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lunes, 10 de septiembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 205: Cantar de los Cantares 1-8


Capítulo 1
El poeta canta del amor y la devoción.

1 Cantar de los cantares, el cual es de Salomón.

2

¡Oh si él me besara con besos de su boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.

3

Olorosos son tus suaves ungüentos;
ungüento derramado es tu nombre;
por eso las doncellas te aman.

4

Llévame en pos de ti. ¡Corramos!
El rey me ha llevado a sus habitaciones.
Nos gozaremos y nos alegraremos contigo.
Nos acordaremos de tus amores más que del vino.
Los justos te aman.

5

Morena soy, oh hijas de Jerusalén,
pero hermosa
como las tiendas de Cedar,
como las cortinas de Salomón.

6

No os fijéis en que soy morena,
porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
me hicieron guarda de las viñas;
y mi viña, que era mía, no guardé.

7

Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
dónde apacientas,
dónde haces descansar tu rebaño al mediodía;
pues, ¿por qué he de ser yo como una que se cubre con velo
junto a los rebaños de tus compañeros?

8

Si tú no lo sabes, oh la más hermosa entre las mujeres,
ve; sigue las huellas del rebaño
y apacienta tus cabritas junto a las tiendas de los pastores.

9

A las yeguas de los carros de Faraón
te he comparado, amada mía.

10

Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
tu cuello entre los collares.

11

Adornos de oro te haremos
con incrustaciones de plata.

12

Mientras el rey estaba a la mesa,
mi nardo esparció su olor.

13

Mi amado es para mí un manojito de mirra
que reposa toda la noche entre mis pechos.

14

Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
es para mí mi amado.

15

He aquí que tú eres hermosa, amada mía;
he aquí que eres bella. Tus ojos son como de paloma.

16

He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y agradable;
nuestro lecho todo verdor.

17

Las vigas de nuestra casa son de cedro,
y de ciprés, los artesonados.

Capítulo 2

Se alaba y se describe a los amantes.

1

Yo soy la rosa de Sarón,
el lirio de los valles.

2

Como el lirio entre los espinos,
así es mi amada entre las doncellas.

3

Como el manzano entre los árboles silvestres,
así es mi amado entre los jóvenes;
bajo su sombra con deleite me senté,
y su fruto fue dulce a mi paladar.

4

Me llevó a la casa del banquete,
y su bandera sobre mí fue amor.

5

Sustentadme con tortas,
refrescadme con manzanas;
porque estoy enferma de amor.

6

Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
y su derecha me abrace.

7

Yo os ruego, oh hijas de Jerusalén,
por las gacelas y por las ciervas del campo,
que no despertéis ni desveléis al amado
hasta que quiera.

8

¡La voz de mi amado! He aquí, él viene,
saltando por los montes,
brincando por los collados.

9

Mi amado es semejante a la gacela o al cervatillo.
Helo aquí, está detrás de nuestro muro,
mirando por las ventanas,
atisbando por las celosías.

10

Mi amado habló y me dijo:
Levántate, oh amada mía, hermosa mía, y ven.

11

Porque he aquí ha pasado el invierno,
la lluvia ha cesado y se ha ido;

12

han aparecido las flores en la tierra,
el tiempo de la canción ha venido,
y en nuestro país se oye el arrullo de la tórtola.

13

La higuera ha dado sus verdes higos,
y las vides en cierne han esparcido
su fragancia.
Levántate, oh amada mía, hermosa mía, y ven.

14

Paloma mía, que anidas en las grietas de la peña,
en lo escondido de escarpados parajes,
muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz,
porque dulce es tu voz y hermoso tu aspecto.

15

Cazadnos las zorras,
las zorras pequeñas
que echan a perder las viñas,
pues nuestras viñas están en flor.

16

Mi amado es mío, y yo suya;
él apacienta entre los lirios.

17

Hasta que despunte el día y huyan las sombras,
vuelve, amado mío;
sé semejante a la gacela o al cervatillo
sobre los montes de Beter.

Capítulo 3

Canción de amor acerca de Salomón.

1

Por las noches busqué en mi lecho
al que ama mi alma;
lo busqué, mas no lo hallé.

