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jueves, 8 de noviembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 238: Ezequiel 4-8


Capítulo 4
Ezequiel ilustra simbólicamente el asedio y el hambre que sobrevendrán a Jerusalén.

1Y tú, hijo de hombre, toma un adobe, y ponlo delante de ti y graba sobre él una ciudad: Jerusalén.

2Y pondrás sitio contra ella, y construirás contra ella un muro de asedio, y levantarás contra ella un terraplén, y asentarás delante de ella campamento y colocarás contra ella arietes alrededor.

3Toma también una plancha de hierro y ponla como muro de hierro entre tú y la ciudad; y pon tu rostro contra ella, y quedará bajo asedio, y tú la sitiarás. Esto será una señal para la casa de Israel.

4Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la iniquidad de la casa de Israel; el número de los días que estés acostado sobre él, llevarás sobre ti la iniquidad de ellos.

5Yo te he dado los años de su iniquidad según el número de los días: trescientos noventa días; y así llevarás tú la iniquidad de la casa de Israel.

6Y cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho por segunda vez, y llevarás la iniquidad de la casa de Judá cuarenta días; un día por año, un día por año te he fijado.

7Y al asedio de Jerusalén pondrás tu rostro, y descubierto tu brazo, profetizarás contra ella.

8Y he aquí, he puesto sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado al otro hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.

9Y tú toma para ti trigo, y cebada, y habas, y lentejas, y mijo y avena, y ponlos en una vasija; y hazte pan de ellos, según el número de los días que te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él.

10Y la comida que comerás será de peso de veinte siclos al día; de tiempo en tiempo la comerás.

11Y beberás el agua por medida, la sexta parte de un hin; de tiempo en tiempo la beberás.

12Y comerás pan de cebada que cocerás sobre excremento humano a la vista de ellos.

13Y dijo Jehová: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo, entre las naciones adonde yo los arrojaré.

14Y dije: ¡Ah, Señor, Jehová! He aquí que mi alma no es impura, ni nunca desde mi juventud hasta este tiempo he comido animal que haya encontrado muerto ni despedazado, ni nunca ha entrado en mi boca carne inmunda.

15Y me respondió: He aquí, te permito usar estiércol de bueyes en lugar de excremento humano para cocer tu pan.

16Me dijo luego: Hijo de hombre, he aquí, quebrantaré el sustento de pan en Jerusalén; y comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida y con terror,

17para que, al faltarles el pan y el agua, se aterroricen unos a otros y se consuman en su maldad.

Capítulo 5

El juicio de Jerusalén comprenderá el hambre, la pestilencia, la guerra y la dispersión de sus habitantes.

1 Y tú, hijo de hombre, toma una espada aguda, toma una navaja de barbero y hazla pasar sobre tu cabeza y tu barba; toma después una balanza de pesar, y divide los pelos cortados.

2Una tercera parte quemarás en el fuego en medio de la ciudad cuando se cumplan los días del asedio; y tomarás otra tercera parte y golpearás con la espada alrededor de ella; y la otra tercera parte esparcirás al viento, y yo desenvainaré la espada en pos de ellos.

3Tomarás también de allí unos pocos en número y los atarás en el borde de tu manto.

4Y tomarás otra vez algunos de ellos, y los echarás en medio del fuego y en el fuego los quemarás; de allí saldrá el fuego a toda la casa de Israel.

5Así ha dicho Jehová el Señor: Ésta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras a su alrededor.

6Pero ella se ha rebelado contra mis juicios con más maldad que las naciones, y contra mis estatutos más que las naciones que están a su alrededor; porque han desechado mis juicios y no han andado en mis estatutos.

7Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por haberos multiplicado más que las naciones que están alrededor de vosotros, no habéis andado en mis estatutos ni habéis guardado mis juicios. Ni aun según los juicios de las naciones que están alrededor de vosotros habéis hecho.

8Así, pues, ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra ti; sí, yo, y haré juicios en medio de ti ante los ojos de las naciones.

9Y haré en ti lo que nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, a causa de todas tus abominaciones.

10Por eso los padres se comerán a sus hijos en medio de ti, y los hijos se comerán a sus padres; y haré en ti juicios y esparciré a todos los vientos todo lo que quede de ti.

11Por tanto, vivo yo, dice Jehová el Señor, ciertamente por haber profanado mi santuario con todas tus vilezas y con todas tus abominaciones, te quebrantaré yo también; mi ojo no perdonará ni tampoco tendré yo misericordia.

