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jueves, 31 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 278: Lucas 3-5


Capítulo 3
Juan el Bautista predica y bautiza — Jesús es bautizado y Dios declara que es Su Hijo — Se da la genealogía de Jesús, desde Él hasta Adán.

1 Y en el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia,

2 siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios a Juan hijo de Zacarías, en el desierto.

3 Y él fue por toda la región circunvecina del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para la remisión de pecados;

4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice:

Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas.

5

Todo valle se rellenará,
y se bajará todo monte y collado;
y los caminos torcidos serán enderezados,
y los caminos ásperos allanados;

6

y verá toda carne la salvación de Dios.

7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá?

8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede, aun de estas piedras, levantar hijos a Abraham.

9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

10 Y la gente le preguntaba, diciendo: Pues, ¿qué haremos?

11 Y respondiendo, les decía: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.

12 Y vinieron también unos publicanos para ser bautizados y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?

13 Y él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado.

14 Y le preguntaron también unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie ni calumniéis, y contentaos con vuestro salario.

15 Y estando el pueblo a la expectativa, se preguntaban todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo.

16 Respondió Juan, diciendo a todos: Yo, a la verdad, os bautizo en agua; mas viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.

17 Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su alfolí y quemará la paja en un fuego que nunca se apagará.

18 Y con otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo.

19 Entonces Herodes, el tetrarca, siendo reprendido por él a causa de Herodías, esposa de su hermano Felipe, y por todas las maldades que Herodes había hecho,

20 añadió también, sobre todas ellas, esto: encerró a Juan en la cárcel.

21 Y aconteció que, cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y mientras oraba, el cielo se abrió,

22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.

23 Y Jesús mismo tenía unos treinta años, hijo, según se creía, de José hijo de Elí,

24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,

25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,

26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,

27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,

28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er,

29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,

30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,

31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,

32 hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,

33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,

34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,

35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,

36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,

37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,

38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

Capítulo 4

Jesús ayuna cuarenta días y es tentado por el diablo — Anuncia en Nazaret Su origen divino y es rechazado — Echa fuera un demonio en Capernaúm, sana a la suegra de Pedro, y predica y sana en toda Galilea.

1 Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto

2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días; y pasados éstos, tuvo hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

4 Y Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.

5 Y le llevó el diablo a un alto monte y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.

6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy;

7 pues si tú me adorares, todos serán tuyos.

8 Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

9 Entonces le llevó a Jerusalén y le puso sobre el pináculo del templo y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, lánzate de aquí abajo,

10 porque escrito está:

A sus ángeles mandará para que te guarden;

11

y en las manos te llevarán,
para que no tropiece tu pie en piedra.

12 Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

13 Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se alejó de él por un tiempo.

14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la región de alrededor,

15 y enseñaba en las sinagogas de ellos y era glorificado por todos.

16 Y vino a Nazaret, donde se había criado; y, conforme a su costumbre, el día de reposo entró en la sinagoga y se levantó a leer.

17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el rollo, halló el lugar donde estaba escrito:

18

El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,
a pregonar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos;
a poner en libertad a los quebrantados,

19

a predicar el año agradable del Señor.

20 Y enrollando el libro, lo dio al ayudante y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.

22 Y todos daban testimonio de él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?

23 Y les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra.

24 Y dijo: De cierto os digo que ningún profeta es aceptado en su propia tierra.

25 Mas en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;

26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.

27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.

28 Entonces todos en la sinagoga se llenaron de ira al oír estas cosas;

29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle.

30 Pero él pasó por en medio de ellos y se fue.

31 Y descendió a Capernaúm, ciudad de Galilea. Y les enseñaba en los días de reposo.

32 Y se maravillaban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.

33 Y había en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz,

34 diciendo: ¡Déjanos!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.

35 Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él! Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno.

36 Y hubo asombro en todos, y hablaban entre sí, diciendo: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?

37 Y su fama se divulgaba en todas partes por todos los lugares de la comarca.

38 Entonces Jesús se levantó, salió de la sinagoga y entró en casa de Simón; y la suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le rogaron por ella.

39 E inclinándose hacia ella, reprendió la fiebre, y la fiebre la dejó; y en seguida ella se levantó y les servía.

40 Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba.

41 Y también salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.

42 Y siendo ya de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba y, llegando hasta él, le detenían para que no se apartase de ellos.

43 Mas él les dijo: Es necesario que anuncie el evangelio del reino de Dios también a otras ciudades, porque para esto he sido enviado.

44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.

Capítulo 5

Jesús llama a Pedro, el pescador, a ser pescador de hombres — Sana a un leproso — Perdona los pecados y sana a un paralítico — Llama a Mateo — Los enfermos necesitan de médico — El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos.

