Seguidores

viernes, 1 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 279: Lucas 6-7


Capítulo 6
Jesús sana en el día de reposo — Escoge a los Doce Apóstoles — Pronuncia bendiciones sobre los obedientes y ayes sobre los inicuos.

1 Y aconteció que, pasando Jesús por los sembrados en un día de reposo, el segundo después del primero, sus discípulos arrancaban espigas y, restregándolas con las manos, las comían.

2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?

3 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;

4 cómo entró en la casa de Dios y tomó los panes de la proposición, los cuales no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?

5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.

6 Y aconteció también en otro día de reposo que él entró en la sinagoga y enseñaba; y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha.

7 Y le acechaban los escribas y los fariseos para ver si sanaría en el día de reposo, a fin de hallar de qué acusarle.

8 Pero él, que conocía los pensamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso de pie.

9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla?

10 Y, mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.

11 Y ellos se llenaron de ira y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.

12 Y aconteció en aquellos días que él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

13 Y cuando fue de día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles:

14 a Simón, a quien también llamó Pedro, y a su hermano Andrés, a Jacobo y a Juan, a Felipe y a Bartolomé,

15 a Mateo y a Tomás, a Jacobo hijo de Alfeo y a Simón llamado Zelote,

16 a Judas hermano de Jacobo, y a Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.

17 Y descendió con ellos y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud del pueblo de toda Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle y para ser sanados de sus enfermedades;

18 y los que habían sido atormentados por espíritus inmundos eran sanados.

19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque salía poder de él y sanaba a todos.

20 Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen y desechen vuestro nombre como malo por causa del Hijo del Hombre.

23 Gozaos en aquel día y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres a los profetas.

24 Pero, ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.

25 ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque lamentaréis y lloraréis.

26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;

28 bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian.

29 Y al que te golpee en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.

30 Y a cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no se lo reclames.

31 Y así como queréis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores aman a los que los aman.

33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?, porque también los pecadores hacen lo mismo.

34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto.

35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien y prestad, no esperando de ello nada; y vuestro galardón será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y los malos.

36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.

38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante se os dará en vuestro regazo, porque con la misma medida con que midiereis, se os volverá a medir.

39 Y les dijo una parábola: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

40 El discípulo no es superior a su maestro; pero todo el que sea perfeccionado será como su maestro.

41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo?

42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.

43 Porque no es buen árbol el que da malos frutos; ni árbol malo el que da buen fruto.

44 Porque cada árbol se conoce por su fruto, pues no se recogen higos de los espinos, ni se vendimian uvas de las zarzas.

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca el bien; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca el mal; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

46 ¿Por qué me llamáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

47 Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las hace, os enseñaré a quién es semejante:

48 Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.

49 Pero el que las oyó y no las obedeció es semejante al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra ella el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.

Capítulo 7

Jesús sana al siervo de un centurión — Levanta de la muerte al hijo de la viuda de Naín — Ensalza a Juan el Bautista y afirma que es más que profeta — Una mujer unge los pies de Cristo y Él le perdona los pecados.

1 Y después que Jesús acabó todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm.

2 Y el siervo de un centurión, a quien éste tenía en gran estima, estaba enfermo y a punto de morir.

3 Y cuando oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.

4 Y acercándose ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Es digno de que le concedas esto,

5 porque ama a nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.

6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban muy lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te incomodes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;

7 por lo cual, ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.

8 Pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes. Y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

10 Y al volver a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

11 Y aconteció después que él fue a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud.

12 Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a un difunto, unigénito de su madre, que era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.

13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.

14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, ¡levántate!

15 Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

16 Y todos tuvieron miedo y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y: Dios ha visitado a su pueblo.

17 Y se extendió la fama de él por toda Judea y por toda la región de alrededor.

18 Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,

19 y los envió a Jesús para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

20 Y cuando los hombres vinieron a él, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

21 Y en esa misma hora sanó a muchos de enfermedades, y de plagas y de espíritus malos; y a muchos ciegos les dio la vista.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y que a los pobres es anunciado el evangelio;

23 y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.

24 Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?

25 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestidura preciosa y viven en deleites están en los palacios de los reyes.

26 Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

27 Éste es de quien está escrito:

He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz,
el que preparará tu camino delante de ti.

28 Porque os digo que, entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Y todo el pueblo y los publicanos, al oírle, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

30 Pero los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon el consejo de Dios para sí mismos, no siendo bautizados por Juan.

31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

32 Semejantes son a los muchachos que se sientan en la plaza y se dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo, y no llorasteis.

33 Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: Demonio tiene.

34 Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.

35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

36 Y le rogó uno de los fariseos que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.

37 Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume,

38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el perfume.

39 Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.

40 Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.

41 Un acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;

42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?

43 Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

44 Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.

45 No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.

46 No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ha ungido mis pies con perfume.

47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero al que se le perdona poco, poco ama.

48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.

49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

50 Y Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.