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martes, 8 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 266: Mateo 14-17


Capítulo 14
Se decapita a Juan el Bautista — Jesús alimenta a cinco mil personas y anda sobre el mar — Los que tocan el borde de Su manto son sanados.

1 En aquel tiempo Herodes, el tetrarca, oyó la fama de Jesús

2 y dijo a sus criados: Éste es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.

3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe,

4 porque Juan le decía: No te es lícito tenerla.

5 Y Herodes quería matarlo, pero temía al pueblo, porque tenían a Juan por profeta.

6 Mas cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y agradó a Herodes,

7 por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese.

8 Y ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

9 Entonces el rey se entristeció, pero a causa del juramento y de los que estaban juntamente con él a la mesa, mandó que se la diesen.

10 Y ordenó decapitar a Juan en la cárcel.

11 Y fue traída su cabeza en un plato y dada a la muchacha, y ella la presentó a su madre.

12 Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús.

13 Y al oírlo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la multitud lo supo, le siguió a pie desde las ciudades.

14 Y cuando salió Jesús, vio un gran gentío, y tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos.

15 Y cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto y la hora es ya pasada; despide a la multitud para que vayan por las aldeas y compren para sí de comer.

16 Y Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.

17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.

18 Y él les dijo: Traédmelos acá.

19 Y mandó a la gente recostarse sobre la hierba; tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la gente.

20 Y comieron todos y se saciaron; y recogieron lo que sobró, doce cestas llenas.

21 Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

22 Y en seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él al otro lado del lago, entre tanto que él despedía a la multitud.

23 Y después de haber despedido a la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.

24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario.

25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar.

26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.

27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo!

28 Entonces le respondió Pedro y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

29 Y él dijo: Ven. Y descendió Pedro de la barca y anduvo sobre las aguas para ir a Jesús.

30 Mas al ver el viento fuerte, tuvo miedo y, comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!

31 Y al momento Jesús, extendiendo la mano, le sujetó y le dijo: ¡Oh hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32 Y cuando ellos subieron a la barca, se sosegó el viento.

33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.

34 Y después de cruzar al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret.

35 Y cuando le reconocieron los hombres de aquel lugar, enviaron la noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos;

36 y le rogaban que solamente los dejase tocar el borde de su manto; y todos los que lo tocaron quedaron sanos.

Capítulo 15

Escribas y fariseos discuten con Jesús — Él sana a la hija de una mujer gentil — Alimenta a cuatro mil personas.

1 Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:

2 ¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos?, pues no se lavan las manos cuando comen pan.

3 Y respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?

4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre, ciertamente morirá.

5 Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte,

6 ya no tiene que honrar a su padre o a su madre con socorro. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.

7 ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:

8

Este pueblo con sus labios me honra,
mas su corazón lejos está de mí.

9

En vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

10 Y llamando hacia sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended:

11 No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso contamina al hombre.

12 Entonces, acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?

13 Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada.

14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.

15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola.

16 Y Jesús dijo: ¿También vosotros estáis aún sin entendimiento?

17 ¿No entendéis, aún, que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en la letrina?

18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y eso contamina al hombre.

19 Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios y las blasfemias.

20 Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.

21 Y saliendo Jesús de allí, se fue a las regiones de Tiro y de Sidón.

22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.

23 Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.

24 Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

25 Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!

26 Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.

28 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora.

29 Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.

30 Y vino a él mucha gente que tenía consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y muchos otros enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó;

31 de manera que la gente se maravillaba viendo a los mudos hablar, a los mancos quedar sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.

32 Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas, para que no desmayen por el camino.

33 Entonces sus discípulos le dijeron: ¿Dónde podríamos conseguir nosotros tantos panes en el desierto para saciar a una multitud tan grande?

34 Entonces Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos.

35 Y mandó a la gente que se recostase en tierra.

36 Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la gente.

37 Y comieron todos y se saciaron; y de lo que sobró de los pedazos recogieron siete cestas llenas.

38 Y los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

39 Entonces, una vez despedida la gente, Jesús subió a la barca y fue a la región de Magdala.

Capítulo 16

Jesús previene contra la doctrina de los fariseos y de los saduceos — Pedro testifica que Jesús es el Cristo y se le prometen las llaves del reino — Jesús predice Su propia muerte y Su resurrección.

1 Y se acercaron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase una señal del cielo.

2 Mas él, respondiendo, les dijo: Cuando cae la tarde, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles.

3 Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo y está nublado. ¡Hipócritas!, que sabéis discernir el aspecto del cielo, ¿pero las señales de los tiempos no podéis discernir?

4 La generación mala y adúltera busca señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.

5 Y llegaron sus discípulos al otro lado, pero se habían olvidado de llevar pan.

6 Y Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.

7 Y ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan.

8 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?

9 ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis?

10 ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas cestas recogisteis?

11 ¿Cómo no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?

12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.

13 Y al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

14 Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.

15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

17 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

18 Mas yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.

19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.

20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.

21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, y de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.

22 Y Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!

23 Entonces él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no entiendes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres.

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.

25 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.

26 Porque, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?

27 Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

28 De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Capítulo 17

Jesús se transfigura en el monte delante de Pedro, Santiago (Jacobo) y Juan — Sana a un lunático, habla de Su muerte cercana y paga impuestos de un modo milagroso.

1 Y después de seis días, Jesús tomó consigo a Pedro, y a Jacobo y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;

2 y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

3 Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

4 Y respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, una para Moisés y otra para Elías.

5 Y mientras él aún hablaba, he aquí una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; a él oíd.

6 Y al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y temieron en gran manera.

7 Entonces Jesús, acercándose, los tocó y dijo: Levantaos y no temáis.

8 Y alzando ellos sus ojos, no vieron a nadie, sino a Jesús solo.

9 Y cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.

10 Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?

11 Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas.

12 Mas os digo que Elías ya vino, y no le reconocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá a manos de ellos.

13 Los discípulos entonces entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.

14 Y cuando ellos llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo:

15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece terriblemente; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas otras en el agua.

16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no lo han podido sanar.

17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.

18 Y Jesús reprendió al demonio, y éste salió del muchacho, y quedó sano desde aquella hora.

19 Entonces, los discípulos se acercaron a Jesús aparte y dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?

20 Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.

21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.

22 Y estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,

23 y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.

24 Y cuando llegaron a Capernaúm, fueron a Pedro los que cobraban las dos dracmas y dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?

25 Él dijo: Sí. Y entrando él en la casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de los extraños?

26 Pedro le dijo: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.

27 Mas para no ofenderlos, ve al mar y echa el anzuelo, y al primer pez que salga, ábrele la boca y hallarás un estatero; tómalo y dáselo por mí y por ti.

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