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martes, 28 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 325: 1 Pedro 1-5


Capítulo 1
La prueba de nuestra fe precede a la salvación — Cristo fue preordenado para ser el Redentor.

1 Pedro , apóstol de Jesucristo, a los peregrinos dispersos por Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,

2 elegidos según la presciencia de Dios el Padre mediante la santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.

3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,

4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros,

5 que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque, si es necesario, por un poco de tiempo tengáis que ser afligidos con diversas tentaciones,

7 para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece aunque sea probado con fuego, sea hallada digna de alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo sea manifestado;

8 a quien, aunque no le habéis visto, amáis; en quien creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado,

9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.

10 Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros inquirieron y diligentemente indagaron,

11 escudriñando qué condiciones o qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el que predecía los sufrimientos de Cristo, y las glorias que seguirían después de éstos.

12 A quienes les fue revelado que ministraban, no para sí mismos, sino para nosotros, las mismas cosas que ahora os han sido anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.

13 Por tanto, teniendo ceñidos los lomos de vuestro entendimiento, siendo sobrios, tened plena esperanza en la gracia que os será presentada cuando Jesucristo os sea manifestado.

14 Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia,

15 sino, como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta,

16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.

17 Y si invocáis como Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación,

18 sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conducta, la cual recibisteis por tradición de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

20 ya ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros,

21 que por medio de él creéis en Dios, quien le resucitó de entre los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

22 Habiendo purificado vuestras almas mediante la obediencia a la verdad, por medio del Espíritu, hasta llegar a un amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro,

23 habiendo nacido de nuevo, no de simiente corruptible, sino de una incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

24 Porque:

Toda carne es como la hierba,
y toda la gloria del hombre como la flor de la hierba:
Se seca la hierba, y la flor se cae;

25

mas la palabra del Señor permanece para siempre.
Y ésta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.

Capítulo 2

Los conversos son como niños recién nacidos en Cristo — Él es la principal piedra del ángulo — Los santos poseen un real sacerdocio y son un pueblo adquirido por Dios — Los santos están sujetos a las leyes del hombre.

1 Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda calumnia,

2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual pura, para que por ella crezcáis para salvación,

3 si es que habéis probado la benignidad del Señor.

4 Acercándoos a él, piedra viva, rechazada ciertamente por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios,

5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como una casa espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo.

6 Por lo cual también contiene la Escritura:

He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
y el que crea en él, no será avergonzado.

7 Él es, pues, honor a vosotros los que creéis; pero para los desobedientes,

la piedra que los edificadores desecharon,
ésta ha venido a ser la cabeza del ángulo,

8 y piedra de tropiezo y roca de escándalo para aquellos que, siendo desobedientes, tropiezan en la palabra, para lo cual fueron también señalados.

9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable.

10 Vosotros, que en el tiempo pasado no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en el tiempo pasado no habíais alcanzado misericordia, pero que ahora habéis alcanzado misericordia.

11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,

12 manteniendo vuestra conducta ejemplar entre los gentiles, para que, en lo que ellos murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.

13 Por causa del Señor, estad, pues, sujetos a toda autoridad humana, ya sea al rey como superior,

14 ya a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y para loor de los que hacen el bien.

15 Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;

16 actuad como libres, y no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.

17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.

18 Siervos, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los rigurosos.

19 Porque esto es elogiable: que alguno a causa de la conciencia ante Dios sufra molestias, padeciendo injustamente.

20 Porque, ¿qué mérito tiene si al pecar vosotros sois abofeteados y lo soportáis con paciencia? Pero si al hacer el bien sois afligidos y lo soportáis con paciencia, esto ciertamente es agradable delante de Dios.

21 Porque para esto fuisteis llamados, pues también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pasos;

22 quien no cometió pecado, ni fue hallado engaño en su boca;

23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga justamente.

24 Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados.

25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Capítulo 3

Marido y mujer deben honrarse el uno al otro — Los santos deben vivir de acuerdo con las normas del Evangelio — Cristo predicó a los espíritus encarcelados.

1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen en la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,

2 al observar vuestra conducta casta y respetuosa.

3 El adorno de ellas no sea el externo, con peinados ostentosos, con adornos de oro ni con ropas lujosas,

4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu agradable y apacible, que es de gran estima delante de Dios.

5 Porque así también se ataviaban en el tiempo antiguo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos,

6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la que vosotras sois hechas hijas, si hacéis el bien, sin tener ningún temor.

7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.

8 Y finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.

10 Porque:

el que quiere amar la vida,
y ver días buenos,
refrene su lengua de mal,
y sus labios no hablen engaño;

11

apártese del mal, y haga el bien;
busque la paz, y sígala.

