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martes, 12 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 288: Juan 4-5


Capítulo 4
Jesús enseña a una mujer samaritana — Todos deben adorar al Padre en espíritu y en verdad — Quienes cosechan almas obtienen la vida eterna — Muchos samaritanos creen — Jesús sana al hijo de un noble.
1 De manera que cuando Jesús supo que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan

2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),

3 dejó Judea y se fue otra vez a Galilea.

4 Y era menester que pasase por Samaria.

5 Llegó, pues, a una ciudad de Samaria que se llamaba Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José.

6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.

7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber.

8 (Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar algo de comer.)

9 Y la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.

11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?

12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, y sus hijos y sus ganados?

13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed;

14 mas el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna.

15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga acá a sacarla.

16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá.

17 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido,

18 porque cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.

20 Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar.

21 Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre.

22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos.

23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque también el Padre busca a tales para que le adoren.

24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en verdad.

25 Le dijo la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual es llamado el Cristo; cuando él venga, nos declarará todas las cosas.

26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

27 Y en esto vinieron sus discípulos y se sorprendieron de que hablara con una mujer; pero ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o ¿Qué hablas con ella?

28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad y dijo a los hombres:

29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?

30 Entonces salieron de la ciudad y fueron a él.

31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come.

32 Y él les dijo: Yo tengo una comida que comer que vosotros no sabéis.

33 Entonces los discípulos se decían el uno al otro: ¿Le habrá traído alguien de comer?

34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.

35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega.

36 Y el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra también se regocije juntamente con el que siega.

37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.

40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos, y se quedó allí dos días.

41 Y muchos más creyeron por la palabra de él.

42 Y decían a la mujer: Ya no creemos sólo por tu palabra, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

43 Y dos días después, salió de allí y fue a Galilea.

44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que un profeta no tiene honra en su propia tierra.

45 Y cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en el día de la fiesta, porque también ellos habían ido a la fiesta.

46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaúm un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.

47 Cuando oyó aquél que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir.

48 Entonces Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios, no creeréis.

49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.

50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo y se fue.

51 Y cuando ya él descendía, los siervos salieron a recibirle y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre.

53 El padre entonces entendió que aquella era la hora cuando Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.

54 Este segundo milagro hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea.

Capítulo 5

Jesús sana a un paralítico en el día de reposo — Explica por qué los hombres deben honrar al Hijo — Jesús promete llevar el Evangelio a los muertos — Por el Hijo, el hombre será resucitado y juzgado, y recibirá la gloria que merezca — Jesús obedece la ley divina de los testigos.
1 Después de estas cosas, había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.

2 Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo es llamado Betesda, el cual tiene cinco pórticos.

3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua.

4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.

5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.

6 Cuando Jesús vio a éste acostado y supo que ya hacía mucho tiempo que estaba así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua, porque entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

8 Le dijo Jesús: Levántate, toma tu lecho y anda.

9 Y al instante aquel hombre quedó sano, y tomó su lecho y se fue caminando. Y aquel día era día de reposo.

10 Entonces los judíos decían a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho.

11 Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.

12 Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?

13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar.

14 Después le halló Jesús en el templo y le dijo: He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te ocurra alguna cosa peor.

15 Él se fue y dio aviso a los judíos de que Jesús era el que le había sanado.

16 Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo.

17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.

18 Entonces, por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

19 Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.

20 Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis.

21 Porque como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.

22 Porque el Padre a nadie juzga, sino que ha dado todo el juicio al Hijo,

23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió.

24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me ha enviado tiene vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.

25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán.

26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo el tener vida en sí mismo;

27 y también le dio poder para hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.

28 No os maravilléis de esto, porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz;

29 y los que hicieron el bien saldrán a resurrección de vida, mas los que hicieron el mal, a resurrección de condenación.

30 No puedo yo hacer nada por mí mismo; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió.

31 Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.

32 Otro es el que da testimonio de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.

33 Vosotros enviasteis a preguntarle a Juan, y él dio testimonio de la verdad.

34 Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto para que vosotros seáis salvos.

35 Él era una antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.

36 Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que las cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado.

37 Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto

38 ni tenéis su palabra permaneciendo en vosotros, porque al que él envió, a éste vosotros no creéis.

39 Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.

40 Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.

41 No recibo gloria de los hombres.

42 Pero yo os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros.

43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis.

44 ¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?

45 No penséis que yo os acusaré delante del Padre; otro hay que os acusa: Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza.

46 Porque si vosotros le creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.

47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?

Evangelio según Juan: Audio libro