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martes, 30 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 319: 2 Timoteo 1-4


Capítulo 1
Cristo brinda inmortalidad y vida eterna mediante el Evangelio — Permaneced firmes en la fe.

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús,

2 a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Señor.

3 Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día;

4 deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo;

5 trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice; y estoy seguro de que en ti también.

6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio.

8 Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios,

9 quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según su propósito y su gracia, la cual nos fue dada en Cristo Jesús antes del principio de los tiempos,

10 pero ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, quien quitó la muerte, y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio,

11 del cual yo fui constituido predicador, y apóstol y maestro de los gentiles.

12 Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

13 Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.

14 Guarda ese buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros.

15 Ya sabes esto, que me han abandonado todos los que están en Asia, entre quienes están Figelo y Hermógenes.

16 Conceda el Señor misericordia a la casa de Onesíforo, porque muchas veces me trajo alivio, y no se avergonzó de mis cadenas,

17 sino que cuando él estuvo en Roma, me buscó solícitamente y me halló.

18 Concédale el Señor hallar misericordia cerca del Señor en aquel día. Y cuánto nos ayudó en Éfeso, tú lo sabes mejor.

Capítulo 2

Cristo da gloria eterna a los escogidos — Evitad la contención y procurad la piedad.

1 Así que tú, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.

2 Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.

3 Tú, pues, soporta las aflicciones como fiel soldado de Jesucristo.

4 Ninguno que milita se enreda en los asuntos de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó para ser soldado.

5 Y el que compite no es coronado si no compite legítimamente.

6 El labrador industrioso debe ser el primero en recibir de los frutos.

7 Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo.

8 Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de entre los muertos, conforme a mi evangelio,

9 en el que sufro aflicciones, hasta prisiones a modo de malhechor; pero la palabra de Dios no está presa.

10 Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que ellos también consigan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.

11 Palabra fiel es ésta:

Si hemos muerto con él,
también viviremos con él;

12

si perseveramos,
también reinaremos con él;
si le negamos,
él también nos negará;

13

si somos infieles,
él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.

14 Recuérdales esto, exhortándolos delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que destruye a los oyentes.

15 Procura con diligencia presentarte ante Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que expone bien la palabra de verdad.

16 Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.

17 Y la palabra de ellos carcomerá como gangrena; entre ellos se encuentran Himeneo y Fileto,

18 que se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, y trastornan la fe de algunos.

19 Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.

20 Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; unos para uso honroso, y otros para uso deshonroso.

21 Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, y útil para el Señor, y preparado para toda buena obra.

22 Huye también de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro.

23 Pero desecha las cuestiones necias y sin sentido, sabiendo que engendran contiendas.

24 Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;

25 que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad,

26 y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él.

Capítulo 3

Pablo describe la apostasía y los tiempos peligrosos de los últimos días — Las Escrituras guían al hombre a la salvación.

1 Esto también debes saber: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.

2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos,

3 sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno,

4 traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los deleites más que de Dios,

5 teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella; a éstos evita.

6 Porque de éstos son los que se meten en las casas, y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, llevadas por diversas concupiscencias;

7 que siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.

8 Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, reprobados acerca de la fe.

9 Pero no llegarán lejos, porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos.

10 Pero tú has seguido fielmente mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia,

11 persecuciones, aflicciones como las que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, pero de todas me ha librado el Señor.

12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución.

13 Pero los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados.

14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;

15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

16 Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia,

17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra.

Capítulo 4

Pablo da el encargo solemne de predicar el Evangelio en días de apostasía — A Pablo y a todos los santos se les asegura la exaltación.

1 Yo te encargo solemnemente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,

2 que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.

3 Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina; sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,

4 y apartarán el oído de la verdad y se volverán a las fábulas.

5 Pero tú sé prudente en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.

6 Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido como sacrificio, y el tiempo de mi partida está cercano.

7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.

8 Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

9 Procura venir pronto a verme,

10 porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica; Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.

11 Sólo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.

12 A Tíquico lo envié a Éfeso.

13 Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.

14 Alejandro, el calderero, me ha causado muchos males; el Señor le pague conforme a sus hechos.

15 Cuídate tú también de él, pues en gran manera ha resistido a nuestras palabras.

16 En mi primera defensa, ninguno estuvo de mi parte, sino que todos me desampararon; no les sea tenido en cuenta.

17 Pero el Señor estuvo a mi lado y me fortaleció, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen; y así fui librado de la boca del león.

18 Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo.

20 Erasto se quedó en Corinto; y a Trófimo dejé en Mileto, enfermo.

21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, y Pudente, y Lino, y Claudia y todos los hermanos.

22 El Señor Jesucristo esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros. Amén.



La segunda epístola a Timoteo, quien fue el primer obispo ordenado en Éfeso, fue escrita desde Roma, cuando Pablo fue presentado por segunda vez a César Nerón.

lunes, 29 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 318: 1 Timoteo 1-6


Capítulo 1
Se aconseja enseñar solamente la doctrina verdadera — Cristo vino para salvar a los pecadores que se arrepienten.

