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lunes, 14 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 271: Marcos 1-3


Capítulo 1
Jesús es bautizado por Juan — Jesús predica el Evangelio, llama discípulos, expulsa demonios, sana a los enfermos y limpia a un leproso.

1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

2 Como está escrito en Isaías, el profeta:

He aquí yo envío a mi mensajero delante de tu faz,
que preparará tu camino delante de ti.

3

Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas.

4 Bautizaba Juan en el desierto y predicaba el bautismo de arrepentimiento para remisión de pecados.

5 Y salía a él toda la provincia de Judea y los de Jerusalén; y eran todos bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.

6 Y Juan andaba vestido de pelo de camello y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre.

7 Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar, encorvado, la correa de sus sandalias.

8 Yo a la verdad os he bautizado con agua, mas él os bautizará con el Espíritu Santo.

9 Y aconteció en aquellos días que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.

10 E inmediatamente, subiendo del agua, vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.

12 Y en seguida el Espíritu le impulsó a ir al desierto.

13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días y era tentado por Satanás; y estaba con las fieras, y los ángeles le servían.

14 Y después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios,

15 y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.

16 Y pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red en el mar, porque eran pescadores.

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.

18 Y al instante, dejando sus redes, le siguieron.

19 Y pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan; y ellos también estaban en la barca, remendando las redes.

20 Y en seguida los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron en pos de él.

21 Y entraron en Capernaúm; y en seguida en el día de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba.

22 Y se admiraban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

23 Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dio voces,

24 diciendo: ¡Ah!, ¿qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.

25 Y Jesús le reprendió, diciendo: ¡Enmudece y sal de él!

26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia y clamando a gran voz, salió de él.

27 Y todos se maravillaron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?

28 Y su fama se difundió rápidamente por toda la provincia alrededor de Galilea.

29 Y al salir de la sinagoga, fueron a casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.

31 Entonces, acercándose él, la tomó de la mano y la levantó; y al instante la dejó la fiebre, y ella les servía.

32 Y cuando cayó la tarde, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que estaban enfermos y los endemoniados;

33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta.

34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque lo conocían.

35 Y levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.

36 Y le buscaron Simón y los que estaban con él;

37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan.

38 Y él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí, porque para esto he venido.

39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

40 Y vino a él un leproso, rogándole; y arrodillándose, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme.

41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano, y le tocó y le dijo: Quiero; sé limpio.

42 Y en cuanto hubo él hablado, de inmediato la lepra se fue de aquél, y quedó limpio.

43 Entonces le advirtió estrictamente, y le despidió en seguida

44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos.

45 Pero él salió y comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.

Capítulo 2

Jesús perdona los pecados, sana a un paralítico, come con publicanos y pecadores, y proclama que es el Señor del día de reposo.

1 Y entró Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.

2 Y de inmediato se reunieron muchos, tantos que ya no cabían ni aun a la puerta; y él les predicaba la palabra.

3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado entre cuatro.

4 Y como no podían acercarse a él a causa del gentío, destaparon el techo de donde él estaba y, haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.

5 Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.

6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales, pensando en sus corazones,

7 decían: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?

8 Y conociendo al instante Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?

9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, y toma tu lecho y anda?

10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):

11 A ti te digo: ¡Levántate!, y toma tu lecho y vete a tu casa.

12 Entonces él se levantó en seguida y, tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.

13 Y volvió a salir al mar, y toda la gente venía a él, y les enseñaba.

14 Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.

15 Y aconteció que, estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos, porque había muchos y le habían seguido.

16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y con los pecadores?

17 Y oyéndolo Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores.

18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?

19 Y Jesús les dijo: ¿Acaso ayunan los que están de bodas mientras el esposo está con ellos? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.

20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces, en aquellos días ayunarán.

21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira del viejo y la rotura se hace peor.

22 Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino y los odres se pierden, pues el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.

23 Y aconteció que pasando él por los sembrados en el día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas.

24 Entonces los fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?

25 Y él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, él y los que con él estaban;

26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?

27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo.

28 Así que el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.

Capítulo 3

Jesús sana a un enfermo en el día de reposo — Escoge y ordena a los Doce Apóstoles — Él pregunta: ¿Puede Satanás echar fuera a Satanás? — Habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo y reconoce a los creyentes como integrantes de Su familia.

1 Y otra vez entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano.

2 Y le acechaban para ver si le sanaría en el día de reposo, para acusarle.

3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio.

4 Y les dijo: ¿Es lícito hacer bien en el día de reposo, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.

5 Y mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano le fue restaurada sana.

6 Entonces, saliendo los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él, para matarle.

7 Mas Jesús se apartó al mar con sus discípulos; y le siguió gran multitud de Galilea, y de Judea,

8 y de Jerusalén, y de Idumea y del otro lado del Jordán. Y los de alrededor de Tiro y de Sidón, una gran multitud, oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron a él.

9 Y dijo a sus discípulos que le tuviesen siempre lista la barca, a causa del gentío, para que no le oprimiesen.

10 Porque había sanado a muchos, de manera que se echaban sobre él, para tocarle, cuantos tenían plagas.

11 Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él y daban voces, diciendo: ¡Tú eres el Hijo de Dios!

12 Pero él los reprendía mucho para que no le dieran a conocer.

13 Y subió al monte y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.

14 Y designó a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar,

15 y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios:

16 a Simón, a quien puso por nombre Pedro;

17 y a Jacobo hijo de Zebedeo y a Juan, hermano de Jacobo; y los apellidó Boanerges, es decir, Hijos del trueno;

18 y a Andrés, y a Felipe, y a Bartolomé, y a Mateo, y a Tomás, y a Jacobo hijo de Alfeo, y a Tadeo, y a Simón, el cananita,

19 y a Judas Iscariote, el que le entregó. Y entraron en una casa.

20 Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni siquiera podían comer pan.

21 Y cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle, porque decían: Está fuera de sí.

22 Y los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.

23 Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás?

24 Y si algún reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.

25 Y si alguna casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.

26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo y está dividido, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin.

27 Nadie puede saquear las alhajas de un hombre fuerte, entrando en su casa, si antes no le ata; entonces saqueará su casa.

28 De cierto os digo que todos los pecados les serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias con que blasfemen;

29 pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que está expuesto a juicio eterno.

30 Porque habían dicho: Tiene espíritu inmundo.

31 Vinieron después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.

32 Y la gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan.

33 Y él les respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos?

34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

35 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana y mi madre.

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