12

Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
y sus oídos atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.

13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien?

14 Pero también si alguna cosa padecéis por causa de la rectitud, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor a ellos ni seáis turbados,

15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros;

16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.

17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu;

19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

20 los que en otro tiempo fueron desobedientes, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, a saber, ocho, fueron salvadas por agua.

21 El símbolo de la cual corresponde al bautismo que ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la petición de una buena conciencia ante Dios) por la resurrección de Jesucristo,

22 quien, habiendo subido al cielo, está a la diestra de Dios, y a él están sujetos los ángeles, y las autoridades y los poderes.

Capítulo 4

Pedro explica por qué se predica el Evangelio a los muertos — Los santos deben hablar conforme a las palabras de Dios — Los justos serán puestos a prueba en todas las cosas.

1 Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues el que ha padecido en la carne, ha dejado el pecado;

2 para vivir el tiempo que le queda en la carne, no conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios.

3 Porque nos debe bastar que durante el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando andábamos en lascivias, en concupiscencias, en embriagueces, en orgías, en banquetes y en abominables idolatrías.

4 A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;

5 pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos.

6 Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos; para que sean juzgados en la carne según los hombres, pero vivan en el espíritu según Dios.

7 Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios y velad en oración.

8 Y sobre todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados.

9 Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.

10 Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de las diversas manifestaciones de la gracia de Dios.

11 Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme a la fortaleza que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén.

12 Amados, no os asombréis del fuego de prueba que os ha sobrevenido para poneros a prueba, como si alguna cosa extraña os aconteciese,

13 antes bien, gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría.

14 Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el espíritu de gloria y de Dios reposan sobre vosotros. Ciertamente, por ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado.

15 Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por meterse en asuntos ajenos.

16 Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios en ello.

17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen el evangelio de Dios?

18 Y si el justo con dificultad se salva, ¿qué será del impío y del pecador?

19 Por tanto, los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien.

Capítulo 5

Los ancianos (élderes) deben apacentar la grey de Dios — La humildad y la gracia divina conducen a la perfección.

1 Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada:

2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;

3 no como teniendo señorío sobre los rebaños del Señor, sino siendo ejemplos de la grey.

4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad, porque:

Dios resiste a los soberbios,
y da gracia a los humildes.

6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo,

7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

8 Sed sobrios, y velad, porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;

9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en vuestros hermanos que están en el mundo.

10 Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.

11 A él sean la gloria y el dominio para siempre. Amén.

12 Por conducto de Silvano, a quien considero un hermano fiel, os he escrito brevemente, amonestándoos y testificando que ésta es la verdadera gracia de Dios, en la cual estáis.

13 La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos, mi hijo, os saludan.

14 Saludaos unos a otros con un beso de amor. La paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén.

jueves, 23 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 324: Santiago 1-5


Capítulo 1
Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios — Resistid la tentación — Sed hacedores de la palabra — Santiago explica cómo reconocer la religión pura.

1 Santiago , siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están esparcidas: Salud.

2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,

3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

4 Pero tenga la paciencia su obra perfecta, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

6 Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es movida por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, ese hombre que recibirá cosa alguna del Señor.

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

9 El hermano que es de condición humilde, regocíjese en su exaltada posición;

10 pero el que es rico, en su condición humilde, porque él pasará como la flor de la hierba.

11 Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, y su flor se cae y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todos sus caminos.

12 Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque una vez que haya sido aprobado, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.

13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie,

14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.

15 Y la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.

16 Amados hermanos míos, no erréis.

17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación.

18 Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas.

19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse,

20 porque la ira del hombre no produce la justicia de Dios.

21 Por lo cual, desechando toda inmundicia y exceso de malicia que tanto abunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.

22 Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.

23 Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.

24 Porque después de mirarse a sí mismo, se va, y en seguida se olvida de cómo era.

25 Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.

26 Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.

27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

Capítulo 2

Dios ha escogido a los pobres de este mundo que son ricos en fe — La salvación se obtiene al guardar toda la ley — La fe sin obras es muerta.

1 Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin hacer acepción de personas.

2 Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y ropa lujosa, y también entra un pobre con vestido andrajoso,

3 y atendéis solícitamente al que trae la vestidura lujosa, y le decís: Siéntate tú aquí, en buen lugar, y decís al pobre: Quédate tú allí de pie, o siéntate aquí debajo de mi estrado,

4 ¿acaso no hacéis distinción entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos?

5 Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?

6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los juzgados?

7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?

8 Si en verdad cumplís vosotros la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis;

9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores.

10 Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero ofende en un punto, se hace culpable de todos.

11 Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.

12 Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.

13 Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no muestre misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.

14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?

