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miércoles, 27 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 294: Hechos 1-4


Capítulo 1
Jesús ministra durante cuarenta días después de Su resurrección — El reino ha de ser restaurado a Israel en un tiempo postrero — Los Doce darán testimonio en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra — Jesús asciende al cielo — Se escoge a Matías para ocupar la vacante que había en los Doce.

1 En el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.

4 Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

5 Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días después de éstos.

6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?

7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos ni las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad;

8 pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y en Samaria y hasta lo último de la tierra.

9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.

10 Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones vestidos de blanco,

11 los que también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre vosotros arriba al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama de los Olivos, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

13 Y cuando hubieron entrado, subieron al aposento alto, donde se alojaban Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.

14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús y con sus hermanos.

15 Y en aquellos días, Pedro se levantó en medio de los hermanos (y el grupo era como de ciento veinte en número) y dijo:

16 Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, que antes dijo el Espíritu Santo por boca de David, acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús,

17 el que era contado con nosotros y tenía parte en este ministerio.

18 Éste, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.

19 Y fue notorio a todos los moradores de Jerusalén, de tal manera que aquel campo fue llamado en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de Sangre.

20 Porque está escrito en el libro de los salmos:

Sea hecha desierta su habitación,
y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.

21 Es menester, pues, que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros,

22 comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.

23 Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías.

24 Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos has escogido,

25 para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar.

26 Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.

Capítulo 2

Se derrama el Espíritu en el día de Pentecostés — Pedro testifica de la resurrección de Jesús — También enseña cómo obtener la salvación y habla del don del Espíritu Santo — Muchos creen y son bautizados.

1 Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un lugar;

2 y de repente, vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentaron sobre cada uno de ellos.

4 Y todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.

6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.

7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí, ¿no son galileos todos estos que hablan?

8 ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?

9 Partos, y medos, y elamitas y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

10 en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en las regiones de Libia que están cerca de Cirene, y visitantes romanos, tanto judíos como prosélitos,

11 cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.

12 Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose los unos a los otros: ¿Qué quiere decir esto?

13 Pero otros, burlándose, decían: Están borrachos.

14 Entonces Pedro, poniéndose de pie con los once, alzó la voz y les habló, diciendo: Varones judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

15 Porque éstos no están borrachos, como vosotros suponéis, ya que es la hora tercera del día;

16 sino que esto es lo que fue dicho por el profeta Joel:

17

Y acontecerá en los postreros días, dice Dios,
que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
y vuestros jóvenes verán visiones,
y vuestros ancianos soñarán sueños;

18

y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

19

Y daré prodigios arriba en el cielo
y señales abajo en la tierra,
sangre y fuego y vapor de humo;

20

el sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre,
antes que venga el día del Señor,
grande y glorioso;

21

y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.

22 Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret, varón aprobado por Dios entre vosotros con maravillas, y prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como también vosotros sabéis;

23 a éste, entregado por el determinado consejo y presciencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole;

24 a quien Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

25 Porque David dice de él:

Veía al Señor siempre delante de mí;
porque está a mi diestra, no seré conmovido.

26

Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua;
y aun mi carne descansará en esperanza,

27

porque no dejarás mi alma en el Hades,
ni permitirás que tu Santo vea corrupción.

28

Me hiciste conocer los caminos de la vida;
me llenarás de gozo con tu presencia.

29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.

30 Pero siendo profeta y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que del fruto de sus lomos, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono,

31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

33 Así que, exaltado a la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

34 Porque David no subió a los cielos, pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,

35

hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

37 Entonces al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

38 Y Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

40 Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y fueron añadidas a ellos aquel día como tres mil personas.

42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la hermandad, y en el partimiento del pan y en las oraciones.

43 Y a toda persona le sobrevino temor, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.

44 Y todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas;

45 y vendían sus posesiones y sus bienes, y lo repartían a todos, según la necesidad de cada uno.

46 Y perseveraban unánimes cada día en el templo y, partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón,

47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que iban siendo salvos.

Capítulo 3

Pedro y Juan sanan a un hombre cojo de nacimiento — Pedro predica el arrepentimiento — Habla también de la época de restauración que precederá a la Segunda Venida — Indica que Cristo es el profeta del que habló Moisés.