2

Me levantaré ahora y recorreré la ciudad;
por las calles y por las plazas
buscaré al que ama mi alma;
lo busqué, mas no lo hallé.

3

Me hallaron los guardias que rondan la ciudad,
y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?

4

Apenas me aparté de ellos un poco,
hallé luego al que ama mi alma;
me aferré a él, y no lo dejé
hasta llevarlo a casa de mi madre,
a la habitación de la que me concibió.

5

Yo os ruego, oh hijas de Jerusalén,
por las gacelas y por las ciervas del campo,
que no despertéis ni desveléis al amado,
hasta que quiera.

6

¿Quién es ésta que sube del desierto
cual columna de humo,
perfumada de mirra y de incienso,
y de todo polvo aromático del mercader?

7

He aquí, la litera de Salomón;
sesenta valientes la rodean,
de los valientes de Israel.

8

Todos ellos tienen espadas y son diestros en la guerra;
cada uno su espada sobre el muslo,
por los temores de la noche.

9

El rey Salomón se hizo una carroza
de madera del Líbano.

10

Sus columnas hizo de plata,
su respaldo de oro, su asiento de grana,
su interior tapizado de amor
por las hijas de Jerusalén.

11

Salid, oh hijas de Sión, y ved al rey Salomón
con la corona con que le coronó su madre
el día de su boda,
y el día del gozo de su corazón.

Capítulo 4

Canción que describe la belleza de la amada del poeta.

1

He aquí, ¡qué hermosa eres, amada mía!,
he aquí, ¡qué hermosa eres!
Tus ojos son como de paloma detrás de tu velo;
tus cabellos, como manada de cabras
que se recuestan en el monte de Galaad.

2

Tus dientes, como manada de ovejas trasquiladas
que suben del lavadero,
todas con crías gemelas,
y ninguna de ellas ha perdido su cría.

3

Tus labios, como hilo de grana,
y tu boca hermosa;
tus sienes, como gajos de granada
detrás de tu velo.

4

Tu cuello, como la torre de David,
edificada para armería;
de ella cuelgan mil escudos,
escudos todos de valientes.

5

Tus dos pechos, como crías gemelas de gacela
que se apacientan entre lirios.

6

Hasta que despunte el día y huyan las sombras,
me iré al monte de la mirra,
y al collado del incienso.

7

Toda tú eres hermosa, amada mía,
y en ti no hay mancha.

8

Ven conmigo del Líbano, oh esposa mía,
del Líbano conmigo ven.
Mira desde la cumbre del Amana,
desde la cumbre del Senir y del Hermón,
desde las guaridas de los leones,
desde los montes de los leopardos.

9

Has cautivado mi corazón, hermana mía, esposa mía;
has cautivado mi corazón con una mirada de tus ojos,
con un solo dije de tu gargantilla.

10

¡Cuán hermosos son tus amores, hermana mía, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
y la fragancia de tus ungüentos
mejor que todas las especias aromáticas!

11

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
miel y leche hay debajo de tu lengua;
y la fragancia de tus vestidos como el olor del Líbano.

12

Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
fuente cerrada, fuente sellada.

13

Tus renuevos paraíso de granados,
con frutos exquisitos,
de alheña y de nardos,

14

nardo y azafrán,
caña aromática y canela,
con todos los árboles de incienso;
mirra y áloes,
con todas las principales especias aromáticas.

15

Fuente de huertos,
pozo de aguas vivas,
y corrientes del Líbano.

16

Despierta, Aquilón,
y ven, Austro;
soplad en mi huerto; despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto
y coma de su dulce fruta.

Capítulo 5

Continúa la canción de amor y de afecto.

1

He venido a mi huerto, oh hermana, esposa mía;
he recogido mi mirra y mis especias aromáticas;
he comido mi panal y mi miel,
mi vino y mi leche he bebido.
Comed, oh amigos;
bebed, oh amados, bebed en abundancia.

2

Yo dormía, pero mi corazón velaba.
La voz de mi amado que llama:
Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía;
porque mi cabeza está cubierta de rocío
y mis cabellos de las gotas de la noche.