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, nuestra esperanza,

2 a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor.

3 Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando partí para Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen otra doctrina,

4 ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que engendran especulaciones más bien que la edificación de Dios que es por la fe; así te encargo ahora.

5 Pues el fin del mandamiento es el amor nacido de un corazón puro, y de una buena conciencia y de una fe no fingida;

6 de lo cual desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería;

7 queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman.

8 Pero sabemos que la ley es buena, si se usa legítimamente,

9 conociendo esto: que la ley no es puesta para el justo, sino para los transgresores y los desobedientes, para los impíos y los pecadores, para los irreverentes y los profanos, para los parricidas y los matricidas, para los homicidas,

10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y los perjuros, y para cualquier otra cosa contraria a la sana doctrina;

11 según el evangelio de gloria del Dios bendito, el cual a mí me ha sido encargado.

12 Y doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor, porque me tuvo por fiel y me puso en el ministerio,

13 aun habiendo sido yo antes blasfemo, y perseguidor e injuriador; pero recibí misericordia, porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.

14 Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.

15 Palabra fiel y digna de plena aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de quienes yo soy el primero.

16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí, el primero, toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.

17 Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, al único y sabio Dios sean el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

18 Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que, conforme a las profecías anteriores acerca de ti, pelees por ellas la buena batalla,

19 manteniendo la fe y la buena conciencia, la cual algunos desecharon y naufragaron en cuanto a la fe,

20 entre los que están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.

Capítulo 2

Debemos orar por todos los hombres — Cristo es nuestro Mediador — Las mujeres deben vestir con modestia — Las mujeres son bendecidas al engendrar hijos, y se las exhorta a perseverar en la fe, en la caridad y en la santidad.

1 Exhorto, pues, ante todo, a que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres,

2 por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.

3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

4 el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,

6 quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

7 Para esto yo fui constituido predicador y apóstol (digo la verdad en Cristo, no miento), maestro de los gentiles en fe y verdad.

8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda.

9 Asimismo, que también las mujeres se atavíen con vestimenta decorosa, con pudor y modestia; no con peinados ostentosos, ni oro, ni perlas ni vestidos costosos,

10 sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.

11 La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.

12 Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.

13 Porque Adán fue formado primero, después Eva;

14 y Adán no fue engañado, sino la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.

15 No obstante se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con modestia.

Capítulo 3

Se exponen los requisitos que deben cumplir los obispos y los diáconos — Grande es el misterio de la divinidad.

1 Palabra fiel: Si alguno desea el cargo de obispo, buena obra desea.

2 Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospitalario, apto para enseñar;

3 no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino moderado, no contencioso, ajeno a la avaricia;

4 que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad

5 (porque el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);

6 no un neófito, no sea que se envanezca y caiga en la condenación del diablo.

7 También es necesario que tenga buen testimonio de parte de los extraños, para que no caiga en afrenta y en lazo del diablo.

8 Los diáconos, asimismo, deben ser honestos, de una sola palabra, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas,

9 que retengan el misterio de la fe con limpia conciencia.

10 Y éstos también sean antes puestos a prueba; y entonces ministren como diáconos, si son irreprensibles.

11 Las mujeres, asimismo, sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.

12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien a sus hijos y sus casas.

13 Porque los que han ministrado bien como diáconos, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

14 Esto te escribo con la esperanza de ir pronto a ti;

15 para que si no voy pronto, sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y apoyo de la verdad.

16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la divinidad:

Dios fue manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu,
visto por los ángeles,
predicado a los gentiles,
creído en el mundo
y recibido arriba en gloria.

Capítulo 4

Pablo describe la apostasía de los últimos días — Cristo es el Salvador de todos los hombres, sobre todo de los que creen.

1 Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;

2 que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia.

3 Que prohibirán casarse y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.

4 Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada hay que desechar, si se recibe con acción de gracias,

5 porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.

6 Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.

7 Desecha las fábulas profanas y de viejas, y ejercítate para la piedad.

8 Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera.

9 Palabra fiel es ésta, y digna de ser recibida por todos.

10 Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.

11 Esto manda y enseña.

12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, en conducta, en amor, en espíritu, en fe y en pureza.

13 Entre tanto que voy, ocúpate en leer, en exhortar, en enseñar.

14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por medio de profecía con la imposición de las manos del consejo de ancianos.

15 Medita estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos.

16 Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oigan.

Capítulo 5

Los santos deben cuidar de sus pobres que sean dignos — Se exponen normas con respecto a los ancianos.

1 No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;

2 a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.

3 Honra a las viudas que en verdad lo son.

4 Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a mostrar piedad en su propia casa, y a recompensar a sus padres, porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.

5 Pero, la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día.

6 Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta.

7 Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles.

8 Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.

9 La viuda sea puesta en la lista sólo si es mayor de sesenta años y ha sido esposa de un solo marido.

10 Que tenga testimonio de buenas obras: si ha criado hijos, si ha practicado la hospitalidad, si ha lavado los pies de los santos, si ha socorrido a los afligidos, si ha seguido toda buena obra.