1 Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora de la oración, la hora novena.

2 Y era traído un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna a los que entraban en el templo.

3 Éste, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogó que le diesen limosna.

4 Y Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos.

5 Entonces él estuvo atento a ellos, esperando recibir algo de ellos.

6 Y Pedro dijo: No tengo plata ni oro, mas lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!

7 Y tomándole de la mano derecha le levantó, y al instante fueron afirmados sus pies y sus tobillos;

8 y saltando, se puso de pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando y alabando a Dios.

9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.

10 Y reconocieron que él era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y de espanto por lo que le había acontecido.

11 Y mientras el cojo que había sido sanado seguía aferrado a Pedro y a Juan, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón.

12 Y al ver esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, o, ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

13 El Dios de Abraham, y de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad.

14 Pero vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida,

15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de entre los muertos, de lo que nosotros somos testigos.

16 Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

17 Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.

18 Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo había de padecer.

19 Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor,

20 y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;

21 a quien de cierto es menester que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempos antiguos.

22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare.

23 Y acontecerá que toda alma que no oiga a aquel profeta será desarraigada del pueblo.

24 Y todos los profetas desde Samuel en adelante, todos los que han hablado, también han anunciado estos días.

25 Vosotros sois los hijos de los profetas y del convenio que Dios concertó con nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra.

26 A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.

Capítulo 4

Pedro y Juan son arrestados y llevados ante el concilio — Pedro testifica que la salvación viene por medio de Cristo — Los saduceos se esfuerzan por silenciar a Pedro y a Juan — Los santos se glorían en el testimonio de Jesús — Tienen todas las cosas en común.

1 Y hablando ellos al pueblo, vinieron los sacerdotes, y el jefe de la guardia del templo y los saduceos,

2 resentidos de que enseñasen al pueblo y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

3 Y les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya era tarde.

4 Pero muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los varones era como cinco mil.

5 Y aconteció al día siguiente que se reunieron en Jerusalén los gobernantes de ellos, y los ancianos y los escribas;

6 y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, y Juan, y Alejandro y todos los que eran del linaje de los sumos sacerdotes;

7 y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?

8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel:

9 Si se nos interroga hoy acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado,

10 sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

11 Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha llegado a ser cabeza del ángulo.

12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

13 Entonces viendo la osadía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras e ignorantes, se maravillaban; y los reconocían como los que habían estado con Jesús.

14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba de pie con ellos, no podían decir nada en contra.

15 Entonces les mandaron que saliesen fuera del concilio; y deliberaban entre sí,

16 diciendo: ¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque de cierto, milagro manifiesto ha sido hecho por ellos, notorio a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar.

17 Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémoslos para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

18 Y llamándolos, les mandaron que de ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.

19 Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios,

20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

21 Ellos entonces los amenazaron y los dejaron ir, no hallando ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho,

22 pues el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años.

23 Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho.

24 Y ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay;

25 que por boca de David, tu siervo, dijiste:

¿Por qué se han amotinado las naciones,
y los pueblos han pensado cosas vanas?

26

Asistieron los reyes de la tierra,
y los príncipes se reunieron unánimes
contra el Señor, y contra su Cristo.

27 Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y los del pueblo de Israel,

28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.

29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con toda osadía hablen tu palabra,

30 mientras extiendas tu mano para que se hagan sanidades, y milagros y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.

31 Y después que hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron la palabra de Dios con osadía.

32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía que era suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común.

33 Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran poder, y había abundante gracia sobre todos ellos.

34 Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el producto de lo vendido

35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

36 Entonces José, a quien los apóstoles llamaban con el sobrenombre de Bernabé (que interpretado es, hijo de consolación), levita, natural de Chipre,

37 como tenía una heredad, la vendió, y trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

lunes, 25 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 293: Juan 19-21


Capítulo 19
Azotan a Jesús y lo crucifican — Deja Su madre al cuidado de Juan — Jesús muere, y le traspasan el costado con una lanza — Lo sepultan en la tumba de José de Arimatea.

1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús y le azotó.

2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura;

3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban de bofetadas.

4 Entonces Pilato salió otra vez y les dijo: He aquí, os lo traigo fuera para que entendáis que ningún delito hallo en él.

