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viernes, 17 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 323: Hebreos 10-13


Capítulo 10
Somos santificados mediante el derramamiento de la sangre de Cristo — Se explica lo excelso de Su sacrificio — Los que pierden la gracia por pecar voluntariamente son maldecidos — El justo vivirá por la fe.

1 Porque la ley, teniendo la sombra de las cosas buenas por venir, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.

2 De otra manera, ¿no cesarían de ofrecerse?, porque los que adoran, una vez limpios, no tendrían ya más conciencia de pecado.

3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados.

4 Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice:

Sacrificio y ofrenda no quisiste;
mas me preparaste un cuerpo.

6

Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

7

Entonces dije: Heme aquí
(como en el rollo del libro está escrito de mí)
para hacer, oh Dios, tu voluntad.

8 Diciendo arriba: Sacrificio y ofrenda, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),

9 entonces dijo: Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo segundo.

10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre.

11 Así que todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.

12 Pero Cristo, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, se ha sentado a la diestra de Dios,

13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo, porque después de haber dicho:

16 Éste es el convenio que haré con ellos

después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
y en sus mentes las escribiré,

17 añade:

Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,

20 por el camino nuevo y vivo que él nos consagró, a través del velo, esto es, de su carne,

21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de una mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.

23 Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin vacilar, porque fiel es el que prometió.

24 Y considerémonos los unos a los otros para motivarnos al amor y a las buenas obras;

25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca.

26 Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,

27 sino una horrenda expectativa de juicio y fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios.

28 El que menosprecia la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia.

29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del convenio, en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

30 Pues sabemos quien es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.

31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis un gran combate de aflicciones;

33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo, y por otra parte, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.

34 Porque de mis encarcelamientos también tuvisteis compasión, y el despojo de vuestros bienes padecisteis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable posesión en los cielos.

35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran recompensa,

36 porque la paciencia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.

37

Porque dentro de poco,
el que ha de venir vendrá, y no tardará.

38

Pero el justo vivirá por la fe;
y si se vuelve atrás, no agradará a mi alma.

39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.

Capítulo 11
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Por medio de la fe, entendemos la palabra y la obra de Dios — La fe de los antiguos estaba centrada en Cristo — Por medio de la fe, los hombres conquistaron reinos, actuaron con rectitud y efectuaron milagros.

1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

2 Porque por ella alcanzaron aprobación los antiguos.

3 Por la fe entendemos que los mundos fueron formados por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue de lo que no se veía.

4 Por la fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín, por lo cual recibió testimonio de que era justo, dando Dios aprobación de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.

5 Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios. Y antes que fuese trasladado, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.

7 Por la fe Noé, habiendo sido advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca para que su casa se salvase; por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es según la fe.

8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como heredad; y salió sin saber a dónde iba.

9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa,

10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque consideró que era fiel el que lo había prometido.

12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.

13 En la fe murieron todos éstos sin haber recibido las cosas prometidas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y aceptándolas, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria,

15 pues si en verdad se hubiesen acordado de aquélla de donde salieron, habrían tenido tiempo de volver.

16 Pero deseaban una mejor, a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les había preparado una ciudad.

17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito,

18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia,

19 considerando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

20 Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú con respecto a cosas que habían de venir.

21 Por la fe Jacob, estando ya para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró, apoyándose en el extremo de su bastón.

22 Por la fe José, al borde de la muerte, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque le vieron niño hermoso y no temieron el edicto del rey.

24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón,

25 escogiendo ser afligido con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres temporales del pecado.

26 Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía la mirada puesta en la recompensa.

27 Por la fe salió de Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como si estuviese viendo al Invisible.

28 Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que mataba a los primogénitos no los tocase.

29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; y cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, fueron ahogados.

30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.

31 Por la fe la ramera Rahab no pereció juntamente con los incrédulos, pues había recibido a los espías en paz.

32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría para contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas,

33 quienes por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,

34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.

35 Las mujeres recibieron sus muertos por medio de la resurrección; mas otros fueron torturados, no aceptando el rescate, para obtener mejor resurrección;

36 otros experimentaron vituperios y azotes, y además de esto, prisiones y cárceles;

37 fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados;

38 de los que el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

39 Y todos éstos, aunque aprobados por el testimonio de la fe, no llegaron a ver el cumplimiento de la promesa,

40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que ellos no fuesen perfeccionados sin nosotros.

Capítulo 12

El Señor al que ama disciplina — Dios es el Padre de los espíritus — Para ver a Dios, seguid la paz y la santidad — Los santos exaltados pertenecen a la Iglesia del Primogénito.

1 Por tanto, nosotros también, teniendo a nuestro alrededor tan gran nube de testigos, dejemos a un lado todo peso y pecado que nos rodea, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis en vuestro ánimo hasta desmayar.

4 Porque aún no habéis resistido hasta derramar sangre, combatiendo contra el pecado;

5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
ni desmayes cuando eres reprendido por él.

6

Porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe como hijo.

7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?

10 Y aquéllos, a la verdad, por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.

11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de rectitud a los que en ella han sido ejercitados.

12 Por lo cual, fortaleced las manos caídas y las rodillas debilitadas;

13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que el que es cojo no se salga fuera del camino, sino que sea sanado.

14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor,

15 mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, no sea que alguna raíz de amargura, brotando, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

16 que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.

17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado porque no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas.

18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, ni al fuego ardiente, ni a las tinieblas, ni a la oscuridad, ni a la tempestad,

19 ni al sonido de la trompeta ni a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les hablase más;

20 porque no podían soportar lo que se mandaba: Si aun una bestia toca el monte, será apedreada o traspasada con dardo.

21 Y tan terrible era lo que se veía que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.

22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles,

23 y a la asamblea y a la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,

24 y a Jesús el Mediador del nuevo convenio, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desechamos al que amonesta desde los cielos.

26 La voz del que conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez más, y haré temblar no solamente la tierra, sino también el cielo.

27 Y esta frase: Aún una vez más, indica claramente la remoción de las cosas que pueden ser removidas, como las cosas creadas, para que permanezcan las cosas que no pueden ser removidas.

28 Así que, recibiendo nosotros el reino inconmovible, retengamos la gracia por la cual vamos a servir a Dios, agradándole con temor y reverencia;

29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.

Capítulo 13

El matrimonio es honroso — Cristo es el mismo eternamente — Pablo explica cómo deben los santos ofrecer sacrificios aceptables.

1 Permanezca el amor fraternal.

2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.

3 Acordaos de los presos, como si estuvieseis presos juntamente con ellos; y de los afligidos, puesto que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.

4 Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

5 Sean vuestras costumbres sin avaricia; contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: No te desampararé ni te dejaré.

6 De tal manera que decimos confiadamente:

El Señor es mi ayudador; no temeré
lo que me pueda hacer el hombre.

7 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.

8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos.

9 No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, y no en los alimentos que nunca aprovecharon a los que se ocuparon de ellos.

10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo.

11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre, por el pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.

12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad.

13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio.

14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir.

15 Así que, por medio de él ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, a saber, fruto de labios que confiesen su nombre.

16 Y de hacer el bien y de compartir no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios.

17 Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría, y sin quejarse, porque esto no os es provechoso.

18 Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando comportarnos bien en todo.

19 Y aún más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto.

20 Y el Dios de paz que levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del convenio sempiterno,

21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

22 Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, porque os he escrito brevemente.

23 Sabed que nuestro hermano Timoteo está en libertad, con el que, si viene pronto, os iré a ver.

24 Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Los de Italia os saludan.

25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.



Fue escrita a los hebreos desde Italia con Timoteo.