11 Pero viudas más jóvenes no admitas, porque cuando, impulsadas por sus deseos que las alejan de Cristo, quieren casarse,

12 incurriendo así en condenación por haber dejado a un lado su primera fe.

13 Y también aprenden a ser ociosas, a andar de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entrometidas, hablando lo que no debieran.

14 Quiero, pues, que las más jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que ninguna ocasión de maledicencia den al adversario.

15 Porque ya algunas se han apartado para ir en pos de Satanás.

16 Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, manténgalas, y no sea gravada la iglesia; a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.

17 Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honra, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.

18 Porque la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario.

19 Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos.

20 A los que pecan, repréndelos delante de todos, para que los otros también teman.

21 Te encargo delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, que nada hagas con parcialidad.

22 No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos; consérvate puro.

23 No bebas agua de aquí en adelante, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.

24 Los pecados de algunos hombres son manifiestos antes que ellos vengan a juicio, pero a otros se les descubren después.

25 Asimismo, las buenas obras son evidentes de antemano; y las que son de otra manera, no pueden esconderse.

Capítulo 6

El amor al dinero es la raíz de todos los males — Pelead la buena batalla de la fe — No pongáis vuestra esperanza en las riquezas del mundo.

1 Todos los que están bajo el yugo de esclavitud tengan a sus amos como dignos de toda honra, para que no sea blasfemado el nombre de Dios ni la doctrina.

2 Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.

3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,

4 está envanecido, nada sabe y está obsesionado con altercados y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, maledicencias, sospechas malvadas,

5 riñas constantes de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que consideran la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.

6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.

7 Porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar.

8 Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, estemos contentos con esto.

9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y trampa, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en perdición y muerte.

10 Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, el cual, codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

11 Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.

13 Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,

14 que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,

15 la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de reyes y Señor de señores,

16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, a quien sean la honra y el imperio sempiterno. Amén.

17 A los ricos de este mundo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.

18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, dispuestos a compartir,

19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.

20 Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia,

21 la cual profesando algunos, se han desviado de la fe. La gracia sea contigo. Amén.



La primera epístola a Timoteo fue escrita desde Laodicea, que es la metrópoli de la Frigia Pacatiana.

lunes, 22 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 317: 2 Tesalonicenses 1-3


Capítulo 1
En la Segunda Venida, el Señor Jesús castigará a los impíos.

1 Pablo, y Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, por cuanto vuestra fe va creciendo mucho, y abunda el amor de cada uno de vosotros hacia los demás;

4 tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.

5 Esto es una demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.

6 Porque es justo para Dios pagar con tribulación a los que os atribulan;

7 y a vosotros, que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles,

8 en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocen a Dios, ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo;

9 los que serán castigados con eterna perdición, separados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,

10 cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos, y para ser admirado en todos los que hayan creído (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

11 Por lo cual, asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos del llamamiento, y colme de bondad todo buen intento, y toda obra de fe con poder,

12 para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Capítulo 2

La apostasía precederá a la Segunda Venida — El Evangelio prepara a los hombres para la gloria eterna.

1 Pero os rogamos, hermanos, en cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y a nuestro recogimiento con él,

2 que no cambiéis fácilmente vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.

3 No os engañe nadie de ninguna manera, porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,

4 oponiéndose y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o lo que se adora; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.

5 ¿No os acordáis de que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?

6 Y ahora vosotros sabéis lo que impide que a su debido tiempo sea manifestado.

7 Porque ya está actuando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora lo impide;

8 y entonces se manifestará aquel inicuo, al que el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida;

9 a aquel inicuo, cuyo advenimiento es según la obra de Satanás, con todo poder, y señales, y prodigios mentirosos,

10 y con todo engaño de iniquidad para los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.

11 Por tanto, Dios les envía un poderoso engaño, para que crean en la mentira,

12 a fin de que sean condenados todos los que no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad.

13 Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y por la fe en la verdad;

14 para lo cual os llamó por medio de nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

15 Así que, hermanos, permaneced firmes y retened las enseñanzas que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.

16 Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios, nuestro Padre, quien nos amó, y nos dio consuelo eterno, y buena esperanza mediante la gracia,

17 consuele vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

Capítulo 3

Orad por el triunfo de la causa del Evangelio — Pablo predica el Evangelio de trabajo — No os canséis de hacer el bien.

1 Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor avance y sea glorificada así como lo fue entre vosotros,

2 y para que seamos librados de hombres perversos y malos, porque no es de todos la fe.

3 Pero fiel es el Señor, que os fortalecerá y guardará del mal.

4 Y tenemos confianza en el Señor con respecto a vosotros, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.

5 Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.

6 Pero os mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no conforme a la enseñanza que recibieron de nosotros.

7 Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos, pues no anduvimos desordenadamente entre vosotros,

8 ni comimos de balde el pan de nadie; sino que trabajamos arduamente y con fatiga de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;

9 no porque no tuviésemos autoridad, sino para daros en nosotros un ejemplo, a fin de que nos imitaseis.

10 Porque aun estando con vosotros, os mandábamos esto: Que si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.

11 Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.