3

Me he quitado la ropa;
¿cómo he de ponérmela otra vez?
He lavado mis pies;
¿cómo los he de ensuciar?

4

Mi amado metió su mano por la abertura de la puerta,
y mis entrañas se conmovieron por él.

5

Yo me levanté para abrir a mi amado,
y de mis manos goteaba mirra,
y de mis dedos corría mirra
sobre el pestillo de la cerradura.

6

Abrí yo a mi amado,
pero mi amado se había retirado, ya se había ido;
y tras su hablar salió mi alma.
Lo busqué y no lo hallé;
lo llamé, y no me respondió.

7

Me hallaron los guardias que rondan la ciudad;
me golpearon, me hirieron,
me quitaron mi manto los guardias de los muros.

8

Yo os ruego, oh hijas de Jerusalén,
si halláis a mi amado,
hacedle saber que estoy enferma de amor.

9

¿Qué es tu amado más que otro amado,
oh tú, la más hermosa de todas las mujeres?
¿Qué es tu amado más que otro amado,
para que así nos hagas jurar?

10

Mi amado es blanco y sonrosado,
distinguido entre diez mil.

11

Su cabeza, como oro finísimo;
sus cabellos crespos, negros como el cuervo.

12

Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de aguas,
bañados en leche,
y a la perfección colocados.

13

Sus mejillas, como una era de especias aromáticas,
como fragantes flores;
sus labios, como lirios que destilan mirra fragante.

14

Sus manos, como anillos de oro engastados de piedras preciosas;
su vientre, como claro marfil cubierto de zafiros.

15

Sus piernas, como columnas de mármol
fundadas sobre basas de oro fino;
su aspecto, como el Líbano,
escogido como los cedros.

16

Su paladar, dulcísimo;
y todo él, deseable.
Tal es mi amado, tal es mi amigo,
oh hijas de Jerusalén.

Capítulo 6

La canción de amor continúa.

1

¿Adónde se ha ido tu amado,
oh tú, la más hermosa entre las mujeres?
¿Adónde se ha dirigido tu amado,
para que le busquemos contigo?

2

Mi amado descendió a su huerto,
a las eras de las especias aromáticas,
a apacentar en los huertos
y a recoger los lirios.

3

Yo soy de mi amado, y mi amado es mío;
él apacienta entre los lirios.

4

Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;
deseable, como Jerusalén;
imponente como ejércitos con estandartes.

5

Aparta tus ojos de delante de mí,
porque ellos me han cautivado.
Tu cabello es como manada de cabras
que se recuestan en Galaad.

6

Tus dientes, como manada de ovejas
que suben del lavadero,
todas con crías gemelas,
y ninguna de ellas ha perdido su cría.

7

Como gajos de granada son tus sienes
detrás de tu velo.

8

Sesenta son las reinas,
y ochenta las concubinas,
y las doncellas sin número;

9

mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
es la única de su madre,
la escogida de la que la dio a luz.
La vieron las doncellas
y la llamaron bienaventurada;
las reinas y las concubinas, y la alabaron.

10

¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
hermosa como la luna,
esclarecida como el sol,
imponente como un ejército con sus banderas?

11

Al huerto de los nogales descendí
a ver los frutos del valle,
a ver si brotaban las vides
y si florecían los granados.

12

Antes de darme cuenta,
mi alma me puso
entre los carros de Aminadab.

13

Vuelve, vuelve, oh sulamita;
vuelve, vuelve, y te miraremos.
¿Qué veréis en la sulamita,
como en la danza de dos campamentos?

Capítulo 7

La canción de amor continúa.

1

¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
obra de mano de excelente artífice.

2

Tu ombligo, como una copa redonda
a la que no le falta vino mezclado;
tu vientre, como montón de trigo
rodeado de lirios.

3

Tus dos pechos, como dos crías
gemelas de gacela.

4

Tu cuello, como torre de marfil;
tus ojos, como los estanques de Hesbón
junto a la puerta de Bat-rabim;
tu nariz, como la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.

5

Tu cabeza en ti, como el Carmelo;
y el cabello de tu cabeza, como púrpura;
el rey está cautivo en tus trenzas.

6

¡Qué hermosa y cuán encantadora eres,
oh amor deleitoso!

