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viernes, 22 de marzo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 302: Romanos 4-8


Capítulo 4
La fe de Abraham le fue contada por justicia — El hombre es justificado por la fe, por las obras justas y por la gracia.

1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre, según la carne?

2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.

3 Porque, ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.

4 Pero al que trabaja, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.

5 Mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.

6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,

7 diciendo:

Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
y cuyos pecados son cubiertos.

8

Bienaventurado el varón a quien el Señor no le tiene en cuenta el pecado.

9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.

10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.

11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún en la incircuncisión, para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos les sea contado por justicia;

12 y padre de la circuncisión, no solamente para los que son de la circuncisión, sino también para los que siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado.

13 Porque no por la ley fue dada a Abraham, o a su descendencia, la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe.

14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.

15 Porque la ley produce ira, pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

16 Por tanto, la promesa es por la fe, para que sea por gracia, a fin de que sea firme para toda la descendencia, no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros

17 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas naciones) delante de Dios, a quien creyó; el que da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.

18 Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.

19 Y no se debilitó en la fe ni consideró su cuerpo, ya como muerto (siendo de casi cien años), ni muerta la matriz de Sara;

20 tampoco dudó de la promesa de Dios con incredulidad; antes bien, se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,

21 plenamente convencido de que Dios también era poderoso para hacer todo lo que había prometido.

22 Por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,

24 sino también con respecto a nosotros, a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús Señor nuestro,

25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Capítulo 5

El hombre es justificado por medio de la sangre de Cristo — Adán cayó y Cristo expió para que el hombre sea salvo.

1 Justificados , pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,

2 por medio de quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;

4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;

5 y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.

6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

7 Difícilmente alguien muere por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.

8 Mas Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

9 Mucho más ahora, habiendo sido justificados por su sangre, por medio de él seremos salvos de la ira.

10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida.

11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio del Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.

12 Por consiguiente, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

13 Porque aun antes de la ley había pecado en el mundo; pero el pecado no se tiene en cuenta cuando no hay ley.

14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.

15 Pero el don no es como la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, más abundó la gracia y el don de Dios para los muchos, por la gracia de un hombre, Jesucristo.

16 Ni tampoco el don es como el pecado de aquél; porque a la verdad el juicio vino por un solo pecado para condenación, mas la gracia vino por muchas transgresiones para justificación.

17 Porque si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.

18 Así que, como por la transgresión de uno solo vino la condenación a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida.

19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia,

21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor.

Capítulo 6

El bautismo es a semejanza de la muerte, de la sepultura y de la resurrección de Cristo — La muerte es el pago por el pecado — Cristo brinda vida eterna.

1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Continuaremos en el pecado para que abunde la gracia?

2 ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?

3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;

6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado.

7 Porque el que está muerto, libre está del pecado.

8 Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él,

9 sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.

10 Porque al haber muerto, murió al pecado de una vez y para siempre; mas al vivir, para Dios vive.

11 Así también vosotros, considerad que de cierto estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, no sea que le obedezcáis en sus concupiscencias;

13 ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad; antes bien, presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.

14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

15 Entonces, ¿qué? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!

16 ¿No sabéis que a quien os entregáis vosotros mismos por siervos para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?

17 Pero gracias a Dios, que aunque erais siervos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados;

18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.

19 Hablo como humano, por la debilidad de vuestra carne; porque así como para maldad ofrecisteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora, para santificación, ofreced vuestros miembros para servir a la justicia.

20 Porque cuando erais siervos del pecado, erais libres en cuanto a la justicia.

21 ¿Qué fruto, pues, teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.

22 Mas ahora que habéis sido librados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

23 Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Capítulo 7

La ley de Moisés se cumple en Cristo — Pablo se deleita en la ley de Dios según el hombre interior.

1 ¿Ignoráis, hermanos (porque hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?

2 Porque la mujer que tiene marido, mientras el marido vive está ligada a éste por la ley; pero muerto el marido, libre es de la ley del marido.

3 Así que, mientras vive el marido, si se une a otro hombre, se llamará adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.

4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, a saber, del que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.

5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, que eran por la ley, actuaban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.

6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquélla en la cual estábamos sujetos, de modo que sirvamos en novedad de espíritu, y no en lo viejo de la letra.

7 ¿Qué, pues, diremos? ¿La ley es pecado? ¡De ninguna manera! Pero yo no conocí el pecado sino por la ley, y tampoco hubiera conocido la lujuria, si la ley no dijera: No codiciarás.

8 Pero el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda concupiscencia; porque sin la ley el pecado está muerto.

9 Así que, yo sin la ley viví en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí.

10 Y hallé que el mandamiento, que era para vida, para mí era muerte;

11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.

12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento es santo, y justo y bueno.

13 Entonces, ¿lo que es bueno vino a ser muerte para mí? No; sino que el pecado, para mostrarse como pecado, por lo que es bueno produjo en mí la muerte, para que, mediante el mandamiento, el pecado llegase a ser pecaminoso en extremo.

14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.

15 Porque lo que hago, no lo entiendo, ni hago lo que quiero; antes bien, lo que aborrezco, eso hago.

16 Y si hago lo que no quiero, apruebo que la ley es buena.

17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.

18 Y yo sé que en mí (a saber, en mi carne) no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: Que el mal está en mí.

22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

25 Gracias doy a Dios por medio de Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.

Capítulo 8


La ley de Cristo trae vida y paz — Los que son adoptados como hijos de Dios llegan a ser coherederos con Cristo — Los escogidos de Dios son preordenados para vida eterna — Cristo intercede por el hombre.

1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu.

2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne,

4 para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu.

5 Porque los que viven conforme a la carne, en las cosas que son de la carne se ocupan; pero los que viven conforme al espíritu, en las cosas del espíritu.

6 Porque el ánimo carnal es muerte, pero el ánimo espiritual es vida y paz.

7 Por cuanto la inclinación de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.

8 Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.

9 Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

10 Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu es vida a causa de la justicia.

11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne,

13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios.

15 Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

16 Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.

17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

18 Porque considero que los sufrimientos de este tiempo no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada.

19 Porque el anhelo profundo de la creación es el esperar la manifestación de los hijos de Dios.

20 Porque la creación fue sujetada a la vanidad, no de buen grado, sino por causa del que la sujetó en esperanza,

21 porque también la creación misma será librada de la servidumbre de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora.

23 Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, a saber, la redención de nuestro cuerpo.

24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza, porque lo que se ve, ¿para qué esperarlo?

25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo esperamos.

26 Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos lo que hemos de pedir como es debido, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.

27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque él, conforme a la voluntad de Dios, intercede por los santos.

28 Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien, para los que conforme a su propósito son llamados.

29 Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos;

30 y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

31 ¿Pues qué diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

36 Como está escrito:

Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
somos considerados como ovejas de matadero.

37 Antes bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

38 Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.