12 Y a los tales les mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo que, trabajando con sosiego, coman su propio pan.

13 Pero vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.

14 Y si alguno no obedece nuestra palabra por carta, señaladle, y no os juntéis con él, para que se avergüence.

15 Pero no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.

16 Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda circunstancia. El Señor sea con todos vosotros.

17 Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.

18 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.



La segunda epístola a los tesalonicenses fue escrita desde Atenas.

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 316: 1 Tesalonicenses 1-5


Capítulo 1
El Evangelio llega tanto en palabra como en poder.

1 Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios el Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

2 Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones,

3 acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de amor y de vuestra perseverancia en la esperanza de nuestro Señor Jesucristo;

4 sabiendo, hermanos amados de Dios, vuestra elección;

5 por cuanto nuestro evangelio no fue a vosotros en palabra solamente, sino también en poder, y en el Espíritu Santo y en gran certidumbre; bien sabéis cómo fuimos entre vosotros por amor a vosotros.

6 Y vosotros os hicisteis imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de mucha tribulación, con gozo del Espíritu Santo,

7 de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los que han creído en Macedonia y en Acaya.

8 Porque desde vosotros ha resonado la palabra del Señor, no sólo en Macedonia y en Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que no tenemos necesidad de hablar nada.

9 Porque ellos cuentan de nosotros la manera como nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero,

10 y esperar a su Hijo de los cielos, al que resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libró de la ira que ha de venir.

Capítulo 2

Los ministros verdaderos predican con santidad — Los conversos son la gloria y el gozo de los misioneros.

1 Porque, hermanos, vosotros mismos sabéis que nuestra visita a vosotros no fue en vano,

2 pues aun habiendo padecido antes, y sido afrentados en Filipos, como sabéis, tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran oposición.

3 Porque nuestra exhortación no procedió de error, ni de impureza, ni fue por engaño,

4 sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones.

5 Porque nunca fuimos lisonjeros en la palabra, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo;

6 ni buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos seros carga como apóstoles de Cristo.

7 Antes bien, fuimos afectuosos entre vosotros como la que cría con ternura a sus hijos.

8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos.

9 Porque, hermanos, os acordáis de nuestro trabajo y fatiga, cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.

10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa y justa e irreprensiblemente nos condujimos con vosotros los que creísteis,

11 así como también sabéis de qué modo exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, como un padre a sus hijos,

12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.

13 Por lo cual también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los que creísteis.

14 Porque vosotros, hermanos, llegasteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido vosotros las mismas cosas que los de vuestra propia nación, como también ellos de los judíos;

15 los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos han perseguido; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres;

16 impidiéndonos hablar a los gentiles, a fin de que se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo.

17 Pero nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro.

18 Por lo cual quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, a la verdad, una y otra vez; pero Satanás nos lo impidió.

19 Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida?

20 Porque vosotros sois nuestra gloria y gozo.

Capítulo 3

Se exhorta a los santos a perfeccionar lo que les falte en su fe.

1 Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas,

2 y enviamos a Timoteo, nuestro hermano, ministro de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de Cristo, para confirmaros y exhortaros en vuestra fe,

3 a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones, porque vosotros mismos sabéis que hemos sido puestos para esto.

4 Porque aun estando con vosotros, os predecíamos que íbamos a pasar tribulaciones, como ha acontecido y bien sabéis.

5 Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, he enviado para informarme de vuestra fe, no sea que os haya tentado el tentador, y que nuestro trabajo haya sido en vano.

6 Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, nos dio buenas nuevas de vuestra fe y amor, y que siempre tenéis gratos recuerdos de nosotros, deseando vernos, como también nosotros a vosotros.

7 Por ello, hermanos, recibimos consuelo con respecto a vosotros, en medio de nuestra necesidad y aflicción, por causa de vuestra fe;

8 porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.

9 Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos regocijamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios,

10 orando de noche y de día con gran fervor, para que veamos vuestro rostro, y para que completemos lo que falta a vuestra fe?

11 Mas el mismo Dios y Padre nuestro, y nuestro Señor Jesucristo, encaminen nuestro viaje a vosotros.

12 Y el Señor os multiplique y os haga abundar en amor unos para con otros, y para con todos, como también lo es de nosotros para con vosotros;

13 para que sean confirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.

Capítulo 4

Se exhorta a los miembros a ser santos, a santificarse y a amarse unos a otros — El Señor vendrá y los muertos resucitarán.

1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que fuisteis enseñados por nosotros de cómo os conviene andar y agradar a Dios, abundéis más y más.

2 Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos de parte del Señor Jesús.

3 Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de la fornicación;

4 que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honor;

5 no con pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;

6 que ninguno oprima ni engañe en nada a su hermano, porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.

7 Porque no nos ha llamado Dios a impureza, sino a santificación.

8 Así que, el que menosprecia esto, no menosprecia a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.

9 Pero acerca del amor fraternal no es necesario que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis los unos a los otros;

10 y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más;

11 y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos de vuestros asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado;

12 a fin de que andéis honradamente para con los extraños, y no tengáis necesidad de nada.

