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domingo, 6 de mayo de 2012

Lectura con Audio de la Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 116: 2 Reyes 6-8


Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 6
Eliseo hace flotar un hacha — Él revela al rey cómo conducir la guerra contra Siria — Caballos y carros de fuego protegen a Eliseo — Los sirios son heridos con ceguera — Ben-adad sitia Samaria y los alimentos se venden a un alto precio.

1 Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en el que moramos contigo es demasiado estrecho para nosotros.

2Te rogamos que nos dejes ir al Jordán, y tome allí cada uno una viga, y hagamos allí un lugar en el cual habitar. Y él dijo: Andad.

3Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré.

4Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.

5Y aconteció que cuando uno talaba un árbol, se le cayó el hierro del hacha al agua; y dio voces, diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!

6Y el hombre de Dios dijo: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo y lo echó allí, e hizo flotar el hierro.

7Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano y lo tomó.

8Y el rey de Siria estaba en guerra contra Israel y, consultando con sus siervos, dijo: En tal y tal lugar estará mi campamento.

9Y el hombre de Dios envió a decir al rey de Israel: Guárdate de no pasar por tal lugar, porque los sirios están allí.

10Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar del cual el hombre de Dios le había dicho y advertido, y se guardó de ir allí, no una ni dos veces.

11Y el corazón del rey de Siria se turbó por esto, y llamó a sus siervos y les dijo: ¿No me declararéis vosotros quién de los nuestros está de parte del rey de Israel?

12Entonces uno de los siervos le dijo: Ninguno, rey, señor mío, sino que el profeta Eliseo, que está en Israel, le revela al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu habitación más secreta.

13Y él dijo: Id y mirad dónde está, para que yo envíe a prenderlo. Y le dijeron: He aquí, él está en Dotán.

14Entonces el rey envió allá gente de a caballo, y carros de guerra y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y rodearon la ciudad.

15Y levantándose de mañana para salir el que servía al hombre de Dios, he aquí que el ejército tenía rodeada la ciudad con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?

16Y él le dijo: No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos.

17Y oró Eliseo y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del joven, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo.

18Y cuando los sirios descendieron hacia él, Eliseo oró a Jehová y dijo: Te ruego que hieras a esta gente con ceguera. Y los hirió con ceguera, conforme a la palabra de Eliseo.

19Después les dijo Eliseo: No es éste el camino, ni es ésta la ciudad; seguidme, y yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria.

20Y aconteció que cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos y vieron; y he aquí que estaban en medio de Samaria.

21Y cuando el rey de Israel los hubo visto, dijo a Eliseo: ¿Los mato, padre mío? ¿Los mato?

22Y él le respondió: No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y regresen a sus señores.

23Entonces les preparó una gran comida; y cuando hubieron comido y bebido, los envió, y ellos regresaron a su señor. Y nunca más vinieron tropas de Siria a la tierra de Israel.

24Después de esto aconteció que Ben-adad, rey de Siria, reunió todo su ejército, y subió y sitió Samaria.

25Y hubo gran hambre en Samaria, porque ellos la sitiaron mucho tiempo, tanto que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.

26Y al pasar el rey de Israel por el muro, una mujer le dio voces y dijo: ¡Ayúdame, oh rey, señor mío!

27Y él dijo: Si no te ayuda Jehová, ¿de dónde te voy a ayudar yo? ¿Del alfolí o del lagar?

28Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío.

29Cocimos, pues, mi hijo y lo comimos. Al día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Pero ella ha escondido a su hijo.

30Y sucedió que cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos y pasó así por el muro; y el pueblo vio el cilicio que traía debajo de su ropa, sobre su cuerpo.

31Y él dijo: Así me haga Dios y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él hoy.

32Y estaba Eliseo sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos; y el rey envió a él un hombre. Pero antes que el mensajero viniese a él, dijo él a los ancianos: ¿No habéis visto cómo este hijo de homicida envía a cortarme la cabeza? Mirad, pues, y cuando venga el mensajero, cerrad la puerta e impedidle la entrada. ¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su amo?

