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lunes, 11 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 287: Juan 1-3


Capítulo 1
Cristo es el Verbo de Dios — Él creó todas las cosas y fue hecho carne — Juan bautiza a Jesús y testifica que Jesús es el Cordero de Dios — Juan, Andrés, Simón, Felipe y Natanael creen en Cristo y lo siguen.

1 En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.

2 Éste estaba en el principio con Dios.

3 Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.

4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

5 Y la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron.

6 Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

7 Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por medio de él.

8 No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.

9 Aquél era la luz verdadera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.

10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no le conoció.

11 A los suyos vino, y los suyos no le recibieron.

12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios;

13 que no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de Dios.

14 Y el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de él y clamó, diciendo: Éste es aquel de quien yo decía: El que viene después de mí es antes de mí, porque era primero que yo.

16 Porque de su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia.

17 Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

19 Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: Tú, ¿quién eres?

20 Y confesó y no negó, sino que confesó: Yo no soy el Cristo.

21 Y le preguntaron: ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

22 Entonces le dijeron: ¿Pues quién eres?, para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?

23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

25 Entonces le preguntaron y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?

26 Y Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo con agua, mas en medio de vosotros hay uno a quien vosotros no conocéis.

27 Éste es el que ha de venir después de mí, el que es antes de mí, de quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.

28 Estas cosas acontecieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.

29 Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

30 Éste es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón que es antes de mí, porque era primero que yo.

31 Y yo no le conocía, pero para que fuese manifestado a Israel, por eso vine yo bautizando en agua.

32 Y Juan dio testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que reposó sobre él.

33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y que reposa sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

34 Y yo le he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

35 Al siguiente día otra vez estaba Juan, y con él dos de sus discípulos.

36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios!

37 Y los dos discípulos le oyeron hablar y siguieron a Jesús.

38 Y volviéndose Jesús y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que interpretado quiere decir Maestro), ¿dónde moras?

39 Les dijo: Venid y ved. Entonces fueron y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día, porque era como la hora décima.

40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y que habían seguido a Jesús.

41 Aquél halló primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que interpretado es, el Cristo).

42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir piedra).

43 Al día siguiente, quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe y le dijo: Sígueme.

44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.

45 Felipe halló a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribieron Moisés, en la ley, y también los profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret.

46 Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

47 Jesús vio a Natanael que se le acercaba y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

49 Respondió Natanael y le dijo: ¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!

50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Crees porque te dije que te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que éstas verás.

51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre el Hijo del Hombre.

Capítulo 2

Jesús convierte el agua en vino, en Caná — Asiste a la Pascua, purifica el templo, predice Su muerte y Su resurrección, y efectúa milagros.

1 Y al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.

2 Y también fueron invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.

3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.

4 Y Jesús le dijo: ¿Qué tengo yo que ver contigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora.

5 Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que él os diga.

6 Y había allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros.

7 Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.

8 Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.

9 Y cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), el maestresala llamó al novio

10 y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces el inferior; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora.

11 Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto, descendieron a Capernaúm él, y su madre, y sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.

13 Y estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.

14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, y ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

15 Y, haciendo un azote de cuerdas, los echó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; y desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas.

16 Y dijo a los que vendían las palomas: ¡Quitad esto de aquí y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!

17 Entonces se acordaron sus discípulos de que está escrito: El celo de tu casa me consumió.

18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?

19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

20 Entonces dijeron los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?

21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo.

22 Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

23 Y estando en Jerusalén en la Pascua, en el día de la fiesta, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía.

24 Pero Jesús mismo no confiaba en ellos, porque los conocía a todos,

25 y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio acerca de los hombres, pues él sabía lo que había en el hombre.

Capítulo 3

Jesús dice a Nicodemo que los hombres deben nacer de nuevo — De tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Unigénito para salvar a los hombres — Juan el Bautista testifica que todo aquel que cree en el Hijo tiene vida eterna.

1 Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

2 Éste vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que eres maestro que ha venido de Dios, porque nadie puede hacer estos milagros que tú haces si no está Dios con él.

3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios.

4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?

5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

8 El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel y no sabes esto?

11 De cierto, de cierto te digo que de lo que sabemos, hablamos, y de lo que hemos visto, testificamos; pero no recibís nuestro testimonio.

12 Si os he dicho cosas terrenales y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo las celestiales?

13 Y nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo.

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

15 para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

16 Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.

17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

18 El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

19 Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

20 Pues todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

21 Pero el que vive conforme a la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea; y estaba allí con ellos y bautizaba.

23 Y Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían y eran bautizados,

24 porque Juan aún no había sido puesto en la cárcel.

25 Entonces hubo una discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.

26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, del que tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos van a él.

27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo.

28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él.

29 El que tiene a la novia es el novio; mas el amigo del novio, que está de pie y le oye, se goza grandemente de la voz del novio; así pues, éste, mi gozo, ha sido cumplido.

30 Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.

31 El que viene de arriba está sobre todos; el que es de la tierra es terrenal y habla cosas terrenales; el que viene del cielo está sobre todos.

32 Y testifica de lo que vio y oyó, pero nadie recibe su testimonio.

33 El que ha recibido su testimonio atestigua que Dios es veraz.

34 Porque el que Dios envió habla las palabras de Dios, pues Dios no da el Espíritu por medida.

35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos.

