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lunes, 12 de noviembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 238: Ezequiel 9-12


Capítulo 9
Ezequiel ve la señal que se pone a los justos y la matanza de todos los demás, comenzando desde el santuario de Jehová.

1Y clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: Los verdugos de la ciudad se acercan, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir.

2Y he aquí que seis varones venían del camino de la puerta de arriba que mira hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Y entre ellos había un varón vestido de lino, el cual traía a su cintura un tintero de escribano; y al entrar, se detuvieron junto al altar de bronce.

3Y la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín, sobre el cual había estado, hacia el umbral de la casa; y llamó Jehová al varón vestido de lino, que tenía a su cintura el tintero de escribano.

4Y le dijo Jehová: Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.

5Y a los otros dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad en pos de él, y matad; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia.

6Matad a ancianos, a jóvenes y a doncellas, a niños y a mujeres, hasta que no quede ninguno; pero a todo aquel sobre el cual esté la señal, no os acercaréis; y comenzaréis desde mi santuario. Comenzaron, pues, con los hombres ancianos que estaban delante del templo.

7Y les dijo: Profanad la casa y llenad los atrios de muertos; salid. Y salieron a matar en la ciudad.

8Y aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro y clamé, diciendo: ¡Ah, Señor Jehová!, ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?

9Y me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es sobremanera grande, pues la tierra está llena de sangre, y la ciudad está llena de perversidad, porque han dicho: Ha abandonado Jehová la tierra, y Jehová no ve.

10En cuanto a mí, mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; haré recaer el camino de ellos sobre sus propias cabezas.

11Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura, respondió una palabra, diciendo: He hecho conforme a todo lo que me mandaste.

Capítulo 10

Ezequiel vuelve a ver, en visión, las ruedas, los querubines, el trono y la gloria de Jehová.

1Y miré, y he aquí, en el firmamento que estaba sobre la cabeza de los querubines había como una piedra de zafiro, que tenía el aspecto de un trono que apareció sobre ellos.

2Y habló al varón vestido de lino y le dijo: Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad. Y entró, viéndolo yo.

3Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio interior.

4Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín hacia el umbral de la casa; y la casa se llenó de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová.

5Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla.

6Y aconteció que cuando mandó al varón vestido de lino, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró y se detuvo entre las ruedas.

7Y un querubín extendió su mano de en medio de los querubines hacia el fuego que estaba entre los querubines, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió.

8Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas.

9Y miré, y he aquí, cuatro ruedas junto a los querubines, una rueda junto a cada querubín, y el aspecto de las ruedas era como el de piedra de jaspe.

10En cuanto a su apariencia, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera en medio de otra.

11Cuando andaban, hacia sus cuatro costados andaban; no se desviaban cuando andaban, sino que al lugar adonde la cabeza se dirigía, en pos de ella iban; no se desviaban cuando andaban.

12Y todo su cuerpo, y sus espaldas, y sus manos, y sus alas y las ruedas, las ruedas de los cuatro, estaban llenas de ojos alrededor.

13A las ruedas, oyéndolo yo, se las llamaba: ¡Rueda!

14Y cada uno tenía cuatro caras. La primera cara era de querubín; y la segunda cara, de hombre; y la tercera cara, de león; y la cuarta cara, de águila.

15Y se levantaron los querubines; este es el ser viviente que vi en el río Quebar.

16Y cuando andaban los querubines, andaban las ruedas junto con ellos; y cuando los querubines alzaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se apartaban de ellos.

17Cuando se detenían ellos, se detenían ellas, y cuando ellos se elevaban, se elevaban con ellos, porque el espíritu del ser viviente estaba en ellas.

18Entonces la gloria de Jehová salió de sobre el umbral de la casa y se puso sobre los querubines.

19Y alzando los querubines sus alas, se elevaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también salieron las ruedas que estaban con ellos; y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.