1 Y aconteció que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la gente se agolpaba alrededor de él para oír la palabra de Dios.

2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes.

3 Y entró en una de esas barcas, la cual era de Simón, y le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la gente.

4 Y cuando cesó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

5 Y respondiendo Simón, le dijo: Maestro, hemos trabajado toda la noche y nada hemos pescado; pero por tu palabra echaré la red.

6 Y habiéndolo hecho, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.

7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles; y vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.

8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

9 Porque el asombro se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, por la cantidad de peces que habían pescado;

10 y asimismo de Jacobo y de Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

11 Y cuando las barcas llegaron a tierra, dejándolo todo, le siguieron.

12 Y aconteció que, estando Jesús en una ciudad, he aquí un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13 Jesús entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.

14 Y él le mandó que no se lo dijese a nadie. Ve, le dijo, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación como mandó Moisés, para testimonio a ellos.

15 Pero más y más se extendía su fama; y se reunían muchas multitudes para oírle y para que los sanara de sus enfermedades.

16 Pero él se apartaba a lugares desiertos y oraba.

17 Y aconteció un día en que él estaba enseñando, los fariseos y los doctores de la ley estaban allí sentados, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanarlos.

18 Y he aquí, unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.

19 Pero no hallando por dónde entrar a causa de la multitud, subieron encima de la casa y por el tejado le bajaron con el lecho y le pusieron en medio, delante de Jesús.

20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.

21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondió y les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros corazones?

23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.

25 Y al instante, se levantó en presencia de ellos, tomó el lecho en que estaba acostado y se fue a su casa glorificando a Dios.

26 Y el asombro sobrecogió a todos, y glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: ¡Hoy hemos visto maravillas!

27 Y después de estas cosas, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.

28 Y él, dejando todas las cosas, se levantó y le siguió.

29 E hizo Leví un gran banquete en su casa, y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos.

30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?

31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos.

32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero tus discípulos comen y beben?

34 Y él les dijo: ¿Acaso podéis hacer que los que están de bodas ayunen entre tanto que el esposo está con ellos?

35 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.

36 Y les dijo también una parábola: Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, pues de esa manera, el nuevo se rompe, y el remiendo nuevo no armoniza con el viejo.

37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará, y los odres se perderán.

38 Pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan.

39 Y ninguno que haya bebido del añejo quiere luego el nuevo, porque dice: El añejo es mejor.

martes, 29 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 277: Lucas 1-2


Capítulo 1
Gabriel promete a Zacarías que Elisabet dará a luz un hijo, al que llamarán Juan — También anuncia a María que será la madre del Hijo de Dios — María visita a Elisabet y pronuncia un salmo de alabanza — Nace Juan el Bautista — Zacarías profetiza acerca de la misión de Juan.

1 Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas,

2 tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos y fueron ministros de la palabra,

3 me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde el principio, escribírtelas en orden, oh excelentísimo Teófilo,

4 para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido enseñado.

5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías; y su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet.

6 Y ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y estatutos del Señor.

7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada.

8 Y aconteció que, ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios, según el orden de su grupo,

9 conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso al entrar en el templo del Señor.

10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando a la hora del incienso.

11 Entonces se le apareció un ángel del Señor puesto de pie a la derecha del altar del incienso.

12 Y al verle, Zacarías se turbó y cayó temor sobre él.

13 Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída, y tu esposa Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.

14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento,

15 porque será grande delante del Señor. Y no beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre.

16 Y a muchos de los hijos de Israel hará volver al Señor su Dios.

17 Porque irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.

18 Y Zacarías dijo al ángel: ¿Cómo sabré esto? Porque yo ya soy viejo, y mi esposa es de edad avanzada.

19 Y respondiendo el ángel le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte y a darte estas buenas nuevas.

20 Y he aquí, quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no has creído mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.

21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaba de que él se tardara tanto en el templo.

22 Y cuando salió, no les podía hablar; y entonces comprendieron que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permaneció mudo.

23 Y aconteció que, cumplidos los días de su servicio, regresó a su casa.

24 Y después de aquellos días concibió su esposa Elisabet, y se recluyó en casa durante cinco meses, diciendo:

25 Así ha hecho el Señor conmigo en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.

26 Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,

27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María.

28 Y entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres.

29 Pero ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras y pensaba qué salutación sería ésta.

30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

31 Y he aquí, concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús .

32 Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

33 Y reinará en la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin.

34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Porque no conozco varón.

35 Y respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios.

36 Y he aquí, tu parienta Elisabet también ha concebido hijo en su vejez; y éste es el sexto mes para ella, la que era llamada estéril;

37 porque ninguna cosa es imposible para Dios.

38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella.

