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miércoles, 13 de marzo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 298: Hechos 17-20


Capítulo 17
Pablo y Silas predican en Tesalónica y en Berea, y son perseguidos en ambos lugares — Ya en Atenas, Pablo predica en el Areópago sobre el Dios no conocido — Pablo declara que somos linaje de Dios.

1 Y pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

2 Y Pablo, como acostumbraba, entró a reunirse con ellos, y durante tres días de reposo discutió con ellos, empleando las Escrituras,

3 declarando y exponiendo que era necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos; y decía: Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo.

4 Y algunos de ellos creyeron y se juntaron con Pablo y con Silas; y una gran multitud de los griegos devotos, y de las mujeres principales no pocas.

5 Entonces los judíos que eran incrédulos, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y, acometiendo la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.

6 Pero al no hallarlos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, dando voces: Éstos que alborotan el mundo también han venido acá,

7 a quienes Jasón ha recibido; y todos éstos actúan contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.

8 Y se alborotaron el pueblo y las autoridades de la ciudad al oír estas cosas.

9 Pero después de recibir fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

10 En seguida los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea, quienes, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos.

11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.

12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.

13 Pero cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá y también alborotaron al pueblo.

14 Pero de inmediato los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.

15 Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron hasta Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, partieron.

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.

17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los creyentes, y en la plaza cada día con los que allí concurrían.

18 Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba a Jesús y la resurrección.

19 Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva doctrina que proclamas?

20 Porque traes a nuestros oídos cosas extrañas; queremos, pues, saber qué quiere decir esto.

21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, de ninguna otra cosa se ocupaban, sino en decir o en oír algo nuevo.)

22 Pablo se puso en medio del Areópago y dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos,

23 porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.

24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,

25 ni es honrado por manos de hombres, como si necesitara de algo, pues él es quien da a todos vida, y aliento y todas las cosas.

26 Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de la habitación de ellos,

27 para que buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallasen; aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.

28 Porque en él vivimos, y nos movemos y somos; como algunos de vuestros propios poetas también dijeron: Porque linaje suyo somos.

29 Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.

30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan.

31 Por cuanto ha establecido un día en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón a quien ha designado, dando fe a todos al haberle levantado de entre los muertos.

32 Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos hablar acerca de esto otra vez.

33 Y así Pablo salió de en medio de ellos.

34 Pero algunos creyeron y se unieron a él, entre los que también estaban Dionisio, el del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Capítulo 18

Tras ser rechazado por los judíos, Pablo va a los gentiles — Predica, ministra y viaja — Apolos también predica con poder.

1 Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto.

2 Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia con Priscila, su esposa (por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma), y fue a ellos;

3 y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, porque el oficio de ellos era hacer tiendas.

4 Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.

5 Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo, impulsado por el Espíritu, testificaba a los judíos que Jesús era el Cristo.

6 Pero oponiéndose y blasfemando ellos, él les dijo, sacudiendo sus vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo estoy limpio; desde ahora me iré a los gentiles.

7 Y habiendo salido de allí, entró en casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.

8 Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, al oír, creían y eran bautizados.

9 Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, en visión: No temas, sino habla y no calles,

10 porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

11 Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.

12 Y siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo y le llevaron al tribunal,

13 diciendo: Éste persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.

14 Y al comenzar Pablo a abrir la boca, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a derecho, yo os toleraría;

15 pero si son cuestiones de palabras, y de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros, porque yo no quiero ser juez de estas cosas.

16 Y los echó del tribunal.

17 Entonces todos los griegos, tomando a Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada de ello le importaba.

18 Y Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque había hecho voto.

19 Y llegó a Éfeso y los dejó allí; y él, entrando en la sinagoga, discutía con los judíos,

20 quienes le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; pero no accedió,

21 sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso.

22 Y habiendo arribado a Cesarea, subió a Jerusalén; y después de saludar a la iglesia, descendió a Antioquía.

23 Y después de estar allí algún tiempo, partió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.

24 Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.

25 Éste había sido instruido en el camino del Señor; y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son del Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.

26 Y comenzó a hablar osadamente en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.

27 Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y al llegar él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído,

28 porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.

Capítulo 19

Pablo confiere el don del Espíritu Santo por la imposición de manos — Predica y efectúa muchos milagros — Los hijos de Esceva no logran expulsar demonios — Los adoradores de Diana provocan un tumulto contra Pablo.

1 Y aconteció que mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos,

2 les dijo: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo después que creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.

3 Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan.

4 Y dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, a saber, en Jesús el Cristo.

5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

6 Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban.