7

Y tu estatura es semejante a la palmera,
y tus pechos, a sus racimos.

8

Yo dije: Subiré a la palmera,
asiré sus ramas.
Y tus pechos serán ahora como racimos de vid,
y la fragancia de tu aliento como de manzanas;

9

y tu paladar, como el buen vino
que entra en mi amado
y pasa suavemente por los labios de los que duermen.

10

Yo soy de mi amado,
y su deseo tiende hacia mí.

11

Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
moremos en las aldeas.

12

Levantémonos de mañana y vayamos a las viñas;
veamos si brotan las vides, si ya están en cierne,
si han florecido los granados;
allí te daré mis amores.

13

Las mandrágoras exhalan su fragancia,
y a nuestras puertas
hay toda clase de frutas deliciosas,
frescas y secas,
que para ti, oh amado mío, he guardado.

Capítulo 8

Ellos dicen: Las muchas aguas no podrán apagar el amor.

1

¡Ah, si fueras tú como mi hermano
criado a los pechos de mi madre!
Así cuando te hallara yo fuera de casa, te besaría,
y no me menospreciarían.

2

Yo te llevaría y te haría entrar en casa de mi madre;
tú me enseñarías.
Yo te daría a beber vino
aromatizado del zumo de mis granadas.

3

Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
y su derecha me abrace.

4

Os ruego, oh hijas de Jerusalén,
que no despertéis ni desveléis al amado,
hasta que quiera.

5

¿Quién es ésta que sube del desierto,
recostada sobre su amado?
Debajo de un manzano te desperté;
allí tuvo tu madre dolores,
allí tuvo dolores la que te dio a luz.

6

Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo,
porque fuerte como la muerte es el amor;
duros como el Seol son los celos;
sus brasas, brasas de fuego,
poderosa llama.

7

Las muchas aguas no podrán apagar el amor
ni lo ahogarán los ríos.
Si diese
el hombre todos los bienes de su casa
a cambio del amor,
de cierto lo menospreciarían.

8

Tenemos una pequeña hermana
que no tiene pechos;
¿qué haremos por nuestra hermana
el día en que la pidan?

9

Si ella es muro,
edificaremos sobre ella una torrecilla de plata;
y si es puerta,
la enclaustraremos con tablas de cedro.

10

Yo soy muro, y mis pechos como torres;
entonces fui ante sus ojos
como la que halla paz.

11

Salomón tuvo una viña en Baal-hamón,
la cual encomendó a cuidadores,
cada uno de los cuales debía traer
mil monedas de plata por su fruto.

12

Mi viña, que es mía, está delante de mí;
las mil serán tuyas, oh Salomón,
y doscientas para los que cuidan su fruto.

13

Tú, que moras en los huertos,
los compañeros escuchan tu voz.
¡Házmela oír!

14

Apresúrate, amado mío,
y sé semejante a la gacela, o al cervatillo,
sobre los montes de los aromas.




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Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 204: Eclesiastés 9-12


Capítulo 9
La providencia de Dios gobierna sobre todo — Tiempo y ocasión acontecen a todos — La sabiduría es mejor que la fuerza — Un pecador destruye mucho bien.

1 He dedicado mi corazón a todas estas cosas para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios. El hombre no sabe ni de amor ni de odio, aunque todo está delante de él.

2Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al malvado; al bueno, y al puro y al impuro; al que sacrifica y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme jurar.

3Éste es un mal que hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno del mal, y hay locura en su corazón durante su vida. Y después de esto se van a los muertos.

4Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león muerto.

5Porque los que viven saben que han de morir; mas los muertos nada saben ni tienen más recompensa, porque su recuerdo cae en el olvido.

6También su amor, y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.

7Anda, come tu pan con gozo y bebe tu vino con alegre corazón, porque tus obras ya son agradables a Dios.

8En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.

9Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque ésta es tu parte en la vida y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.

10Todo lo que te venga a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde tú vas, no hay obra, ni razonamiento, ni conocimiento ni sabiduría.

11Me volví y vi debajo del sol que no es de los ligeros la carrera, ni la batalla de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas ni de los entendidos el favor, sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.

12Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son apresados en la mala red y como las aves que son apresadas en el lazo, así son atrapados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.

13También he visto esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:

14Había una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y vino contra ella un gran rey, y la sitió y edificó contra ella grandes baluartes.

15Y se hallaba en ella un hombre pobre y sabio, el cual libró la ciudad con su sabiduría; pero nadie se acordaba de aquel hombre pobre.

16Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la sabiduría del pobre sea menospreciada y no sean escuchadas sus palabras.

17Las palabras del sabio en quietud son más oídas que el clamor del gobernante entre los necios.

18Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo pecador destruye mucho bien.

Capítulo 10
Una pequeña locura destruye la reputación del sabio y honorable — Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia — El necio multiplica las palabras.

1Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura pesa más que la sabiduría y la honra.

2El corazón del sabio está a su mano derecha; pero el corazón del necio, a su mano izquierda.

3Y aun cuando el necio vaya por el camino, le falta entendimiento y demuestra a todos que es necio.

4Si el espíritu del gobernante se exalta contra ti, no dejes tu lugar, porque la serenidad hará cesar grandes ofensas.

5Hay un mal que he visto debajo del sol, como error emanado del gobernante:

6La necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.

7He visto siervos a caballo y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.

8El que cave un hoyo caerá en él; y al que abra una brecha en el vallado, le morderá una serpiente.

9El que corta piedras, se lastima con ellas; el que parte leña, en ello peligra.

10Si se embota el hierro y no se le saca filo, entonces hay que ejercer más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dar éxito.

11Si muerde la serpiente cuando no está encantada, no hay ganancia para el encantador.

12Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia, mas los labios del necio causan su propia ruina.

13El principio de las palabras de su boca es necedad, y el final de su charla es locura nociva.

14El necio multiplica las palabras. No sabe el hombre lo que ha de acontecer, ¿y quién le hará saber lo que después de él acontecerá?

15El trabajo de los necios tanto los fatiga que ni aun saben por dónde ir a la ciudad.

16¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes hacen banquete por la mañana!

17¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para embriagarse!

18Por la pereza se cae la techumbre, y por la ociosidad de manos hay goteras en la casa.

19Por placer se hace el banquete, y el vino alegra la vida, y el dinero responde por todo.

20Ni aun en tu pensamiento hables mal del rey, ni en tu dormitorio hables mal del rico, porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.

Capítulo 11
Haz el bien y da a los necesitados — Dios traerá a juicio a todos los hombres.

1 Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás.

2Reparte una porción a siete, y aun a ocho, porque no sabes qué mal ha de venir sobre la tierra.

3Si las nubes están llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cae hacia el sur o hacia el norte, en el lugar donde caiga el árbol, allí quedará.

4El que al viento observa no sembrará; y el que mira a las nubes no segará.

5Como tú no sabes cuál es el camino del viento, ni cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así también ignoras la obra de Dios, quien hace todas las cosas.

6Por la mañana siembra tu semilla, y al atardecer no dejes reposar tu mano, porque tú no sabes qué es lo mejor, si esto o lo otro, o si ambas cosas son igualmente buenas.

7Agradable es la luz, y bueno es a los ojos ver el sol.

8Pero si el hombre vive muchos años, que se regocije en todos ellos; pero que recuerde los días de oscuridad, que serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.

9Alégrate, joven, en tu juventud, y que se complazca tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón y a la vista de tus ojos, mas sabe que sobre todas estas cosas Dios te traerá a juicio.

10Quita, pues, el enojo de tu corazón y aparta el mal de tu carne, porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

Capítulo 12
Al morir, el espíritu vuelve a Dios, quien lo dio — Las palabras de los sabios son como aguijones — Todo el deber del hombre es temer a Dios y guardar Sus mandamientos.

1Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;

2antes que se oscurezcan el sol y la luz y la luna y las estrellas, y las nubes vuelvan después de la lluvia;

3cuando tiemblen los guardias de la casa, y se encorven los hombres poderosos, y cesen las molineras, porque son pocas, y se oscurezcan los que miran por las ventanas;

4y las puertas de la calle se cierren, cuando disminuya el ruido del molino, y uno se levante con el canto del ave, y todas las hijas del canto sean abatidas;

5cuando también teman a las alturas y a los terrores en el camino; y florezca el almendro, y la langosta sea una carga, y se pierda el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los que hacen duelo ronden por las calles;

6antes que el cordón de plata se suelte, y se rompa el tazón de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda del pozo se rompa;

7y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios, quien lo dio.

8Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; todo es vanidad.

9Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; y escuchó, y escudriñó y compuso muchos proverbios.

10Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escritura recta, palabras de verdad.

11Las palabras de los sabios son como aguijones y como clavos bien puestos, las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.

12Ahora, hijo mío, además de esto, queda advertido: El hacer muchos libros nunca termina, y el mucho estudio es fatiga para la carne.

13El fin de todo este asunto que has oído es éste: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre.

14Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con toda cosa oculta, buena o mala.



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Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 203: Eclesiastés 5-8


Capítulo 5
Dios está en el cielo — Se conoce la voz del necio por la multitud de las palabras — Guarda tus promesas — Las riquezas y los bienes son un don de Dios.

1Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, porque no saben que hacen mal.

2No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Por tanto, sean pocas tus palabras.

3Porque de la mucha ocupación vienen los sueños; y de la multitud de las palabras, la voz del necio.

4Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometas.

5Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.

6No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel que fue un error. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz y destruya la obra de tus manos?

7Donde abundan los sueños y las muchas palabras, también abundan las vanidades; pero tú, teme a Dios.

8Si ves en la provincia opresión de pobres y perversión de juicio y de justicia, no te maravilles de ello, porque sobre uno alto vigila otro más alto, y otros más altos sobre ellos.

9El provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está al servicio de los campos.

10El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama el mucho tener no sacará fruto. También esto es vanidad.

11Cuando los bienes aumentan, también aumentan los que los consumen. ¿Qué beneficio, pues, tendrá su dueño aparte de verlos con sus ojos?

12Dulce es el sueño del trabajador, ya sea que coma mucho o poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.

13Hay un gran mal que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal,

14las cuales se pierden en malos negocios; y al hijo que engendran, nada le queda en la mano.

15Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada de su trabajo llevará en su mano.

16Esto también es un gran mal: que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar para el viento?

17Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucha molestia, y enfermedad y enojo.

18He aquí, pues, lo que yo he visto: Que es bueno y agradable comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado, porque ésta es su parte.

19Asimismo, a todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, y también le ha dado capacidad para comer de ellos, y tomar su parte y gozar de su trabajo, esto es un don de Dios.

20Porque no se acordará mucho de los días de su vida, pues Dios le responderá con alegría en su corazón.

Capítulo 6

A no ser que el alma del hombre esté llena del bien, sus riquezas, bienes, honor y prosperidad son vanidad.

1 Hay un mal que he visto debajo del sol, y que es muy común entre los hombres:

2El del hombre a quien Dios ha dado riquezas, y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le ha dado facultad para disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad y penosa enfermedad.

3Si un hombre engendra cien hijos, y vive muchos años y los días de su edad son numerosos, pero su alma no se ha llenado del bien y además carece de sepultura, yo digo que el que nace muerto es mejor que él.

4Porque en vano vino y a las tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.

5Aunque no haya visto el sol ni conocido nada, más reposo tiene éste que aquél.

6Porque si vive aquél mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?

7Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su alma no se sacia.

8Porque, ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivientes?

9Más vale lo que ven los ojos que un deseo que pasa. Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu.

10Lo que es ya tiene nombre, y se sabe lo que es el hombre, y que no podrá contender con el que es más fuerte que él.

11Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué ventaja tiene el hombre?

12Porque, ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de su vana vida, los cuales él pasa como sombra? Porque, ¿quién le dirá al hombre lo que acontecerá después de él debajo del sol?

Capítulo 7

La sabiduría da vida a los que la poseen — Todos los hombres son pecadores — Dios ha hecho recto al hombre.

1

Mejor es el buen nombre que el buen ungüento,
y el día de la muerte que el día del nacimiento.

2

Mejor es ir a la casa del duelo
que a la casa del banquete,
porque aquello es el fin de todos los hombres,
y el que vive lo pondrá en su corazón.