33Aún estaba él hablando con ellos cuando, he aquí, el mensajero que descendía a él dijo: Ciertamente este mal viene de Jehová. ¿Por qué he de esperar más en Jehová?

Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 7

Eliseo profetiza una gran abundancia en Samaria — Las huestes sirias huyen ante el clamor de una batalla y abandonan sus posesiones — Israel toma el botín de los sirios.

1Dijo entonces Eliseo: Oíd la palabra de Jehová: Así dice Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria.

2Y un oficial real, sobre cuya mano el rey se apoyaba, respondió al hombre de Dios y dijo: He aquí que si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello.

3Y había cuatro hombres leprosos a la entrada de la puerta, los cuales se dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos quedamos sentados aquí hasta morir?

4Si tratamos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos allí; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos pues, ahora, y pasémonos al ejército de los sirios; si ellos nos dan la vida, viviremos; y si nos dan la muerte, moriremos.

5Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y al llegar a las afueras del campamento de los sirios, he aquí que no había nadie allí.

6Porque el Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos y estrépito de un gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha contratado contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios para que vengan contra nosotros.

7Así que se habían levantado y huido al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.

8Y cuando los leprosos llegaron a las afueras del campamento, entraron en una tienda, y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata, y oro y ropa, y fueron y lo escondieron; y volvieron y entraron en otra tienda, y de allí también tomaron botín, y fueron y lo escondieron.

9Y se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien; hoy es día de buenas nuevas, y nosotros estamos callados; y si esperamos hasta la luz de la mañana, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.

10Y fueron y dieron voces a los guardias de la puerta de la ciudad, y les dijeron: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había nadie allí, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados y las tiendas como estaban.

11Y los porteros dieron voces y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.

12Y se levantó el rey de noche y dijo a sus siervos: Yo os diré lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los capturaremos vivos y entraremos en la ciudad.

13Entonces respondió uno de sus siervos y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque he aquí, ellos son como toda la multitud de Israel que ha quedado en la ciudad; he aquí, son como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay.

14Tomaron, pues, dos carros con caballos, y los envió el rey tras el ejército de los sirios, diciendo: Id y ved.

15Y ellos fueron y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de ropa y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.

16Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.

17Y el rey puso a cargo de la puerta a aquel oficial real sobre cuya mano él se apoyaba; y le atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey descendió a él.

18Y aconteció, pues, de la manera que el hombre de Dios había hablado al rey cuando dijo: Dos seahs de cebada por un siclo, y un seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.

19A lo cual aquel oficial real había respondido al hombre de Dios, diciendo: He aquí que si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿sería eso así? Y él dijo: He aquí que tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello.

20Y así le sucedió, porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió.

Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 8

Eliseo profetiza siete años de hambre — La mujer sunamita es protegida durante el hambre — Joram y Ocozías reinan con iniquidad en Judá.

1Y habló Eliseo a aquella mujer a cuyo hijo había hecho revivir, diciendo: Levántate, vete tú y toda tu casa a vivir donde puedas, porque Jehová ha llamado al hambre, que vendrá también sobre la tierra durante siete años.

2Entonces la mujer se levantó e hizo como el hombre de Dios le dijo; y partió ella con su familia y vivió en la tierra de los filisteos durante siete años.

3Y sucedió que cuando pasaron los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos; después salió para implorar al rey por su casa y por sus tierras.

4Y el rey estaba hablando con Giezi, criado del hombre de Dios, diciéndole: Te ruego que me cuentes todas las maravillas que ha hecho Eliseo.

5Y aconteció que mientras él contaba al rey cómo había hecho revivir a un muerto, llegó la mujer a cuyo hijo él había hecho revivir, e imploró al rey por su casa y por sus tierras. Entonces dijo Giezi: Oh rey, señor mío, ésta es la mujer y éste es su hijo, al que Eliseo hizo revivir.