36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 286: Lucas 23-24


Capítulo 23
Se lleva a Jesús ante Pilato, después ante Herodes y nuevamente ante Pilato — Se pone en libertad a Barrabás — Se crucifica a Jesús entre dos ladrones — Se le sepulta en la tumba de José de Arimatea.

1 Levantándose entonces toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.

2 Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él es el Cristo, un rey.

3 Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.

4 Y Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la gente: Ninguna culpa hallo en este hombre.

5 Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.

6 Entonces Pilato, al oír decir Galilea, preguntó si el hombre era galileo.

7 Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.

8 Y Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho, porque hacía mucho tiempo que deseaba verle; porque había oído acerca de él muchas cosas y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro.

9 Y le preguntaba con muchas palabras, pero él nada le respondió.

10 Y estaban allí los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran vehemencia.

11 Entonces Herodes, con sus soldados, le menospreció y le escarneció, vistiéndole con un manto espléndido; y volvió a enviarle a Pilato.

12 Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel mismo día, porque antes estaban enemistados entre sí.

13 Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, y a los oficiales y al pueblo,

14 les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que desvía al pueblo; y he aquí, habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado culpa alguna en este hombre de lo que le acusáis.

15 Ni tampoco Herodes, porque os remití a él; y he aquí, ninguna cosa digna de muerte ha hecho.

16 Le soltaré, pues, después de castigarle.

17 Y tenía necesidad de soltarles un preso en cada fiesta.

18 Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con ése, y suéltanos a Barrabás!

19 (Éste había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.)

20 Y les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús.

21 Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!

22 Y él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ninguna culpa de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.

23 Mas ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.

24 Entonces Pilato determinó que se hiciese lo que ellos pedían.

25 Y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

26 Y, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

27 Y le seguía una gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.

28 Mas Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos,

29 porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.

30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Cubridnos,

31 porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?

32 Y llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados.

33 Y cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.

35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él junto con ellos, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Mesías, el escogido de Dios.

36 También los soldados se burlaban de él, acercándose y ofreciéndole vinagre,

37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

38 Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y latinas y hebreas: Éste es el Rey de los judíos.

39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.

40 Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?

41 Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero éste ningún mal hizo.

42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Y cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio.

46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

47 Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.

48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.

49 Mas todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea estaban mirando desde lejos estas cosas.

50 Y he aquí, había un hombre llamado José que era miembro del concilio, hombre bueno y justo

51 (quien no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos), de Arimatea, ciudad de Judea, que también esperaba el reino de Dios;

52 éste fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.

53 Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

54 Y era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.

55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea le siguieron también y vieron el sepulcro y cómo fue puesto su cuerpo.

56 Y regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes; y reposaron el día de reposo, conforme al mandamiento.

Capítulo 24

Los ángeles anuncian la resurrección de Cristo — Jesús anda por el camino a Emaús — Se aparece en Su cuerpo resucitado de carne y hueso, come, testifica de Su divinidad y promete el Espíritu Santo — Asciende al cielo.

1 Y el primer día de la semana, muy de mañana, ellas fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.

2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro.

3 Y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 Y aconteció que, estando ellas perplejas por esto, he aquí se pusieron de pie junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;

5 y como ellas tuvieron temor e inclinaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

6 No está aquí, sino que ha resucitado; acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,

7 diciendo: Es menester que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado y resucite al tercer día.

8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,

9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás.

10 Y eran María Magdalena, y Juana, y María, madre de Jacobo, y las demás con ellas, las que dijeron estas cosas a los apóstoles.

11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creyeron.

12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro y, cuando miró dentro, vio sólo los lienzos allí; y se fue a casa, maravillándose de lo que había sucedido.

13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba como a sesenta estadios de Jerusalén.

14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.

15 Y aconteció que, mientras hablaban entre sí y se preguntaban el uno al otro, Jesús mismo se acercó e iba con ellos juntamente.

16 Pero los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.

17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son éstas que tenéis entre vosotros mientras camináis, estando tristes?

18 Y respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no ha sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?

19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;

20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte y le crucificaron.

21 Mas nosotros esperábamos que él era el que iba a redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es el tercer día desde que esto ha acontecido.

22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que fueron temprano al sepulcro;

23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes les dijeron que él vive.

24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.

25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!

26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?

27 Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.

28 Y llegaron a la aldea adonde iban; y él hizo como que iba más lejos.

29 Pero ellos le insistieron, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.

30 Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, y lo partió y les dio.

31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.

32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?

33 Y levantándose en esa misma hora, volvieron a Jerusalén; y hallaron a los once reunidos y a los que estaban con ellos,

34 que decían: Verdaderamente ha resucitado el Señor y ha aparecido a Simón.

35 Entonces ellos contaron las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.

36 Y mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros.

37 Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu.

38 Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones?

39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.

40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.

41 Y como aún ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?

42 Entonces ellos le dieron parte de un pescado asado y un panal de miel.

43 Y él lo tomó y comió delante de ellos.

44 Y él les dijo: Éstas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas y en los salmos.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras;

46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese y resucitase de los muertos al tercer día;

47 y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.

49 Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; mas vosotros quedaos en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos con poder de lo alto.

50 Y los llevó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo.

51 Y aconteció que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado arriba al cielo.

52 Y ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;

53 y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.