidos en la corte de Nabucodonosor — Comen alimentos sencillos y no beben vino — Dios les da más conocimiento y sabiduría que a todos los demás.
1 En el año tercero del reinado de Joacim, rey de Judá, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Jerusalén, y la sitió.
2 Y el Señor entregó en sus manos a Joacim, rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a la tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.
3 Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, y del linaje real y de los príncipes,
4 muchachos en quienes no hubiese defecto alguno, y de buen parecer, y aptos para toda sabiduría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos.
5 Y les señaló el rey ración para cada día de la comida del rey y del vino que él bebía; y que los formase durante tres años, para que al fin de ellos entrasen al servicio del rey.
6 Y estaban entre ellos, de los hijos de Judá, Daniel, Ananías, Misael y Azarías,
7 a quienes el jefe de los eunucos puso nombres: y puso a Daniel, Beltsasar; y a Ananías, Sadrac; y a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.
8 Y Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida del rey ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligara a contaminarse.
9 Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos.
10 Y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues, ¿por qué ha de ver él vuestros rostros menos saludables que los de los muchachos que son semejantes a vosotros? Así condenaréis mi cabeza ante el rey.
11 Entonces dijo Daniel a Melsar, a quien el jefe de los eunucos había puesto sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
12 Pon a prueba, te ruego, a tus siervos durante diez días, y dennos legumbres para comer y agua para beber.
13 Compara después nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey; y haz después con tus siervos según veas.
14 Consintió, pues, con ellos en esto y probó con ellos durante diez días.
15 Y al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más saludable que el de los otros muchachos que comían de la ración de la comida del rey.
16 Así, pues, Melsar retiraba la ración de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.
17 Y a estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento y aptitud para aprender todas las letras y sabiduría; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y todo sueño.
18 Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor.
19 Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; y así entraron al servicio del rey.
20 Y sobre todo asunto de sabiduría y de entendimiento que el rey los consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.
21 Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro.
Capítulo 2
Se revela a Daniel el sueño de Nabucodonosor — El rey vio una gran imagen; vio una piedra del monte cortada, no con mano, que destruyó la imagen; y la piedra creció y llenó toda la tierra — La piedra es el reino de Dios en los últimos días.
1 Y en el segundo año del reinado de Nabucodonosor, soñó Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu, y se le fue el sueño.
2 Y mandó el rey llamar a magos, a astrólogos, y a encantadores y a caldeos, para que dijesen al rey sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey.
3 Y el rey les dijo: He soñado un sueño, y mi espíritu se ha turbado por saber el sueño.
4 Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey, vive para siempre; di el sueño a tus siervos, y te daremos la interpretación.
5 Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto se me fue; si no me decís el sueño y su interpretación, seréis descuartizados, y vuestras casas serán convertidas en muladares.
6 Pero si me decís el sueño y su interpretación, recibiréis de mí presentes, y recompensas y gran honra; por tanto, decidme el sueño y su interpretación.
7 Respondieron por segunda vez y dijeron: Diga el rey el sueño a sus siervos, y le daremos la interpretación.
8 El rey respondió y dijo: Yo conozco ciertamente que vosotros ponéis dilaciones, porque veis que el asunto se me ha ido.
9 Si no me decís el sueño, una sola sentencia hay para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de mí, esperando que las circunstancias cambien; por tanto, decidme el sueño, para que yo sepa que me podéis dar su interpretación.
10 Los caldeos respondieron delante del rey y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además, ningún rey, príncipe ni señor ha pedido cosa semejante a ningún mago, ni astrólogo ni caldeo.
11 El asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con los mortales.
12 Por esto el rey, con ira y con gran enojo, mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia.
13 Y se publicó el decreto de que los sabios fueran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos.
14 Entonces Daniel habló sabia y prudentemente a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia.
15 Habló y dijo a Arioc, capitán del rey: ¿Por qué es tan severo el decreto de parte del rey? Entonces Arioc hizo saber el asunto a Daniel.
16 Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que así él le daría al rey la interpretación.
17 Luego Daniel fue a su casa e hizo saber el asunto a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros,
18 para que pidiesen misericordias del Dios del cielo con respecto a este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia.
19 Entonces el misterio fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo.
20 Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios desde la eternidad hasta la eternidad, porque suyos son la sabiduría y el poder.
21 Y él es el que cambia los tiempos y las estaciones; quita reyes y pone reyes; da sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos;
22 él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él.
23 A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y poder; y ahora me has revelado lo que te pedimos, pues nos has dado a conocer el asunto del rey.
24 Después de esto, Daniel fue a Arioc, a quien el rey había puesto para matar a los sabios de Babilonia. Fue y le dijo así: No mates a los sabios de Babilonia; llévame ante el rey, y yo le daré al rey la interpretación.
25 Entonces Arioc llevó prontamente a Daniel ante el rey y le dijo así: He hallado un hombre de los cautivos de Judá, el cual dará al rey la interpretación.