5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!

6 Y cuando le vieron los principales sacerdotes y los guardias, dieron voces diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros y crucificadle, porque yo no hallo delito en él.

7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.

8 Y cuando Pilato oyó estas palabras, tuvo aún más miedo.

9 Y entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta.

10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y que tengo autoridad para soltarte?

11 Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado mayor pecado tiene.

12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle, pero los judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César, porque todo aquel que se hace rey, a César se opone.

13 Entonces Pilato, oyendo estas palabras, llevó fuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo, Gabata.

14 Y era la preparación de la Pascua, y como la hora sexta. Entonces dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey!

15 Pero ellos dieron voces: ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César.

16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús y se lo llevaron.

17 Y Jesús, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota,

18 donde le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.

19 Y escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz. Y el escrito decía: Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.

20 Y muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.

21 Y dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos, sino que él dijo: Soy rey de los judíos.

22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

23 Y cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; y tomaron también la túnica, mas la túnica era sin costura, toda tejida de arriba abajo.

24 Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.

25 Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María esposa de Cleofas, y María Magdalena.

26 Y cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.

27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo sed.

29 Y había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon una esponja en el vinagre, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.

30 Y cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era muy solemne), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados de allí.

32 Y fueron los soldados y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.

33 Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas.

34 Pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y en seguida salió sangre y agua.

35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis.

36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.

37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

38 Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero en secreto por miedo a los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Entonces fue y se llevó el cuerpo de Jesús.

39 Y vino también Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.

40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre sepultar entre los judíos.

41 Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no se había puesto a nadie.

42 Allí, pues, por causa de la preparación de la Pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

Capítulo 20

María Magdalena, Pedro y Juan hallan la tumba vacía — El Cristo Resucitado se aparece a María Magdalena en el huerto — Se aparece también a los discípulos y muestra Su cuerpo resucitado — Tomás toca las heridas en las manos, en los pies y en el costado de Jesús — Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios.

1 Y el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro.

2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.

3 Y salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.

4 Y corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.

5 E inclinándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.

6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí,

7 y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro, y vio y creyó.

9 Pues aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de entre los muertos.

10 Y volvieron los discípulos a los suyos.

11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro;

12 y vio a dos ángeles con ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.

13 Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.

15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.

16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni!, que quiere decir, Maestro.

17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.

18 Fue María Magdalena entonces a dar las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor y que él le había dicho estas cosas.

19 Y al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús, y se puso en medio y les dijo: ¡Paz a vosotros!

20 Y cuando hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor.

21 Entonces Jesús les dijo otra vez: ¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío.

22 Y cuando hubo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

23 A los que perdonéis los pecados, les serán perdonados; y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: ¡Hemos visto al Señor! Y él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos y meto mi mano en su costado, no creeré.

26 Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!

27 Luego le dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo y mira mis manos; y acerca acá tu mano y ponla en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!

29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron y creyeron.

30 Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.

31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Capítulo 21

Jesús se aparece a los discípulos junto al mar de Tiberias — Dice: “Apacienta mis ovejas” — Predice el martirio de Pedro y que Juan no habría de morir.

1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:

2 Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado el Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.

3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron y subieron en una barca, pero aquella noche no pescaron nada.

4 Y cuando ya amanecía, Jesús se presentó en la orilla, mas los discípulos no sabían que era Jesús.

5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.

6 Y él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar.

8 Y los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, porque no estaban lejos de tierra sino como a doscientos codos.

9 Y cuando descendieron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.

10 Jesús les dijo: Traed de los peces que habéis pescado ahora.

11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.

12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres?, sabiendo que era el Señor.

13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio; y asimismo del pescado.

14 Ésta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.

15 Y cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Pedro le contestó: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.

16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis ovejas.

17 Le dijo la tercera vez: Simón hijo de Jonás, ¿me amas? Se entristeció Pedro de que le dijese por tercera vez: ¿Me amas?, y le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.

18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro y te llevará a donde no quieras.

19 Y esto dijo dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, le dijo: Sígueme.

20 Volviéndose Pedro, vio a aquel discípulo a quien amaba Jesús, que los seguía, el que también en la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

21 Así que cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué?

22 Jesús le dijo: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

23 Entonces se dijo entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él se quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?