39 En aquellos días, levantándose María, fue a la montaña con prisa, a una ciudad de Judá;

40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.

41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo

42 y exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?

44 Porque he aquí, cuando llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.

45 Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.

46 Entonces María dijo:

Engrandece mi alma al Señor;

47

y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador,

48

porque ha mirado la humilde condición de su sierva;
porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones,

49

porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
y santo es su nombre.

50

Y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.

51

Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.

52

Quitó a los poderosos de los tronos
y levantó a los humildes.

53

A los hambrientos llenó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.

54

Socorrió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

55

de la cual habló a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia para siempre.

56 Y se quedó María con ella como tres meses; después volvió a su casa.

57 Y a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo.

58 Y oyeron los vecinos y los parientes que Dios había hecho para con ella gran misericordia, y se alegraron con ella.

59 Y aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.

60 Y respondiendo su madre, dijo: No, sino Juan será llamado.

61 Y le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese nombre.

62 Entonces preguntaron por señas a su padre cómo le quería llamar.

63 Y él, pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.

64 En ese mismo momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló, alabando a Dios.

65 Y sobrevino un temor sobre todos los vecinos de ellos; y en todas las montañas de Judea se divulgaron todas estas cosas.

66 Y todos los que las oían las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién, pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.

67 Y Zacarías, su padre, fue lleno del Espíritu Santo y profetizó, diciendo:

68

Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y
redimido a su pueblo,

69

y nos levantó un cuerno de salvación en la casa de David, su siervo,

70

como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio:

71

Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecieron,

72

para hacer misericordia con nuestros padres
y acordarse de su santo convenio;

73

del juramento que juró a Abraham, nuestro padre,
que nos había de conceder,

74

que sin temor, librados de nuestros enemigos,
le serviríamos

75

en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días.

76

Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado,
porque irás delante de la faz del Señor para preparar sus caminos,

77

para dar conocimiento de salvación a su pueblo,
para remisión de sus pecados,

78

por la tierna misericordia de nuestro Dios,
con que nos visitó desde lo alto la aurora,

79

para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,
para encaminar nuestros pies por camino de paz.

80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día en que se mostró a Israel.

Capítulo 2

Mensajeros celestiales anuncian el nacimiento de Jesús en Belén — Jesús es circuncidado, y Simeón y Ana profetizan de Su misión — A la edad de doce años se ocupa de los asuntos de Su Padre.

1 Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César, que toda la tierra fuese empadronada.

2 Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.

3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.

4 Entonces subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David,

5 para ser empadronado con María, su mujer, desposada con él, la que estaba encinta.

6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días en que ella había de dar a luz.

7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

8 Y había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños.

9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.

10 Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo:

11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.

12 Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.

13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían:

14

¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

15 Y aconteció que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron los unos a los otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado.

16 Y vinieron de prisa y hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre.

17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.

18 Y todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían.

19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

20 Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.

21 Y cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús , el cual le había sido puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre.

22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarlo al Señor

23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abra la matriz será llamado santo para el Señor),

24 y para dar la ofrenda conforme a lo que está dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

25 Y he aquí, había un hombre en Jerusalén llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.

26 Y había recibido revelación del Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.

27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres llevaron al niño Jesús al templo, para hacer por él conforme a la costumbre de la ley,

28 entonces él lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo:

29

Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
conforme a tu palabra,

30

porque han visto mis ojos tu salvación,

31

la cual has preparado en presencia de todos los pueblos;

32

luz para revelación a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel.

33 Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él.

34 Y los bendijo Simeón y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha;

35 y una espada traspasará tu alma misma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad;

37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años, y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

38 Y ésta, llegando en la misma hora, daba gracias al Señor y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.

39 Después que hubieron cumplido con todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

40 Y el niño crecía, y se fortalecía y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

41 E iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.

42 Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.

43 Y cumplidos los días, al volver ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin saberlo José y su madre.

44 Y pensando que estaba entre los del grupo, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos;

45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles.

47 Y todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas.

48 Y cuando le vieron, se maravillaron; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?

50 Pero ellos no entendieron las palabras que les habló.

51 Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

52 Y Jesús crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.

lunes, 28 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 276: Marcos 14-16


Capítulo 14
Jesús es ungido con aceite — Come la Pascua, instituye la Santa Cena, padece en Getsemaní y es entregado por Judas — Se le acusa falsamente, y Pedro niega conocerlo.

1 Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin levadura; y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo arrestarle con engaño y matarle.

2 Y decían: No en el día de la fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.

3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el frasco, lo derramó sobre la cabeza de él.

4 Entonces hubo algunos que se enojaron dentro de sí y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?

5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella.

6 Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho;

7 porque siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; mas a mí no siempre me tendréis.