6Y cuando preguntó el rey a la mujer, ella se lo contó. Entonces el rey le asignó a un oficial, diciéndole: Devuélvele todas las cosas que eran suyas y todos los frutos de sus tierras, desde el día en que dejó el país hasta ahora.

7Entonces Eliseo fue a Damasco; y Ben-adad, rey de Siria, estaba enfermo, al que dieron aviso, diciendo: El hombre de Dios ha venido aquí.

8Y el rey dijo a Hazael: Toma en tu mano un presente, y ve a recibir al hombre de Dios y consulta por medio de él a Jehová, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?

9Tomó, pues, Hazael en sus manos un presente de entre todo lo bueno de Damasco, cuarenta camellos cargados, y salió a recibirlo; y cuando llegó, se puso delante de él y dijo: Tu hijo Ben-adad, rey de Siria, me ha enviado a ti, diciendo: ¿Sanaré de esta enfermedad?

10Y Eliseo le dijo: Ve, dile: Seguramente vivirás. Pero Jehová me ha mostrado que ciertamente él morirá.

11Y el hombre de Dios le miró fijamente, hasta avergonzarlo. Y lloró el hombre de Dios.

12Entonces le dijo Hazael: ¿Por qué llora mi señor? Y él respondió: Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel: A sus fortalezas prenderás fuego, y a sus jóvenes matarás a espada, y estrellarás a sus niños y abrirás el vientre a sus mujeres encintas.

13Y Hazael dijo: ¿Por qué? ¿Es tu siervo un perro, para que haga tal cosa? Y respondió Eliseo: Jehová me ha mostrado que tú serás rey de Siria.

14Y él se fue de Eliseo y regresó a su señor, quien le dijo: ¿Qué te ha dicho Eliseo? Y él respondió: Me dijo que seguramente vivirás.

15Y sucedió que al día siguiente tomó un paño grueso, y lo empapó en agua y lo puso sobre el rostro de Ben-adad, y éste murió; y reinó Hazael en su lugar.

16En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá.

17Tenía treinta y dos años cuando comenzó a reinar, y reinó ocho años en Jerusalén.

18Y anduvo en el camino de los reyes de Israel, tal como hizo la casa de Acab, porque una hija de Acab fue su esposa; y él hizo lo malo ante los ojos de Jehová.

19No obstante, Jehová no quiso destruir a Judá, por amor a David, su siervo, porque había prometido darle lámpara a sus hijos perpetuamente.

20En sus días se rebeló Edom contra el dominio de Judá, y pusieron rey sobre sí.

21Joram, por tanto, fue a Zair, y todos sus carros con él. Y aconteció que se levantó de noche y atacó a los edomitas, los cuales le habían sitiado a él y a los capitanes de los carros; y el pueblo huyó a sus tiendas.

22No obstante, se rebeló Edom contra el dominio de Judá, hasta el día de hoy. Además, Libna se rebeló al mismo tiempo.

23Los demás hechos de Joram y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

24Y durmió Joram con sus padres y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David; y reinó en su lugar Ocozías, su hijo.

25En el año doce de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías hijo de Joram, rey de Judá.

26Tenía veintidós años Ocozías cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía, hija de Omri, rey de Israel.

27Y anduvo en el camino de la casa de Acab e hizo lo malo ante los ojos de Jehová, tal como la casa de Acab, porque era yerno de la casa de Acab.

28Y fue a la guerra con Joram hijo de Acab a Ramot de Galaad, contra Hazael, rey de Siria; y los sirios hirieron a Joram.

29Y el rey Joram regresó a Jezreel para curarse de las heridas que los sirios le hicieron delante de Ramot, cuando peleó contra Hazael, rey de Siria. Y descendió Ocozías hijo de Joram, rey de Judá, a visitar a Joram hijo de Acab en Jezreel, porque estaba enfermo.




