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lunes, 18 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 290: Juan 8-11


Capítulo 8
Una mujer adúltera es llevada ante Cristo — Cristo es la luz del mundo — Él proclama nuevamente que es el Mesías — Los verdaderos hijos de Abraham creen en Cristo — Jesús dice: Antes que Abraham fuese, yo soy.

1 Y Jesús se fue al monte de los Olivos.

2 Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.

3 Entonces los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio;

5 y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?

6 Mas esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo.

7 Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

8 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en la tierra.

9 Al oír esto, acusados por su conciencia, salieron uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedaron sólo Jesús y la mujer, que estaba en medio.

10 Y enderezándose Jesús y no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?

11 Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

12 Y Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

13 Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.

14 Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.

15 Vosotros juzgáis según la carne, pero yo no juzgo a nadie.

16 Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.

17 Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.

18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.

19 Y le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais.

20 Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

21 Y les dijo otra vez Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis ir.

22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se irá a matar, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis ir?

23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo.

24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.

25 Y le dijeron: Tú, ¿quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho.

26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros, pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.

27 Pero no entendieron que él les hablaba del Padre.

28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que, como el Padre me enseñó, así hablo.

29 Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que a él le agrada.

30 Al decir él estas cosas, muchos creyeron en él.

31 Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;

32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

33 Y le respondieron: Linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?

34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado.

35 Y el esclavo no se queda en la casa para siempre, mas el hijo sí se queda para siempre.

36 Así que, si el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres.

37 Sé que sois descendientes de Abraham; sin embargo, procuráis matarme, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros.

38 Yo hablo lo que he visto estando junto al Padre; y vosotros hacéis lo que habéis visto junto a vuestro padre.

39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.

40 Pero ahora procuráis matarme a mí, un hombre que os ha hablado la verdad, la cual he oído de Dios; eso no hizo Abraham.

41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no hemos nacido de fornicación; un padre tenemos, que es Dios.

42 Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuera Dios, ciertamente me amaríais, porque yo de Dios he salido y he venido; pues no he venido por mí mismo, sino que él me envió.

43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra.

44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de sí mismo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira.

45 Y a mí, porque yo digo la verdad, no me creéis.

46 ¿Quién de vosotros me acusa de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?

47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

48 Respondieron entonces los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?

49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes bien honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí.

50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga.

51 De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra no verá la muerte jamás.

52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, y también los profetas, y tú dices: El que guarda mi palabra no gustará la muerte jamás.

53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron; ¿quién te haces a ti mismo?

54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.

55 Y vosotros no le conocéis, pero yo sí le conozco; y si digo que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su palabra.

56 Abraham, vuestro padre, se regocijó de que vería mi día; y lo vio y se regocijó.

57 Le dijeron entonces los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.

Capítulo 9

Jesús sana a un hombre ciego de nacimiento en un día de reposo — Los judíos le acusan de violar el día de reposo — Él los reprende por su ceguera espiritual.

1 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

3 Respondió Jesús: Ni éste pecó ni sus padres, sino que fue para que las obras de Dios se manifestasen en él.

4 Yo tengo que hacer las obras del que me envió, entre tanto que dure el día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.

5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.

6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego

7 y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que significa Enviado). Entonces fue y se lavó; y cuando regresó, ya veía.

8 Entonces los vecinos y los que antes habían visto que era ciego decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?

9 Unos decían: Éste es; y otros: A él se parece. Él decía: Yo soy.

10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

11 Respondió él y dijo: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me untó los ojos y me dijo: Ve al Siloé y lávate. Y fui, y me lavé y recibí la vista.

12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él dijo: No lo sé.

13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.

14 Y era el día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos.

15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos de qué manera había recibido la vista. Y él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé y ahora veo.

16 Entonces algunos de los fariseos decían: Este hombre no es de Dios, pues no guarda el día de reposo. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros? Y había disensión entre ellos.

17 Volvieron a decir al ciego: Tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta.

18 Mas los judíos no creían que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista;

19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?

20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego;

21 pero cómo ve él ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo.

22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo a los judíos, porque los judíos ya habían acordado que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, sería expulsado de la sinagoga.

