Seguidores

viernes, 18 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 273: Marcos 6-8


Capítulo 6
Jesús envía a los Doce — Herodes manda decapitar a Juan el Bautista — Nuestro Señor alimenta a cinco mil, anda sobre las aguas y sana a multitudes.

1 Y salió de allí y fue a su tierra, y le siguieron sus discípulos.

2 Y cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?

3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.

4 Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa.

5 Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos.

6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.

7 Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos.

8 Y les mandó que no llevasen nada para el camino: ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa, sino solamente bastón,

9 y que calzasen sandalias y no vistiesen dos túnicas.

10 Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis de aquel lugar.

11 Y por todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio contra ellos. De cierto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.

12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.

13 Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.

14 Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por tanto, poderes milagrosos actúan en él.

15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es profeta, o alguno de los profetas.

16 Y oyéndolo Herodes, dijo: Éste es Juan, el que yo decapité; él ha resucitado de los muertos.

17 Porque el mismo Herodes había enviado a apresar a Juan y le había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe, su hermano; pues la había tomado por esposa.

18 Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano.

19 Mas Herodías le acechaba y deseaba matarle. Pero no podía,

20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y le tenía respeto; y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.

21 Y llegó un día oportuno en que Herodes, en la fiesta de su cumpleaños, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;

22 y entró la hija de Herodías y danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, y el rey dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.

23 Y le juró: Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino.

24 Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista.

25 Entonces ella entró prontamente ante el rey, y pidió diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

26 Y el rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desairarla.

27 Y en seguida el rey, enviando a uno de la guardia, mandó que fuese traída la cabeza de Juan;

28 el guardia fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.

29 Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.

30 Y los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.

31 Y él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de modo que ni aun tenían oportunidad de comer.

32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto.

33 Pero muchos los vieron ir y le reconocieron; y concurrieron allá muchos a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos y se reunieron con él.

34 Y saliendo Jesús, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

35 Y cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto y la hora ya muy entrada.

36 Despídelos para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y compren para sí pan, porque no tienen qué comer.

37 Y respondiendo él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?

38 Y él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.

39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.

40 Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.

41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió entre todos los dos peces.

42 Y comieron todos y se saciaron.

43 Y recogieron doce cestas llenas de los pedazos y de lo sobrante de los peces.

44 Y los que comieron eran cinco mil hombres.

45 Y en seguida dio prisa a sus discípulos a subir en la barca e ir delante de él a Betsaida, al otro lado, entre tanto que él despedía a la multitud.

46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar.

47 Y cuando fue ya tarde, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.

48 Y los vio fatigados, remando, porque el viento les era contrario; y cerca de la cuarta vigilia de la noche, vino a ellos caminando sobre el mar, y quería adelantárseles.

49 Y viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron voces;

50 porque todos le veían y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: ¡Tened buen ánimo; yo soy, no temáis!

51 Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos estaban asombrados en gran manera y se maravillaban;

52 porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.

53 Y cuando pasaron al otro lado, llegaron a la tierra de Genesaret y arribaron a la orilla.

54 Y saliendo ellos de la barca, de inmediato le reconocieron.

55 Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer enfermos en lechos de todas partes a donde oían que él estaba.

56 Y dondequiera que entraba, en aldeas, o en ciudades o en campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que les permitiese tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

Capítulo 7

Jesús reprende a los fariseos por sus falsas tradiciones y ceremonias — De la hija de una mujer griega echa fuera a un demonio — Jesús le abre los oídos y le suelta la lengua a un hombre sordo y tartamudo.

1 Y se reunieron con Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén;

2 éstos, viendo a algunos de sus discípulos comer pan con manos impuras, a saber, no lavadas, los condenaban.

3 (Porque los fariseos y todos los judíos, siguiendo la tradición de los ancianos, si no se lavan las manos muchas veces, no comen.

4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para observar, como el lavado de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal y de los lechos.)

5 Y le preguntaron los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras?

6 Y respondiendo él, les dijo: ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:

Este pueblo con los labios me honra,
mas su corazón está lejos de mí.

7

Pues en vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

8 Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: el lavado de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.

9 Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.

10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldiga al padre o a la madre ciertamente morirá.

11 Pero vosotros decís: Basta que un hombre diga al padre o a la madre: Es Corbán, es decir, mi ofrenda a Dios, todo aquello con que pudiera ayudarte;

12 y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,

13 invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido; y muchas cosas hacéis semejantes a éstas.

14 Y llamando a toda la multitud, les dijo: Oídme todos y entended:

15 Nada hay fuera del hombre que entre en él que le pueda contaminar; mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.

16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.

17 Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola.

18 Y les dijo: ¿También vosotros estáis así, sin entendimiento? ¿No entendéis que nada de fuera que entra en el hombre le puede contaminar,

19 porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, declarando limpios todos los alimentos.

20 Mas decía que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre.

21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,

22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, las injurias, la soberbia y la insensatez.

23 Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.

24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse.

25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, en seguida que oyó de él, vino y se postró a sus pies.

26 Y la mujer era griega, sirofenicia de origen; y le rogaba que echase al demonio fuera de su hija.

27 Mas Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.

28 Y respondió ella y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos.

29 Entonces le dijo: Por causa de esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.

30 Y cuando llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada sobre la cama.

31 Y Jesús, volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis.

32 Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le impusiera la mano.

33 Y tomándole aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;

34 y mirando al cielo, gimió y le dijo: ¡Efata!, es decir: ¡Sé abierto!

35 Y al instante fueron abiertos sus oídos y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien.

36 Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.

37 Y en gran manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír y a los mudos hablar.

Capítulo 8

Jesús alimenta a cuatro mil — Él aconseja: Guardaos de la levadura de los fariseos — Sana a un hombre ciego en Betsaida — Pedro testifica que Jesús es el Cristo.

1 En aquellos días, como había una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

2 Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer;

3 y si los envío en ayunas a sus casas, se desmayarán por el camino, porque algunos de ellos han venido de lejos.

4 Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?

5 Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

6 Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.

7 Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo y mandó que también los pusiesen delante.

8 Y comieron y se saciaron; y recogieron, de los pedazos que habían sobrado, siete cestas.

9 Y eran los que comieron como cuatro mil; y los despidió.

10 Y entrando en seguida en la barca con sus discípulos, fue a la región de Dalmanuta.

11 Y vinieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, para tentarle.

12 Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide una señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

13 Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y se fue al otro lado.

14 Y se habían olvidado de llevar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.

15 Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.

16 Y discutían los unos con los otros, diciendo: Es porque no tenemos pan.

17 Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?

18 ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?

19 Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.

20 Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete.

21 Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?

22 Y vino a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que le tocase.

23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner las manos sobre él, le preguntó si veía algo.

24 Y él, alzando la vista, dijo: Veo los hombres, pero los veo como árboles que andan.

25 Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.

26 Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.

27 Y salió Jesús con sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y por el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

28 Y ellos respondieron: unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.

29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.

30 Pero les mandó que no hablasen acerca de él a ninguno.

31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho y ser desechado por los ancianos, y por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto y resucitar después de tres días.

32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle.

33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás, porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres.

34 Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame.

35 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.

36 Porque, ¿qué aprovechará al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?

37 ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

38 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.