12Una tercera parte de ti morirá de pestilencia y será consumida de hambre en medio de ti; y otra tercera parte caerá a espada alrededor de ti; y otra tercera parte esparciré a todos los vientos y tras ellos desenvainaré la espada.

13Así se consumará mi furor, y saciaré en ellos mi enojo y tomaré satisfacción; y sabrán que yo, Jehová, he hablado en mi celo, cuando consuma en ellos mi enojo.

14Y te convertiré en ruinas y en oprobio entre las naciones que están alrededor de ti, a los ojos de todo el que pase.

15Y serás oprobio, y escarnio, y escarmiento y espanto a las naciones que están alrededor de ti, cuando yo haga en ti juicios con furor, y con ira y con reprensiones de ira. Yo, Jehová, he hablado.

16Cuando arroje yo sobre ellos las siniestras saetas del hambre, que serán para destrucción, las cuales enviaré para destruiros, entonces aumentaré el hambre sobre vosotros y quebrantaré vuestro sustento de pan.

17Enviaré, pues, sobre vosotros hambre y bestias feroces que te dejarán sin hijos; y pestilencia y sangre pasarán por en medio de ti, y traeré sobre ti la espada. Yo, Jehová, he hablado.

Capítulo 6

El pueblo de Israel será destruido por su idolatría — Sólo un remanente se salvará y será esparcido.

1 Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

2Hijo de hombre, pon tu rostro hacia los montes de Israel y profetiza contra ellos.

3Y di: Montes de Israel, escuchad la palabra de Jehová el Señor: Así ha dicho Jehová el Señor a los montes y a los collados, a los arroyos y a los valles: He aquí que yo, yo haré venir sobre vosotros la espada y destruiré vuestros lugares altos.

4Y vuestros altares serán asolados, y vuestras imágenes serán quebradas; y haré que caigan vuestros muertos delante de vuestros ídolos.

5Y pondré los cuerpos muertos de los hijos de Israel delante de sus ídolos, y vuestros huesos esparciré alrededor de vuestros altares.

6En todos los lugares donde habitéis serán arruinadas las ciudades, y los lugares altos serán asolados, para que queden asolados y devastados vuestros altares; y vuestros ídolos serán quebrados y cesarán de existir, y vuestras imágenes serán destruidas, y vuestras obras serán desechas.

7Y los muertos caerán en medio de vosotros, y sabréis que yo soy Jehová.

8Pero dejaré un remanente, de modo que tengáis entre las naciones a algunos que escapen de la espada cuando seáis esparcidos por las tierras.

9Y los que de vosotros escapen se acordarán de mí entre las naciones adonde serán llevados cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus ídolos; y se aborrecerán a sí mismos por los males que hicieron en todas sus abominaciones.

10Y sabrán que yo soy Jehová; no en vano dije que les había de hacer este mal.

11Así ha dicho Jehová el Señor: Golpea con tu mano y pisotea con tu pie, y di: ¡Ay, de la casa de Israel por todas las terribles abominaciones!, porque con espada, con hambre y con pestilencia caerán.

12El que esté lejos morirá de pestilencia, y el que esté cerca caerá a espada, y el que quede y sea asediado morirá de hambre; así consumaré en ellos mi enojo.

13Y sabréis que yo soy Jehová cuando sus muertos estén en medio de sus ídolos, alrededor de sus altares, en todo collado alto y en todas las cumbres de los montes, y debajo de todo árbol frondoso y debajo de toda encina espesa, lugares donde ofrecían olor grato a todos sus ídolos.

14Y extenderé mi mano contra ellos, y en todos los lugares donde habiten haré la tierra desolada, sí, más desolada que el desierto hacia Diblat; y sabrán que yo soy Jehová

Capítulo 7

Desolación, guerra, pestilencia y destrucción arrasarán la tierra de Israel — Se presagia la desolación del pueblo.

1 Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

2Y tú, hijo de hombre, así ha dicho Jehová el Señor a la tierra de Israel: El fin, el fin viene sobre los cuatro extremos de la tierra.

3Ahora viene el fin sobre ti; y enviaré sobre ti mi furor, y te juzgaré según tus caminos y pondré sobre ti todas tus abominaciones.

4Y mi ojo no te perdonará, ni tendré misericordia, sino que pondré sobre ti tus caminos, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo soy Jehová.

5Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Un mal, he aquí que viene un mal!