13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

15 Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

17 Luego nosotros, los que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

18 Por tanto, consolaos los unos a los otros con estas palabras.

Capítulo 5

Los santos sabrán el tiempo de la Segunda Venida de Cristo — Vivid como deben vivir los santos — Estad siempre gozosos — No menospreciéis las profecías.

1 Pero acerca de los tiempos y de las estaciones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba.

2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche,

3 que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán.

4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón;

5 porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.

6 Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.

7 Porque los que duermen, de noche duermen; y los que se emborrachan, de noche se emborrachan.

8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de la salvación como yelmo.

9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,

10 quien murió por nosotros, ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él.

11 Por lo cual, consolaos los unos a los otros, y edificaos los unos a los otros, así como lo hacéis.

12 Y os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan;

13 y que los tengáis en mucha estima por causa de su obra. Tened paz los unos con los otros.

14 También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los que andan desordenadamente, que consoléis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos.

15 Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino seguid lo bueno siempre los unos para con los otros, y para con todos.

16 Estad siempre gozosos.

17 Orad sin cesar.

18 Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.

19 No apaguéis el Espíritu.

20 No menospreciéis las profecías.

21 Examinadlo todo; retened lo bueno.

22 Apartaos de toda apariencia de mal.

23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, y espíritu, y alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

24 Fiel es el que os ha llamado, quien también lo hará.

25 Hermanos, orad por nosotros.

26 Saludad a todos los hermanos con beso santo.

27 Os encargo, por el Señor, que esta carta sea leída a todos los santos hermanos.

28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén.



La primera epístola a los tesalonicenses fue escrita desde Atenas.

viernes, 19 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 315: Colosenses 1-4


Capítulo 1
La redención viene por medio de Cristo — Él creó todas las cosas, es la imagen de Dios y es el Primogénito del Padre.

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo,

2 a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando siempre por vosotros,

4 habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos,

5 a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio,

6 el cual ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo; y fructifica y crece también en vosotros, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad,

7 como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo en favor vuestro,

8 quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu.

9 Por lo cual también nosotros, desde el día en que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual;

10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;

11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad, con gozo,

12 dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

13 que nos ha librado del poder de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su amado Hijo,

14 en quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados.

15 Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.

16 Porque por él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

17 Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten;

18 y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia,

19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,

20 y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

21 A vosotros también, que estabais en otro tiempo alejados y erais enemigos en vuestra mente por vuestras malas obras, ahora os ha reconciliado

22 en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentaros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de él.

23 Si en verdad permanecéis fundamentados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica a toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo, Pablo, fui hecho ministro.

24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo a favor de su cuerpo, que es la iglesia;

25 de la cual fui hecho ministro, según la comisión de Dios que me fue dada en cuanto a vosotros, para cumplir la palabra de Dios;

26 es decir, el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos,

27 a ellos quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,

28 a quien nosotros anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;

29 para esto también trabajo, luchando según la fuerza de él, la cual actúa en mí poderosamente.

Capítulo 2

La plenitud de la divinidad mora en Cristo — Mirad que ninguno os engañe por medio de filosofías según las tradiciones de los hombres — El acta de los decretos en contra de nosotros fue clavada en la cruz de Cristo.

1 Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro en persona;

2 para que sean confortados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas del pleno entendimiento para conocer el misterio de Dios, el Padre, y de Cristo,

3 en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

4 Y esto lo digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.

5 Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante, en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden, y la firmeza de vuestra fe en Cristo.

6 Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él,

7 arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como se os ha enseñado, creciendo en ella con acción de gracias.

8 Mirad que ninguno os engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.

9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad,

10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.

11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha por manos, al despojaros del cuerpo pecaminoso de la carne mediante la circuncisión de Cristo;

12 sepultados juntamente con él en el bautismo, en el cual también resucitasteis con él, por medio de la fe en el poder de Dios que le levantó de entre los muertos.

13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,

14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,

15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió en público, triunfando sobre ellos en la cruz.

16 Por tanto, nadie os juzgue en comida, o en bebida, o con respecto a días de fiesta, o de luna nueva, o de días de reposo,

17 lo cual es sombra de lo por venir; pero el cuerpo es de Cristo.

18 Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal,

19 y no asiéndose de la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, alimentado y unido por las ligaduras y coyunturas, crece con el crecimiento que da Dios.

20 Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos

21 tales como: No utilices, ni comas, ni toques

22 (todas las cuales son cosas destinadas a perecer con el uso mismo), según mandamientos y doctrinas de hombres?

23 Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en el culto voluntario, y en humildad, y en el duro trato del cuerpo, pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.

Capítulo 3
La vida de algunos está escondida con Cristo en Dios — Se exhorta a los miembros de la Iglesia a ser santos y a servir al Señor Jesucristo.

1 Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

4 Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

5 Haced morir, pues, lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, pasiones lascivas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia.

7 En las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.

8 Pero ahora, dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, palabras soeces de vuestra boca.

9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,

10 y habiéndoos revestido del nuevo hombre, que es renovado hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen del que lo creó;

11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, esclavo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.