8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella.

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregarles a Jesús.

11 Y ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba la oportunidad propicia para entregarle.

12 Y el primer día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua?

13 Y envió a dos de sus discípulos y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle,

14 y donde entre, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?

15 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya preparado; disponed para nosotros allí.

16 Y fueron sus discípulos, y entraron en la ciudad y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.

17 Y al atardecer, fue con los doce.

18 Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar.

19 Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo?

20 Y él, respondiendo, les dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

21 A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre nunca haber nacido.

22 Y mientras comían, Jesús tomó pan, y bendiciéndolo, lo partió y les dio, y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.

23 Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, y bebieron todos de ella.

24 Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo convenio, que por muchos es derramada.

25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios.

26 Y después de haber cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

27 Entonces Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de mí esta noche, porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas.

28 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.

29 Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no.

30 Y le dijo Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás tres veces.

31 Pero él decía con mayor vehemencia: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También todos decían lo mismo.

32 Y llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que yo oro.

33 Y llevó consigo a Pedro, y a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse.

34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad.

35 Y yéndose un poco adelante, se postró en tierra y oró que, si fuese posible, pasase de él aquella hora,

36 y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.

37 Y vino y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora?

38 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.

39 Y otra vez fue y oró, y dijo las mismas palabras.

40 Y al volver, los halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle.

41 Y vino la tercera vez y les dijo: Dormid ya y descansad; basta, la hora ha llegado; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.

42 ¡Levantaos! ¡Vamos! He aquí, el que me entrega está cerca.

43 Y en seguida, aún hablando él, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos.

44 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo bese, ése es; prendedle y llevadle con seguridad.

45 Y cuando llegó, se acercó inmediatamente a él y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó.

46 Entonces ellos le echaron mano y le prendieron.

47 Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

48 Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para arrestarme?

49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras.

50 Entonces, dejándole, todos sus discípulos huyeron.

51 Pero cierto joven le seguía cubierto con una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los jóvenes le aprehendieron;

52 pero él, dejando la sábana, huyó de ellos desnudo.

53 Llevaron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes, y los ancianos y los escribas.

54 Pero Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los guardias, calentándose al fuego.

55 Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte; pero no lo hallaban.

56 Porque muchos daban falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban.

57 Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:

58 Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro no hecho a mano.

59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.

60 Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué atestiguan éstos contra ti?

61 Pero él callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?

62 Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo.

63 Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?

64 Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole digno de muerte.

65 Entonces algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro, y a darle de bofetadas y a decirle: ¡Profetiza! También los guardias le daban de bofetadas.

66 Y estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;

67 y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, le dijo: Tú también estabas con Jesús, el nazareno.

68 Pero él lo negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada, y cantó el gallo.

69 Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Éste es uno de ellos.

70 Pero él lo negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos, porque eres galileo, y tu hablar es semejante al de ellos.

71 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a este hombre de quien habláis!

72 Y el gallo cantó la segunda vez; entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.

Capítulo 15

Pilato decreta la muerte de Jesús — Jesús es escarnecido y es crucificado entre dos ladrones — Muere y se le sepulta en la tumba de José de Arimatea.

1 Y muy temprano por la mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato.

2 Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices.

3 Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas.

4 Y Pilato le preguntó otra vez, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.

5 Pero Jesús ni aun con eso respondió, de modo que Pilato se maravillaba.

6 Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.

7 Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta.

8 Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho.

9 Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?

10 Porque sabía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes.

11 Pero los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás.

12 Y respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos?

13 Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!

14 Mas Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos daban más voces: ¡Crucifícale!

15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.

16 Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, a saber, al Pretorio, y convocaron a toda la tropa.

17 Y le vistieron de púrpura y, poniéndole una corona tejida de espinas,

18 comenzaron a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos!

19 Y le golpeaban la cabeza con una caña, y le escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias.

20 Y después de haberle escarnecido, le quitaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos y le sacaron para crucificarle.

21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.

22 Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que interpretado quiere decir: Lugar de la Calavera.

23 Y le dieron de beber vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.

24 Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno.

25 Y era la hora tercera cuando le crucificaron.

26 Y el título escrito de su acusación era: El Rey de los judíos.

27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

28 Así se cumplió la Escritura que dice: Y con los inicuos fue contado.

29 Y los que pasaban le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Ah!, tú que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas,

30 sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.

31 Y de esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, pero a sí mismo no puede salvarse.

32 ¡El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos! También los que estaban crucificados con él le insultaban.

33 Y cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

34 Y a la hora novena, exclamó Jesús a gran voz, diciendo: ¡Eloi, Eloi!, ¿lama sabactani?, que interpretado quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?