6¡Viene el fin, el fin viene; se ha despertado contra ti; he aquí que viene!

7¡La mañana viene para ti, oh morador de la tierra! ¡El tiempo viene! ¡Cercano está el día de tribulación y no de alegría sobre los montes!

8Ahora, pronto derramaré mi ira sobre ti y consumaré en ti mi furor; y te juzgaré según tus caminos y pondré sobre ti tus abominaciones.

9Y mi ojo no perdonará ni tendré misericordia; según tus caminos pondré sobre ti, y según tus abominaciones que están en medio de ti; y sabréis que yo, Jehová, soy el que hiere.

10He aquí el día, he aquí que viene; ha salido la mañana; ha florecido la vara; ha reverdecido la soberbia.

11La violencia se ha levantado para ser vara de maldad. Ninguno quedará de ellos, ni de su multitud, ni uno de los suyos; ni habrá entre ellos quien se lamente.

12El tiempo ha venido; ha llegado el día; el que compra no se alegre, y el que vende no llore, porque la ira está sobre toda su multitud.

13Porque el que vende no volverá a lo vendido mientras ambos vivan, porque la visión atañe a toda su multitud; no se revocará; y nadie se fortalecerá en la iniquidad de su vida.

14Han tocado trompeta y han preparado todas las cosas, y no hay quien vaya a la batalla, porque mi ira está sobre toda su multitud.

15Fuera, la espada y dentro, la pestilencia y el hambre; el que esté en el campo morirá a espada; y al que esté en la ciudad, lo consumirán el hambre y la pestilencia.

16Y los que escapen de ellos huirán y estarán sobre los montes como palomas de los valles, gimiendo todos, cada uno por su iniquidad.

17Todas las manos se debilitarán, y todas las rodillas se volverán como agua.

18Se ceñirán también de cilicio, y los cubrirá el terror; y en todo rostro habrá vergüenza, y todas sus cabezas estarán rapadas.

19Arrojarán su plata a las calles, y su oro será cosa inmunda; ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor de Jehová; no saciarán su alma ni llenarán sus entrañas, porque eso ha sido el tropiezo de su iniquidad.

20Por cuanto convirtieron la gloria de su ornamento en orgullo e hicieron con ello sus abominables imágenes y sus cosas detestables, por eso se lo convertí en algo repugnante.

21Y en manos de extranjeros lo entregaré para ser saqueada; y será como botín a los malvados de la tierra, y lo profanarán.

22Y apartaré de ellos mi rostro, y violarán mi lugar secreto; pues entrarán en él ladrones y lo profanarán.

23Haz una cadena, porque la tierra está llena de delitos de sangre, y la ciudad está llena de violencia.

24Traeré, por tanto, a los más perversos de las naciones, los cuales tomarán posesión de las casas de ellos; y haré cesar el orgullo de los poderosos, y sus santuarios serán profanados.

25¡La destrucción viene! Y buscarán la paz, pero no la habrá.

26Desastre vendrá sobre desastre, y habrá rumor sobre rumor; y buscarán visión del profeta, pero la ley le faltará al sacerdote, y el consejo a los ancianos.

27El rey estará de duelo, y el príncipe se vestirá de desolación, y las manos del pueblo de la tierra temblarán; según su camino haré con ellos, y de acuerdo con sus propios juicios los juzgaré. Y sabrán que yo soy Jehová.

Capítulo 8

Ezequiel ve en visión la iniquidad y las abominaciones del pueblo de Judá en Jerusalén — Ve la idolatría que practicaban en el templo mismo.

1Y aconteció en el sexto año, en el sexto mes, a los cinco días del mes, que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí descendió sobre mí la mano de Jehová el Señor.

2Y miré, y he aquí una figura que parecía de hombre; desde sus lomos para abajo, fuego; y desde sus lomos para arriba parecía como resplandor, como de ámbar.

3Y aquella figura extendió la mano y me tomó del cabello de mi cabeza; y el espíritu me alzó entre el cielo y la tierra y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca celos.

4Y he aquí, allí estaba la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en la llanura.

5Y me dijo: Hijo de hombre, alza ahora tus ojos hacia el lado del norte. Y alcé mis ojos hacia el norte, y he aquí, al norte de la puerta del altar estaba aquella imagen del celo en la entrada.

6Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí, para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete y verás aún abominaciones mayores.

7Y me llevó a la entrada del atrio, y miré, y he aquí, un agujero en la pared.

8Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavé en la pared, y he aquí, una puerta.