15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del sustento de cada día,

16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, abrigaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo: ¿de qué aprovechará?

17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.

18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.

20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?

21 ¿No fue justificado por las obras nuestro padre Abraham, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?

22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?

23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.

25 Asimismo, Rahab, la ramera, ¿no fue justificada por las obras, cuando recibió a los mensajeros, y los envió por otro camino?

26 Porque como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras es muerta.

Capítulo 3

Si refrenamos la lengua, logramos perfección — La sabiduría celestial es pura, pacífica y llena de misericordia.

1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

2 Porque todos ofendemos en muchas formas. Si alguno no ofende de palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.

4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas por impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán gran bosque enciende un pequeño fuego!

6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, y enciende el curso de la vida, y es encendida por el infierno.

7 Porque toda especie de bestias, y de aves, y de serpientes y de criaturas del mar se doma y ha sido domada por el ser humano;

8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la semejanza de Dios.

10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.

11 ¿Acaso echa alguna fuente por la misma abertura agua dulce y amarga?

12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Pues tampoco una fuente puede dar agua salada y dulce.

13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría.

14 Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os jactéis ni mintáis contra la verdad,

15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, animal y diabólica.

16 Porque donde hay envidia y contención, allí hay confusión y toda obra perversa.

17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, bondadosa, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora ni fingida.

18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.

Capítulo 4

Las guerras se originan de las concupiscencias — Los amigos del mundo son enemigos de Dios — El pecado consiste en no andar en la luz que hemos recibido.

1 ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros?

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestras concupiscencias.

4 Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.

5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Él celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros?

6 Pero él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.

7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.

8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad vuestras manos; y vosotros, los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.

9 Afligíos, y lamentad y llorad. ¡Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza!

10 Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará.

11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar a otro?

13 ¡Vamos ahora!, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, compraremos mercadería y ganaremos;

14 y ni siquiera sabéis lo que será mañana. Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.

15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.

16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala.

17 El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace.

Capítulo 5

La miseria vendrá sobre los ricos disolutos — Aguardad la venida del Señor con paciencia — Los ancianos deben ungir y sanar a los enfermos.

1 ¡Vamos ahora, oh ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.

2 Vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas están comidas de polilla.

3 Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestros cuerpos como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días finales.

4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han segado en vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.

5 Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y habéis sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza.

6 Habéis condenado y dado muerte al justo, sin que él os opusiese resistencia.

7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.

8 Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor se acerca.

9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez ya está a las puertas.

10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto la finalidad del Señor, porque el Señor es muy misericordioso y compasivo.

12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.

13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren ellos por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados.

16 Confesaos vuestras faltas unos a otros y orad los unos por los otros, para que seáis sanados; la oración eficaz del justo puede mucho.

17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y rogó fervientemente que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.

18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,

20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará un alma de la muerte, y cubrirá multitud de pecados.

viernes, 17 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 323: Hebreos 10-13


Capítulo 10
Somos santificados mediante el derramamiento de la sangre de Cristo — Se explica lo excelso de Su sacrificio — Los que pierden la gracia por pecar voluntariamente son maldecidos — El justo vivirá por la fe.

1 Porque la ley, teniendo la sombra de las cosas buenas por venir, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan.

2 De otra manera, ¿no cesarían de ofrecerse?, porque los que adoran, una vez limpios, no tendrían ya más conciencia de pecado.

3 Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados.

4 Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice:

Sacrificio y ofrenda no quisiste;
mas me preparaste un cuerpo.

6

Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

7

Entonces dije: Heme aquí
(como en el rollo del libro está escrito de mí)
para hacer, oh Dios, tu voluntad.

8 Diciendo arriba: Sacrificio y ofrenda, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley),

9 entonces dijo: Heme aquí para hacer, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo segundo.

10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para siempre.

11 Así que todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.

12 Pero Cristo, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, se ha sentado a la diestra de Dios,

13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo, porque después de haber dicho:

16 Éste es el convenio que haré con ellos

después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
y en sus mentes las escribiré,

17 añade:

Y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,

20 por el camino nuevo y vivo que él nos consagró, a través del velo, esto es, de su carne,

21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de una mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura.

23 Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin vacilar, porque fiel es el que prometió.

24 Y considerémonos los unos a los otros para motivarnos al amor y a las buenas obras;

25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca.

26 Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados,

27 sino una horrenda expectativa de juicio y fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios.

28 El que menosprecia la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia.

29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del convenio, en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?

30 Pues sabemos quien es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.

31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!

32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, soportasteis un gran combate de aflicciones;

33 por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo, y por otra parte, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.

34 Porque de mis encarcelamientos también tuvisteis compasión, y el despojo de vuestros bienes padecisteis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable posesión en los cielos.

