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lunes, 18 de marzo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 299: Hechos 21-24


Capítulo 21
Pablo viaja a Jerusalén — Es perseguido, arrestado y atado.

1 Y después de separarnos de ellos, zarpamos y navegamos directamente a Cos, y al día siguiente, a Rodas y de allí a Pátara.

2 Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos y partimos.

3 Y cuando avistamos Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.

4 Y habiendo hallado a los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo, por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.

5 Y cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus esposas e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.

6 Y después de abrazarnos los unos a los otros, subimos al barco, y ellos volvieron a sus casas.

7 Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

8 Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, llegamos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos hospedamos con él.

9 Y éste tenía cuatro hijas, doncellas, que profetizaban.

10 Y permaneciendo nosotros allí durante muchos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,

11 quien, viniendo a nosotros, tomó el cinto de Pablo y, atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.

12 Cuando oímos esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiese a Jerusalén.

13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

14 Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.

15 Y después de esos días, habiéndonos preparado, subimos a Jerusalén.

16 Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos.

17 Y cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo.

18 Y al día siguiente, Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo; y todos los ancianos se hallaban reunidos,

19 a quienes, después que los hubo saludado, les contó detalladamente lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.

20 Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaron a Dios y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley.

21 Pero se les ha informado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no han de circuncidar a sus hijos ni observar las costumbres.

22 ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido.

23 Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho voto.

24 Tómalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza, y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley.

25 Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito en cuanto a nuestra decisión de que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación.

26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres y, al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando se ofrecería la ofrenda por cada uno de ellos.

27 Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a todo el pueblo y le echaron mano,

28 dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Éste es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, contra la ley y contra este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo y ha profanado este lugar santo.

29 Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, el efesio, al que pensaban que Pablo había metido en el templo.

30 Así que toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le hicieron salir fuera del templo, e inmediatamente se cerraron las puertas.

31 Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada,

32 éste, tomando en seguida soldados y centuriones, corrió a ellos. Y ellos, cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.

33 Entonces llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho.

34 Y entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada con claridad a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza.

35 Al llegar a las gradas, aconteció que fue llevado en peso por los soldados a causa de la violencia del pueblo;

36 porque la multitud del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!

37 Y cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego?

38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días y sacó al desierto cuatro mil sicarios?

39 Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío, ciudadano de Tarso, ciudad no insignificante de Cilicia; y te ruego que me permitas hablar al pueblo.

40 Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:

Capítulo 22

Pablo relata la historia de su conversión y además declara haber visto a Jesús en una visión — Se le conceden algunos privilegios como ciudadano romano.

1 Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros.

2 (Y al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio.) Y él les dijo:

3 Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad a los pies de Gamaliel, instruido estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como todos vosotros lo sois hoy.

4 Perseguía yo este camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y a mujeres,

5 como también el sumo sacerdote me es testigo y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, e iba a Damasco para traer presos a Jerusalén aun a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.

6 Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;

7 y caí al suelo y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

8 Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quién tú persigues.

9 Y los que estaban conmigo vieron en verdad la luz y se espantaron, pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo.

10 Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que te está señalado hacer.

11 Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.

12 Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso conforme a la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,

13 vino a mí y, acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe de nuevo la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y le miré.

14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conocieses su voluntad, y vieses a aquel Justo y oyeses la voz de su boca.

15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído.

16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate y lava tus pecados, invocando su nombre.

17 Y me aconteció, de regreso en Jerusalén, que orando en el templo, me sobrevino un éxtasis.

18 Y le vi que me decía: Date prisa y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.

19 Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti;

20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte y guardaba las ropas de los que le mataban.

21 Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles.

22 Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a este hombre, porque no conviene que viva.

23 Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al aire,

24 mandó el tribuno que le llevasen a la fortaleza y ordenó que fuese interrogado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.

25 Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?

26 Y cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.

27 Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Y él dijo: Sí.

28 Y respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.

29 Así que, en seguida se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno también tuvo temor al saber que era ciudadano romano, por haberle atado.

30 Y al día siguiente, queriendo saber con certeza la causa por la cual era acusado por los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio; y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.

Capítulo 23

Pablo es golpeado por orden de Ananías — El Señor se aparece a Pablo nuevamente — Cuarenta judíos traman su muerte — Pablo es entregado a Félix.

