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martes, 2 de abril de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 309: 2 Corintios 1-6


Capítulo 1
Dios consuela a Sus santos y cuida de ellos — Los santos son sellados y reciben la confirmación del Espíritu en el corazón.

1 Pablo , apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya:

2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,

4 quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, con la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.

5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.

6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; la cual se efectúa en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos; o si somos consolados, es por vuestra consolación y salvación.

7 Y nuestra esperanza con respecto a vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.

8 Porque, hermanos, no queremos que desconozcáis la tribulación que sufrimos en Asia, pues fuimos agobiados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal manera que perdimos la esperanza de salir con vida.

9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos,

10 el que nos libró y nos libra de tan gran muerte; y en quien esperamos que aún nos librará;

11 cooperando también vosotros con oración por nosotros, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.

12 Porque nuestro regocijo es éste: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros.

13 Porque no os escribimos otras cosas sino las que leéis y entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis;

14 como también en parte habéis entendido que somos vuestro regocijo, así como también vosotros el nuestro, en el día del Señor Jesús.

15 Y con esta confianza quise primero ir a vosotros, para que recibieseis una doble bendición;

16 y por vosotros pasar a Macedonia, y de Macedonia regresar otra vez a vosotros, y por vosotros ser encaminado a Judea.

17 Así que, pretendiendo esto, ¿actué quizá con ligereza? O lo que pienso hacer, ¿lo pienso según la carne, para que haya en mí al mismo tiempo sí, sí, y no, no?

18 Pero, como Dios es fiel, nuestra palabra para con vosotros no es sí y no.

19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, y por Silvano y por Timoteo, no ha sido sí y no, sino solamente sí en él.

20 Porque todas las promesas de Dios son sí en él, y Amén en él, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.

21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,

22 quien también nos ha sellado y nos ha dado la garantía del Espíritu en nuestros corazones.

23 Pero yo invoco a Dios como testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto.

24 No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo, porque por la fe estáis firmes.

Capítulo 2

Los santos deben amarse y perdonarse los unos a los otros — Ellos siempre triunfan en Cristo.

1 Esto, pues, determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza.

2 Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo haya contristado?

3 Por esto mismo os escribí, para que, cuando llegue, no tenga tristeza de parte de quienes me debiera alegrar, confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros.

4 Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas; no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuánto amor tengo para con vosotros.

5 Si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado sólo a mí, sino hasta cierto punto, para no exagerar, a todos vosotros.

6 A tal persona le basta esta reprensión hecha por muchos;

7 así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarlo y consolarlo, para que no sea consumido por demasiada tristeza.

8 Por lo cual os ruego que reafirméis el amor para con él.

9 Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo.

10 Y al que vosotros perdonéis, yo también, porque también yo, lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo,

11 para que Satanás no saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no desconocemos sus maquinaciones.

12 Cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, aunque se me abrió puerta en el Señor,

13 no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a Tito, mi hermano. Así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia.

14 Mas a Dios gracias, que hace que siempre triunfemos en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de su conocimiento.

15 Porque para Dios somos olor grato de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden;

16 a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?

17 Porque no somos, como muchos, mercaderes que corrompen la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, delante de Dios, hablamos en Cristo.

Capítulo 3

El Evangelio sobrepasa a la ley de Moisés — Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

1 ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?

2 Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres;

3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.

4 Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios.

5 No que seamos capaces por nosotros mismos para pensar algo de nosotros mismos, sino que nuestra capacidad es de Dios;

6 el que asimismo nos hizo siervos capaces de un nuevo convenio, no de la letra, sino del espíritu, porque la letra mata, pero el espíritu vivifica.

7 Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en la faz de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual iba desvaneciéndose,

8 ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu?

9 Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de la justicia.

10 Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la excelsa gloria.

11 Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más será la gloria de lo que permanece.

12 Así que, teniendo tal esperanza, hablamos con mucha franqueza;

13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su faz, para que los hijos de Israel no fijasen la vista en el fin de lo que iba desvaneciéndose.

14 Pero el entendimiento de ellos se embotó, porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo testamento, les queda el mismo velo sin descubrir, el cual por Cristo es quitado.

15 Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos.

16 Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se les quitará.

17 Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.

18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.

Capítulo 4

La luz del Evangelio resplandece en los santos — Las pruebas de la vida terrenal no son nada comparadas con la gloria eterna.

1 Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos alcanzado, no desfallecemos;

2 antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.

3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;

4 en quienes el dios de este mundo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el que es la imagen de Dios.

5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo el Señor; y nosotros somos vuestros siervos por causa de Jesús.

6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros;

8 estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados;

9 perseguidos, pero no desamparados; abatidos, pero no destruidos;

10 siempre llevamos en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.

11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

12 De manera que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros, la vida.

13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé; nosotros también creemos, por lo cual también hablamos;

14 sabiendo que el que levantó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará por Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.

15 Porque todas estas cosas padecemos por vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para la gloria de Dios.

16 Por tanto, no desfallecemos; antes bien, aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior, sin embargo, se renueva de día en día.

17 Porque esta momentánea y leve tribulación nuestra nos produce un cada vez más y eterno peso de gloria;

18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Capítulo 5

Los santos andan por fe y buscan tabernáculos de gloria inmortal — El Evangelio reconcilia al hombre con Dios — Los ministros de Dios llevan la palabra de reconciliación al mundo.

1 Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos.

2 Y en ésta también gemimos, deseando ser revestidos de aquélla, nuestra habitación celestial,

3 puesto que en verdad seremos hallados vestidos, y no desnudos.

4 Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo, gemimos agobiados, porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

5 Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado la garantía del Espíritu.

6 Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor

7 (porque por fe andamos, no por vista);

8 pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor.

9 Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables;

10 porque es menester que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

11 Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres, pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo seamos en vuestras conciencias.

12 No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino que os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis qué responder a los que se glorían en las apariencias, y no en el corazón.

13 Porque si hemos perdido la razón, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros.

14 Porque el amor de Cristo nos apremia, pensando esto: Que si uno murió por todos, por consecuencia, todos murieron;

15 y él por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ahora ya no le conocemos así.

17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación,

19 a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta sus pecados; y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

21 Al que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Capítulo 6

Hoy es el día de salvación — Los ministros de Dios deben andar rectamente y soportar todas las cosas — Los santos no deben unirse en yugo desigual con los incrédulos.

1 Y así nosotros, como colaboradores juntamente con él, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios

2 (porque dice:

En tiempo aceptable te he oído,
y en el día de salvación te he socorrido;
he aquí ahora es el tiempo aceptable; he aquí ahora es el día de salvación).

3 No damos a nadie ningún motivo de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado.

4 Antes bien, nos recomendamos en todas las cosas como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias,

5 en azotes, en cárceles, en alborotos, en trabajos, en desvelos, en ayunos;

6 en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor no fingido;

7 en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra;

8 por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces;

9 como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero he aquí, vivimos; como castigados, pero no muertos;

10 como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.

11 Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado.

12 No estáis limitados por nosotros, sino que estáis limitados por vuestro propio corazón.

13 Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos os hablo), ensanchad también vuestro corazón.

14 No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque, ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión tiene la luz con las tinieblas?

15 ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el incrédulo?

16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:

Habitaré y andaré entre ellos;
y seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo.

17 Por lo cual,

Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,
y no toquéis lo inmundo;
y yo os recibiré,

18

y yo seré para vosotros Padre,
y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.