20Este era el ser viviente que vi debajo del Dios de Israel en el río Quebar; y me di cuenta de que eran querubines.

21Cada uno tenía cuatro caras y cada uno cuatro alas, y figuras de manos humanas debajo de sus alas.

22Y la semejanza de sus caras era la de las caras que vi junto al río Quebar, su misma apariencia y su ser; cada uno caminaba derecho hacia delante.

Capítulo 11

Ezequiel ve en visión la destrucción de Jerusalén y el cautiverio de los judíos — Él profetiza el recogimiento de Israel en los últimos días.

1 Y el espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehová, la cual mira hacia el oriente; y he aquí, a la entrada de la puerta había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jaazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaía, jefes del pueblo.

2Y me dijo: Hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan perversidad y dan en esta ciudad mal consejo,

3los cuales dicen: No será tan pronto; edifiquemos casas; ésta será la olla, y nosotros la carne.

4Por tanto, profetiza contra ellos, profetiza, oh hijo de hombre.

5Y descendió sobre mí el espíritu de Jehová y me dijo: Di: Así ha dicho Jehová: Así habéis hablado, oh casa de Israel, y las cosas que suben a vuestro espíritu yo las he entendido.

6Habéis multiplicado vuestros muertos en esta ciudad y habéis llenado de muertos sus calles.

7Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Vuestros muertos que habéis puesto en medio de ella, ellos son la carne, y ella es la olla; pero yo os sacaré a vosotros de en medio de ella.

8La espada habéis temido, y la espada traeré sobre vosotros, dice Jehová el Señor.

9Y os sacaré de en medio de ella, y os entregaré en manos de extranjeros y yo haré juicios entre vosotros.

10A espada caeréis; en los límites de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy Jehová.

11Esta ciudad no será olla para vosotros, ni vosotros seréis la carne en medio de ella; en los límites de Israel os juzgaré.

12Y sabréis que yo soy Jehová; porque no habéis andado en mis estatutos ni habéis ejecutado mis juicios, sino que habéis actuado según los juicios de las naciones que están en vuestros alrededores.

13Y aconteció que, mientras yo profetizaba, Pelatías hijo de Benaía murió. Entonces me postré rostro a tierra y clamé con gran voz, y dije: ¡Ah, Jehová, Señor! ¿Destruirás del todo al remanente de Israel?

14Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

15Hijo de hombre, tus hermanos, tus propios hermanos, los hombres de tu parentela y toda la casa de Israel, toda ella, son aquellos a quienes dijeron los moradores de Jerusalén: Alejaos de Jehová; a nosotros nos es dada la tierra en posesión.

16Por tanto, di: Así ha dicho Jehová el Señor: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y los he dispersado por las tierras, con todo eso seré para ellos un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen.

17Di, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: Yo os recogeré de entre los pueblos, y os congregaré de las tierras en las cuales estáis dispersados y os daré la tierra de Israel.

18Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus cosas detestables y todas sus abominaciones.

19Y les daré un solo corazón y pondré un nuevo espíritu dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de su carne y les daré un corazón de carne,

20para que anden según mis estatutos, y guarden mis decretos y los cumplan, y sean mi pueblo, y yo sea su Dios.

21Pero a aquellos cuyo corazón anda tras el deseo de sus cosas detestables y de sus abominaciones, yo traeré su camino sobre sus propias cabezas, dice Jehová el Señor.

22Entonces alzaron los querubines sus alas con las ruedas que estaban junto a ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.

23Y la gloria de Jehová ascendió de en medio de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad.

24Luego me levantó el espíritu y me llevó en visión por el espíritu de Dios a la tierra de los caldeos, adonde estaban los cautivos. Y se fue de mí la visión que había visto.

25Y hablé a los cautivos todas las cosas que Jehová me había mostrado.

Capítulo 12

Ezequiel se pone a sí mismo como símbolo de la dispersión del pueblo de Judá desde Jerusalén — Entonces profetiza la dispersión de ellos entre todas las naciones.

