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sábado, 22 de septiembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 214: Isaías 36-37


Capítulo 36
Los asirios hacen la guerra contra Judá y blasfeman a Jehová.

1Y aconteció en el año catorce del rey Ezequías, que Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y las tomó.

2Y el rey de Asiria envió al Rabsaces con un gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías; y se detuvo junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador.

3Y salió a él Eliaquim hijo de Hilcías, el mayordomo, y Sebna, el escriba, y Joa hijo de Asaf, el cronista.

4A éstos dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria, dice así: ¿Qué confianza es ésta en que confías?

5Yo digo, alegas tú (pero son sólo palabras): Tengo consejo y fuerza para la guerra. Ahora bien, ¿en quién confías para que te rebeles contra mí?

6He aquí que confías en esta vara de caña astillada, en Egipto, sobre la cual si alguien se apoya, le entrará por la mano y la traspasará. Tal es Faraón, rey de Egipto, para con todos los que en él confían.

7Y si me dices: En Jehová nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis?

8Ahora, pues, yo te ruego que hagas un trato con el rey de Asiria, mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes para ellos.

9¿Cómo, pues, podrás resistir a un capitán, al menor de los siervos de mi señor, y confiar en Egipto para tener carros y hombres de a caballo?

10¿Y acaso he venido yo ahora a esta tierra para destruirla sin Jehová? Jehová me ha dicho: Sube a esta tierra y destrúyela.

11Entonces dijo Eliaquim, y Sebna y Joa al Rabsaces: Te ruego que hables a tus siervos en la lengua de los sirios, porque nosotros la entendemos, y no hables con nosotros en la lengua de los judíos a oídos del pueblo que está sobre el muro.

12Y dijo el Rabsaces: ¿Acaso me ha enviado mi señor a decir estas palabras sólo a ti y a tu Señor, y no a los hombres que están sobre el muro, quienes van a comer su propio estiércol y beber su propia orina junto con vosotros?

13Entonces se puso en pie el Rabsaces y gritó a gran voz en la lengua de los judíos, diciendo: Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria.

14El rey dice así: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar.

15Y no os haga Ezequías confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente Jehová nos librará; esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria.

16¡No escuchéis a Ezequías!, porque así dice el rey de Asiria: Haced conmigo la paz y salid a mí; y coma cada uno de su viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su pozo,

17hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de mosto, tierra de pan y de viñas.

18Mirad que no os engañe Ezequías, diciendo: Jehová nos librará. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de manos del rey de Asiria?

19¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Y han librado ellos a Samaria de mis manos?

20¿Quién de entre todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mis manos, para que Jehová libre de mis manos a Jerusalén?

21Pero ellos callaron y no le respondieron palabra, porque el rey así lo había mandado, diciendo: No le respondáis.

22Entonces Eliaquim hijo de Hilcías, el mayordomo, y Sebna, el escriba, y Joa hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías, rasgados sus vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces.

Capítulo 37

Ezequías pide el consejo de Isaías para salvar a Jerusalén — Isaías profetiza la derrota de los asirios y la muerte de Senaquerib — Ezequías ora pidiendo liberación — Senaquerib envía una carta blasfema — Isaías profetiza que los asirios serán destruidos y que un remanente de Judá florecerá — Un ángel mata a ciento ochenta y cinco mil asirios — Senaquerib es muerto por sus hijos.

1 Y aconteció que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehová.

2Y envió a Eliaquim, el mayordomo, y a Sebna, el escriba, y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, a ver al profeta Isaías hijo de Amoz.

3Y ellos le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Este día es día de angustia, y de reprensión y de blasfemia, porque los hijos están a punto de nacer y no hay fuerzas para dar a luz.

4Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de Asiria, su señor, ha enviado para injuriar al Dios viviente, y lo reprenderá por las palabras que oyó Jehová tu Dios; por tanto, eleva oración por el remanente que aún queda.

5Y vinieron los siervos de Ezequías a Isaías.

6Y les dijo Isaías: Diréis así a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria.

7He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y volverá a su tierra; y haré que en su propia tierra perezca a filo de espada.

8Y el Rabsaces volvió y halló al rey de Asiria que combatía contra Libna, porque ya había oído que se había apartado de Laquis.

9Y oyó decir acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: He aquí que ha salido para hacerte la guerra; y al oírlo, envió mensajeros a Ezequías, diciendo:

10Así diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria.

11He aquí, tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, destruyéndolas por completo. ¿Y escaparás tú?

12¿Acaso las libraron los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, es decir, Gozán, y Harán, y Resef y los hijos de Edén que moraban en Telasar?

13¿Dónde está el rey de Hamat, y el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, y de Hena y de Iva?

14Y tomó Ezequías las cartas de manos de los mensajeros y las leyó; y Ezequías subió a la casa de Jehová y las extendió delante de Jehová.

15Entonces Ezequías oró a Jehová, diciendo:

16Oh Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra.

17Inclina, oh Jehová, tu oído y oye; abre, oh Jehová, tus ojos y mira; y oye las palabras de Senaquerib que ha enviado a blasfemar al Dios viviente.

18Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria han destruido todas las tierras y sus comarcas,

19y han echado los dioses de ellos al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra; por eso los destruyeron.

20Ahora pues, oh Jehová, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que sólo tú eres Jehová.

21Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib, rey de Asiria,

22ésta es la palabra que Jehová ha hablado contra él: Te ha menospreciado y ha hecho escarnio de ti la virgen hija de Sión; ha movido su cabeza, en burla, a tus espaldas la hija de Jerusalén.

23¿A quién has injuriado y a quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado en alto tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel!

24Por medio de tus siervos has injuriado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; y talaré sus altos cedros, sus cipreses escogidos; y llegaré hasta las alturas de su límite, al bosque de su Carmelo.

25He cavado y bebido las aguas, y con las pisadas de mis pies he secado todos los ríos de Egipto.

26¿No has oído decir que desde hace mucho tiempo yo lo hice, y que desde días antiguos lo he dispuesto? Ahora lo he hecho acontecer para que tú convirtieras ciudades fortificadas en montones de ruinas.

27Y sus moradores, faltos de poder, quebrantados y avergonzados, fueron cual la hierba del campo y el pasto verde, y como la hierba de los tejados que antes de madurar se seca.

28Pero yo conozco tu morada, y tu salida, y tu entrada y tu furor contra mí.

29Porque tu furor contra mí y tu arrogancia han subido a mis oídos, pondré, pues, mi argolla en tu nariz, y mi freno en tus labios y te haré volver por el camino por donde viniste.

30Y esto te será por señal: Este año comeréis lo que crezca espontáneamente; y al segundo año, lo que haya brotado de aquello; y al tercer año, sembraréis, y segaréis, y plantaréis viñas y comeréis su fruto.

31Y de la casa de Judá, el remanente que haya escapado volverá a echar raíz abajo y dará fruto arriba.

32Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sión los que escapen. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

33Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad ni arrojará saeta contra ella; no vendrá delante de ella con escudo ni será levantado contra ella terraplén.

34Por el camino que vino volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová.

35Pues yo ampararé a esta ciudad para salvarla por mi causa y por causa de David, mi siervo.

36Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí, no había más que cadáveres.

37Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió, y se fue, y volvió y moró en Nínive.

38Y acaeció que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, Adramelec y Sarezer, sus hijos, lo mataron a filo de espada y huyeron a la tierra de Ararat; y reinó en su lugar su hijo Esar-hadón.

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