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martes, 28 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 325: 1 Pedro 1-5


Capítulo 1
La prueba de nuestra fe precede a la salvación — Cristo fue preordenado para ser el Redentor.

1 Pedro , apóstol de Jesucristo, a los peregrinos dispersos por Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,

2 elegidos según la presciencia de Dios el Padre mediante la santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros,

5 que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque, si es necesario, por un poco de tiempo tengáis que ser afligidos con diversas tentaciones,

7 para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece aunque sea probado con fuego, sea hallada digna de alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo sea manifestado;

8 a quien, aunque no le habéis visto, amáis; en quien creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado,

9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.

10 Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron,

11 escudriñando qué condiciones o qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el que predecía los sufrimientos de Cristo, y las glorias que seguirían después de éstos.

12 A quienes les fue revelado que ministraban, no para sí mismos, sino para nosotros, las mismas cosas que ahora os han sido anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.

13 Por tanto, teniendo ceñidos los lomos de vuestro entendimiento, siendo sobrios, tened plena esperanza en la gracia que os será presentada cuando Jesucristo os sea manifestado.

14 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia,

15 sino, como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta,

16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

17 Y si invocáis como Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación,

18 sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conducta, la cual recibisteis por tradición de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

20 ya ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros,

21 que por medio de él creéis en Dios, quien le resucitó de entre los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

22 Habiendo purificado vuestras almas mediante la obediencia a la verdad, por medio del Espíritu, hasta llegar a un amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro,

23 habiendo nacido de nuevo, no de simiente corruptible, sino de una incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

24 Porque:

Toda carne es como la hierba,
y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba:
Se seca la hierba, y la flor se cae;

25

mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Capítulo 2

Los conversos son como niños recién nacidos en Cristo — Él es la principal piedra del ángulo — Los santos poseen un real sacerdocio y son un pueblo adquirido por Dios — Los santos están sujetos a las leyes del hombre.

1 Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda calumnia,

2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual pura, para que por ella crezcáis para salvación,

3 si es que habéis probado la benignidad del Señor.

4 Acercándoos a él, piedra viva, rechazada ciertamente por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios,

5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo.

6 Por lo cual también contiene la Escritura:

He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
y el que crea en él, no será avergonzado.

7 Él es, pues, honor a vosotros los que creéis; pero para los desobedientes,

la piedra que los edificadores desecharon,
ésta ha venido a ser la cabeza del ángulo,

8 y piedra de tropiezo y roca de escándalo para aquellos que, siendo desobedientes, tropiezan en la palabra, para lo cual fueron también señalados.

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.

10 Vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcanzado misericordia, pero que ahora habéis alcanzado misericordia.

11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,

12 manteniendo vuestra conducta ejemplar entre los gentiles, para que, en lo que ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.

13 Por causa del Señor, estad, pues, sujetos a toda autoridad humana, ya sea al rey como superior,

14 ya a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y para loor de los que hacen el bien.

15 Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;

16 actuad como libres, y no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.

17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.

18 Siervos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los rigurosos.

19 Porque esto es elogiable: que alguno a causa de la conciencia ante Dios sufra molestias, padeciendo injustamente.

20 Porque, ¿qué mérito tiene si al pecar vosotros sois abofeteados y lo soportáis con paciencia? Pero si al hacer el bien sois afligidos y lo soportáis con paciencia, esto ciertamente es agradable delante de Dios.

21 Porque para esto fuisteis llamados, pues también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pasos;

22 quien no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca;

23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga justamente.

24 Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados.

25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Capítulo 3

Marido y mujer deben honrarse el uno al otro — Los santos deben vivir de acuerdo con las normas del Evangelio — Cristo predicó a los espíritus encarcelados.

1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen en la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,

2 al observar vuestra conducta casta y respetuosa.

3 El adorno de ellas no sea el externo, con peinados ostentosos, con adornos de oro ni con ropas lujosas,

4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu agradable y apacible, que es de gran estima delante de Dios.

5 Porque así también se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos,

6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la que vosotras sois hechas hijas, si hacéis el bien, sin tener ningún temor.

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.

8 Y finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

10 Porque:

el que quiere amar la vida,
y ver días buenos,
refrene su lengua de mal,
y sus labios no hablen engaño;

11

apártese del mal, y haga el bien;
busque la paz, y sígala.

12

Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
y sus oídos atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?

14 Pero también si alguna cosa padecéis por causa de la rectitud, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor a ellos ni seáis turbados,

15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;

16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.

17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu;

19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

20 los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, a saber, ocho, fueron salvadas por agua.

21 El símbolo de la cual corresponde al bautismo que ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la petición de una buena conciencia ante Dios) por la resurrección de Jesucristo,

22 quien, habiendo subido al cielo, está a la diestra de Dios, y a él están sujetos los ángeles, y las autoridades y los poderes.

Capítulo 4

Pedro explica por qué se predica el Evangelio a los muertos — Los santos deben hablar conforme a las palabras de Dios — Los justos serán puestos a prueba en todas las cosas.

1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues el que ha padecido en la carne, ha dejado el pecado;

2 para vivir el tiempo que le queda en la carne, no conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.

3 Porque nos debe bastar que durante el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando andábamos en lascivias, en concupiscencias, en embriagueces, en orgías, en banquetes y en abominables idolatrías.

4 A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;

5 pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.

6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios.

7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración.

8 Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados.

9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.

10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de las diversas manifestaciones de la gracia de Dios.

11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme a la fortaleza que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén.

12 Amados, no os asombréis del fuego de prueba que os ha sobrevenido para poneros a prueba, como si alguna cosa extraña os aconteciese,

13 antes bien, gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría.

14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el espíritu de gloria y de Dios reposan sobre vosotros. Ciertamente, por ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.

15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por meterse en asuntos ajenos.

16 Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios en ello.

17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen el evangelio de Dios?

18 Y si el justo con dificultad se salva, ¿qué será del impío y del pecador?

19 Por tanto, los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien.

Capítulo 5

Los ancianos (élderes) deben apacentar la grey de Dios — La humildad y la gracia divina conducen a la perfección.

1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:

2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;

3 no como teniendo señorío sobre los rebaños del Señor, sino siendo ejemplos de la grey.

4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad, porque:

Dios resiste a los soberbios,
y da gracia a los humildes.

6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo,

7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

8 Sed sobrios, y velad, porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;

9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en vuestros hermanos que están en el mundo.

10 Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

11 A él sean la gloria y el dominio para siempre. Amén.

12 Por conducto de Silvano, a quien considero un hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.

13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos, mi hijo, os saludan.

14 Saludaos unos a otros con un beso de amor. La paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.