12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;

13 soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del otro; de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.

14 Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección.

15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.

16 La palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gratitud en vuestros corazones al Señor.

17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra, o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.

18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.

19 Maridos, amad a vuestras esposas, y no seáis ásperos con ellas.

20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.

21 Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, para que no se desanimen.

22 Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios.

23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres,

24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.

25 Pero el que hace injusticia, pagará por la injusticia que haya cometido, porque no hay acepción de personas.

Capítulo 4

Se exhorta a los santos a ser sabios en todas las cosas — Lucas y otros saludan a los colosenses.

1 Amos , haced lo que es justo y equitativo con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.

2 Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias,

3 orando también juntamente por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de proclamar el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso,

4 para que lo manifieste como debo hablar.

5 Andad en sabiduría para con los extraños, aprovechando el tiempo.

6 Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

7 Todos mis asuntos os los hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro y consiervo en el Señor,

8 a quien os he enviado para esto mismo, para que conozca cómo os encontráis, y consuele vuestros corazones,

9 con Onésimo, amado y fiel hermano, que es uno de vosotros. Todo lo que acá pasa, os lo harán saber.

10 Aristarco, mi compañero de prisión, os saluda, y Marcos, el sobrino de Bernabé (acerca del que habéis recibido instrucciones; si fuere a vosotros, recibidle),

11 y Jesús, el que se llama Justo; éstos son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y que me han sido de consuelo.

12 Os saluda Epafras, el que es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando fervorosamente por vosotros en sus oraciones, para que permanezcáis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.

13 Porque de él doy testimonio, de que tiene gran celo por vosotros, y por los que están en Laodicea y los que están en Hierápolis.

14 Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas.

15 Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.

16 Y cuando esta carta se haya leído entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros.

17 Y decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que has recibido del Señor.

18 Esta salutación es de mi propia mano, de Pablo. Acordaos de mis prisiones. La gracia sea con vosotros. Amén.



Escrita desde Roma a los colosenses; enviada con Tíquico y Onésimo.

martes, 16 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 314: Filipenses 1-4


Capítulo 1
Todo lo que le sucedió a Pablo hizo progresar la causa del Evangelio — Nuestra conducta debe ser digna del Evangelio.

1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y los diáconos:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros,

4 siempre en todas mis oraciones, ruego por todos vosotros con gozo,

5 por vuestra hermandad en el evangelio, desde el primer día hasta ahora,

6 estando convencido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo;

7 como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, sois todos vosotros participantes conmigo de la gracia.

8 Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo.

9 Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento y en todo discernimiento,

10 para que aquilatéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo;

11 llenos de frutos de justicia, que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

12 Y quiero, hermanos, que sepáis que las cosas que me han sucedido, han redundado en el mayor progreso del evangelio;

13 de tal manera que mis prisiones en Cristo han sido evidentes en todo el pretorio, y a todos los demás;

14 y la mayoría de los hermanos en el Señor, cobrando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.

15 Y algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros, de buena voluntad.

16 Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones;

17 pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.

18 ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me regocijo, y aún me regocijaré.

19 Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación;

20 conforme a mi ferviente anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien, con todo denuedo, como siempre, ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte.

21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.

22 Pero si el vivir en la carne me es fructífero para la obra, entonces no sé qué escoger;

23 porque por ambas cosas me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor;

24 pero quedarme en la carne es más necesario por causa de vosotros.

25 Y convencido de esto, sé que me quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para provecho vuestro y gozo de la fe,

26 para que crezca vuestro regocijo por mí en Cristo Jesús, por mi visita otra vez a vosotros.

27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que, o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

28 y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto, de Dios;

29 porque a vosotros os es concedido por Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,

30 teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí.

Capítulo 2

Los santos deben ser uno en propósito y en espíritu — Toda rodilla se doblará ante Cristo — Los santos deben labrar su propia salvación — Pablo afronta el martirio con gozo.

1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable y algunas misericordias,

2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.

3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo;

4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,

6 el que, siendo en forma de Dios, no tuvo como usurpación el ser igual a Dios.

7 sin embargo, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres;

8 y hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre;

10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra;

11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para la gloria de Dios Padre.

12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, labrad vuestra salvación con temor y temblor;

13 porque Dios es el que en vosotros produce tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad.

14 Haced todo sin murmuraciones ni contiendas,

15 para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin culpa, en medio de una generación maligna y perversa, entre los cuales resplandecéis como luminares en el mundo;

16 aferrados a la palabra de vida para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni he trabajado en vano.

17 Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me alegro y regocijo con todos vosotros.

18 Y asimismo, alegraos también vosotros, y regocijaos conmigo.

19 Mas espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo, al saber de vuestro estado.

20 Porque a ninguno tengo de igual ánimo y que tan sinceramente esté interesado por vosotros.

21 Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.

22 Pero de él ya habéis conocido sus méritos, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio.

23 Así que a éste espero enviaros, después que yo vea cómo van mis asuntos;

24 y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros.