35 No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene gran recompensa,

36 porque la paciencia os es necesaria, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.

37

Porque dentro de poco,
el que ha de venir vendrá, y no tardará.

38

Pero el justo vivirá por la fe;
y si se vuelve atrás, no agradará a mi alma.

39 Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás para perdición, sino de los que tienen fe para la preservación del alma.

Capítulo 11
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Por medio de la fe, entendemos la palabra y la obra de Dios — La fe de los antiguos estaba centrada en Cristo — Por medio de la fe, los hombres conquistaron reinos, actuaron con rectitud y efectuaron milagros.

1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

2 Porque por ella alcanzaron aprobación los antiguos.

3 Por la fe entendemos que los mundos fueron formados por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue de lo que no se veía.

4 Por la fe Abel ofreció a Dios un mejor sacrificio que Caín, por lo cual recibió testimonio de que era justo, dando Dios aprobación de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.

5 Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios. Y antes que fuese trasladado, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan.

7 Por la fe Noé, habiendo sido advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca para que su casa se salvase; por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que es según la fe.

8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como heredad; y salió sin saber a dónde iba.

9 Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa,

10 porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11 Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque consideró que era fiel el que lo había prometido.

12 Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.

13 En la fe murieron todos éstos sin haber recibido las cosas prometidas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y aceptándolas, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

14 Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria,

15 pues si en verdad se hubiesen acordado de aquélla de donde salieron, habrían tenido tiempo de volver.

16 Pero deseaban una mejor, a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les había preparado una ciudad.

17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía a su unigénito,

18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia,

19 considerando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

20 Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú con respecto a cosas que habían de venir.

21 Por la fe Jacob, estando ya para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró, apoyándose en el extremo de su bastón.

22 Por la fe José, al borde de la muerte, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

23 Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque le vieron niño hermoso y no temieron el edicto del rey.

24 Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón,

25 escogiendo ser afligido con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres temporales del pecado.

26 Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía la mirada puesta en la recompensa.

27 Por la fe salió de Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como si estuviese viendo al Invisible.

28 Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el que mataba a los primogénitos no los tocase.

29 Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; y cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, fueron ahogados.

30 Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.

31 Por la fe la ramera Rahab no pereció juntamente con los incrédulos, pues había recibido a los espías en paz.

32 ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría para contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas,

33 quienes por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,

34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros.

35 Las mujeres recibieron sus muertos por medio de la resurrección; mas otros fueron torturados, no aceptando el rescate, para obtener mejor resurrección;

36 otros experimentaron vituperios y azotes, y además de esto, prisiones y cárceles;

37 fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados y maltratados;

38 de los que el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

39 Y todos éstos, aunque aprobados por el testimonio de la fe, no llegaron a ver el cumplimiento de la promesa,

40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que ellos no fuesen perfeccionados sin nosotros.

Capítulo 12

El Señor al que ama disciplina — Dios es el Padre de los espíritus — Para ver a Dios, seguid la paz y la santidad — Los santos exaltados pertenecen a la Iglesia del Primogénito.

1 Por tanto, nosotros también, teniendo a nuestro alrededor tan gran nube de testigos, dejemos a un lado todo peso y pecado que nos rodea, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

3 Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que no os fatiguéis en vuestro ánimo hasta desmayar.

4 Porque aún no habéis resistido hasta derramar sangre, combatiendo contra el pecado;

5 y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
ni desmayes cuando eres reprendido por él.

6

Porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe como hijo.

7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?

8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

9 Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?

10 Y aquéllos, a la verdad, por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.

11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de rectitud a los que en ella han sido ejercitados.

12 Por lo cual, fortaleced las manos caídas y las rodillas debilitadas;

13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que el que es cojo no se salga fuera del camino, sino que sea sanado.

14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor,

15 mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, no sea que alguna raíz de amargura, brotando, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

16 que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.

17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado porque no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas.

18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía tocar, ni al fuego ardiente, ni a las tinieblas, ni a la oscuridad, ni a la tempestad,

19 ni al sonido de la trompeta ni a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les hablase más;

20 porque no podían soportar lo que se mandaba: Si aun una bestia toca el monte, será apedreada o traspasada con dardo.

21 Y tan terrible era lo que se veía que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.

22 Pero vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles,

23 y a la asamblea y a la iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos,

24 y a Jesús el Mediador del nuevo convenio, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desechamos al que amonesta desde los cielos.

26 La voz del que conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez más, y haré temblar no solamente la tierra, sino también el cielo.

27 Y esta frase: Aún una vez más, indica claramente la remoción de las cosas que pueden ser removidas, como las cosas creadas, para que permanezcan las cosas que no pueden ser removidas.