24 Éste es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que escribió estas cosas, y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribiesen cada una de ellas, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

viernes, 22 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 292: Juan 15-18


Capítulo 15
Jesús es la vid; Sus discípulos son los pámpanos — Habla de la ley perfecta del amor — Sus siervos han sido escogidos y ordenados por Él — El mundo aborrece la religión verdadera y lucha en contra de ella — Promete el Consolador, el Espíritu de verdad.

1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.

2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.

3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.

4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer.

6 El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego, y arden.

7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho.

8 En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.

9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo.

12 Éste es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado.

13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.

14 Vosotros sois mis amigos si hacéis las cosas que yo os mando.

15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer.

16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.

17 Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.

18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.

19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.

20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado.

23 El que me aborrece también a mi Padre aborrece.

24 Si no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y a mi Padre.

25 Pero esto sucede para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron.

26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el que procede del Padre, él dará testimonio de mí.

27 Y también vosotros daréis testimonio, porque habéis estado conmigo desde el principio.

Capítulo 16

Jesús explica la misión del Espíritu Santo — Él habla de Su muerte y de Su resurrección, anuncia que es el Hijo de Dios y dice que ha vencido al mundo.

1 Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo.

2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios.

3 Y os harán esto porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

4 Pero os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.

5 Pero ahora voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?

6 Antes bien, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón.

7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si yo no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si yo me voy, os lo enviaré.

8 Y cuando él venga, reprenderá al mundo acerca del pecado, y de la justicia y del juicio.

9 Acerca del pecado, por cuanto no creen en mí;

10 y acerca de la justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;

11 y acerca del juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.

12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.

13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por sí mismo, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que han de venir.

14 Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.

15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío y os lo hará saber.

16 Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis, porque yo voy al Padre.

17 Entonces algunos de sus discípulos se decían unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Un poquito más, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?

18 Decían pues: ¿Qué es esto que dice: Un poquito más? No entendemos lo que habla.

19 Y Jesús entendió que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros de esto que dije: Un poquito más, y no me veréis, y de nuevo un poquito, y me veréis?

20 De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; y aunque vosotros estaréis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.

21 La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.

22 También vosotros ahora ciertamente tenéis tristeza; pero os veré otra vez, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.

23 Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.

24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo.

25 Estas cosas os he hablado en parábolas; la hora viene cuando ya no os hablaré en parábolas, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.

26 En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,

27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios.

28 Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.

29 Le dijeron sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ninguna parábola dices.

30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.

31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?

32 He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno a lo suyo y me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.

Capítulo 17

Jesús ofrece la gran oración intercesora — Es glorificado al obtener la vida eterna — Ora por Sus apóstoles y por todos los santos — Explica cómo el Padre y el Hijo son uno.

1 Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;

2 pues le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.

3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.

4 Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.

5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu presencia con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.

6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.

7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti,

8 porque las palabras que me diste les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son;

10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos.

11 Y ya no estoy en el mundo; pero éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.

12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.

13 Mas ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.

16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es la verdad.

18 Como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo.

19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.

20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos;

21 para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

22 Y la gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en uno, para que el mundo conozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos, como también a mí me has amado.

24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado, por cuanto me has amado desde antes de la fundación del mundo.

25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste;

26 y yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos.

Capítulo 18

Jesús es entregado y arrestado — Es interrogado y torturado, primero ante Anás y después ante Caifás — Pedro niega conocer a Jesús — Llevan a Jesús a comparecer ante Pilato.

1 Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del arroyo Cedrón, donde había un huerto en el cual entró Jesús con sus discípulos.

2 Y también Judas, el que le iba a entregar, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos.

3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados y guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.

4 Pero Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?

5 Le respondieron: A Jesús de Nazaret. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.

6 Y cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra.

7 Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús de Nazaret.

8 Jesús respondió: Os he dicho que yo soy. Pues si a mí me buscáis, dejad ir a éstos,

9 para que así se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno.

10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, e hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

11 Jesús entonces dijo a Pedro: Guarda la espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

12 Entonces la compañía de soldados, y el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús y le ataron.

13 Y le llevaron primeramente ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año.

14 Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos de que convenía que un hombre muriese por el pueblo.