35 Y al oírle algunos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías.

36 Y corrió uno y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.

37 Pero Jesús, dando una gran voz, expiró.

38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.

39 Y el centurión que estaba delante de él, al ver que, después de clamar así, había expirado, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!

40 Y también había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, y María, la madre de Jacobo, el menor, y de José y Salomé;

41 quienes, estando aún él en Galilea, le habían seguido y servido; y otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.

42 Y al atardecer, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,

43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a donde estaba Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.

44 Y Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto.

45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José.

46 Éste compró una sábana y, bajándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

47 Y María Magdalena y María, madre de José, miraban dónde lo pusieron.

Capítulo 16

Cristo resucita — Se aparece a María Magdalena y después a otras personas — Envía a los apóstoles a predicar y promete que las señales seguirán a la fe — Finalmente, asciende al cielo.

1 Y cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, y María, madre de Jacobo, y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirlo.

2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, fueron al sepulcro, recién salido el sol.

3 Y decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?

4 Pero cuando miraron, vieron la piedra ya removida, que era muy grande.

5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca, y se espantaron.

6 Pero él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.

7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.

8 Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había entrado temblor y espanto. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

9 Mas después que Jesús hubo resucitado por la mañana, el primer día de la semana, se apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.

10 Yendo ella, lo hizo saber a los que habían estado con él, que estaban tristes y llorando.

11 Y ellos, cuando oyeron que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.

12 Pero después se apareció en otra forma a dos de ellos que iban caminando, yendo al campo.

13 Y ellos fueron y lo hicieron saber a los otros, pero ni aun a ellos les creyeron.

14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

16 El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.

17 Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas;

18 tomarán serpientes en las manos y, si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos impondrán sus manos, y sanarán.

19 Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo y se sentó a la diestra de Dios.

20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.

miércoles, 23 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 275: Marcos 11-13


Capítulo 11
Cristo entra en Jerusalén en medio de aclamaciones de Hosanna — Maldice una higuera, expulsa a los cambistas del templo y desconcierta a los escribas sobre el asunto de la autoridad.

1 Y cuando estaban cerca de Jerusalén, de Betfagé y de Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

2 y les dijo: Id a la aldea que está delante de vosotros y, al entrar en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.

3 Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decid que el Señor lo necesita; y en seguida lo enviará acá.

4 Y fueron y hallaron el pollino atado afuera, a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.

5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?

6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado, y los dejaron ir.

7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre aquél sus mantos, y se sentó sobre él.

8 También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.

9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!

11 Y entró Jesús en Jerusalén y fue al templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y siendo ya tarde, salió para Betania con los doce.

12 Y al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.

13 Y viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.

14 Entonces Jesús habló y dijo a la higuera: ¡Nunca jamás coma nadie fruto de ti! Y lo oyeron sus discípulos.

15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;

16 y no consentía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno.

17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo quitarle la vida; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.

19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.

20 Y por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.

21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

23 Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y échate al mar, y no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

24 Por tanto, os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

27 Y volvieron a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, y los escribas y los ancianos;

28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado autoridad para hacer estas cosas?

29 Y Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré también yo una pregunta; y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:

30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.

31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

32 Y si decimos de los hombres. Temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan verdaderamente era profeta.

33 Y respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

Capítulo 12

Jesús enseña la parábola de los labradores malvados — Habla de: el pago de impuestos, el matrimonio celestial, los dos grandes mandamientos, el origen divino de Cristo y las blancas de la viuda.

1 Y comenzó a hablarles por parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con un muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores y partió lejos.

2 Y envió un siervo a los labradores en su debido tiempo, para que recibiese de los labradores del fruto de la viña.

3 Pero ellos, tomándole, le golpearon y le enviaron con las manos vacías.

4 Y volvió a enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en la cabeza y le despidieron afrentado.

5 Y volvió a enviar otro, y a éste mataron; y así a otros muchos, a unos golpearon y a otros los mataron.

6 Teniendo, pues, aún un hijo suyo, bien amado, por último lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.

7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Éste es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.

8 Y apresándole, le mataron y le echaron fuera de la viña.

9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a esos labradores y dará su viña a otros.

10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído:

La piedra que desecharon los edificadores
ha llegado a ser cabeza del ángulo;

11

el Señor ha hecho esto,
y es cosa maravillosa a nuestros ojos?

12 Y procuraban apresarle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.

13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra.

14 Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz y que no te dejas influir por nadie, porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?

15 Entonces él, como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.

16 Y ellos se la trajeron y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le dijeron: De César.

17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.

18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:

19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja esposa, y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.

20 Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió, sin dejar descendencia;

21 entonces la tomó el segundo, y murió, y éste tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.

22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron descendencia; a la postre, murió también la mujer.