3

Mejor es el pesar que la risa,
porque con la tristeza del rostro se enmienda el corazón.

4

El corazón de los sabios está en la casa del duelo,
mas el corazón de los insensatos está en la casa del placer.

5

Mejor es oír la reprensión del sabio
que la canción de los necios.

6

Porque la risa del necio es como el crepitar de los espinos debajo de la olla.
Y también esto es vanidad.

7

Ciertamente la opresión hace enloquecer al sabio,
y el soborno corrompe el corazón.

8

Mejor es el fin del asunto que su principio;
mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.

9No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios.

10Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que éstos? Porque nunca hay sabiduría en esta pregunta.

11Buena es la sabiduría con herencia, y es provechosa para los que ven el sol.

12Porque escudo es la sabiduría y escudo es el dinero, pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría da vida a sus poseedores.

13Mira la obra de Dios; porque, ¿quién podrá enderezar lo que él ha torcido?

14En el día de la prosperidad goza del bien, y en el día de la adversidad reflexiona. Dios hizo lo uno tanto como lo otro, para que el hombre no descubra nada de lo que acontecerá después de él.

15Todo lo he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece en su justicia, y hay malvado que en su maldad alarga sus días.

16No seas demasiado justo ni seas sabio en exceso. ¿Por qué habrás de destruirte?

17No seas demasiado malo ni seas insensato. ¿Por qué habrás de morir antes de tu tiempo?

18Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque el que a Dios teme saldrá bien de todo ello.

19La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad.

20Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.

21Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, no sea que oigas a tu siervo que habla mal de ti;

22porque tu corazón sabe que tú también hablaste mal de otros muchas veces.

23Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré sabio, pero la sabiduría se alejó de mí.

24Lejos está lo que ha sido; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?

25Me volví y fijé mi corazón para saber, y escudriñar y buscar la sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y la necedad de la locura.

26Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es trampas y redes, y sus manos, ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella, pero el pecador será apresado por ella.

27He aquí, esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón,

28lo que aún busca mi alma, y no he encontrado: Un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca he hallado.

29He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo recto al hombre, pero los hombres buscaron muchas artimañas.

Capítulo 8

Nadie tiene el poder de evitar la muerte — No le irá bien al malvado; se vuelve al placer y no halla sabiduría.

1 ¿Quién como el sabio? ¿Y quién sabe la interpretación de las cosas? La sabiduría del hombre hace relucir su rostro y cambia la tosquedad de su semblante.

2Yo te aconsejo que guardes el mandato del rey y ello por causa del juramento de Dios.

3No te apresures a irte de su presencia, ni persistas en cosa mala, porque él hará todo lo que quiera.

4Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces?

5El que guarda el mandamiento no conocerá el mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.

6Porque para todo deseo hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él.

7Porque no sabe lo que ha de acontecer; y el cuándo haya de acontecer, ¿quién se lo dirá?

8No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no hay licencia en esa guerra, ni la maldad librará a los que la poseen.

9Todo esto he visto y he puesto mi corazón en todo lo que se hace debajo del sol; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para su propio mal.

10También vi a los inicuos ser sepultados, los que iban y venían del lugar santo, y que fueron olvidados en la ciudad donde así habían actuado. Esto también es vanidad.

11Por cuanto no se ejecuta en seguida la sentencia contra una mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está dispuesto para hacer el mal.

12Aunque el pecador haga mal cien veces, y sus días sean prolongados, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, a los que temen ante su presencia.

13Pero al malvado no le irá bien, ni le serán prolongados los días, que son como sombra, por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.

14Hay una vanidad que se hace sobre la tierra: Hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de malvados, y hay malvados a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.

15Por tanto, alabé yo la alegría, pues no tiene el hombre nada mejor debajo del sol que comer y beber y alegrarse; y esto le quedará de su trabajo durante los días de su vida que Dios le ha concedido debajo del sol.

16Cuando dediqué mi corazón a conocer sabiduría y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos),

17entonces vi todas las obras de Dios, y que el hombre no puede alcanzar a percibir la obra que se hace debajo del sol. Por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzar a percibirla.



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