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miércoles, 2 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 264: Mateo 5-7


Capítulo 5
Jesús predica el Sermón del Monte — Sus enseñanzas reemplazan la ley de Moisés y trascienden algunos aspectos de ésta — Se manda a todos los hombres ser perfectos como Su Padre que está en los cielos.

1 Y al ver las multitudes, subió al monte y se sentó. Y vinieron a él sus discípulos.

2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo:

3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra como heredad.

6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

15 Ni se enciende una vela y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.

16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos. Pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Porque os digo que si vuestra justicia no excede a la de los escribas y a la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.

22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje con su hermano será culpable de juicio; y cualquiera que diga a su hermano: Raca, será culpable ante el concilio; y cualquiera que diga: Insensato, quedará expuesto al fuego del infierno.

23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

24 deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

25 Reconcíliate pronto con tu adversario, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel.

26 De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuadrante.

27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.

28 Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; porque mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su esposa, déle carta de divorcio.

32 Pero yo os digo que el que repudia a su esposa, a no ser por causa de adulterio, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

33 Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No jurarás falsamente, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.

34 Pero yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;

35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.

36 Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello.

37 Mas sea vuestro hablar: Sí, sí, o No, no, porque lo que es más de esto, del mal procede.

38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.

39 Pero yo os digo: No resistáis al malo; antes bien, a cualquiera que te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;

40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa;

41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.

42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.

43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.

44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;

45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos.

46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?

47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?

48 Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Capítulo 6

Jesús continúa con el Sermón del Monte — Enseña a los discípulos la manera de orar — Se les manda buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia.

1 Mirad que no deis vuestra limosna delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha,

4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque a ellos les gusta el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

7 Y al orar, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.

8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.

9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11 Danos hoy el pan nuestro de cada día.

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén.

14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.

15 Pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

16 Y cuando ayunéis, no pongáis un semblante como los hipócritas, porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

17 Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,

18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.

19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;

20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.

21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es sincero, todo tu cuerpo estará lleno de luz;

23 mas si tu ojo es malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuán grandes no serán esas tinieblas?

24 Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.

25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan ni juntan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?

27 Mas, ¿quién de vosotros podrá, afanándose, añadir a su estatura un codo?

28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan;

29 mas os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

30 Y si la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?

31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos o con qué nos cubriremos?

32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.

33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta al día su propio mal.

Capítulo 7

Jesús concluye el Sermón del Monte — Él manda: No juzguéis; pedid a Dios; guardaos de los falsos profetas — Promete la salvación a todos los que hacen la voluntad del Padre.

1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.

2 Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir.

3 Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?

4 O, ¿cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu propio ojo?

5 ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

6 No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen.

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?

10 ¿Y si le pide un pez, le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?

12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque ésta es la ley y los profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella.

14 Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

15 Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.

16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?

17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, mas el árbol malo da malos frutos.

18 No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos.

19 Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

20 Así que, por sus frutos los conoceréis.

21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

24 A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.

25 Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y azotaron aquella casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

26 Y a cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena.

27 Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

28 Y aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, la multitud se admiraba de su doctrina,

29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 263: Mateo 1-4


Capítulo 1
Cristo nace de María — Ella concibe por el poder del Espíritu Santo — A nuestro Señor se le da el nombre de Jesús.

1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:

2 Abraham engendró a Isaac, e Isaac engendró a Jacob, y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos.

3 Y Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, y Fares engendró a Esrom, y Esrom engendró a Aram.

4 Y Aram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, y Naasón engendró a Salmón.

5 Y Salmón engendró, de Rahab, a Booz, y Booz engendró, de Rut, a Obed, y Obed engendró a Isaí.

6 E Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró, de la que fue esposa de Urías, a Salomón.

7 Y Salomón engendró a Roboam, y Roboam engendró a Abías, y Abías engendró a Asa.

8 Y Asa engendró a Josafat, y Josafat engendró a Joram, y Joram engendró a Uzías.

9 Y Uzías engendró a Jotam, y Jotam engendró a Acaz, y Acaz engendró a Ezequías.

10 Y Ezequías engendró a Manasés, y Manasés engendró a Amón, y Amón engendró a Josías.

11 Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.

