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domingo, 13 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 270: Mateo 27-28


Capítulo 27
Jesús es acusado y condenado ante Pilato — Se libera a Barrabás — Jesús es escarnecido y crucificado, y sepultado en la tumba de José de Arimatea.

1 Y cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a muerte.

2 Y lo llevaron atado y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,

4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!

5 Entonces, arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.

6 Y los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.

7 Pero después de haber deliberado, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.

8 Por lo cual aquel campo se ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy.

9 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, que fue fijado por los hijos de Israel;

10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.

11 Y Jesús estaba de pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.

12 Y al ser acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.

13 Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.

15 Y, en el día de la fiesta, acostumbraba el gobernador soltar un preso al pueblo, el que quisiesen.

16 Y tenían entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.

17 Y habiéndose ellos reunido, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, que es llamado el Cristo?,

18 porque sabía que por envidia le habían entregado.

19 Y estando él sentado en el tribunal, su esposa le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él.

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo de que pidiese a Barrabás, y de que se diese muerte a Jesús.

21 Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: ¡A Barrabás!

22 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, que es llamado el Cristo? Le dijeron todos: ¡Sea crucificado!

23 Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más, diciendo: ¡Sea crucificado!

24 Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo. ¡Allá vosotros!

25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

26 Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía;

28 y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata;

29 y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!

30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.

31 Y después que le hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle.

32 Y al salir, hallaron a un cireneo que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz.

33 Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera,

34 le dieron de beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo.

35 Y después que le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus ropas, echando suertes, para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Se repartieron mis ropas, y sobre mi ropa echaron suertes.

36 Y sentados le custodiaban allí.

37 Y pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: Éste es Jesús, el Rey de los judíos.

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,

40 y diciendo: Tú, el que derribas el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.

41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían:

42 A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.

43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy el Hijo de Dios.

44 También le insultaban los ladrones que estaban crucificados con él.

45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

46 Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¡Elí, Elí!, ¿lama sabactani? Esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?

47 Y algunos de los que estaban allí, al oírle, decían: A Elías llama éste.

48 Y en seguida, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio de beber.

49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.

50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron;

52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron;

53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, vinieron a la santa ciudad y se aparecieron a muchos.

54 Y cuando el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera y dijeron: ¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!

55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole,

56 entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.

58 Éste fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús; entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.

59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia

60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de haber hecho rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.

61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

62 Y al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato,

63 y le dijeron: Señor, nos acordamos de que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.

65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Capítulo 28

Resurrección de Cristo, el Señor — Se aparece a muchos — Tiene todo poder en el cielo y en la tierra — Envía a los apóstoles a todas las naciones a enseñar y a bautizar.

1 Y pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

2 Y he aquí, hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y acercándose al sepulcro, removió la piedra y se sentó sobre ella.

3 Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

4 Y de miedo a él los guardias temblaron y se quedaron como muertos.

5 Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.

6 No está aquí, porque ha resucitado, así como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.

7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.

8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,

9 he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas se acercaron, y abrazaron sus pies y le adoraron.

10 Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

11 Y mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.

12 Y reunidos con los ancianos, y habiendo deliberado, dieron mucho dinero a los soldados,

13 diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras dormíamos.

14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros le persuadiremos y os pondremos a salvo.

15 Y ellos, tomando el dinero, hicieron como habían sido instruidos; y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.

17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.

18 Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.

19 Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;

20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 269: Mateo 26


Capítulo 26
Jesús es ungido — Jesús celebra la Pascua e instituye la Santa Cena — Padece en Getsemaní; es entregado por Judas y llevado ante Caifás — Pedro niega conocer a Jesús.

1 Y aconteció que, cuando Jesús hubo acabado todas estas palabras, dijo a sus discípulos:

2 Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.

3 Entonces los principales sacerdotes, y los escribas y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás;

4 y se confabularon para prender con engaño a Jesús, y matarle.

5 Pero decían: No durante la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

6 Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,

7 vino a él una mujer con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.

8 Al ver esto, sus discípulos se enojaron y dijeron: ¿Para qué este desperdicio?

9 Porque este perfume hubiera podido venderse por gran precio y haberse dado a los pobres.

10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra.

11 Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis.

12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.

13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

14 Entonces uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes

15 y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata.

16 Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.

17 Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?

18 Y él dijo: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.

19 Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó y prepararon la Pascua.

20 Y al anochecer, se sentó a la mesa con los doce.

21 Y mientras comían, dijo: De cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22 Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?

23 Entonces él, respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar.

24 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de él, mas, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.

25 Entonces, respondiendo Judas, el que le iba a entregar, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Y él le dijo: Tú lo has dicho.

26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.

27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;

28 porque esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

29 Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

30 Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.

32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

33 Y respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.

34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

35 Le dijo Pedro: Aunque me sea menester morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allí y oro.

37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.

38 Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.

39 Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.

40 Y vino a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?

41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.

43 Y vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.

44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.

45 Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.

46 ¡Levantaos, vamos! He aquí ha llegado el que me entrega.

47 Mientras todavía hablaba, he aquí llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.

48 Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle.

49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: Salve, Maestro. Y le besó.

50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron, y echaron mano a Jesús y le prendieron.

51 Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.

53 ¿Acaso piensas que no puedo orar a mi Padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?

54 ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?

55 En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.

56 Mas todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.

57 Y los que prendieron a Jesús le llevaron a Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.

58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los guardias, para ver el fin.

59 Y los principales sacerdotes, y los ancianos y todo el consejo buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte;

60 pero no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban; mas al fin vinieron dos testigos falsos,

61 que dijeron: Éste dijo: Puedo derribar el templo de Dios y en tres días reedificarlo.

62 Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?

63 Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.

64 Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.

66 ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es culpable de muerte!

67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteaban,

68 diciendo: Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te ha golpeado.

69 Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se acercó a él una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús, el galileo.

70 Pero él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.

71 Y saliendo él a la puerta, le vio otra y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús de Nazaret.

72 Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.

73 Y un poco después se acercaron los que estaban por allí y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.

74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: ¡No conozco al hombre! Y en seguida cantó el gallo.

75 Entonces se acordó Pedro de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.