Seguidores

lunes, 29 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 318: 1 Timoteo 1-6


Capítulo 1
Se aconseja enseñar solamente la doctrina verdadera — Cristo vino para salvar a los pecadores que se arrepienten.

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, nuestra esperanza,

2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.

3 Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando partí para Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen otra doctrina,

4 ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que engendran especulaciones más bien que la edificación de Dios que es por la fe; así te encargo ahora.

5 Pues el fin del mandamiento es el amor nacido de un corazón puro, y de una buena conciencia y de una fe no fingida;

6 de lo cual desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería;

7 queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.

8 Pero sabemos que la ley es buena, si se usa legítimamente,

9 conociendo esto: que la ley no es puesta para el justo, sino para los transgresores y los desobedientes, para los impíos y los pecadores, para los irreverentes y los profanos, para los parricidas y los matricidas, para los homicidas,

10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y los perjuros, y para cualquier otra cosa contraria a la sana doctrina;

11 según el evangelio de gloria del Dios bendito, el cual a mí me ha sido encargado.

12 Y doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor, porque me tuvo por fiel y me puso en el ministerio,

13 aun habiendo sido yo antes blasfemo, y perseguidor e injuriador; pero recibí misericordia, porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.

14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.

15 Palabra fiel y digna de plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de quienes yo soy el primero.

16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.

17 Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único y sabio Dios sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

18 Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que, conforme a las profecías anteriores acerca de ti, pelees por ellas la buena batalla,

19 manteniendo la fe y la buena conciencia, la cual algunos desecharon y naufragaron en cuanto a la fe,

20 entre los que están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.

Capítulo 2

Debemos orar por todos los hombres — Cristo es nuestro Mediador — Las mujeres deben vestir con modestia — Las mujeres son bendecidas al engendrar hijos, y se las exhorta a perseverar en la fe, en la caridad y en la santidad.

1 Exhorto, pues, ante todo, a que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres,

2 por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.

3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

4 el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

7 Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo la verdad en Cristo, no miento), maestro de los gentiles en fe y verdad.

8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.

9 Asimismo, que también las mujeres se atavíen con vestimenta decorosa, con pudor y modestia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos,

10 sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.

11 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.

12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.

13 Porque Adán fue formado primero, después Eva;

14 y Adán no fue engañado, sino la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.

15 No obstante se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia.

Capítulo 3

Se exponen los requisitos que deben cumplir los obispos y los diáconos — Grande es el misterio de la divinidad.

1 Palabra fiel: Si alguno desea el cargo de obispo, buena obra desea.

2 Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar;

3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino moderado, no contencioso, ajeno a la avaricia;

4 que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad

5 (porque el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);

6 no un neófito, no sea que se envanezca y caiga en la condenación del diablo.

7 También es necesario que tenga buen testimonio de parte de los extraños, para que no caiga en afrenta y en lazo del diablo.

8 Los diáconos, asimismo, deben ser honestos, de una sola palabra, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas,

9 que retengan el misterio de la fe con limpia conciencia.

10 Y éstos también sean antes puestos a prueba; y entonces ministren como diáconos, si son irreprensibles.

11 Las mujeres, asimismo, sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.

12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien a sus hijos y sus casas.

13 Porque los que han ministrado bien como diáconos, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

14 Esto te escribo con la esperanza de ir pronto a ti;

15 para que si no voy pronto, sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y apoyo de la verdad.

16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la divinidad:

Dios fue manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu,
visto por los ángeles,
predicado a los gentiles,
creído en el mundo
y recibido arriba en gloria.

Capítulo 4

Pablo describe la apostasía de los últimos días — Cristo es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen.

1 Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;

2 que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia.

3 Que prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.

4 Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada hay que desechar, si se recibe con acción de gracias,

5 porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.

6 Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.

7 Desecha las fábulas profanas y de viejas, y ejercítate para la piedad.

8 Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.

9 Palabra fiel es ésta, y digna de ser recibida por todos.

10 Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.

11 Esto manda y enseña.

12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza.

13 Entre tanto que voy, ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar.

14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por medio de profecía con la imposición de las manos del consejo de ancianos.

15 Medita estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos.

16 Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oigan.

Capítulo 5

Los santos deben cuidar de sus pobres que sean dignos — Se exponen normas con respecto a los ancianos.

1 No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;

2 a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.

3 Honra a las viudas que en verdad lo son.

4 Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a mostrar piedad en su propia casa, y a recompensar a sus padres, porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.

5 Pero, la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día.

6 Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta.

7 Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles.

8 Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.

9 La viuda sea puesta en la lista sólo si es mayor de sesenta años y ha sido esposa de un solo marido.

10 Que tenga testimonio de buenas obras: si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos, si ha seguido toda buena obra.

11 Pero viudas más jóvenes no admitas, porque cuando, impulsadas por sus deseos que las alejan de Cristo, quieren casarse,

12 incurriendo así en condenación por haber dejado a un lado su primera fe.

13 Y también aprenden a ser ociosas, a andar de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entrometidas, hablando lo que no debieran.

14 Quiero, pues, que las más jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que ninguna ocasión de maledicencia den al adversario.

15 Porque ya algunas se han apartado para ir en pos de Satanás.

16 Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, manténgalas, y no sea gravada la iglesia; a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.

17 Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honra, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.

18 Porque la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario.

19 Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos.

20 A los que pecan, repréndelos delante de todos, para que los otros también teman.

21 Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, que nada hagas con parcialidad.

22 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos; consérvate puro.

23 No bebas agua de aquí en adelante, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.

24 Los pecados de algunos hombres son manifiestos antes que ellos vengan a juicio, pero a otros se les descubren después.

25 Asimismo, las buenas obras son evidentes de antemano; y las que son de otra manera, no pueden esconderse.

Capítulo 6

El amor al dinero es la raíz de todos los males — Pelead la buena batalla de la fe — No pongáis vuestra esperanza en las riquezas del mundo.

1 Todos los que están bajo el yugo de esclavitud tengan a sus amos como dignos de toda honra, para que no sea blasfemado el nombre de Dios ni la doctrina.

2 Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.

3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,

4 está envanecido, nada sabe y está obsesionado con altercados y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, sospechas malvadas,

5 riñas constantes de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que consideran la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.

6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.

7 Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar.

8 Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, estemos contentos con esto.

9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en perdición y muerte.

10 Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

11 Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

13 Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,

14 que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,

15 la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores,

16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, a quien sean la honra y el imperio sempiterno. Amén.

17 A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.

18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, dispuestos a compartir,

19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.

20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia,

21 la cual profesando algunos, se han desviado de la fe. La gracia sea contigo. Amén.



La primera epístola a Timoteo fue escrita desde Laodicea, que es la metrópoli de la Frigia Pacatiana.