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domingo, 10 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 285: Lucas 20-22


Capítulo 20
Los principales sacerdotes se oponen a Jesús — Él enseña la parábola de los labradores malvados — Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios — Enseña la ley del matrimonio.

1 Y aconteció un día que, enseñando Jesús al pueblo en el templo y predicando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos,

2 y le hablaron, diciendo: Dinos: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién es el que te ha dado esta autoridad?

3 Respondiendo entonces Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme:

4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?

5 Y ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

6 Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta.

7 Y respondieron que no sabían de dónde era.

8 Entonces Jesús les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

9 Y comenzó a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores y se ausentó por mucho tiempo.

10 Y a su tiempo, envió un siervo a los labradores para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon y le enviaron con las manos vacías.

11 Y volvió a enviar otro siervo; pero ellos a éste también le golpearon y le afrentaron y le enviaron con las manos vacías.

12 Y volvió a enviar un tercer siervo; pero ellos también a éste echaron fuera, herido.

13 Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando vean a éste, le tendrán respeto.

14 Pero los labradores, al verle, pensaron entre sí, diciendo: Éste es el heredero; venid, matémosle para que la heredad sea nuestra.

15 Y le echaron fuera de la viña y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?

16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Y cuando ellos lo oyeron, dijeron: ¡Dios nos libre!

17 Mas él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito:

La piedra que desecharon los edificadores,
ésta ha llegado a ser cabeza del ángulo?

18 Todo el que cayere sobre aquella piedra será quebrantado; mas sobre el que la piedra cayere, le desmenuzará.

19 Y procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque entendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temían al pueblo.

20 Y, acechándole, enviaron espías que simulasen ser justos, a fin de sorprenderle en sus palabras, para entregarle al poder y a la autoridad del gobernador.

21 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas con rectitud, y que no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.

22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?

23 Pero él, entendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?

24 Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo, dijeron: De César.

25 Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.

26 Y no pudieron sorprenderle en sus palabras delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.

27 Y acercándose unos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, le preguntaron,

28 diciendo: Maestro, Moisés nos escribió: Si el hermano de alguno muere teniendo esposa, y muere sin hijos, que su hermano la tome a ella y levante descendencia a su hermano.

29 Había, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa y murió sin hijos.

30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos.

31 Y la tomó el tercero; asimismo también todos los siete. Y murieron sin dejar descendientes.

32 Y finalmente, murió también la mujer.

33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.

34 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: Los hijos de este mundo se casan y se dan en casamiento;

35 pero los que fueren considerados dignos de alcanzar aquel mundo y de la resurrección de entre los muertos, no se casan ni se dan en casamiento.

36 Porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección.

37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abraham, y Dios de Isaac y Dios de Jacob.

38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.

39 Y respondiéndole algunos de los escribas, dijeron: Maestro, bien has dicho.

40 Y no osaron preguntarle nada más.

41 Y él les dijo: ¿Cómo es que dicen que el Cristo es hijo de David?

42 Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,

43

hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

44 Así que David le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo?

45 Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

46 Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas;

47 que devoran las casas de las viudas y, como pretexto, hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.

Capítulo 21
Jesús predice la destrucción del templo y de Jerusalén — Habla de las señales que precederán a Su Segunda Venida y enseña la parábola de la higuera.

1 Y mirando, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro.

2 Y vio también a una viuda pobre que echaba allí dos blancas.

3 Entonces dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos.

4 Porque todos éstos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; mas ella, de su pobreza, echó todo el sustento que tenía.

5 Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y dádivas, dijo:

6 En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.

7 Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Y qué señal habrá cuando estas cosas estén a punto de suceder?

8 Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y: el tiempo está cerca; por tanto, no vayáis en pos de ellos.

9 Pero cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; mas el fin no será inmediatamente.

10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino;

11 y habrá grandes terremotos y, en varios lugares, hambres y pestilencias; y habrá cosas terribles y grandes señales del cielo.

12 Pero antes de todas estas cosas os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre.

13 Y esto os será ocasión para dar testimonio.

14 Proponeos, pues, en vuestros corazones no pensar de antemano cómo habéis de responder;

15 porque yo os daré palabras y sabiduría, a las cuales no podrán resistir ni contradecir ninguno de los que se os opongan.

16 Y seréis entregados aun por vuestros padres, y hermanos, y parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros.

17 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre.

18 Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.

19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.