25 Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, y colaborador y compañero de milicia, y vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades;

26 porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que él había enfermado.

27 Pues en verdad estuvo enfermo, al borde de la muerte; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.

28 Así que le envío con mayor prontitud, para que al verle de nuevo os volváis a regocijar, y yo esté con menos tristeza.

29 Recibidle, pues, en el Señor con todo gozo; y tened en estima a los que son como él,

30 porque por la obra de Cristo estuvo cercano a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio hacia mí.

Capítulo 3

Pablo sacrifica todas las cosas por Cristo — Los ministros verdaderos deben dar ejemplo de rectitud.

1 Por lo demás, hermanos, regocijaos en el Señor. A mí, a la verdad, no me es molesto escribiros las mismas cosas, y a vosotros os da seguridad.

2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de la mutilación.

3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que servimos en espíritu a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

4 Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si a alguno le parece que tiene de qué confiar en la carne, yo más:

5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;

6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprensible.

7 Pero todas las cosas que eran para mí ganancia, las he considerado pérdida por amor de Cristo.

8 Y ciertamente, aún considero todas las cosas pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor de quien lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,

9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;

10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser como él en su muerte,

11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.

12 No que ya lo haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús.

13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios.

16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma norma, sintamos una misma cosa.

17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros.

18 Porque por ahí muchos andan, de quienes os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo,

19 cuyo fin será perdición, cuyo dios es el vientre y cuya gloria está en su vergüenza; que piensan solamente en lo terrenal.

20 Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo,

21 el que transformará el cuerpo de nuestra humillación, para ser semejante al cuerpo de su gloria, mediante el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Capítulo 4
Permaneced firmes en el Señor — Creemos en ser honestos, verídicos y castos.

1 Así que, hermanos míos, amados y añorados, gozo y corona mía, permaneced así firmes en el Señor, amados.

2 A Evodia ruego, y a Síntique exhorto, que sean de un mismo sentir en el Señor.

3 Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a las que trabajaron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también, y a los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

4 Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!

5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.

6 Por nada estéis afanosos; sino sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad.

9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.

10 Mas en gran manera me regocijé en el Señor de que ya al fin haya reflorecido vuestro cuidado de mí; de lo cual aún estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.

11 No lo digo porque me encuentre en la indigencia, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.

12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar saciado como para tener hambre, tanto para tener abundancia como para padecer necesidad.

13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

14 Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación.

15 Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino sólo vosotros.

16 Porque aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.

17 No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.

18 Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis, olor grato, sacrificio acepto, agradable a Dios.

19 Mi Dios, pues, os proveerá de todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

20 Al Dios, pues, y Padre nuestro, sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan.

22 Todos los santos os saludan, y mayormente los que son de la casa de César.

23 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.



Escrita desde Roma por Epafrodito.

martes, 9 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 313: Efesios 1-6


Capítulo 1
Los santos han sido preordenados para recibir el Evangelio — El Evangelio ha de ser restaurado en los últimos días — Los santos son sellados por el Santo Espíritu de la Promesa — Ellos conocen a Dios y a Cristo por revelación.

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,

4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor,

5 habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según la complacencia de su voluntad,

6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos ha favorecido en el Amado.

7 En quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados según las riquezas de su gracia,

8 que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,

9 dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su complacencia, la cual se había propuesto en sí mismo,

10 de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 En él, asimismo, obtuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,

12 a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primero esperábamos en Cristo.

13 En él esperasteis también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación; en él también, habiendo creído, fuisteis sellados con el Santo Espíritu de la promesa,

14 quien es la garantía de nuestra herencia, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de su gloria.

15 Por lo cual también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos,

16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,

17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él;

18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,

19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación de la fuerza de su poder,

20 el cual ejerció en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a su diestra en los lugares celestiales,

21 sobre todo principado y autoridad, y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este mundo, sino también en el venidero.

22 Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,

23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

Capítulo 2

Somos salvos por gracia mediante la fe — La sangre de Cristo salva por igual al judío y al gentil — La Iglesia está edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas.

1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,

2 en los que anduvisteis en otro tiempo conforme a la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

3 entre los cuales todos nosotros también vivimos en otro tiempo, andando según nuestros deseos carnales, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás.

4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,

5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).

6 Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;

9 no por obras, para que nadie se gloríe.

10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión, hecha con mano en la carne;

12 y de que en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel, y ajenos a los convenios de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,

16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

17 Y vino, y anunció la paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca,

18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.

19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios;

20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.

Capítulo 3

Los gentiles son coherederos con Israel — El amor de Cristo excede a toda comprensión.

1 Por esta causa yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles,

2 si es que habéis oído de la comisión de la gracia de Dios que me ha sido dada para con vosotros,

3 que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente.

4 Al leer esto, podéis entender mi comprensión del misterio de Cristo,

5 el cual en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:

6 que los gentiles son coherederos, y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio,

7 de quien yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la acción de su poder.

8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,

9 y de aclarar a todos cuál es la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas por medio de Jesucristo.

10 Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,

11 conforme al propósito eterno, que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,

12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.

