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lunes, 25 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 293: Juan 19-21


Capítulo 19
Azotan a Jesús y lo crucifican — Deja Su madre al cuidado de Juan — Jesús muere, y le traspasan el costado con una lanza — Lo sepultan en la tumba de José de Arimatea.

1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús y le azotó.

2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;

3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban de bofetadas.

4 Entonces Pilato salió otra vez y les dijo: He aquí, os lo traigo fuera para que entendáis que ningún delito hallo en él.

5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

6 Y cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, dieron voces diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros y crucificadle, porque yo no hallo delito en él.

7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.

8 Y cuando Pilato oyó estas palabras, tuvo aún más miedo.

9 Y entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta.

10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y que tengo autoridad para soltarte?

11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado mayor pecado tiene.

12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle, pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César, porque todo aquel que se hace rey, a César se opone.

13 Entonces Pilato, oyendo estas palabras, llevó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo, Gabata.

14 Y era la preparación de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

15 Pero ellos dieron voces: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.

16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús y se lo llevaron.

17 Y Jesús, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota,

18 donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19 Y escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz. Y el escrito decía: Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.

20 Y muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.

21 Y dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos, sino que él dijo: Soy rey de los judíos.

22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

23 Y cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; y tomaron también la túnica, mas la túnica era sin costura, toda tejida de arriba abajo.

24 Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.

25 Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María esposa de Cleofas, y María Magdalena.

26 Y cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo sed.

29 Y había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon una esponja en el vinagre, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.

30 Y cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era muy solemne), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados de allí.

32 Y fueron los soldados y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.

33 Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.

34 Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y en seguida salió sangre y agua.

35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis.

36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.

37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

38 Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero en secreto por miedo a los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús.

39 Y vino también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.

40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre sepultar entre los judíos.

41 Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no se había puesto a nadie.

42 Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Capítulo 20

María Magdalena, Pedro y Juan hallan la tumba vacía — El Cristo Resucitado se aparece a María Magdalena en el huerto — Se aparece también a los discípulos y muestra Su cuerpo resucitado — Tomás toca las heridas en las manos, en los pies y en el costado de Jesús — Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.

1 Y el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

3 Y salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.

4 Y corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.

5 E inclinándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.

6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí,

7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro, y vio y creyó.

9 Pues aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de entre los muertos.

10 Y volvieron los discípulos a los suyos.

11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;

12 y vio a dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.

13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.

15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro.

17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

18 Fue María Magdalena entonces a dar las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor y que él le había dicho estas cosas.

19 Y al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús, y se puso en medio y les dijo: ¡Paz a vosotros!

20 Y cuando hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.

21 Entonces Jesús les dijo otra vez: ¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.

22 Y cuando hubo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

23 A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: ¡Hemos visto al Señor! Y él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré.

26 Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!

27 Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y acerca acá tu mano y ponla en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron.

30 Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Capítulo 21

Jesús se aparece a los discípulos junto al mar de Tiberias — Dice: “Apacienta mis ovejas” — Predice el martirio de Pedro y que Juan no habría de morir.

1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:

2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.

3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron y subieron en una barca, pero aquella noche no pescaron nada.

4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.

5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.

6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar.

8 Y los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, porque no estaban lejos de tierra sino como a doscientos codos.

9 Y cuando descendieron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.

10 Jesús les dijo: Traed de los peces que habéis pescado ahora.

11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.

12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres?, sabiendo que era el Señor.

13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio; y asimismo del pescado.

14 Ésta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.

15 Y cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.

16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis ovejas.

17 Le dijo la tercera vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Se entristeció Pedro de que le dijese por tercera vez: ¿Me amas?, y le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.

19 Y esto dijo dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, le dijo: Sígueme.

20 Volviéndose Pedro, vio a aquel discípulo a quien amaba Jesús, que los seguía, el que también en la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

21 Así que cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué?

22 Jesús le dijo: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

23 Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

24 Éste es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que escribió estas cosas, y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribiesen cada una de ellas, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.