15 Y Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote;

16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera e hizo entrar a Pedro.

17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy.

18 Y estaban de pie los siervos y los guardias que habían encendido un fuego, porque hacía frío y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro de pie, calentándose.

19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.

20 Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto.

21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído lo que les he hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.

22 Y cuando él hubo dicho esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote?

23 Jesús le respondió: Si he hablado mal, da testimonio de lo que está mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?

24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

25 Estaba, pues, Pedro de pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? Él negó y dijo: No lo soy.

26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?

27 Y negó Pedro otra vez, y en seguida cantó el gallo.

28 Y llevaron a Jesús desde Caifás hasta el pretorio. Y era muy de mañana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la Pascua.

29 Entonces salió Pilato a ellos y les dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?

30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.

31 Entonces Pilato les dijo: Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos es lícito dar muerte a nadie;

32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir.

33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?

34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

35 Pilato respondió: ¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?

36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

37 Le dijo entonces Pilato: Luego, ¿eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz.

38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito.

39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?

40 Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Y Barrabás era ladrón.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 291: Juan 12-14


Capítulo 12
María unge los pies de Jesús — Se relata la entrada triunfal del Señor en Jerusalén — Él predice Su muerte — Recibir a Cristo es recibir al Padre.

1 Y Jesús, seis días antes de la Pascua, fue a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, a quien había resucitado de entre los muertos.

2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.

3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús y se los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

4 Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le iba a entregar:

5 ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios, para dárselos a los pobres?

6 Pero dijo esto, no porque le importasen los pobres, sino porque era ladrón, y tenía la bolsa y sustraía de lo que se echaba en ella.

7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.

8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.

9 Entonces mucha gente de los judíos se enteró de que él estaba allí; y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos.

10 Pero los principales sacerdotes acordaron matar también a Lázaro,

11 porque a causa de él, muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.

12 Al día siguiente, mucha gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,

13 tomaron ramas de palmeras y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!

14 Y halló Jesús un asnillo y montó sobre él, como está escrito:

15

No temas, hija de Sión;
he aquí, tu Rey viene,
montado sobre un pollino de asna.

16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que le habían hecho estas cosas.

17 Y la gente que estaba con él daba testimonio de cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de los muertos.

18 Por lo cual también había salido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho este milagro;

19 pero los fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que nada lográis? He aquí, el mundo se va tras él.

20 Y había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.

21 Éstos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.

22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.

23 Entonces Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado.

24 De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.

25 El que ama su vida la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.

26 Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará.

27 Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré: Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora.

28 Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Ya lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.

29 Y la gente que estaba presente, y que la había oído, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado.

30 Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros.

31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.

32 Y yo, si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.

33 Y esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir.

34 Le respondió la gente: Nosotros hemos oído que, según la ley, el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?

35 Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco de tiempo estará la luz entre vosotros. Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas, porque el que anda en tinieblas no sabe a dónde va.

36 Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se escondió de ellos.

37 Pero, a pesar de haber hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él,

38 para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:

Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?

39 Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:

40

Ha cegado los ojos de ellos y endurecido su corazón,
para que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón,
y se conviertan,
y yo los sane.

41 Estas cosas dijo Isaías cuando vio su gloria y habló de él.

42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga.

43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

44 Mas Jesús clamó y dijo: El que cree en mí no cree en mí, sino en el que me envió;

45 y el que me ve, ve al que me envió.

46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas.

47 Y al que oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.

48 El que me rechaza y no recibe mis palabras tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.

49 Porque yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar.

50 Y sé que su mandamiento es vida eterna; así que, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.

Capítulo 13

Jesús lava los pies de los Doce — Señala a Judas como el que le iba a entregar — Manda a los Doce amarse los unos a los otros.

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.

2 Y acabada la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que le entregase,

3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba,

4 se levantó de la cena, y se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó.

5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

6 Entonces llegó a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?

7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después.

8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Le respondió Jesús: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.

9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.

10 Jesús le dijo: El que está lavado no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos.

11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.

12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a sentarse a la mesa y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?

13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy.

14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

15 Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.

17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.