23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.

24 Así que volvieron a llamar al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da la gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.

25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.

26 Y le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

27 Les respondió: Ya os lo he dicho, y no lo habéis oído. ¿Por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?

28 Entonces le insultaron y dijeron: Tú eres su discípulo, pero nosotros somos discípulos de Moisés.

29 Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés, pero éste, no sabemos de dónde es.

30 Respondió aquel hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde es, y sin embargo a mí me abrió los ojos.

31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye.

32 Desde el principio nunca se ha oído decir que alguno haya abierto los ojos de uno que nació ciego.

33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.

34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste enteramente en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le echaron fuera.

35 Oyó Jesús que le habían echado fuera; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

36 Respondió él y le dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

37 Y le dijo Jesús: Ya le has visto, y el que habla contigo, él es.

38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró.

39 Y dijo Jesús: Yo, para juicio he venido a este mundo, para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados.

40 Y algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Somos nosotros también ciegos?

41 Les dijo Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.

Capítulo 10

Jesús es el Buen Pastor — De Su Padre recibió el poder sobre la muerte — Promete visitar a Sus otras ovejas — Proclama: Soy Hijo de Dios.

1 De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador.

2 Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.

3 A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca.

4 Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

5 Pero al extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

6 Esta parábola les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas.

8 Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, mas no los oyeron las ovejas.

9 Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo; y entrará, y saldrá y hallará pastos.

10 El ladrón no viene sino para hurtar, y matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.

12 Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas.

13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.

14 Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.

16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; a aquéllas también debo traer, y oirán mi voz, y habrá un rebaño y un pastor.

17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

18 Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

19 Y volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras.

20 Y muchos de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?

21 Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

22 Y se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Y era invierno,

23 y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.

24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.

25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.

26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.

27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen;

28 y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.

29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

30 Yo y el Padre uno somos.

31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.

32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre, ¿por cuál de ellas me apedreáis?

33 Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te crees Dios.

34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije: Sois dioses?

35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),

36 ¿a quien el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios?

37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

38 Pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

39 Y procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.

40 Y se fue otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan; y se quedó allí.

41 Y muchos venían a él y decían: Juan, a la verdad, ningún milagro hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.

42 Y muchos creyeron en él allí.

Capítulo 11

Jesús testifica que Él es la resurrección y la vida — María y Marta testifican de él — Levanta a Lázaro de entre los muertos — Caifás habla proféticamente de la muerte de Cristo.

1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana.

2 (Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y enjugó sus pies con sus cabellos.)

3 Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor, he aquí, el que amas está enfermo.

4 Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

5 Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana y a Lázaro.

6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.

7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.

8 Le dijeron los discípulos: Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo.

10 Pero el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él.

11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarle.

12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, se recuperará.

13 Pero Jesús hablaba de la muerte de Lázaro, y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

14 Entonces, Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;

15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.

16 Dijo entonces Tomás, llamado el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.

17 Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro.

18 Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;

19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.

20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.

21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto;

22 mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.

25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

26 Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

28 Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a él.

30 (Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.)

31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

32 Y María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

33 Jesús entonces, cuando la vio llorando, y a los judíos que habían llegado con ella también llorando, se conmovió en espíritu, y se turbó,

34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

35 Y lloró Jesús.

36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

37 Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho que Lázaro no muriera?

38 Y Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra puesta encima.

39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, pues lleva cuatro días.

40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy porque me has oído.

42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!

44 Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir.

45 Entonces muchos de los judíos que habían venido a ver a María y habían visto lo que había hecho Jesús creyeron en él.

46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho.

47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos se juntaron en concilio y decían: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros.

48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación.

49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada,

50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.

51 Mas esto no lo dijo de sí mismo, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;

52 y no solamente por esa nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

53 Así que, desde aquel día convinieron en matarle.

54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la tierra que está junto al desierto, a una ciudad que se llama Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.

55 Y estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse.

56 Y buscaban a Jesús y, estando en el templo, hablaban los unos con los otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?

57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno sabía dónde estaba Jesús, lo manifestase para tomarle preso.