9Me dijo luego: Entra y ve las terribles abominaciones que éstos hacen allí.

10Entré, pues, y miré, y he aquí, toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban tallados en la pared por todo alrededor.

11Y delante de ellos estaban setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán estaba en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía el aroma de la nube de incienso.

12Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: Jehová no nos ve; Jehová ha abandonado la tierra.

13Me dijo después: Vuélvete aún; verás que éstos hacen aún abominaciones mayores.

14Y me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehová, que está al norte, y he aquí, mujeres que estaban allí sentadas llorando por Tamuz.

15Y me dijo: ¿No ves, hijo de hombre? Mira otra vez; verás aún abominaciones mayores que éstas.

16Y me llevó al atrio interior de la casa de Jehová; y he aquí, junto a la entrada del templo de Jehová, entre el pórtico y el altar había como veinticinco hombres con sus espaldas vueltas al templo de Jehová y con sus rostros hacia el oriente, y se postraban ante el sol, hacia el oriente.

17Y me dijo: ¿No has visto, hijo de hombre? ¿Es cosa liviana para la casa de Judá hacer las abominaciones que cometen aquí? Porque han llenado la tierra de violencia y han vuelto a provocarme a ira; y he aquí, se llevan el ramo a la nariz.

18Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré.

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Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 237: Ezequiel 1-3


Capítulo 1
Ezequiel ve en visión cuatro seres vivientes, cuatro ruedas y la gloria de Jehová sobre Su trono.

1Y aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Quebar, los cielos se abrieron y vi visiones de Dios.

2A los cinco días del mes, en el quinto año del cautiverio del rey Joaquín,

3vino directamente la palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; y vino allí sobre él la mano de Jehová.

4Y miré, y he aquí, un viento tempestuoso venía del norte, una gran nube y un fuego relampagueante, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como de ámbar,

5y en medio de ella, la figura de cuatro seres vivientes. Y ésta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.

6Y cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.

7Y las piernas de ellos eran derechas, y la planta de sus pies como planta de pezuña de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.

8Y debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y los cuatro tenían sus caras y sus alas.

9Con las alas se tocaban el uno al otro. No se desviaban cuando andaban; cada uno caminaba derecho hacia delante.

10Y el aspecto de sus caras era como cara de hombre, y cara de león en el lado derecho de los cuatro, y cara de buey en el lado izquierdo de los cuatro; asimismo los cuatro tenían cara de águila.

11Así eran sus caras; y sus alas estaban extendidas hacia arriba; dos de las cuales se tocaban entre sí y con las otras dos cubrían sus cuerpos.

12Y cada uno caminaba derecho hacia delante; hacia donde el espíritu los llevaba, ellos iban; cuando andaban, no se desviaban.

13En cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su apariencia era como de carbones de fuego encendidos, como la apariencia de antorchas que se movían entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.

14Y los seres vivientes corrían y regresaban a semejanza de relámpagos.

15Y miré a los seres vivientes, y he aquí, una rueda en la tierra junto a los seres vivientes con sus cuatro caras.

16Y el aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del topacio. Y las cuatro tenían un mismo aspecto; su apariencia y su obra eran como una rueda en medio de otra rueda.

17Cuando andaban, se movían sobre sus cuatro costados; no se desviaban cuando andaban.

18Y sus aros eran altos y espantosos, y los aros estaban llenos de ojos alrededor en las cuatro.

19Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.

20Hacia donde el espíritu iba, ellos iban allí adonde el espíritu iba, y las ruedas se levantaban juntamente con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.

21Cuando ellos andaban, andaban ellas; y cuando ellos se detenían, se detenían ellas; asimismo, cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban juntamente con ellos, porque el espíritu de cada ser viviente estaba en las ruedas.

22Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía un firmamento a manera de cristal maravilloso, extendido por encima de sus cabezas.

23Y debajo del firmamento sus alas se extendían derechas la una hacia la otra; cada uno tenía dos alas con las que cubrían sus cuerpos por un lado y por el otro.

24Y oí el ruido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como la voz de un ejército. Cuando se detenían, bajaban sus alas.

25Y cuando se detenían y bajaban sus alas, se oía una voz por encima del firmamento que estaba sobre sus cabezas.

26Y sobre el firmamento que estaba sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y en lo más alto, sobre la figura del trono, había algo a semejanza de un hombre sentado sobre él.

