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jueves, 7 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 283: Lucas 15-17


Capítulo 15
Jesús enseña las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo.
1 Y se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle.

2 Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Éste a los pecadores recibe y con ellos come.

3 Y él les relató esta parábola, diciendo:

4 ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla?

5 Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso;

6 y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.

7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, y barre la casa y busca con diligencia hasta hallarla?

9 Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas, diciendo: Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.

10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos,

12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.

13 Y no muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.

14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó a pasar necesidad.

15 Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el que le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.

16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!

18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti;

19 ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

20 Entonces, se levantó y fue a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello y le besó.

21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad la mejor ropa y vestidle; y poned un anillo en su mano y sandalias en sus pies.

23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta,

24 porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse.

25 Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;

26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

27 Y el criado le dijo: Tu hermano ha venido, y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberle recibido sano y salvo.

28 Entonces se enojó y no quería entrar. Salió, por tanto, su padre y le rogaba que entrase.

29 Pero él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para alegrarme con mis amigos.

30 Pero cuando vino éste, tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.

31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

32 Pero era menester hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, muerto era y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.

Capítulo 16

Jesús enseña la parábola del mayordomo injusto — Instruye acerca del servicio y condena el divorcio — Enseña la parábola de Lázaro y el hombre rico.
1 Y Jesús dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus bienes.

2 Entonces le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.

3 Entonces el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.

4 Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite la mayordomía, me reciban en sus casas.

5 Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor?

6 Y él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate en seguida y escribe cincuenta.

7 Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Y él le dijo: Toma tu cuenta y escribe ochenta.

8 Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho sagazmente, porque los hijos de este mundo son en su generación más sagaces que los hijos de luz.

9 Y yo os digo: Haceos amigos mediante las riquezas de maldad, para que cuando os falten, os reciban en las moradas eternas.

10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo mucho es injusto.

11 Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?

12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?

13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros y se burlaban de él.

15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.

16 La ley y los profetas fueron hasta Juan. Desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.

17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que caiga una sola tilde de la ley.

18 Todo el que repudia a su esposa y se casa con otra comete adulterio; y el que se casa con la repudiada del marido comete adulterio.

19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día banquete con esplendidez.

20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas,

21 y deseaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; aun los perros venían y le lamían las llagas.

22 Y aconteció que murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico y fue sepultado.

23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.

25 Y le dijo Abraham: Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, por su parte, males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú eres atormentado.

26 Y además de todo esto, hay un gran abismo entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá.

27 Entonces dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,

28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!

30 Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.

31 Pero Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de entre los muertos.

Capítulo 17

Jesús habla de las ofensas, del perdón y de la fe — Aun los fieles son siervos inútiles — Se sana a diez leprosos — Jesús habla sobre la Segunda Venida.
1 Y Jesús dijo a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas, ¡ay de aquel por quien vienen!

2 Mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino y se le lanzase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos.

3 Mirad por vosotros mismos; si tu hermano peca contra ti, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.

4 Y si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, perdónale.

5 Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe.

6 Entonces el Señor dijo: Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar; y os obedecería.

7 ¿Y quién de vosotros, que tiene un siervo que ara o apacienta, al volver él del campo le dice en seguida: Pasa, siéntate a la mesa?

8 ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, y cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de eso, come y bebe tú?

9 ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no.

10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque sólo hicimos lo que debíamos hacer.

11 Y aconteció que yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

12 Y al entrar en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos

13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

14 Y cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que, mientras iban, fueron limpiados.

15 Entonces uno de ellos, cuando vio que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz,

16 y se postró sobre su rostro a los pies de Jesús, dándole gracias; y éste era samaritano.

17 Y respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?

18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?

19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha sanado.

20 Y cuando los fariseos le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia,

21 ni dirán: Helo aquí, o helo allí, porque he aquí, el reino de Dios está entre vosotros.

22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis.

23 Y os dirán: Helo aquí o helo allí. No vayáis ni los sigáis.

24 Porque como el relámpago que al fulgurar ilumina el cielo desde un extremo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día.

25 Pero primero es necesario que padezca mucho y sea rechazado por esta generación.

26 Y como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.

27 Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos.

28 Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;

29 pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y destruyó a todos.

30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

31 En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que esté en el campo, asimismo no vuelva atrás.

32 Acordaos de la mujer de Lot.

33 Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará.

34 Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama, uno será tomado y el otro será dejado.

35 Dos mujeres estarán moliendo juntas; una será tomada y la otra será dejada.

36 Dos estarán en el campo; uno será tomado y el otro será dejado.

37 Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? Y él les dijo: Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.