23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.

24 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por eso, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios?

25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.

26 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?

27 Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos. Así que vosotros erráis mucho.

28 Y acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.

30 Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas; éste es el principal mandamiento.

31 Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.

32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;

33 y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma y con todas las fuerzas, y el amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.

34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.

35 Y enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Por qué dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?,

36 pues el mismo David dijo por el Espíritu Santo:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

37 Si el mismo David le llama Señor, ¿cómo, pues, es su hijo? Y la gran multitud le oía de buena gana.

38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas y también las salutaciones en las plazas,

39 y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas;

40 que devoran las casas de las viudas y, por aparentar, hacen largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación.

41 Y estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.

42 Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, que son un cuadrante.

43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado al arca,

44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

Capítulo 13

Jesús narra las calamidades y las señales que precederán a la Segunda Venida — Habrá falsos Cristos y falsos profetas — Jesús enseña la parábola de la higuera.

1 Y al salir Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!

2 Y Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

3 Y sentándose en el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron aparte Pedro, y Jacobo, y Juan y Andrés:

4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?

5 Y Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe,

6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.

7 Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que así suceda; pero aún no será el fin.

8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán éstos.

9 Pero vosotros mirad por vosotros mismos, porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas seréis azotados; y delante de gobernantes y de reyes seréis llamados por causa de mí, para testimonio a ellos.

10 Y es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones.

11 Y cuando os traigan para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis; sino lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad, porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.

12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres y los matarán.

13 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;

15 y el que esté sobre la azotea no descienda a la casa ni entre para tomar algo de su casa;

16 y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su capa.

17 Mas, ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!

18 Orad, pues, que no acontezca vuestra huida en invierno.

19 Porque aquellos días serán de aflicción cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios hizo, hasta este tiempo, ni la habrá.

20 Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne se salvaría; pero por causa de los elegidos que él escogió, acortó aquellos días.

21 Y entonces, si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; o, he aquí, allí está, no le creáis.

22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, aun a los escogidos.

23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo de antemano.

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor;

25 y las estrellas caerán del cielo, y los poderes que están en los cielos serán sacudidos;

26 y entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.

27 Y entonces enviará sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

28 De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.

29 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.

30 De cierto os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas sucedan.

31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

32 Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

33 Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.

34 Es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su tarea, y al portero mandó que velase.

35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo o a la mañana;

36 para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.

37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.

domingo, 20 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 274: Marcos 9-10


Capítulo 9
Jesús se transfigura en el monte — Echa fuera a un espíritu inmundo — Enseña sobre Su muerte y Su resurrección, así como sobre quién será el mayor y sobre la condenación de los que ofendan a Sus pequeñitos.

1 También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios que viene con poder.

2 Y seis días después, tomó Jesús a Pedro, y a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte, solos, a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos.

3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede dejar tan blancos.

4 Y se les apareció Elías, junto con Moisés, y hablaban con Jesús.

5 Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Maestro, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas: una para ti, y otra para Moisés y otra para Elías;

6 porque no sabía lo que hablaba, pues estaban aterrados.

7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Éste es mi Hijo amado; a él oíd.

8 Y de repente, cuando miraron, no vieron más a nadie con ellos, sino a Jesús solo.

9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de entre los muertos.

10 Y retuvieron la palabra para sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de entre los muertos.

11 Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

12 Y respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad viene primero y restaurará todas las cosas. Y, ¿no está escrito que el Hijo del Hombre padezca mucho y sea tenido en nada?

13 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.

14 Y cuando vino a los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y a escribas que discutían con ellos.

15 Y de inmediato toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron.

16 Y les preguntó: ¿Qué discutís con ellos?

17 Entonces, y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,

18 el cual, dondequiera que le toma, le derriba; y echa espumarajos, y cruje los dientes y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, pero no pudieron.

19 Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.

20 Y se lo trajeron. Y cuando el espíritu vio a Jesús, de inmediato sacudió al muchacho que, cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.

21 Y Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño.

22 Y muchas veces le echa al fuego y al agua para matarle; pero si tú puedes hacer algo, ¡ten misericordia de nosotros y ayúdanos!

23 Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.

24 Y de inmediato el padre del muchacho clamó, diciendo: Creo; ayuda mi incredulidad.

25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, ¡sal de él y no entres más en él!

26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole mucho, salió; y el muchacho quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.

27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.

28 Y cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?

29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.

30 Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese,

31 porque enseñaba a sus discípulos y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; y después de haber muerto, resucitará al tercer día.