28 Así que, recibiendo nosotros el reino inconmovible, retengamos la gracia por la cual vamos a servir a Dios, agradándole con temor y reverencia;

29 porque nuestro Dios es fuego consumidor.

Capítulo 13

El matrimonio es honroso — Cristo es el mismo eternamente — Pablo explica cómo deben los santos ofrecer sacrificios aceptables.

1 Permanezca el amor fraternal.

2 No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.

3 Acordaos de los presos, como si estuvieseis presos juntamente con ellos; y de los afligidos, puesto que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.

4 Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

5 Sean vuestras costumbres sin avaricia; contentos con lo que tenéis ahora, pues él dijo: No te desampararé ni te dejaré.

6 De tal manera que decimos confiadamente:

El Señor es mi ayudador; no temeré
lo que me pueda hacer el hombre.

7 Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.

8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos.

9 No seáis llevados de acá para allá por doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón en la gracia, y no en los alimentos que nunca aprovecharon a los que se ocuparon de ellos.

10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo.

11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre, por el pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento.

12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta de la ciudad.

13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio.

14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir.

15 Así que, por medio de él ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, a saber, fruto de labios que confiesen su nombre.

16 Y de hacer el bien y de compartir no os olvidéis, porque de tales sacrificios se agrada Dios.

17 Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría, y sin quejarse, porque esto no os es provechoso.

18 Orad por nosotros, pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando comportarnos bien en todo.

19 Y aún más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto.

20 Y el Dios de paz que levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del convenio sempiterno,

21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

22 Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, porque os he escrito brevemente.

23 Sabed que nuestro hermano Timoteo está en libertad, con el que, si viene pronto, os iré a ver.

24 Saludad a todos vuestros pastores y a todos los santos. Los de Italia os saludan.

25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.



Fue escrita a los hebreos desde Italia con Timoteo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 322: Hebreos 7-9


Capítulo 7
El Sacerdocio de Melquisedec trae la exaltación y administra el Evangelio — Se recibe con un juramento y un convenio — Se explica la preeminencia del Sacerdocio de Melquisedec ante el Sacerdocio Aarónico — La salvación viene por medio de la intercesión de Cristo.

1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,

2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo, cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;

3 sin padre, sin madre, sin genealogía; que no tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

4 Considerad, pues, cuán grande fue éste, al que aun Abraham, el patriarca, dio diezmos del botín.

5 Y ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio tienen mandamiento de recibir del pueblo los diezmos según la ley, a saber, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham.

6 Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas.

7 Y, sin contradicción alguna, el que es menor es bendecido por el que es mayor.

8 Y aquí ciertamente los hombres mortales reciben los diezmos; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.

9 Y, por decirlo así, en Abraham ha pagado diezmos también Leví, que recibe los diezmos,

10 porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.

11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?

12 Pues cambiado el sacerdocio, necesario es que se cambie también la ley.

13 Porque aquel de quien se dice esto es de otra tribu, de la cual nadie ofició en el altar.

14 Porque es evidente que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, sobre cuya tribu nada habló Moisés tocante al sacerdocio.

15 Y aun es más evidente, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote,

16 que no es hecho conforme a la ley del mandamiento carnal acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible;

17 pues se da testimonio de él:

Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec.

18 El mandamiento anterior de cierto queda abrogado por su debilidad e inutilidad;

19 porque nada perfeccionó la ley, sino que logró la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

20 Y esto no fue hecho sin juramento

21 (porque en verdad los otros sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:

Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec);

22 por tanto, Jesús es hecho fiador de un convenio mejor.

23 Y de cierto hubo muchos sacerdotes, debido a que por la muerte no podían continuar.

24 Pero éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable.

25 Por eso él puede también salvar enteramente a los que por medio de él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, sin mancha, limpio, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos;

27 que no tiene necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre.

Capítulo 8

Cristo se ofreció como sacrificio por el pecado — Dios prometió concertar un nuevo convenio con Israel.

1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,

2 ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre.

3 Porque todo sumo sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer.

4 Así que si él estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley;

5 quienes sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.

6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, por cuanto él es el mediador de un mejor convenio, el cual ha sido establecido sobre mejores promesas.

7 Porque si aquel primer convenio hubiera sido sin defecto, no se hubiera procurado lugar para el segundo.

8 Porque reprendiéndolos dice:

He aquí vienen días, dice el Señor,
en que estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo convenio;

9

no como el convenio que hice con sus padres
el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto,
porque ellos no permanecieron en mi convenio,
y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.

10

Por lo cual, éste es el convenio que haré con la casa de Israel
después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
y sobre su corazón las escribiré;
y yo seré su Dios,
y ellos serán mi pueblo.