26 Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú darme a conocer el sueño que he visto y su interpretación?
27 Daniel respondió ante el rey y dijo: El misterio que el rey quiere saber, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden declarar al rey.
28 Pero hay un Dios en los cielos que revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza en tu cama son éstos:
29 A ti, oh rey, en tu cama te vinieron pensamientos sobre lo que había de suceder en lo por venir; y el que revela los misterios te ha hecho saber lo que ha de suceder.
30 Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los seres vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación y para que entiendas los pensamientos de tu corazón.
31 Tú, oh rey, mirabas, y he aquí había una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande y cuya gloria era muy sublime, estaba de pie delante de ti y su aspecto era terrible.
32 La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce;
33 sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido.
34 Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, y golpeó a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.
35 Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como el tamo de las eras del verano; y se los llevó el viento, y no se encontró rastro alguno de ellos. Pero la piedra que golpeó la imagen se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra.
36 Éste es el sueño; también diremos su interpretación en presencia del rey.
37 Tú, oh rey, eres rey de reyes, porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, y fuerza y majestad.
38 Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tus manos y te ha dado dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro.
39 Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y otro tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la tierra.
40 Y el cuarto reino será fuerte como el hierro; y como el hierro despedaza y rompe todas las cosas, y como el hierro quebranta todas estas cosas, despedazará y quebrantará a todos éstos.
41 Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; pero habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste el hierro mezclado con barro.
42 Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte y en parte será frágil.
43 En cuanto a aquello que viste, el hierro mezclado con barro, así se mezclará la descendencia de los hombres; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro.
44 Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido ni será dejado el reino a otro pueblo; despedazará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.
45 De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual despedazó el hierro, el bronce, el barro cocido, la plata y el oro; el gran Dios ha hecho saber al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación.
46 Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro, y rindió homenaje a Daniel y mandó que le ofreciesen presentes e incienso.
47 El rey habló a Daniel y le dijo: Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio.
48 Entonces el rey engrandeció a Daniel, y le dio muchos y grandes presentes, y le hizo gobernador de toda la provincia de Babilonia y el principal de los gobernadores sobre todos los sabios de Babilonia.
49 Y Daniel le solicitó al rey, y éste puso sobre la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego; y Daniel permaneció en la corte del rey.
Capítulo 3
Nabucodonosor manda hacer una estatua de oro y manda a todos los hombres que la adoren — Sadrac, Mesac y Abed-nego se niegan a hacerlo y son echados a un horno ardiente — Son protegidos y salen ilesos.
1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos y su anchura de seis codos; la levantó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.
2 Y el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, los jefes supremos, y los gobernadores, los consejeros, los tesoreros, los jueces, los magistrados y a todos los gobernantes de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.
3 Fueron, pues, reunidos los sátrapas, los jefes supremos, y los gobernadores, los consejeros, los tesoreros, los jueces, los magistrados y todos los gobernantes de las provincias, para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban de pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor.
4 Y el pregonero anunció en alta voz: Se os ordena a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,
5 que al oír el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del aarpa, del salterio, de la bzampoña y de todo instrumento musical, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado;
6 y cualquiera que no se postre y adore, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiente.
7 Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento musical, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.
8 Por esto, en aquel tiempo algunos hombres caldeos se acercaron y denunciaron a los judíos.
9 Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Oh rey, vive para siempre.
10 Tú, oh rey, has dado la ley de que todo hombre al oír el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento musical, se postre y adore la estatua de oro;
11 y el que no se postre y adore sea echado dentro de un horno de fuego ardiente.
12 Hay unos hombres judíos, a quienes tú pusiste sobre los asuntos de la provincia de Babilonia; Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos hombres, oh rey, no te han hecho caso; no sirven a tus dioses ni adoran la estatua de oro que tú has levantado.
13 Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego. Entonces fueron traídos estos hombres delante del rey.
14 Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he levantado?
15 Ahora pues, ¿estáis dispuestos para que, al oír el son de la trompeta, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento musical, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adoráis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiente; ¿y qué dios será el que os libre de mis manos?
16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: No ahace falta responderte sobre este asunto.
17 Si es así, nuestro Dios a quien servimos puede alibrarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, oh rey, él nos librará.
18 Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
19 Entonces Nabucodonosor se llenó de ira y cambió la expresión de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y respondió y ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo acostumbrado.
20 Y mandó a hombres muy fuertes que tenía en su ejército que atasen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego para echarlos en el horno de fuego ardiente.
21 Entonces estos hombres fueron atados con sus mantos, y sus calzas, y sus turbantes y sus otras ropas, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiente.
22 Y como la orden del rey era apremiante, y habían calentado mucho el horno, la llama del fuego mató a los que habían alzado a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego.
23 Y estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiente.
24 Entonces el rey Nabucodonosor se asombró, y se levantó apresuradamente, y habló y dijo a los de su consejo: ¿No echamos a tres hombres atados dentro del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Es verdad, oh rey.