32 Pero ellos no entendían esta palabra y tenían miedo de preguntarle.

33 Y llegó a Capernaúm; y estando en casa, les preguntó: ¿Qué discutíais entre vosotros por el camino?

34 Pero ellos callaron, porque los unos con los otros habían discutido por el camino quién había de ser el mayor.

35 Entonces sentándose, llamó a los doce y les dijo: Si alguno quiere ser el primero será el postrero de todos y el servidor de todos.

36 Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:

37 El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

38 Y le respondió Juan, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue, y se lo prohibimos, porque no nos sigue.

39 Pero Jesús dijo: No se lo prohibáis, porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí.

40 Porque el que no está contra nosotros, por nosotros está.

41 Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.

42 Y a cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera que se le atase una piedra de molino al cuello y que fuera echado al mar.

43 Y si tu mano te hiciere tropezar, córtala; mejor te es entrar manco en la vida, que teniendo dos manos, ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,

44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.

45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar cojo en la vida, que teniendo dos pies, ser echado al infierno, al fuego que no puede ser apagado,

46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.

47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos, ser echado al infierno,

48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.

49 Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.

50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y tened paz los unos con los otros.

Capítulo 10

Jesús enseña la ley mayor del matrimonio — Bendice a los niños pequeños — Aconseja al joven rico, predice Su propia muerte y sana al ciego Bartimeo.

1 Y partiendo de allí, fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a reunirse con él, y de nuevo les enseñaba como solía.

2 Y acercándose los fariseos, le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su esposa.

3 Pero él, respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?

4 Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y repudiarla.

5 Y respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón, os escribió este mandamiento;

6 pero al principio de la creación, varón y mujer los hizo Dios.

7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa.

8 Y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una sola carne.

9 Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

10 Y en casa volvieron los discípulos a preguntarle sobre lo mismo.

11 Y les dijo: Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio contra ella;

12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

13 Y le presentaban niños para que los tocase, pero los discípulos reprendían a los que los presentaban.

14 Y viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.

15 De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño no entrará en él.

16 Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.

17 Y cuando salía él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

18 Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.

19 Los mandamientos sabes: No cometas adulterio. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.

20 Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.

21 Entonces Jesús, mirándole, le amó y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

22 Pero él, entristecido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

24 Y los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: ¡Hijos, cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!

25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

26 Y ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Y quién podrá salvarse?

27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.

28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

29 Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos o tierras, por causa de mí y del evangelio,

30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos y heredades, en medio de persecuciones; y en el mundo venidero, la vida eterna.

31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

32 Y estaban en el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante de ellos, y se asombraban y le seguían con miedo; entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:

33 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles.

34 Y le escarnecerán, y le azotarán, y le escupirán y le matarán; pero al tercer día resucitará.

35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él, diciendo: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.

36 Y él les dijo: ¿Qué queréis que os conceda?

37 Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?

39 Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados.

40 Pero que os sentéis a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.

41 Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y con Juan.

42 Pero Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que en ellas son grandes tienen sobre ellas potestad.

43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor;

44 y cualquiera de entre vosotros que quiera ser el primero será siervo de todos.

45 Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.

46 Entonces llegaron a Jericó; y al salir él de Jericó, y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando.

47 Y al oír que era Jesús, el de Nazaret, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él daba mayores voces: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.

50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y fue a Jesús.

51 Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.

52 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista y seguía a Jesús por el camino.

viernes, 18 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 273: Marcos 6-8


Capítulo 6
Jesús envía a los Doce — Herodes manda decapitar a Juan el Bautista — Nuestro Señor alimenta a cinco mil, anda sobre las aguas y sana a multitudes.

1 Y salió de allí y fue a su tierra, y le siguieron sus discípulos.

2 Y cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?

3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.

4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa.

5 Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.

6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.

7 Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.

8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino: ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa, sino solamente bastón,

9 y que calzasen sandalias y no vistiesen dos túnicas.

10 Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar.

11 Y por todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.

12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.

13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.

14 Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por tanto, poderes milagrosos actúan en él.

15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es profeta, o alguno de los profetas.

16 Y oyéndolo Herodes, dijo: Éste es Juan, el que yo decapité; él ha resucitado de los muertos.

17 Porque el mismo Herodes había enviado a apresar a Juan y le había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe, su hermano; pues la había tomado por esposa.

18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano.

19 Mas Herodías le acechaba y deseaba matarle. Pero no podía,

20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y le tenía respeto; y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.

21 Y llegó un día oportuno en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;

22 y entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.

23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.

24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.

25 Entonces ella entró prontamente ante el rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

26 Y el rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desairarla.

27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan;

28 el guardia fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

30 Y los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.

31 Y él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de modo que ni aun tenían oportunidad de comer.

32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.

33 Pero muchos los vieron ir y le reconocieron; y concurrieron allá muchos a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos y se reunieron con él.

34 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

35 Y cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto y la hora ya muy entrada.

36 Despídelos para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y compren para sí pan, porque no tienen qué comer.