11

Y ninguno enseñará a su prójimo,
ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor,
porque todos me conocerán,
desde el menor hasta el mayor de ellos.

12

Porque seré misericordioso en cuanto a sus maldades,
y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.

13 Cuando dice: Nuevo convenio, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, cerca está de desaparecer.

Capítulo 9

Las ordenanzas de la ley de Moisés prefiguraban el ministerio de Cristo — Cristo es el Mediador del nuevo convenio.

1 Ahora bien, aun el primer convenio tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal.

2 Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el lugar santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición.

3 Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,

4 en donde había un incensario de oro, y el arca del convenio recubierta de oro por todas partes, en la que había una urna de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que reverdeció y las tablas del convenio;

5 y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de estas cosas no se puede ahora hablar en detalle.

6 Y estas cosas estaban así ordenadas, en la primera parte del tabernáculo entraban continuamente los sacerdotes para cumplir las funciones de su ministerio;

7 pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote entraba una vez al año, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en la ignorancia,

8 dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie.

9 Lo cual era símbolo para ese tiempo, según el cual se ofrecían ofrendas y sacrificios que no podían hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que oficiaba;

10 consistiendo sólo en comidas y en bebidas, y en diversos lavamientos y ordenanzas para el cuerpo, impuestas hasta el tiempo de la renovación.

11 Pero, Cristo habiendo llegado a ser sumo sacerdote de las cosas buenas por venir, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho por manos, a saber, no de esta creación,

12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez y para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne,

14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el que mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?

15 Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que, al intervenir una muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.

16 Porque donde hay testamento, necesario es que ocurra la muerte del testador.

17 Porque el testamento con la muerte se confirma, pues no es válido entre tanto que el testador vive.

18 De ahí que ni aun el primer convenio fue consagrado sin sangre.

19 Porque habiendo leído Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, y lana de grana e hisopo, y roció el libro mismo y también a todo el pueblo,

20 diciendo: Ésta es la sangre del testamento que Dios os ha mandado.

21 Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los utensilios del ministerio.

22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

23 Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas con estas cosas; pero las cosas celestiales mismas con mejores sacrificios que éstos.

24 Porque no entró Cristo en el santuario hecho por manos, figura del verdadero, sino en el mismo cielo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.

25 Y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena;

26 de otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se ha presentado una sola vez y para siempre, para anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo.

27 Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio,

28 así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, aparecerá para salvar a los que le esperan.

martes, 14 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 321: Hebreos 1-6


Capítulo 1
El Hijo es la imagen misma de la persona del Padre — Cristo es el Hijo Unigénito y, por tanto, es superior a los ángeles.

1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por medio de los profetas,

2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien, asimismo, hizo el universo,

3 quien, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

4 hecho tanto superior a los ángeles cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos.

5 Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás:

Mi hijo eres tú,
yo te he engendrado hoy,
y otra vez:
Yo seré para él Padre,
y él será para mí hijo?

6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.

7 Y ciertamente, de los ángeles dice:

El que hace a sus ángeles espíritus,
y a sus ministros llama de fuego.

8 Pero del hijo dice:

Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos;
cetro de equidad es el cetro de tu reino;

9

has amado la justicia y aborrecido la maldad,
por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
con óleo de alegría más que a tus compañeros.

10 Y:

Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra,
y los cielos son obra de tus manos.

11

Ellos perecerán, mas tú permaneces;
y todos ellos se envejecerán como una vestidura;

12

y como un vestido los envolverás, y serán mudados;
pero tú eres el mismo,
y tus años no acabarán.

13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo jamás:

Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?

14 ¿No son todos espíritus ministrantes, enviados para servir a favor de los que serán herederos de la salvación?

Capítulo 2

Jesús vino a padecer la muerte y a salvar a los hombres — Él vino para expiar los pecados del pueblo.

1 Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos desviemos.

2 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,

3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, nos ha sido confirmada por los que oyeron,

4 testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios, y diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.

5 Porque Dios no sometió al dominio de los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos.

6 Pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo:

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?
¿O el hijo del hombre, para que le visites?

7

Tú le hiciste un poco menor que los ángeles;
le coronaste de gloria y de honra,
y le pusiste sobre las obras de tus manos;

8

todas las cosas sujetaste bajo sus pies.
Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.

9 Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra por el padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.

10 Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar a la gloria a muchos hijos, perfeccionara por aflicciones al autor de la salvación de ellos.

11 Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,

12 diciendo:

Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
en medio de la congregación te alabaré.

13 Y otra vez:

Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que me dio Dios.