25 Respondió él y dijo: He aquí que yo veo cuatro hombres sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún adaño; y el aspecto del cuarto es semejante a un bhijo de los dioses.
26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiente, y habló y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.
27 Y se juntaron los sátrapas, los gobernantes, los gobernadores y los jueces del rey, para mirar a estos hombres, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado, ni sus ropas se habían dañado, ni el olor del fuego había quedado en ellos.
28 Nabucodonosor habló y dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego, que envió a su aángel y libró a sus siervos que bconfiaron en él, y que no cumplieron el decreto del rey y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios que no fuese su Dios.
29 Por lo tanto, proclamo un decreto de que todo pueblo, nación o lengua que diga blasfemia contra el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego sea descuartizado, y su casa sea convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda alibrar como éste.
30 Entonces el rey engrandeció a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego en la provincia de Babilonia.
Capítulo 4
Daniel interpreta el sueño que tuvo Nabucodonosor del gran árbol en el que se describen la caída y la locura del rey — El rey aprende que el Altísimo tiene todo dominio y que pone al más humilde de los hombres sobre reinos terrenales.
1 Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada.
2 Conviene que yo declare las señales y las maravillas que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.
3 ¡Cuán grandes son sus señales y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es un reino sempiterno, y su señorío de generación en generación.
4 Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio.
5 Tuve un sueño que me espantó, y las imaginaciones y las visiones de mi cabeza me turbaron estando en mi cama.
6 Por lo cual yo di el decreto de hacer venir delante de mí a todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño.
7 Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos; y les conté el sueño, pero no me dieron a conocer su interpretación,
8 hasta que finalmente vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, y en quien hay espíritu de los dioses santos; y conté el sueño delante de él, diciendo:
9 Beltsasar, jefe de los magos, ya que sé que hay en ti espíritu de los dioses santos y que ningún misterio es difícil para ti, dime las visiones de mi sueño que he visto y su interpretación.
10 Y éstas fueron las visiones de mi cabeza estando en mi cama: Me parecía ver en medio de la tierra un árbol cuya altura era grande.
11 Crecía este árbol y se hacía fuerte; y su altura llegaba hasta el cielo, y se veía desde los confines de toda la tierra.
12 Su follaje era hermoso, y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían, a su sombra, las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de él todo ser viviente.
13 Vi en las visiones de mi cabeza, mientras estaba en mi cama, y he aquí que un vigilante y santo descendía del cielo;
14 clamaba fuertemente y decía así: Derribad el árbol y cortad sus ramas; quitadle el follaje y dispersad su fruto; váyanse las bestias que están debajo de él y las aves de sus ramas.
15 Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, y con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y sea su parte con las bestias entre la hierba de la tierra.
16 Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.
17 La sentencia es por decreto de los vigilantes, y el veredicto por la palabra de los santos, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da y que constituye sobre él al más humilde de los hombres.
18 Yo, el rey Nabucodonosor, he visto este sueño. Tú, pues, Beltsasar, dirás la interpretación de él, porque ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque está en ti el espíritu de los dioses santos.
19 Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltsasar, se quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos le turbaban: El rey habló y dijo: Beltsasar, no te turben ni el sueño ni su interpretación. Respondió Beltsasar y dijo: Señor mío, el sueño sea para los que te odian, y su interpretación para tus enemigos.
20 El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya altura llegaba hasta el cielo, y que se veía desde toda la tierra,
21 y cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y había en él alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo, y en cuyas ramas habitaban las aves del cielo,
22 tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste poderoso, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra.
23 Y en cuanto a lo que vio el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Derribad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y sea su parte con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete tiempos;
24 ésta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo que ha venido sobre mi señor, el rey:
25 Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes y con el rocío del cielo serás mojado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que entiendas que el Altísimo tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da.
26 Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, ello significa que tu reino seguirá siendo tuyo después que entiendas que es el cielo el que gobierna.
27 Por tanto, oh rey, acepta mi consejo y rompe con tus pecados haciendo justicia, y con tus iniquidades haciendo misericordias para con los pobres; pues tal vez sea prolongada tu prosperidad.
28 Todo esto vino sobre el rey Nabucodonosor.
29 Al cabo de doce meses, paseando por el palacio real de Babilonia,
30 habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi grandeza?
31 Aún estaba la palabra en la boca del rey cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, oh rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;
32 y de entre los hombres te echarán, y con las bestias del campo será tu morada y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que entiendas que el Altísimo tiene dominio sobre el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da.
33 En aquella misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves.
34 Mas al fin del tiempo, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, porque su dominio es sempiterno y su reino, de generación en generación.
35 Y todos los moradores de la tierra son considerados como nada; y con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra hace según su voluntad; y no hay quien detenga su mano y le diga: ¿Qué haces?
36 En ese mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis consejeros y mis nobles me buscaron; y fui restituido a mi reino, y mayor grandeza me fue añadida.
37 Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y justos sus caminos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.
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