37 Y respondiendo él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?

38 Y él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.

39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.

40 Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.

41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió entre todos los dos peces.

42 Y comieron todos y se saciaron.

43 Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos y de lo sobrante de los peces.

44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.

45 Y en seguida dio prisa a sus discípulos a subir en la barca e ir delante de él a Betsaida, al otro lado, entre tanto que él despedía a la multitud.

46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar.

47 Y cuando fue ya tarde, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.

48 Y los vio fatigados, remando, porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino a ellos caminando sobre el mar, y quería adelantárseles.

49 Y viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron voces;

50 porque todos le veían y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: ¡Tened buen ánimo; yo soy, no temáis!

51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos estaban asombrados en gran manera y se maravillaban;

52 porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

53 Y cuando pasaron al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret y arribaron a la orilla.

54 Y saliendo ellos de la barca, de inmediato le reconocieron.

55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer enfermos en lechos de todas partes a donde oían que él estaba.

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, o en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que les permitiese tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

Capítulo 7

Jesús reprende a los fariseos por sus falsas tradiciones y ceremonias — De la hija de una mujer griega echa fuera a un demonio — Jesús le abre los oídos y le suelta la lengua a un hombre sordo y tartamudo.

1 Y se reunieron con Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén;

2 éstos, viendo a algunos de sus discípulos comer pan con manos impuras, a saber, no lavadas, los condenaban.

3 (Porque los fariseos y todos los judíos, siguiendo la tradición de los ancianos, si no se lavan las manos muchas veces, no comen.

4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para observar, como el lavado de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal y de los lechos.)

5 Y le preguntaron los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras?

6 Y respondiendo él, les dijo: ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:

Este pueblo con los labios me honra,
mas su corazón está lejos de mí.

7

Pues en vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: el lavado de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.

9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.

10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre ciertamente morirá.

11 Pero vosotros decís: Basta que un hombre diga al padre o a la madre: Es Corbán, es decir, mi ofrenda a Dios, todo aquello con que pudiera ayudarte;

12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,

13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido; y muchas cosas hacéis semejantes a éstas.

14 Y llamando a toda la multitud, les dijo: Oídme todos y entended:

15 Nada hay fuera del hombre que entre en él que le pueda contaminar; mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.

16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

17 Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.

18 Y les dijo: ¿También vosotros estáis así, sin entendimiento? ¿No entendéis que nada de fuera que entra en el hombre le puede contaminar,

19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, declarando limpios todos los alimentos.

20 Mas decía que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.

21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,

22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, las injurias, la soberbia y la insensatez.

23 Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.

24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse.

25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, en seguida que oyó de él, vino y se postró a sus pies.

26 Y la mujer era griega, sirofenicia de origen; y le rogaba que echase al demonio fuera de su hija.

27 Mas Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

28 Y respondió ella y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.

29 Entonces le dijo: Por causa de esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.

30 Y cuando llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada sobre la cama.

31 Y Jesús, volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.

32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le impusiera la mano.

33 Y tomándole aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;

34 y mirando al cielo, gimió y le dijo: ¡Efata!, es decir: ¡Sé abierto!

35 Y al instante fueron abiertos sus oídos y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.

36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.

37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.

Capítulo 8

Jesús alimenta a cuatro mil — Él aconseja: Guardaos de la levadura de los fariseos — Sana a un hombre ciego en Betsaida — Pedro testifica que Jesús es el Cristo.

1 En aquellos días, como había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer;

3 y si los envío en ayunas a sus casas, se desmayarán por el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos.

4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?

5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.

7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo y mandó que también los pusiesen delante.

8 Y comieron y se saciaron; y recogieron, de los pedazos que habían sobrado, siete cestas.

9 Y eran los que comieron como cuatro mil; y los despidió.

10 Y entrando en seguida en la barca con sus discípulos, fue a la región de Dalmanuta.

11 Y vinieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, para tentarle.

12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide una señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y se fue al otro lado.

14 Y se habían olvidado de llevar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.

15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

16 Y discutían los unos con los otros, diciendo: Es porque no tenemos pan.

17 Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?

18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?

19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.

20 Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.

21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

22 Y vino a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que le tocase.

23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó si veía algo.

24 Y él, alzando la vista, dijo: Veo los hombres, pero los veo como árboles que andan.

25 Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.

26 Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.

27 Y salió Jesús con sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y por el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

28 Y ellos respondieron: unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.

29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.

30 Pero les mandó que no hablasen acerca de él a ninguno.

31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho y ser desechado por los ancianos, y por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto y resucitar después de tres días.

32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle.

33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.

34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.

35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.

36 Porque, ¿qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?

37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.