18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido; pero para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo levantó contra mí su calcañar.

19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy.

20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo envío, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.

21 Cuando hubo dicho Jesús esto, se conmovió en el espíritu, y testificó y dijo: De cierto, de cierto os digo que uno de vosotros me va a entregar.

22 Entonces los discípulos se miraron unos a otros, sin saber de quién hablaba.

23 Y uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba, estaba reclinado en el pecho de Jesús.

24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba.

25 Él entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?

26 Respondió Jesús: Es aquel a quien yo le dé el pan mojado. Y mojando el pan, se lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón.

27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo eso.

29 Porque unos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres.

30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, salió en seguida; y era ya de noche.

31 Entonces, cuando él salió, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él.

32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará.

33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero, como dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis ir; así os digo a vosotros ahora.

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.

35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.

36 Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; pero me seguirás después.

37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti!

38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que antes me hayas negado tres veces.

Capítulo 14

Jesús habla de muchas moradas — Dice que Él es el camino, la verdad y la vida, y que verle a Él es ver al Padre — Promete el primer y el segundo Consolador.

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; de otra manera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis.

4 Y sabéis a dónde yo voy, y sabéis el camino.

5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?

6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.

7 Si me conocierais, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.

8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta.

9 Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?

10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mí mismo, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago él también las hará; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre.

13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.

16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:

17 El Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros.

18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.

19 Todavía un poquito, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.

20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.

21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él.

22 Le dijo Judas, no el Iscariote: Señor, ¿cómo es que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?

23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él.

24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 Estas cosas os he hablado estando con vosotros.

26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.

27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo.

28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vuelvo a vosotros. Si me amarais, ciertamente os regocijaríais, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo.

29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis.

30 No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo, y él no tiene nada en mí.

31 Pero para que conozca el mundo que amo al Padre, y como el Padre me dio el mandamiento, así hago. ¡Levantaos, vámonos de aquí!

lunes, 18 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 290: Juan 8-11


Capítulo 8
Una mujer adúltera es llevada ante Cristo — Cristo es la luz del mundo — Él proclama nuevamente que es el Mesías — Los verdaderos hijos de Abraham creen en Cristo — Jesús dice: Antes que Abraham fuese, yo soy.

1 Y Jesús se fue al monte de los Olivos.

2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.

3 Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio;

5 y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?

6 Mas esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.

7 Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra.

9 Al oír esto, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedaron sólo Jesús y la mujer, que estaba en medio.

10 Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?

11 Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

12 Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.

15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie.

16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.

17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.

19 Y le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.

20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

21 Y les dijo otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis ir.

22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se irá a matar, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis ir?

23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.

24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

25 Y le dijeron: Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.

26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros, pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.

27 Pero no entendieron que él les hablaba del Padre.

28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que, como el Padre me enseñó, así hablo.

29 Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.

30 Al decir él estas cosas, muchos creyeron en él.

31 Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;

32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

33 Y le respondieron: Linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?

34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado.

35 Y el esclavo no se queda en la casa para siempre, mas el hijo sí se queda para siempre.

36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.

37 Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.

38 Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre; y vosotros hacéis lo que habéis visto junto a vuestro padre.

39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.

40 Pero ahora procuráis matarme a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, la cual he oído de Dios; eso no hizo Abraham.

41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.

42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais, porque yo de Dios he salido y he venido; pues no he venido por mí mismo, sino que él me envió.

43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra.

44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de sí mismo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira.

45 Y a mí, porque yo digo la verdad, no me creéis.

46 ¿Quién de vosotros me acusa de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

48 Respondieron entonces los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?

49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes bien honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.

50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.

51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra no verá la muerte jamás.

52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: El que guarda mi palabra no gustará la muerte jamás.

53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron; ¿quién te haces a ti mismo?

54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.

55 Y vosotros no le conocéis, pero yo sí le conozco; y si digo que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su palabra.

56 Abraham, vuestro padre, se regocijó de que vería mi día; y lo vio y se regocijó.

57 Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.

Capítulo 9

Jesús sana a un hombre ciego de nacimiento en un día de reposo — Los judíos le acusan de violar el día de reposo — Él los reprende por su ceguera espiritual.