12 Y después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel engendró a Zorobabel.

13 Y Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a Eliaquim, y Eliaquim engendró a Azor.

14 Y Azor engendró a Sadoc, y Sadoc engendró a Aquim, y Aquim engendró a Eliud.

15 Y Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a Matán, y Matán engendró a Jacob.

16 Y Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, el que es llamado el Cristo.

17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

18 Y el nacimiento de Jesucristo fue así: Estando María, su madre, desposada con José, antes que se unieran, se halló que había concebido del Espíritu Santo.

19 Y José, su desposado, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente.

20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu desposada, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.

21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús , porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que había hablado el Señor, por medio del profeta, diciendo:

23

He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
y llamarán su nombre Emanuel,
que interpretado es: Dios con nosotros.

24 Y cuando despertó José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y la recibió como esposa.

25 Pero no la conoció hasta que ella dio a luz a su hijo primogénito, y llamó su nombre Jesús.

Capítulo 2

Los magos son guiados hacia Jesús por una estrella — José lleva al niño a Egipto — Herodes manda matar a los niños de Belén — Jesús es llevado a Nazaret.

1 Y cuando Jesús nació en Belén de Judea en los días del rey Herodes, he aquí, unos magos vinieron del oriente a Jerusalén,

2 diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle.

3 Y al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.

4 Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

5 Y ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta:

6

Y tú, Belén, de tierra de Judá,
no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
porque de ti saldrá un guiador,
que apacentará a mi pueblo Israel.

7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo en que había aparecido la estrella;

8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá, y preguntad con diligencia acerca del niño y, cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore.

9 Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.

10 Y cuando vieron la estrella, se regocijaron con gran gozo.

11 Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, e incienso y mirra.

12 Pero avisados por revelación, en sueños, que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

13 Y cuando hubieron partido, he aquí un ángel del Señor se le apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allá hasta que yo te lo diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.

14 Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto;

15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que el Señor declaró por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había averiguado de los magos.

17 Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, cuando dijo:

18

Voz fue oída en Ramá,
grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora por sus hijos,
y no quiso ser consolada, porque perecieron.

19 Pero cuando hubo muerto Herodes, he aquí, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto,

20 diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, que ya han muerto los que procuraban la muerte del niño.

21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y se fue a la tierra de Israel.

22 Pero cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes, su padre, temió ir allá; y advertido por revelación, en sueños, se fue a la región de Galilea.

23 Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por medio de los profetas, que había de ser llamado nazareno.

Capítulo 3

Juan el Bautista predica en Judea — Jesús es bautizado, y el Padre proclama que Él es Su Hijo Amado.

1 Y en aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea,

2 y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

3 Porque éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo:

Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas.

4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre.

5 Entonces acudían a él Jerusalén, y toda Judea y toda la provincia de alrededor del Jordán;

6 y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.

7 Y cuando vio él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira venidera?

8 Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,

9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.

10 Ahora, el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego.

11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.

12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el alfolí y quemará la paja con fuego que nunca se apagará.

13 Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él.

14 Pero Juan se lo impedía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?

15 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Permítelo ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.

16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió inmediatamente del agua; y he aquí, los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él.

17 Y he aquí, una voz de los cielos que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco.

Capítulo 4

Jesús ayuna cuarenta días y es tentado — Inicia Su ministerio, llama discípulos y sana a los enfermos.

1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.

3 Y se le acercó el tentador y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.

4 Mas él, respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo

6 y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está:

A sus ángeles mandará por ti,
y te llevarán en sus manos,
para que no tropieces con tu pie en piedra.

7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.

8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,

9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras.

10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás.

11 El diablo entonces le dejó, y he aquí, los ángeles vinieron y le servían.

12 Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

13 y dejando Nazaret, vino y habitó en Capernaúm, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí,

14 para que se cumpliese lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:

15

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;

16

el pueblo asentado en tinieblas
vio gran luz;
y a los asentados en región y sombra de muerte,
luz les resplandeció.

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: ¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!

18 Y andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, que es llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.

19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres.

20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron.

21 Y pasando de allí, vio a otros dos hermanos, a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, en la barca con Zebedeo, su padre, que remendaban sus redes; y los llamó.

22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.

23 Y Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

24 Y su fama se extendió por toda Siria, y le trajeron a todos los que tenían dolencias: los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó.

25 Y le siguieron grandes multitudes de Galilea, y de Decápolis, y de Jerusalén, y de Judea y del otro lado del Jordán.