1 Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy.

2 El sumo sacerdote Ananías mandó entonces a los que estaban junto a él que le golpeasen en la boca.

3 Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y contra la ley me mandas golpear?

4 Y los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?

5 Y Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás al príncipe de tu pueblo.

6 Entonces Pablo, sabiendo que una parte era de saduceos y la otra de fariseos, clamó en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga.

7 Y cuando hubo dicho esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió.

8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.

9 Y hubo un gran clamor y, levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o ángel, no resistamos a Dios.

10 Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados, y le arrebatasen de en medio de ellos y le llevasen a la fortaleza.

11 Y a la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

12 Y al llegar el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo.

13 Y eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración,

14 los que fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo.

15 Ahora, pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis averiguar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros, antes que él llegue, estaremos preparados para matarle.

16 Entonces el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.

17 Y Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven al tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.

18 Él entonces, tomándole, le llevó al tribuno y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que te trajese a este joven, que tiene algo que hablarte.

19 Y el tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?

20 Y él dijo: Los judíos han acordado rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él.

21 Pero tú no les creas, porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los que se han juramentado bajo maldición a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu promesa.

22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

23 Y llamando a dos centuriones, mandó que alistasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea;

24 y que preparasen cabalgaduras en que, poniendo a Pablo, le llevasen a salvo ante Félix, el gobernador.

25 Y escribió una carta en estos términos:

26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud.

27 A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano.

28 Y queriendo saber la causa por la que le acusaban, le llevé al concilio de ellos;

29 y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión.

30 Pero cuando se me avisó de asechanzas que le habían preparado los judíos, en seguida le he enviado a ti, mandando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

31 Y los soldados, tomando a Pablo como les fue mandado, le llevaron de noche a Antípatris.

32 Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza.

33 Y cuando llegaron a Cesarea, dieron la carta al gobernador, y presentaron también a Pablo delante de él.

34 Y el gobernador, al leer la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,

35 le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

Capítulo 24

Se acusa a Pablo de sedición — Él responde en defensa de su vida y de la doctrina — Enseña a Félix sobre la rectitud, la templanza y el juicio venidero.

1 Y cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo; y acusaron a Pablo delante del gobernador.

2 Y cuando Pablo fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo: Como gracias a ti vivimos en gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,

3 siempre y en todo lugar recibimos esto con toda acción de gracias, oh excelentísimo Félix.

4 Pero para no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.

5 Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos,

6 quien también intentó profanar el templo; y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme a nuestra ley.

7 Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos,

8 mandando a sus acusadores que viniesen a ti; tú mismo, pues, al juzgarle, podrás entender todas estas cosas de que le acusamos.

9 Los judíos también lo confirmaban, diciendo ser así estas cosas.

10 Entonces Pablo, una vez que el gobernador le hizo señal para que hablase, respondió: Porque sé que desde hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo presentaré mi defensa.

11 Tú puedes comprobar que no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén;

12 y no me hallaron disputando con ninguno, ni haciendo tumulto entre la multitud, ni en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad;

13 ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.

14 Pero esto te confieso, que conforme al Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas,

15 teniendo esperanza en Dios que ha de haber resurrección de los muertos, tanto de justos como de injustos, la cual también ellos tienen.

16 Y por esto, procuro yo tener siempre una conciencia sin remordimiento ante Dios y ante los hombres.

17 Pero pasados muchos años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas,

18 en ello estaba cuando me hallaron unos judíos de Asia purificado en el templo (no con multitud ni con alboroto);

19 ellos debieran comparecer ante ti y acusarme si contra mí tienen algo.

20 O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha cuando comparecí ante el concilio,

21 a no ser que, estando entre ellos, prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros.

22 Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les puso dilación, diciendo: Cuando descienda el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto.

23 Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero con alguna medida de libertad; y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.

24 Y algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su esposa, que era judía, llamó a Pablo y le oyó acerca de la fe en Jesucristo.

25 Y al disertar él de la rectitud, y del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y respondió: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad, te llamaré.

26 Esperaba también con esto que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual, haciéndole venir muchas veces, hablaba con él.

27 Y al cabo de dos años, recibió Félix como sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.