13 Por tanto, os pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria.

14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,

15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,

16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu,

17 a fin de que Cristo more por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en amor,

18 seáis plenamente capaces de comprender, con todos los santos, cuál es la anchura, y la longitud, y la profundidad y la altura,

19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros,

21 a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.

Capítulo 4

Hay un Señor, una fe y un bautismo — Los apóstoles y los profetas son esenciales para la Iglesia — Se exhorta a los santos a vivir rectamente — Ellos son sellados para el día de la redención.

1 Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que habéis sido llamados,

2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor;

3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.

4 Un cuerpo, y un Espíritu; como fuisteis también llamados a una misma esperanza de vuestra vocación;

5 un Señor, una fe, un bautismo,

6 un Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, y por todos y en todos vosotros.

7 Pero a cada uno de nosotros dada fue la gracia conforme a la medida del don de Cristo.

8 Por lo cual dice:

Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los cautivos,
y dio dones a los hombres.

9 (Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?

10 El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.)

11 Y él mismo constituyó a unos apóstoles; y a otros, profetas; y a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros;

12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia las artimañas del error,

15 sino que, hablando la verdad en amor, crezcamos en todas las cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo;

16 de quien, todo el cuerpo, bien ajustado y ligado entre sí por todas las coyunturas que lo sustentan, según la función adecuada de cada miembro, crece, edificándose en amor.

17 Esto, pues, digo y testifico en el Señor, que no andéis más como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,

18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;

19 los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.

20 Mas vosotros no habéis aprendido así sobre Cristo,

21 si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús,

22 en cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,

23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente,

24 y vestíos del nuevo hombre que es creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

25 Por lo cual, dejando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros.

26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,

27 ni deis lugar al diablo.

28 El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué dar al que padece necesidad.

29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de que dé gracia a los oyentes.

30 Y no contristéis al Santo Espíritu de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

31 Quítense de vosotros toda amargura, y enojo, e ira, y gritos, y maledicencia y toda malicia.

32 Más bien, sed benignos los unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.

Capítulo 5

Se exhorta a los santos a evitar el pecado y a andar rectamente — Marido y mujer deben amarse el uno al otro.

1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.

2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor grato.

3 Pero fornicación y toda impureza, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a los santos;

4 ni palabras indecentes, ni necedades, ni relatos groseros, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias.

5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o impuro, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.

6 Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia.

7 No seáis, pues, partícipes con ellos,

8 porque en otro tiempo erais tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz

9 (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia y verdad),

10 comprobando lo que es agradable al Señor.

11 Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino antes bien denunciadlas.

12 Porque es vergonzoso aun hablar de lo que ellos hacen en secreto.

13 Mas todas las cosas son visibles cuando son expuestas a la luz; porque lo que lo manifiesta todo es la luz.

14 Por lo cual dice:

Despiértate, tú que duermes,
y levántate de entre los muertos,
y te alumbrará Cristo.

15 Mirad, pues, con cuidado cómo andéis, no como necios, sino como sabios,

16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.

17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál es la voluntad del Señor.

18 Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay desenfreno; antes bien, sed llenos del Espíritu,

19 hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;

20 dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

21 Someteos los unos a los otros en el temor de Dios.

22 Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.

23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y él es el salvador del cuerpo.

24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.

25 Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,

26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,

27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga, ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

28 Así también los maridos deben amar a sus esposas como a sus mismos cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama.

29 Porque ninguno aborreció jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también Cristo a la iglesia;

30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.

31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su esposa, y los dos serán una sola carne.

32 Grande es este misterio, pero yo digo esto con respecto a Cristo y a la iglesia.

33 Por tanto, cada uno de vosotros ame también a su esposa como a sí mismo; y la esposa respete a su marido.

Capítulo 6

Los hijos deben honrar a sus padres — Los esclavos y los amos son juzgados por la misma ley — Los santos deben vestirse con toda la armadura de Dios.

1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque esto es justo.

2 Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa,

3 para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.

4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.

5 Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;

6 no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino como siervos de Cristo, haciendo con ánimo la voluntad de Dios;

7 sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres;

8 sabiendo que el bien que cada uno haga, eso recibirá del Señor, sea esclavo o sea libre.

9 Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y el vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en la fuerza de su poder.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.

12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes.

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.

14 Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia.

15 Y calzados los pies con la preparación del evangelio de paz;

16 sobre todo, tomad el escudo de la fe, con el que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;

18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos,

19 y por mí, a fin de que, al abrir la boca, me sea dada palabra para dar a conocer con osadía el misterio del evangelio,

20 por el cual soy embajador en cadenas, a fin de que osadamente hable de él, como debo hablar.

21 Y para que también vosotros sepáis mis asuntos, y lo que hago, todo os lo hará saber Tíquico, hermano amado y fiel ministro en el Señor,

22 a quien os he enviado para esto mismo, de modo que sepáis tocante a nosotros, y para que consuele vuestros corazones.

23 Paz sea a los hermanos, y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con sinceridad. Amén.



Escrita desde Roma a los efesios por medio de Tíquico.