1 Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

2Hijo de hombre, tú habitas en medio de una casa rebelde; tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, porque son una casa rebelde.

3Por tanto, tú, hijo de hombre, prepárate enseres de destierro y sal de día a la vista de ellos. Y te pasarás de tu lugar a otro lugar a la vista de ellos; tal vez lo consideren, aunque son una casa rebelde.

4Y sacarás tus enseres, como enseres de destierro, de día a la vista de ellos; pero tú saldrás al atardecer a la vista de ellos, como quien sale en cautiverio.

5Ante sus propios ojos abre un hueco en la pared y sal por él.

6Ante sus propios ojos los llevarás sobre tus hombros, de noche los sacarás; cubrirás tu rostro y no mirarás la tierra, porque te he puesto como señal para la casa de Israel.

7Y yo hice así como me fue mandado; saqué mis enseres de día, como enseres de destierro, y al atardecer me abrí paso en la pared con mi propia mano; salí de noche y los llevé sobre los hombros a la vista de ellos.

8Y vino a mí la palabra de Jehová por la mañana, diciendo:

9Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, aquella casa rebelde: ¿Qué haces?

10Diles: Así ha dicho Jehová el Señor: Esta profecía se refiere al príncipe de Jerusalén y a toda la casa de Israel que está en medio de ella.

11Diles: Yo soy vuestra señal; como yo hice, así se hará a ellos; irán al destierro, en cautiverio.

12Y el príncipe que está en medio de ellos llevará a cuestas su equipaje de noche y saldrá; abrirán paso en la pared para sacarlo por ella; cubrirá su rostro para no ver con sus ojos la tierra.

13Pero yo extenderé mi red sobre él, y caerá preso en mi trampa, y lo haré llevar a Babilonia, a la tierra de los caldeos; pero no la verá, y allá morirá.

14Y a todos los que estén alrededor de él para ayudarle, y a todas sus tropas, esparciré a todos los vientos, y desenvainaré la espada en pos de ellos.

15Y sabrán que yo soy Jehová, cuando los disperse entre las naciones y los esparza por las tierras.

16Y haré que unos pocos de ellos escapen de la espada, del hambre y de la pestilencia, para que cuenten todas sus abominaciones entre las naciones adonde lleguen; y sabrán que yo soy Jehová.

17Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

18Hijo de hombre, come tu pan con temblor y bebe tu agua con estremecimiento y con ansiedad.

19Y di al pueblo de la tierra: Así ha dicho Jehová el Señor sobre los moradores de Jerusalén, sobre la tierra de Israel: Su pan comerán con temor y beberán su agua con espanto, porque su tierra será despojada de su plenitud, por la violencia de todos los que en ella moran.

20Y las ciudades habitadas serán asoladas, y la tierra quedará desolada. Y sabréis que yo soy Jehová.

21Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

22Hijo de hombre, ¿qué refrán es éste que tenéis vosotros en la tierra de Israel, que dice: Se van prolongando los días, y se desvanece toda visión?

23Diles, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: Haré cesar este refrán, y no lo usarán más como refrán en Israel. Diles, pues: Se han acercado aquellos días y el cumplimiento de toda visión.

24Porque no habrá más visión vana alguna, ni habrá adivinación lisonjera en medio de la casa de Israel.

25Porque yo, Jehová, hablaré, y se cumplirá la palabra que yo hable; no se tardará más, sino que en vuestros días, oh casa rebelde, hablaré la palabra y la cumpliré, dice Jehová el Señor.

26Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

27Hijo de hombre, he aquí que los de la casa de Israel dicen: La visión que éste ve es para dentro de muchos días, y para lejanos tiempos profetiza éste.

28Diles, por tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: No se tardará más ninguna de mis palabras, sino que la palabra que yo hable se cumplirá, dice Jehová el Señor.

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