14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir, mediante la muerte, al que tenía el imperio de la muerte, a saber, al diablo,

15 y librar a todos los que por temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

16 Porque ciertamente no auxilió a los ángeles, sino que auxilió a la descendencia de Abraham.

17 Por lo cual, debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que atañe a Dios, para expiar los pecados del pueblo.

18 Pues por cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

Capítulo 3

Cristo es el Apóstol y Sumo Sacerdote de lo que profesamos — Jesús, por ser el Hijo, es más que un siervo — Ahora es el tiempo y el día de nuestra salvación.

1 Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús,

2 quien es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de él.

3 Porque de tanta mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, así como el que edificó la casa tiene mayor honra que la casa misma.

4 Porque toda casa es edificada por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios.

5 Y Moisés en verdad fue fiel sobre toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se había de decir;

6 pero Cristo, como hijo fue fiel sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros, si es que hasta el fin retenemos firme la confianza y la gloria de la esperanza.

7 Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:

Si oyereis hoy su voz,

8

no endurezcáis vuestros corazones
como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,

9

donde me tentaron vuestros padres; me pusieron a prueba,
y vieron mis obras cuarenta años.

10

A causa de lo cual me enojé con esa generación,
y dije: Siempre divagan ellos en su corazón,
y no han conocido mis caminos.

11

Juré, pues, en mi ira:
No entrarán en mi reposo.

12 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.

13 Antes bien, exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que dure lo que se llama hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

14 Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que conservemos firme hasta el fin el comienzo de nuestra confianza,

15 entre tanto que se dice:

Si oyereis hoy su voz,
no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.

16 Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, le provocaron, aunque no todos.

17 ¿Y con quiénes estuvo enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?

18 ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no obedecieron?

19 Y vemos que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.

Capítulo 4

Se ofreció el Evangelio al antiguo Israel — Los santos entran en el reposo del Señor — Aunque tentado en todo aspecto, Jesús no tuvo pecado.

1 Temamos, pues, no sea que estando vigente aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

2 Porque también a nosotros se nos ha predicado el evangelio como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron por no acompañarla con la fe.

3 Porque entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera que dijo:

Como juré en mi ira,
no entrarán en mi reposo, aunque acabadas estaban sus obras desde la fundación del mundo.

4 Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.

5 Y otra vez aquí dice:

No entrarán en mi reposo.

6 Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció el evangelio no entraron por causa de la desobediencia,

7 otra vez determina un día, hoy, diciendo por medio de David después de tanto tiempo, como está dicho:

Si oyereis su voz hoy,
no endurezcáis vuestros corazones.

8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.

9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.

10 Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.

11 Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

13 Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote, que ha entrado en los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos la fe que profesamos.

15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.

Capítulo 5

Para poseer el sacerdocio, los hombres deben ser llamados por Dios como lo fue Aarón — Cristo fue sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec — Jesucristo es el autor de la salvación eterna.

1 Porque todo sumo sacerdote, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que atañe a Dios, para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados,

2 y puede compadecerse de los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de flaquezas;

3 y por causa de ellas debe, tanto por sí mismo como también por el pueblo, presentar ofrendas por los pecados.

4 Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.

5 Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo:

Tú eres mi Hijo,
yo te he engendrado hoy.

6 Como también dice en otro lugar:

Tú eres sacerdote para siempre,
según el orden de Melquisedec.

7 El que en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.

8 Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;

9 y habiendo sido perfeccionado, vino a ser el autor de eterna salvación para todos los que le obedecen;

10 nombrado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

11 De quien tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho lentos para oír.

12 Porque debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros principios de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.

13 Porque todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de la justicia, porque es niño;

14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

Capítulo 6

Sigamos adelante a la perfección — Los hijos de perdición crucifican a Cristo de nuevo — Dios confirma con juramento que los fieles serán salvos.

1 Por tanto, dejando el comienzo de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, y de la fe en Dios,

2 de la doctrina de bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

3 Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.

4 Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,

5 y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios, y de los poderes del mundo venidero,

6 y cayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, puesto que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio.

7 Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;

8 pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, y está próxima a ser maldecida; y su fin es el ser quemada.

9 Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así.

10 Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo ministrado y ministrando aún a los santos.

11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia hasta el fin, para el pleno cumplimiento de la esperanza,

12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

13 Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,

14 diciendo: De cierto, te bendeciré grandemente y te multiplicaré en gran manera.

15 Y habiendo esperado con gran paciencia, alcanzó la promesa.

16 Porque los hombres ciertamente por uno mayor que ellos juran; y el fin de todas sus controversias es el juramento para confirmación.

