Seguidores

jueves, 10 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 268: Mateo 21-23


Capítulo 21
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén — Purifica el templo, maldice la higuera y diserta sobre la autoridad — Enseña la parábola de los dos hijos y la de los labradores malvados.

1 Y cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,

2 diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y en seguida hallaréis un asna atada y un pollino con ella; desatadla y traédmelos.

3 Y si alguien os dice algo, decid: El Señor los necesita. Y en seguida los enviará.

4 Y todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, cuando dijo:

5

Decid a la hija de Sión:
He aquí, tu Rey viene a ti,
manso y sentado sobre un asna,
y sobre un pollino, hijo de animal de carga.

6 Entonces los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó;

7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima.

8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.

9 Y las multitudes que iban delante de él y las que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!

10 Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, diciendo: ¿Quién es éste?

11 Y la gente decía: Éste es Jesús, el profeta, de Nazaret de Galilea.

12 Y entró Jesús en el templo de Dios y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;

13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

14 Entonces en el templo vinieron a él ciegos y cojos, y los sanó.

15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía y a los muchachos que aclamaban en el templo y decían: ¡Hosanna al Hijo de David!, se indignaron

16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:

De la boca de los pequeños y de los niños de pecho
perfeccionaste la alabanza?

17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania; y se hospedó allí.

18 Y por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.

19 Y viendo una higuera cerca del camino, fue a ella, pero no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: ¡Nunca jamás nazca de ti fruto! Y de inmediato se secó la higuera.

20 Y al ver esto los discípulos, maravillados decían: ¿Cómo se secó al instante la higuera?

21 Y respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte decís: ¡Quítate y échate al mar!, será hecho.

22 Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.

23 Y cuando llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?

24 Y, respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago esto.

25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo o de los hombres? Ellos entonces discutieron entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

26 Y si decimos de los hombres, tememos al pueblo, porque todos tienen a Juan por profeta.

27 Y respondiendo a Jesús, dijeron: No lo sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.

28 Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.

29 Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.

30 Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Pero no fue.

31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.

32 Porque Juan vino a vosotros en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; pero vosotros, aunque visteis esto, no os arrepentisteis después para creerle.

33 Oíd otra parábola: Había un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores y partió lejos.

34 Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para que recibiesen sus frutos.

35 Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, y a otro mataron y a otro apedrearon.

36 Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros, e hicieron con ellos de la misma manera.

37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.

38 Pero los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Éste es el heredero; venid, matémosle y tomemos su heredad.

39 Y tomándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.

40 Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?

41 Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo.

42 Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras:

La piedra que desecharon los edificadores
ha llegado a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto,
y es cosa maravillosa a nuestros ojos?

43 Por tanto, os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a gente que produzca los frutos de él.

44 Y el que caiga sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella caiga, lo desmenuzará.

45 Y al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que hablaba de ellos.

46 Y buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo, porque le tenían por profeta.

Capítulo 22

Jesús enseña la parábola de la fiesta de bodas del hijo del rey — Pagad tributo a César y a Dios — Los matrimonios del mundo sólo perduran por esta vida — El primer mandamiento consiste en amar al Señor nuestro Dios — Jesús pregunta: ¿Qué pensáis del Cristo?

1 Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:

2 El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo una fiesta de bodas a su hijo;

3 y envió a sus siervos para que llamasen a los invitados a las bodas, pero no quisieron venir.

4 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y mis animales engordados he hecho matar, y todo está dispuesto; venid a las bodas.

5 Pero ellos no hicieron caso y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;

6 y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron.

7 Y el rey, al oír esto, se enojó; y enviando sus ejércitos, mató a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.

8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; pero los invitados no eran dignos.

9 Id, pues, a las salidas de los caminos y llamad a las bodas a cuantos halléis.

10 Y salieron los siervos por los caminos y reunieron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas estuvieron llenas de convidados.

11 Y entró el rey para ver a los convidados y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda,

12 y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.

13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y de manos, y tomadle y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.

14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

15 Entonces, se fueron los fariseos y consultaron cómo atraparle en alguna palabra.

16 Y le enviaron los discípulos de ellos, con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amador de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no haces acepción de personas.

17 Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo a César, o no?

18 Pero Jesús percibió la malicia de ellos y les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?

19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.

20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción?

21 Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

22 Y oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.

23 Aquel día se acercaron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,

24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin hijos, su hermano se casará con su esposa y levantará descendencia a su hermano.

25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; y el primero se casó y murió; y no teniendo descendencia, dejó su esposa a su hermano.

26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.

27 Y después de todos, murió también la mujer.

28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella esposa?, porque todos la tuvieron.

29 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.

30 Porque en la resurrección ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.

31 Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, que dice:

32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

33 Y al oír esto, la gente estaba atónita de su doctrina.

34 Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a una.

35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para tentarle, diciendo:

36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?

37 Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.

38 Éste es el primero y grande mandamiento.

39 Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

40 De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

41 Y estando reunidos los fariseos, Jesús les preguntó,

42 diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo? Le dijeron: De David.

43 Él les dijo: ¿Cómo, pues, David, en el Espíritu le llama Señor, diciendo:

44 Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?

45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su Hijo?

46 Y nadie le podía responder palabra, ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

Capítulo 23

Jesús pronuncia ayes sobre los escribas y los fariseos — Se responsabilizará a éstos de la muerte de los profetas — No escaparán de la condenación del infierno.

1 Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,

2 diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.

3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, pero no hacen.

4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas.

5 Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos;

6 y anhelan los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas,

7 y las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí.

8 Pero vosotros no queráis ser llamados Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.

9 Y no llaméis a nadie en la tierra vuestro padre, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.

10 Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.

11 El que es el mayor entre vosotros será vuestro siervo.

12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

13 Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que están entrando.

14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas y, como pretexto, hacéis larga oración; por esto recibiréis mayor condenación.

15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito; y cuando lo conseguís, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.

16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: Cualquiera que jure por el templo, no significa nada; pero cualquiera que jure por el oro del templo, queda obligado.

17 ¡Insensatos y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor, el oro o el templo que santifica al oro?

18 También decís: Cualquiera que jure por el altar, no significa nada; pero cualquiera que jure por la ofrenda que está sobre él, queda obligado.

19 ¡Necios y ciegos! Porque, ¿cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda?

20 Pues el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él;

21 y el que jura por el templo, jura por él y por Aquel que habita en él;

22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado sobre él.

23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, y el eneldo y el comino, y habéis dejado lo más importante de la ley: la justicia, y la misericordia y la fe; esto era menester hacer, sin dejar de hacer lo otro.

24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, pero tragáis el camello!

25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato; pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.

26 ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio!

27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos,

30 y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.

31 Así dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.

32 ¡También vosotros, llenad la medida de vuestros padres!

33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del infierno?

34 Por tanto, he aquí, yo os envío profetas, y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en ciudad;

35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, al que matasteis entre el templo y el altar.

36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.

37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

38 He aquí, vuestra casa os es dejada desierta.

39 Porque os digo que desde ahora en adelante no me veréis más, hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!