27Y vi algo que tenía la apariencia de ámbar, como la apariencia del fuego dentro de ella alrededor, desde el aspecto de sus lomos hacia arriba; y desde sus lomos hacia abajo, vi que parecía como fuego y que tenía un resplandor alrededor.

28Como el aspecto del arco iris que está en las nubes en día de lluvia, así era el aspecto del resplandor alrededor. Ésta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro y oí la voz de uno que hablaba.

Capítulo 2

Se llama a Ezequiel a llevar la palabra de Jehová a Israel — Ve un libro en el que están escritos gemidos y lamentaciones.

1Y me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo.

2Y cuando me habló, entró el espíritu en mí y me puso sobre mis pies, y oí al que me hablaba.

3Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a una nación de rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día.

4Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor.

5Acaso ellos escuchen; y si no escuchan (porque son una casa rebelde), sabrán que hubo un profeta entre ellos.

6Y tú, hijo de hombre, no temas; no tengas miedo ni de ellos ni de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras ni temas delante de ellos, porque son una casa rebelde.

7Les hablarás, pues, mis palabras, ya sea que escuchen o dejen de escuchar, porque son muy rebeldes.

8Mas tú, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas tú rebelde como esa casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy.

9Y miré y vi una mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro.

10Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y estaban escritos en él lamentaciones, y gemidos y ayes.

Capítulo 3

Ezequiel es nombrado atalaya de la casa de Israel — La sangre de Israel se requiere de Su mano a menos que él levante la voz de amonestación.

1 Y me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel.

2Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.

3Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

4Entonces me dijo: Hijo de hombre, ve, acércate a la casa de Israel y habla a ellos con mis palabras.

5Porque no eres enviado a un pueblo de habla incomprensible ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel;

6no a muchos pueblos de habla incomprensible ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; si a ellos yo te enviara, ellos sí te escucharían.

7Pero la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; pues toda la casa de Israel es dura de frente y dura de corazón.

8He aquí, yo he hecho tu rostro duro contra los rostros de ellos, y tu frente dura contra sus frentes.

9Como el diamante, más duro que el pedernal, he hecho tu frente; no los temas ni tengas miedo delante de ellos, porque son una casa rebelde.

10Y me dijo: Hijo de hombre, toma en tu corazón todas mis palabras que yo te hablaré y oye con tus oídos.

11Y ve, acércate a los cautivos, a los hijos de tu pueblo, y háblales y diles: Así ha dicho Jehová el Señor, ya sea que escuchen o dejen de escuchar.

12Y el espíritu me levantó, y oí detrás de mí una voz de gran estruendo, que decía: Bendita sea la gloria de Jehová desde su lugar.

13Oí también el ruido de las alas de los seres vivientes que se tocaban la una con la otra, y el ruido de las ruedas delante de ellos y el ruido de gran estruendo.

14Y el espíritu me levantó y me llevó; y fui en amargura, en la indignación de mi espíritu, mas la mano de Jehová era fuerte sobre mí.

15Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días, atónito, entre ellos.

16Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

17Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca y los amonestarás de mi parte.

18Cuando yo diga al malvado: De cierto morirás, y tú no lo amonestas ni le hablas, para que el malvado sea advertido de su mal camino a fin de que viva, el malvado morirá en su iniquidad, mas su sangre demandaré de tu mano.

19Pero si tú amonestas al malvado, y él no se convierte de su maldad ni de su mal camino, él morirá en su iniquidad, pero tú habrás librado tu alma.

20Y si el justo se aparta de su justicia y comete iniquidad, y yo pongo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no lo amonestaste, en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no serán recordadas; mas su sangre demandaré de tu mano.

21Pero si amonestas al justo para que no peque, y no peca, ciertamente vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma.

22Y vino allí la mano de Jehová sobre mí y me dijo: Levántate y sal al campo, y allí hablaré contigo.

23Entonces me levanté y salí al campo; y he aquí que allí estaba la gloria de Jehová, como la gloria que había visto junto al río Quebar; y me postré sobre mi rostro.

24Y el espíritu entró en mí, y me afirmó sobre mis pies, y me habló y me dijo: Ve y enciérrate dentro de tu casa.

25Y tú, oh hijo de hombre, he aquí que pondrán cuerdas sobre ti y con ellas te atarán, y no saldrás para estar entre ellos.

26Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo; y no serás para ellos varón que reprende, porque son una casa rebelde.

27Pero cuando yo te hable, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que escucha, que escuche; y el que no quiera escuchar, que no escuche, porque casa rebelde son.

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