17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, la confirmó con un juramento,

18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que buscamos refugio para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros;

19 la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo;

20 donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

jueves, 2 de mayo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 320: Tito 1-3 / Filemón


Capítulo 1
La vida eterna se prometió antes del principio de los tiempos — Se exponen los requisitos que deben cumplir los obispos — Todas las cosas son puras para los puros.

1 Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, según la fe de los escogidos de Dios, y el pleno conocimiento de la verdad que es según la piedad,

2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los tiempos,

3 y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación, que me fue encomendada por mandamiento de Dios nuestro Salvador,

4 a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios el Padre, y del Señor Jesucristo nuestro Salvador.

5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo que faltaba, y pusieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé:

6 el que sea irreprensible, marido de una sola mujer, y que tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía.

7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas,

8 sino hospitalario, amador de lo bueno, prudente, justo, santo, dueño de sí mismo,

9 retenedor de la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que también pueda exhortar con sana doctrina y convencer a los que contradicen.

10 Porque hay aún muchos rebeldes, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los que son de la circuncisión,

11 a los que es preciso tapar la boca, porque trastornan casas enteras, enseñando lo que no es debido, por ganancia deshonesta.

12 Dijo uno de ellos, su propio profeta: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones perezosos.

13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente para que sean sanos en la fe,

14 no atendiendo a fábulas judaicas ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.

15 Todas las cosas son puras para los puros; pero para los corrompidos e incrédulos nada es puro, pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.

16 Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.

Capítulo 2

Los santos deben vivir rectamente, rechazar toda impiedad y buscar al Señor.

1 Pero tú, habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.

2 Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia.

3 Las ancianas, asimismo, sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no dadas a mucho vino, maestras de lo bueno;

4 que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a amar a sus hijos,

5 a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.

6 Exhorta, asimismo, a los jóvenes a ser sensatos;

7 preséntate en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza, mostrando integridad, seriedad,

8 palabra sana e irreprensible, de modo que el adversario se avergüence y no tenga nada malo que decir de vosotros.

9 Exhorta a los esclavos a que estén sujetos a sus amos, que les agraden en todo y que no sean respondones;

10 no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que adornen en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.

11 Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres se ha manifestado,

12 enseñándonos que, rechazando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente,

13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,

14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.

15 Esto habla y exhorta, y reprende con toda autoridad. Nadie te desprecie.

Capítulo 3
Los santos deben vivir rectamente después del bautismo.

1 Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y a las autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos para toda buena obra.

2 Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.

3 Porque nosotros también éramos necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles y aborreciéndonos los unos a los otros.

4 Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres,

5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,

6 el que derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,

7 para que, justificados por su gracia, fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.

8 Palabra fiel es ésta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.

9 Pero evita las cuestiones necias, y las genealogías, y las contenciones y los debates acerca de la ley, porque son sin provecho y vanos.

10 Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación, recházale,

11 sabiendo que el tal se ha descarriado, y peca, siendo condenado por su propio juicio.

12 Cuando te envíe a Artemas, o a Tíquico, procura venir a mí a Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno.

13 A Zenas, doctor de la ley, y a Apolos, encamínalos con diligencia, procurando que nada les falte.

14 Y también aprendan los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto.

15 Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén.



A Tito, quien fue el primer obispo ordenado para la iglesia de los cretenses; escrita desde Nicópolis de Macedonia.

Filemón.El Evangelio hace que el esclavo sea estimado como hermano.

1 Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro,

2 y a la amada hermana Apia, y a Arquipo, nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa:

3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

4 Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones,

5 porque oigo del amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús, y para con todos los santos;

6 para que la comunicación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros mediante Cristo Jesús.

7 Porque tenemos gran gozo y consolación en tu amor, pues por ti, oh hermano, ha sido reconfortado el corazón de los santos.

8 Por lo cual, aunque tengo mucha franqueza en Cristo para mandarte lo que conviene,

9 más bien por amor te ruego, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo.

10 Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones,

11 el que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil,

12 el que te vuelvo a enviar; tú, pues, recíbele como a mi propio corazón.

13 Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar de ti me sirviese en las prisiones por causa del evangelio;

14 pero nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como por obligación, sino voluntario.

15 Porque quizá por esto se ha apartado de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre;

16 no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor.

17 Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo.

18 Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta.

19 Yo, Pablo, lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aun tú mismo te me debes también.

20 Sí, hermano, reciba yo de ti algún beneficio en el Señor; conforta mi corazón en el Señor.

21 Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aún más de lo que te digo.

22 Y asimismo, prepárame también alojamiento, porque espero que por vuestras oraciones yo os sea concedido.

23 Te saludan Epafras, mi compañero de prisión por Cristo Jesús,

24 Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores.

25 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.



Fue enviada a Filemón desde Roma por medio de Onésimo, esclavo.