20 Y cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.

21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

22 Porque éstos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

23 Pero, ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este pueblo.

24 Y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.

25 Entonces habrá señales en el sol, y en la luna y en las estrellas; y en la tierra habrá angustia de las naciones y confusión ante el bramido del mar y de las olas;

26 desfalleciendo los hombres a causa del temor y de la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.

27 Y entonces verán al Hijo del Hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria.

28 Y cuando estas cosas comiencen a suceder, mirad y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.

29 Y también les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.

30 Cuando veis que ya brotan, vosotros mismos entendéis que el verano ya está cerca.

31 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

32 De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto haya acontecido.

33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

34 Y mirad por vosotros, que vuestros corazones no se carguen de glotonería, y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día;

35 porque como una trampa vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.

36 Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que han de venir, y de estar de pie delante del Hijo del Hombre.

37 Y enseñaba de día en el templo; y de noche, saliendo, se quedaba en el monte que se llama de los Olivos.

38 Y todo el pueblo venía a él por la mañana para oírle en el templo.

Capítulo 22

Jesús instituye la Santa Cena — Padece en Getsemaní; es entregado y arrestado — Pedro niega conocerle — Golpean y escarnecen a Jesús.

1 Y estaba cerca el día de la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua.

2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle, porque tenían miedo del pueblo.

3 Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el que era uno de los doce;

4 y éste fue y habló con los principales sacerdotes y con los oficiales de cómo se lo entregaría.

5 Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero.

6 Y prometió y buscaba oportunidad para entregárselo a ellos a escondidas del pueblo.

7 Y llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la Pascua.

8 Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la Pascua para que la comamos.

9 Y ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Y él les dijo: He aquí, cuando entréis en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entre

11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?

12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto, ya dispuesto; preparadla allí.

13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.

14 Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los doce apóstoles.

15 Y les dijo: En gran manera he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que yo padezca,

16 porque os digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.

17 Y tomando la copa, después de haber dado gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros,

18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.

19 Entonces tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

20 Asimismo, tomó también la copa, después que hubo cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama.

21 Mas, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.

22 Y a la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero, ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!

23 Ellos entonces comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que haría esto.

24 Y hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.

25 Entonces él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen potestad son llamados bienhechores.

26 Pero entre vosotros no será así, sino que el mayor entre vosotros sea como el menor, y el que dirige, como el que sirve.

27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre vosotros como el que sirve.

28 Y vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas.

29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí,

30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;

32 pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, fortalece a tus hermanos.

33 Y él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.

34 Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.

35 Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa, y sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo? Y ellos dijeron: Nada.

36 Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.

37 Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y con los malos fue contado, porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.

38 Entonces ellos dijeron: Señor, he aquí dos espadas. Y él les dijo: Basta.

39 Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.

40 Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.

41 Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.

44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían a tierra.

45 Y cuando se levantó de la oración y fue a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza;

46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

47 Mientras él aún hablaba, he aquí llegó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarlo.

48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

49 Y al ver los que estaban con él lo que iba a suceder, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?

50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

51 Entonces, respondiendo Jesús, dijo: Dejad, basta ya. Y tocando su oreja, le sanó.

52 Y Jesús dijo a los que habían venido a él, los principales sacerdotes, y los oficiales del templo y los ancianos: ¿Así como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos?

53 Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas ésta es vuestra hora y la de la potestad de las tinieblas.

54 Y apresándole, le llevaron y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.

55 Y habiendo encendido fuego en medio del patio, y sentándose todos alrededor, se sentó también Pedro entre ellos.

56 Y cuando una criada le vio que estaba sentado al fuego, se fijó en él y dijo: Éste estaba con él.

57 Entonces él lo negó, diciendo: Mujer, no le conozco.

58 Y un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.

59 Y como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.

60 Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él aún hablaba, el gallo cantó.

61 Entonces, se volvió el Señor y miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

62 Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.

63 Y los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;

64 y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?

65 Y decían otras muchas cosas, injuriándole.

66 Y cuando fue de día, se juntaron los ancianos del pueblo, y los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron ante el concilio, diciendo:

67 ¿Eres tú el Cristo?, dínoslo. Y les dijo: Si os lo digo, no creeréis;

68 y también, si os pregunto, no me responderéis ni me soltaréis.

69 Mas de ahora en adelante el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.

70 Y dijeron todos: Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.

71 Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos?, porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.