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lunes, 28 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 276: Marcos 14-16


Capítulo 14
Jesús es ungido con aceite — Come la Pascua, instituye la Santa Cena, padece en Getsemaní y es entregado por Judas — Se le acusa falsamente, y Pedro niega conocerlo.

1 Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo arrestarle con engaño y matarle.

2 Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el frasco, lo derramó sobre la cabeza de él.

4 Entonces hubo algunos que se enojaron dentro de sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?

5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.

6 Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho;

7 porque siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; mas a mí no siempre me tendréis.

8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella.

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.

11 Y ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba la oportunidad propicia para entregarle.

12 Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua?

13 Y envió a dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,

14 y donde entre, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?

15 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya preparado; disponed para nosotros allí.

16 Y fueron sus discípulos, y entraron en la ciudad y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.

17 Y al atardecer, fue con los doce.

18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.

19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?

20 Y él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

21 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre nunca haber nacido.

22 Y mientras comían, Jesús tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió y les dio, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.

23 Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, y bebieron todos de ella.

24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada.

25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

26 Y después de haber cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

27 Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.

28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.

30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.

31 Pero él decía con mayor vehemencia: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

32 Y llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.

33 Y llevó consigo a Pedro, y a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse.

34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.

35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra y oró que, si fuese posible, pasase de él aquella hora,

36 y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

37 Y vino y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?

38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

39 Y otra vez fue y oró, y dijo las mismas palabras.

40 Y al volver, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.

41 Y vino la tercera vez y les dijo: Dormid ya y descansad; basta, la hora ha llegado; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.

42 ¡Levantaos! ¡Vamos! He aquí, el que me entrega está cerca.

43 Y en seguida, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos.

44 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle y llevadle con seguridad.

45 Y cuando llegó, se acercó inmediatamente a él y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.

46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron.

47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para arrestarme?

49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.

50 Entonces, dejándole, todos sus discípulos huyeron.

51 Pero cierto joven le seguía cubierto con una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los jóvenes le aprehendieron;

52 pero él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo.

53 Llevaron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes, y los ancianos y los escribas.

54 Pero Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los guardias, calentándose al fuego.

55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte; pero no lo hallaban.

56 Porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.

57 Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:

58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano.

59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.

60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué atestiguan éstos contra ti?

61 Pero él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?

62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?

64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole digno de muerte.

65 Entonces algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro, y a darle de bofetadas y a decirle: ¡Profetiza! También los guardias le daban de bofetadas.

66 Y estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;

67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, le dijo: Tú también estabas con Jesús, el nazareno.

68 Pero él lo negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada, y cantó el gallo.

69 Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Éste es uno de ellos.

70 Pero él lo negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos, porque eres galileo, y tu hablar es semejante al de ellos.

71 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a este hombre de quien habláis!

72 Y el gallo cantó la segunda vez; entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.

Capítulo 15

Pilato decreta la muerte de Jesús — Jesús es escarnecido y es crucificado entre dos ladrones — Muere y se le sepulta en la tumba de José de Arimatea.

1 Y muy temprano por la mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato.

2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.

3 Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.

4 Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.

5 Pero Jesús ni aun con eso respondió, de modo que Pilato se maravillaba.

6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.

7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.

8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.

9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?

10 Porque sabía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.

11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.

12 Y respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?

13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!

14 Mas Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos daban más voces: ¡Crucifícale!

15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.

16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, a saber, al Pretorio, y convocaron a toda la tropa.

17 Y le vistieron de púrpura y, poniéndole una corona tejida de espinas,

18 comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!

19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, y le escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias.

20 Y después de haberle escarnecido, le quitaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos y le sacaron para crucificarle.

21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.

22 Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que interpretado quiere decir: Lugar de la Calavera.

23 Y le dieron de beber vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.

24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.

25 Y era la hora tercera cuando le crucificaron.

26 Y el título escrito de su acusación era: El Rey de los judíos.

27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

28 Así se cumplió la Escritura que dice: Y con los inicuos fue contado.

29 Y los que pasaban le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Ah!, tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas,

30 sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.

31 Y de esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse.

32 ¡El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le insultaban.

33 Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

34 Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?

35 Y al oírle algunos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.

36 Y corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.

37 Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.

38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

39 Y el centurión que estaba delante de él, al ver que, después de clamar así, había expirado, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!

40 Y también había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, y María, la madre de Jacobo, el menor, y de José y Salomé;

41 quienes, estando aún él en Galilea, le habían seguido y servido; y otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.

42 Y al atardecer, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,

43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a donde estaba Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.

44 Y Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.

45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José.

46 Éste compró una sábana y, bajándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

47 Y María Magdalena y María, madre de José, miraban dónde lo pusieron.

Capítulo 16

Cristo resucita — Se aparece a María Magdalena y después a otras personas — Envía a los apóstoles a predicar y promete que las señales seguirán a la fe — Finalmente, asciende al cielo.

1 Y cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, y María, madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirlo.

2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, recién salido el sol.

3 Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?

4 Pero cuando miraron, vieron la piedra ya removida, que era muy grande.

5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se espantaron.

6 Pero él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.

7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.

8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había entrado temblor y espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

9 Mas después que Jesús hubo resucitado por la mañana, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.

10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.

11 Y ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.

12 Pero después se apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando, yendo al campo.

13 Y ellos fueron y lo hicieron saber a los otros, pero ni aun a ellos les creyeron.

14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.

17 Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas;

18 tomarán serpientes en las manos y, si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos impondrán sus manos, y sanarán.

19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.

20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.