7 Y eran todos como unos doce hombres.

8 Y entrando Pablo en la sinagoga, habló osadamente por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo en cuanto al reino de Dios.

9 Pero endureciéndose algunos, y no creyendo y maldiciendo el Camino delante de la multitud, Pablo se separó de ellos y llevó a los discípulos aparte, y discutía cada día en la escuela de uno llamado Tirano.

10 Y esto continuó por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.

11 Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo,

12 de tal manera que aun les llevaban a los enfermos los delantales y los pañuelos que habían tocado el cuerpo de Pablo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus también salían.

13 Pero algunos de los judíos, que andaban expulsando demonios, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían malos espíritus, diciendo: Os ordeno por Jesús, el que Pablo predica.

14 Y había siete hijos de un tal Esceva, judío, principal de los sacerdotes, que hacían esto.

15 Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?

16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.

17 Y esto fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, tanto judíos como griegos; y cayó temor sobre todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús.

18 Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.

19 Asimismo, muchos de los que habían practicado la hechicería trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y sacada la cuenta del precio de ellos, hallaron que era cincuenta mil denarios.

20 Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.

21 Y pasadas estas cosas, Pablo se propuso en el espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: Después que haya estado allá, me será menester ver también Roma.

22 Y enviando a Macedonia a dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.

23 Hubo por aquel tiempo un alboroto no pequeño acerca del Camino,

24 porque un platero llamado Demetrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba a los artífices no poca ganancia;

25 a los que, reunidos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra ganancia;

26 pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.

27 Y no solamente hay peligro de que éste, nuestro negocio, venga a desacreditarse, sino también de que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada y comience a ser destruida la grandeza de ella, a quien honra toda Asia y el mundo entero.

28 Oídas estas cosas, se llenaron de ira y dieron gritos, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!

29 Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrastrando a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de Pablo.

30 Y queriendo Pablo salir ante el pueblo, los discípulos no le dejaron.

31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se presentase en el teatro.

32 Y unos gritaban una cosa y otros, otra; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.

33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, habiendo pedido silencio con la mano, quiso hablar en su defensa ante el pueblo.

34 Pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efesios!

35 Entonces el escribano, después de apaciguar a la gente, dijo: Varones efesios, ¿y quién hay de los hombres que no sepa que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la imagen descendida de Júpiter?

36 Puesto que esto no puede ser contradicho, es necesario que os apacigüéis y que nada hagáis precipitadamente,

37 pues habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa.

38 Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen queja con alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros.

39 Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.

40 Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por lo sucedido hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto.

41 Y habiendo dicho esto, despidió la concurrencia.

Capítulo 20

Pablo levanta a Eutico de la muerte — Pablo se declara inocente de la sangre de todos los hombres — Predice la apostasía en la Iglesia — Revela una enseñanza de Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir”.

1 Y después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, habiéndolos exhortado y abrazado, se despidió y salió para ir a Macedonia.

2 Y después de recorrer aquellas partes y de exhortarlos con abundancia de palabras, llegó a Grecia.

3 Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judíos para cuando se embarcase para Siria, decidió volver por Macedonia.

4 Y le acompañaron hasta Asia Sópater, de Berea; y los tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo, de Derbe; y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo.

5 Éstos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas.

6 Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde estuvimos siete días.

7 Y el primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.

8 Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos.

9 Y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, como Pablo hablaba largamente, vencido por el sueño, se cayó del tercer piso abajo y fue alzado muerto.

10 Entonces descendió Pablo y se tendió sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues su alma está en él.

11 Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba, y así partió.

12 Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.

13 Y nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, pues él había determinado que debía ir por tierra.

14 Y cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo, vinimos a Mitilene.

15 Y navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto.

16 Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba para estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.

17 Y enviando desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia.

18 Y cuando vinieron a él, les dijo: Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia, he vivido entre vosotros todo el tiempo,

19 sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas y tribulaciones que me han venido por las asechanzas de los judíos;

20 y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,

21 testificando a los judíos y a los gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.

22 Y ahora, he aquí, ligado yo por el Espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer,

23 salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.

24 Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.

25 Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.

26 Por tanto, yo os declaro el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos;

27 porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.

28 Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.

29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces que no perdonarán al rebaño;

30 y de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para arrastrar a los discípulos tras sí.

31 Por tanto, velad, acordándoos de que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno.

32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificaros y daros heredad con todos los santificados.

33 Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.

34 Antes bien, vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido.

35 En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados y tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

36 Y cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas y oró con todos ellos.

37 Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban,

38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo de que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al barco.