1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

3 Respondió Jesús: Ni éste pecó ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se manifestasen en él.

4 Yo tengo que hacer las obras del que me envió, entre tanto que dure el día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.

5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego

7 y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa Enviado). Entonces fue y se lavó; y cuando regresó, ya veía.

8 Entonces los vecinos y los que antes habían visto que era ciego decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

9 Unos decían: Éste es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy.

10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

11 Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me untó los ojos y me dijo: Ve al Siloé y lávate. Y fui, y me lavé y recibí la vista.

12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No lo sé.

13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.

14 Y era el día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos.

15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos de qué manera había recibido la vista. Y él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé y ahora veo.

16 Entonces algunos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, pues no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros? Y había disensión entre ellos.

17 Volvieron a decir al ciego: Tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

18 Mas los judíos no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista;

19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;

21 pero cómo ve él ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.

22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo a los judíos, porque los judíos ya habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, sería expulsado de la sinagoga.

23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

24 Así que volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da la gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

26 Y le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

27 Les respondió: Ya os lo he dicho, y no lo habéis oído. ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

28 Entonces le insultaron y dijeron: Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés.

29 Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés, pero éste, no sabemos de dónde es.

30 Respondió aquel hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde es, y sin embargo a mí me abrió los ojos.

31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye.

32 Desde el principio nunca se ha oído decir que alguno haya abierto los ojos de uno que nació ciego.

33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.

34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste enteramente en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le echaron fuera.

35 Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

36 Respondió él y le dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

37 Y le dijo Jesús: Ya le has visto, y el que habla contigo, él es.

38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

39 Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

40 Y algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Somos nosotros también ciegos?

41 Les dijo Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

Capítulo 10

Jesús es el Buen Pastor — De Su Padre recibió el poder sobre la muerte — Promete visitar a Sus otras ovejas — Proclama: Soy Hijo de Dios.

1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

2 Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca.

4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

5 Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

6 Esta parábola les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

8 Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, mas no los oyeron las ovejas.

9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo; y entrará, y saldrá y hallará pastos.

10 El ladrón no viene sino para hurtar, y matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.

12 Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas.

13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

14 Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; a aquéllas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor.

17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

18 Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

19 Y volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

20 Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

22 Y se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Y era invierno,

23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.

26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen;

28 y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

30 Yo y el Padre uno somos.

31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.

32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedreáis?

33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te crees Dios.

34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses?

35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),

36 ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios?

37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

38 Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

39 Y procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.

40 Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.

41 Y muchos venían a él y decían: Juan, a la verdad, ningún milagro hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.

42 Y muchos creyeron en él allí.

Capítulo 11

Jesús testifica que Él es la resurrección y la vida — María y Marta testifican de él — Levanta a Lázaro de entre los muertos — Caifás habla proféticamente de la muerte de Cristo.

1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana.

2 (Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y enjugó sus pies con sus cabellos.)

3 Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor, he aquí, el que amas está enfermo.

4 Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

5 Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana y a Lázaro.

6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.

7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.

8 Le dijeron los discípulos: Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo.

10 Pero el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él.

11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarle.

12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, se recuperará.

13 Pero Jesús hablaba de la muerte de Lázaro, y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

14 Entonces, Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

16 Dijo entonces Tomás, llamado el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

17 Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.

18 Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.

20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.

21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto;

22 mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

28 Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a él.

30 (Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.)

31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

32 Y María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

33 Jesús entonces, cuando la vio llorando, y a los judíos que habían llegado con ella también llorando, se conmovió en espíritu, y se turbó,

34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

35 Y lloró Jesús.

36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

37 Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho que Lázaro no muriera?

38 Y Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra puesta encima.

39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, pues lleva cuatro días.

40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy porque me has oído.

42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!

44 Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir.

45 Entonces muchos de los judíos que habían venido a ver a María y habían visto lo que había hecho Jesús creyeron en él.

46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos se juntaron en concilio y decían: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros.

48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación.

49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada,

50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.

51 Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;

52 y no solamente por esa nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

53 Así que, desde aquel día convinieron en matarle.

54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.

55 Y estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse.

56 Y buscaban a Jesús y, estando en el templo, hablaban los unos con los otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?

57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno sabía dónde estaba Jesús, lo manifestase para tomarle preso.