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jueves, 23 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 324: Santiago 1-5


Capítulo 1
Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios — Resistid la tentación — Sed hacedores de la palabra — Santiago explica cómo reconocer la religión pura.

1 Santiago , siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas: Salud.

2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

4 Pero tenga la paciencia su obra perfecta, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

6 Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor.

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

9 El hermano que es de condición humilde, regocíjese en su exaltada posición;

10 pero el que es rico, en su condición humilde, porque él pasará como la flor de la hierba.

11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, y su flor se cae y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todos sus caminos.

12 Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque una vez que haya sido aprobado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.

13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie,

14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

15 Y la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

16 Amados hermanos míos, no erréis.

17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación.

18 Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.

19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse,

20 porque la ira del hombre no produce la justicia de Dios.

21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y exceso de malicia que tanto abunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.

24 Porque después de mirarse a sí mismo, se va, y en seguida se olvida de cómo era.

25 Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.

26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Capítulo 2

Dios ha escogido a los pobres de este mundo que son ricos en fe — La salvación se obtiene al guardar toda la ley — La fe sin obras es muerta.

1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin hacer acepción de personas.

2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido andrajoso,

3 y atendéis solícitamente al que trae la vestidura lujosa, y le decís: Siéntate tú aquí, en buen lugar, y decís al pobre: Quédate tú allí de pie, o siéntate aquí debajo de mi estrado,

4 ¿acaso no hacéis distinción entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos?

5 Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?

6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los juzgados?

7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?

8 Si en verdad cumplís vosotros la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;

9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores.

10 Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos.

11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.

12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.

13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no muestre misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.

14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?

15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del sustento de cada día,

16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, abrigaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿de qué aprovechará?

17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.

18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?

21 ¿No fue justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.

25 Asimismo, Rahab, la ramera, ¿no fue justificada por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino?

26 Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.

Capítulo 3

Si refrenamos la lengua, logramos perfección — La sabiduría celestial es pura, pacífica y llena de misericordia.

1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

2 Porque todos ofendemos en muchas formas. Si alguno no ofende de palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.

4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas por impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán gran bosque enciende un pequeño fuego!

6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, y enciende el curso de la vida, y es encendida por el infierno.

7 Porque toda especie de bestias, y de aves, y de serpientes y de criaturas del mar se doma y ha sido domada por el ser humano;

8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la semejanza de Dios.

10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.

11 ¿Acaso echa alguna fuente por la misma abertura agua dulce y amarga?

12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Pues tampoco una fuente puede dar agua salada y dulce.

13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría.

14 Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os jactéis ni mintáis contra la verdad,

15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica.

16 Porque donde hay envidia y contención, allí hay confusión y toda obra perversa.

17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, bondadosa, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora ni fingida.

18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.

Capítulo 4

Las guerras se originan de las concupiscencias — Los amigos del mundo son enemigos de Dios — El pecado consiste en no andar en la luz que hemos recibido.

1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros?

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestras concupiscencias.

4 Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.

5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Él celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros?

6 Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.

7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.

8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad vuestras manos; y vosotros, los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.

9 Afligíos, y lamentad y llorad. ¡Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza!

10 Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará.

11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar a otro?

13 ¡Vamos ahora!, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, compraremos mercadería y ganaremos;

14 y ni siquiera sabéis lo que será mañana. Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.

15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.

16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala.

17 El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace.

Capítulo 5

La miseria vendrá sobre los ricos disolutos — Aguardad la venida del Señor con paciencia — Los ancianos deben ungir y sanar a los enfermos.

1 ¡Vamos ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.

2 Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas están comidas de polilla.

3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestros cuerpos como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días finales.

4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han segado en vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.

5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y habéis sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.

6 Habéis condenado y dado muerte al justo, sin que él os opusiese resistencia.

7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.

8 Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca.

9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez ya está a las puertas.

10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto la finalidad del Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.

12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.

13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren ellos por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados.

16 Confesaos vuestras faltas unos a otros y orad los unos por los otros, para que seáis sanados; la oración eficaz del justo puede mucho.

17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y rogó fervientemente que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.

18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,

20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará un alma de la muerte, y cubrirá multitud de pecados.