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viernes, 22 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 292: Juan 15-18


Capítulo 15
Jesús es la vid; Sus discípulos son los pámpanos — Habla de la ley perfecta del amor — Sus siervos han sido escogidos y ordenados por Él — El mundo aborrece la religión verdadera y lucha en contra de ella — Promete el Consolador, el Espíritu de verdad.

1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.

6 El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego, y arden.

7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.

8 En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.

9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.

12 Éste es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.

13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.

14 Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que yo os mando.

15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.

16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

17 Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.

18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.

20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado.

23 El que me aborrece también a mi Padre aborrece.

24 Si no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y a mi Padre.

25 Pero esto sucede para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el que procede del Padre, él dará testimonio de mí.

27 Y también vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.

Capítulo 16

Jesús explica la misión del Espíritu Santo — Él habla de Su muerte y de Su resurrección, anuncia que es el Hijo de Dios y dice que ha vencido al mundo.

1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios.

3 Y os harán esto porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

4 Pero os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

5 Pero ahora voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?

6 Antes bien, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón.

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, os lo enviaré.

8 Y cuando él venga, reprenderá al mundo acerca del pecado, y de la justicia y del juicio.

9 Acerca del pecado, por cuanto no creen en mí;

10 y acerca de la justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

11 y acerca del juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.

12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir.

14 Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.

15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber.

16 Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis, porque yo voy al Padre.

17 Entonces algunos de sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?

18 Decían pues: ¿Qué es esto que dice: Un poquito más? No entendemos lo que habla.

19 Y Jesús entendió que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros de esto que dije: Un poquito más, y no me veréis, y de nuevo un poquito, y me veréis?

20 De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; y aunque vosotros estaréis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.

21 La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

22 También vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; pero os veré otra vez, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

23 Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.

24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.

25 Estas cosas os he hablado en parábolas; la hora viene cuando ya no os hablaré en parábolas, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.

26 En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios.

28 Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.

29 Le dijeron sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ninguna parábola dices.

30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.

31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?

32 He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno a lo suyo y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.

Capítulo 17

Jesús ofrece la gran oración intercesora — Es glorificado al obtener la vida eterna — Ora por Sus apóstoles y por todos los santos — Explica cómo el Padre y el Hijo son uno.

1 Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;

2 pues le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.

3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.

5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu presencia con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti,

8 porque las palabras que me diste les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son;

10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos.

11 Y ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

13 Mas ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es la verdad.

18 Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.

19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos;

21 para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

22 Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado.

24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, por cuanto me has amado desde antes de la fundación del mundo.

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste;

26 y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.

Capítulo 18

Jesús es entregado y arrestado — Es interrogado y torturado, primero ante Anás y después ante Caifás — Pedro niega conocer a Jesús — Llevan a Jesús a comparecer ante Pilato.

1 Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo Cedrón, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.

2 Y también Judas, el que le iba a entregar, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.

3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.

4 Pero Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?

5 Le respondieron: A Jesús de Nazaret. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

6 Y cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra.

7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús de Nazaret.

8 Jesús respondió: Os he dicho que yo soy. Pues si a mí me buscáis, dejad ir a éstos,

9 para que así se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

11 Jesús entonces dijo a Pedro: Guarda la espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

12 Entonces la compañía de soldados, y el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

13 Y le llevaron primeramente ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.

14 Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo.

15 Y Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera e hizo entrar a Pedro.

17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.

18 Y estaban de pie los siervos y los guardias que habían encendido un fuego, porque hacía frío y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro de pie, calentándose.

19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

20 Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto.

21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído lo que les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.

22 Y cuando él hubo dicho esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?

23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que está mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?

24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25 Estaba, pues, Pedro de pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó y dijo: No lo soy.

26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?

27 Y negó Pedro otra vez, y en seguida cantó el gallo.

28 Y llevaron a Jesús desde Caifás hasta el pretorio. Y era muy de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la Pascua.

29 Entonces salió Pilato a ellos y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?

30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

31 Entonces Pilato les dijo: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie;

32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir.

33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

35 Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

37 Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.

38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Y Barrabás era ladrón.