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Lectura con Audio de la Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 115: 2 Reyes 4-5


Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 4
Eliseo aumenta el aceite de la viuda — Promete un hijo a una mujer sunamita — El niño muere y Eliseo le restaura la vida — Él hace que el potaje envenenado no haga daño — Se multiplican el pan y el trigo para que la gente coma.

1Una mujer, de las esposas de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para llevarse a dos hijos míos como siervos.

2Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.

3Y él le dijo: Ve y pide vasijas prestadas a todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.

4Entra luego y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.

5Y se fue la mujer de allí y cerró la puerta detrás de sí y de sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.

6Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme otra vasija. Y él le dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

7Fue ella luego y se lo contó al hombre de Dios, quien dijo: Ve y vende el aceite y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

8Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante que le invitaba insistentemente a que comiese; y sucedía que cuando él pasaba por allí, entraba en su casa a comer.

9Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa es un hombre santo de Dios.

10Yo te ruego que hagas un pequeño aposento arriba con paredes, y pongamos en él cama, y mesa, y silla y candelero, para que cuando venga a nosotros, se quede en él.

11Y aconteció que un día pasó él por allí, y se quedó en aquel aposento y durmió allí.

12Entonces él le dijo a Giezi, su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando él la llamó, ella se presentó ante él.

13Y dijo él a Giezi: Dile: He aquí, tú nos has atendido con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.

14Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí, ella no tiene hijo y su marido ya es viejo.

15Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.

16Y él le dijo: Por esta temporada, según el tiempo de la vida, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.

17Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo en la temporada que Eliseo le había dicho, según el tiempo de la vida.

18Y cuando el niño creció, aconteció que un día salió adonde estaba su padre con los segadores.

19Y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y él dijo a un criado: Llévalo a su madre.

20Y lo tomó y lo llevó a su madre, y estuvo sentado sobre sus rodillas hasta el mediodía, y murió.
21Entonces ella subió y lo puso sobre la cama del hombre de Dios, y cerró la puerta y salió.

22Luego llamó a su marido y le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al hombre de Dios y regrese.

23Y él dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es luna nueva ni día de reposo. Y ella respondió: Paz.

24Después hizo ensillar el asna, y dijo al criado: Guía y adelante, y no te detengas en el camino por mí, sino cuando yo te lo diga.

25Se fue, pues, y llegó al hombre de Dios al monte Carmelo. Y aconteció que cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí, allá viene la sunamita.

26Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: ¿Te va bien? ¿Y a tu marido y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.

27Y cuando llegó a donde estaba el hombre de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el hombre de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo y no me lo ha revelado.

28Y ella dijo: ¿Acaso pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no me engañases?

29Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi vara en tu mano y ve; y si te encuentras con alguien, no lo saludes; y si alguien te saluda, no le respondas; y pon mi vara sobre el rostro del niño.

30Y dijo la madre del niño: Vive Jehová y vive tu alma, que no me apartaré de ti. Él entonces se levantó y la siguió.

31Y Giezi había ido delante de ellos y había puesto la vara sobre el rostro del niño, pero no tenía voz ni reaccionaba; así que se regresó para encontrar a Eliseo y le dijo: El niño no despierta.

32Cuando llegó Eliseo a la casa, he aquí el niño estaba muerto, tendido sobre su cama.

33Entonces él entró, y cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová.

34Después subió, y se tendió sobre el niño y puso su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos de él; así se tendió sobre él, y el calor volvió al cuerpo del niño.
35Entonces regresó y caminó por la casa de una parte a otra, y después subió y se tendió sobre él; y el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos.

36Entonces llamó él a Giezi y le dijo: Llama a la sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo.

37Y ella entró, y cayó a sus pies y se postró en tierra; después tomó a su hijo y salió.

38Y Eliseo regresó a Gilgal. Había entonces gran hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban sentados ante él, y dijo a su criado: Pon una olla grande y prepara un potaje para los hijos de los profetas.

39Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una viña silvestre y llenó su falda de calabazas silvestres; y regresó, y las cortó y las puso en la olla del potaje, aunque no sabía lo que era.

40Después sirvieron para que comieran los hombres, pero sucedió que cuando comieron ellos de aquel potaje, dieron voces, diciendo: ¡Hombre de Dios, hay muerte en la olla! Y no pudieron comer.

41Entonces Eliseo dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla y dijo: Dad de comer a la gente. Y ya no hubo nada malo en la olla.

42Entonces llegó un hombre de Baal-salisa, el cual trajo panes de primicias al hombre de Dios, veinte panes de cebada y espigas de trigo nuevo. Y Eliseo dijo: Da a la gente para que coma.

43Y respondió su sirviente: ¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres? Mas él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así dice Jehová: Comerán y sobrará.

44Entonces él lo puso delante de ellos, y comieron y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.

Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 5

Naamán, el sirio, viene a Eliseo para ser sanado de lepra — Al principio, Naamán rechaza la instrucción del profeta, pero después cede, se sumerge en el Jordán siete veces y es sanado — Eliseo rehúsa aceptar recompensa alguna — Giezi acepta un presente de Naamán y es maldecido con lepra.

1Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un gran hombre delante de su señor y tenido en alta estima, porque por medio de él Jehová había librado a Siria. Este hombre era valeroso en extremo, pero leproso.

2Y de Siria habían salido tropas y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la esposa de Naamán.

3Y ella dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.

4Y entró Naamán y habló a su señor, diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel.

5Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel. Partió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro y diez mudas de ropa.

6Y llevó la carta al rey de Israel, que decía así: Cuando llegue a ti esta carta, he aquí, sabrás que yo he enviado a ti a mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.

7Y sucedió que cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestidos y dijo: ¿Acaso soy yo Dios, que da muerte y que da vida, para que éste envíe a mí a un hombre a fin de que lo sane de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.

8Y aconteció que cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga él ahora a mí y sabrá que hay profeta en Israel.

9Y llegó Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.

10Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará y serás limpio.

11Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Ciertamente él saldrá y, estando de pie, invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y, moviéndola sobre la parte enferma, sanará la lepra.

12El Abana y el Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió y se fue enojado.

13Pero sus criados se acercaron a él, y le hablaron, diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¡Cuánto más si sólo te ha dicho: Lávate, y serás limpio!

14Él entonces descendió y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

15Y regresó al hombre de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él y dijo: He aquí, ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que aceptes algún presente de tu siervo.
16Pero él dijo: Vive Jehová, delante de quien estoy, que no lo aceptaré. Y le insistió que lo aceptara, pero él no quiso.

17Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificios a otros dioses, sino a Jehová.

18En esto perdone Jehová a tu siervo: Cuando mi señor entre en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoye sobre mi mano, si yo también me inclino en el templo de Rimón, si me inclino en el templo de Rimón, Jehová perdone en esto a tu siervo.

19Y él le dijo: Vete en paz. Se alejó, pues, de él a cierta distancia.

20Entonces Giezi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, dijo: He aquí mi señor dispensó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa.

21Y siguió Giezi a Naamán; y cuando le vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle y dijo: ¿Está todo bien?

22Y él dijo: Todo bien. Mi señor me envía a decir: He aquí, llegaron a mí en esta hora de los montes de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata y dos mudas de ropa.

23Y Naamán dijo: Toma, te ruego, dos talentos. Y él le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos mudas de ropa, y todo lo puso a cuestas de dos de sus criados para que lo llevasen delante de él.

24Y cuando llegó al monte, él lo tomó todo de manos de ellos y lo guardó en la casa. Luego mandó a los hombres que se fuesen.

25Y él entró y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte.

26Él entonces le dijo: ¿No fue también mi corazón contigo cuando el hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Es éste el momento de tomar plata y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?

27Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.




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