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domingo, 3 de febrero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 281: Lucas 10-12


Capítulo 10
Jesús llama a los Setenta, les da autoridad y los instruye — Éstos predican y sanan — Aquellos que reciben a los discípulos de Cristo le reciben a Él — El Hijo revela al Padre — Jesús enseña la parábola del buen samaritano.

1 Y después de estas cosas, el Señor designó a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de sí a toda ciudad y lugar a donde él había de ir.

2 Y les dijo: La mies a la verdad es mucha, pero los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.

3 Id, he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.

4 No llevéis bolsa, ni alforja ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.

5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.

6 Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.

7 Y quedaos en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.

8 Y en cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante,

9 y sanad a los enfermos que en ella haya y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.

10 Pero en cualquier ciudad donde entréis y no os reciban, salid por sus calles y decid:

11 Aun el polvo de vuestra ciudad que se ha pegado a nuestros pies lo sacudimos contra vosotros; pero sabed esto, que el reino de los cielos se ha acercado a vosotros.

12 Y os digo que en aquel día será más tolerable para los de Sodoma que para aquella ciudad.

13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en vosotras, ya hace tiempo que, sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.

14 Por tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para vosotras.

15 Y tú, Capernaúm, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida.

16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.

17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre!

18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.

19 He aquí os doy potestad para hollar serpientes y escorpiones, y vencer toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.

20 No obstante, no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te agradó.

22 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.

23 Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis,

24 pues os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

25 Y he aquí, un intérprete de la ley se levantó y dijo, para tentarle: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

26 Y él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

27 Y él, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto y vivirás.

29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.

31 Y aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino y, al verle, pasó de largo.

32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verle, pasó de largo.

33 Mas un samaritano que iba de camino llegó cerca de él y, al verle, fue movido a misericordia;

34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él.

35 Y otro día, al partir, sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamelo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.

36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó en manos de los ladrones?

37 Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Entonces Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.

38 Y aconteció que, prosiguiendo ellos su camino, Jesús entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.

39 Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la que, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.

40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres; y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.

41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.

42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

Capítulo 11

Jesús pronuncia la Oración del Señor — Enseña acerca de cómo echar fuera demonios — Se declara mayor que Jonás y que Salomón — Reprende a los fariseos y les dice que a ellos se les demandará la sangre de los profetas.

1 Y aconteció que, estando Jesús orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

2 Y él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

6 porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ofrecerle;

7 y el de dentro, respondiendo, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme para dártelos?

8 Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.

9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá,

10 porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

11 ¿Y qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?

12 O, si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión?

13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

14 Y estaba Jesús echando fuera un demonio, el cual era mudo; y aconteció que, después de haber salido fuera el demonio, el mudo habló y la gente se maravilló.

15 Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.

16 Y otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo.

17 Pero él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.

18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá en pie su reino? Porque decís que por Beelzebú yo echo fuera los demonios.

19 Pues si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.

20 Pero si por el dedo de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.

21 Cuando el hombre fuerte y armado guarda su casa, en paz está lo que posee.

22 Pero si viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte sus despojos.

23 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.

24 Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y, al no hallarlo, dice: Volveré a mi casa de donde salí.

25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada.

26 Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; y entran y habitan allí; y el estado final de aquel hombre es peor que el primero.

27 Y aconteció que, mientras él decía estas cosas, una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: ¡Bienaventurado el vientre que te trajo y los pechos que te criaron!

28 Y él dijo: ¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan!

29 Y apiñándose la gente alrededor de él, comenzó a decir: Esta generación es mala; busca señal, pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás.

30 Porque como Jonás fue señal a los ninivitas, así también lo será el Hijo del Hombre a esta generación.

31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón. Y he aquí uno mayor que Salomón está en este lugar.

32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ante la predicación de Jonás se arrepintieron; y he aquí uno mayor que Jonás está en este lugar.

33 Nadie pone en oculto la vela encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entren vean la luz.

34 La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si es malo, también tu cuerpo está en tinieblas.

35 Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas.

36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

37 Y luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y Jesús entró y se sentó a la mesa.

38 Y el fariseo, cuando lo vio, se sorprendió de que no se hubiese lavado antes de comer.

39 Y el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato; pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.

40 ¡Necios!, el que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?

41 Pero de lo que tenéis, dad limosna; y he aquí todo os será limpio.

42 Pero, ¡ay de vosotros, fariseos!, que diezmáis la menta, y la ruda y toda hortaliza; pero pasáis por alto el juicio y la caridad de Dios. Pues estas cosas os era necesario hacer, sin dejar de hacer las otras.

43 ¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.

44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan por encima no lo saben.

45 Y respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.

46 Y él le dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley!, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.

47 ¡Ay de vosotros!, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres.

48 De cierto dais testimonio de que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros.

49 Por eso, la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán,

50 para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo,

51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta generación.

52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley!, porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.

53 Y diciéndoles estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera y a provocarle a que hablase de muchas cosas,

54 acechándole y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.

Capítulo 12

Jesús enseña: Guardaos de la hipocresía; haceos tesoros en el cielo y no en la tierra; preparaos para la venida del Señor; a quien mucho se da, mucho se requiere; la prédica del Evangelio causa división.

1 En esto, se había reunido una multitud innumerable, tantos que unos a otros se atropellaban. Jesús comenzó a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía,

2 porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse.

3 Por tanto, las cosas que habéis dicho en tinieblas, a la luz serán oídas; y lo que habéis hablado al oído en las cámaras será pregonado desde las azoteas.

4 Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer.

5 Mas os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber quitado la vida, tiene poder para echar al infierno; sí, os digo: A éste temed.

6 ¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.

7 Y aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; de más valor sois vosotros que muchos pajarillos.

8 Y os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;

9 pero el que me niegue delante de los hombres será negado delante de los ángeles de Dios.

10 Y a todo aquel que diga palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.

11 Y cuando os lleven a las sinagogas, y a los magistrados y a las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir,

12 porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir.

13 Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia.

14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o partidor sobre vosotros?

15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

16 Y les refirió una parábola, diciendo: Las tierras de un hombre rico habían producido mucho;

17 y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?

18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis alfolíes y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;

19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete.

20 Pero le dijo Dios: Necio, esta noche van a pedir tu alma; y lo que has guardado, ¿de quién será?

21 Así es el que hace para sí tesoro y no es rico para con Dios.

22 Y dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.

23 La vida es más que la comida, y el cuerpo más que el vestido.

24 Considerad los cuervos, que no siembran ni siegan; que no tienen almacén ni alfolí, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!

25 ¿Y quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir a su estatura un codo?

26 Pues si no podéis hacer ni aun lo que es menos, ¿por qué os preocupáis por lo demás?

27 Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.

28 Y si así viste Dios la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?

29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud.

30 Porque todas estas cosas busca la gente del mundo, pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.

31 Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.

32 No temáis, pequeño rebaño, porque al Padre le ha complacido daros el reino.

33 Vended lo que poseéis y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que nunca se agote, donde ladrón no llega ni polilla corrompe.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.

35 Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas;

36 y sed vosotros semejantes a hombres que esperan a que su señor vuelva de las bodas, para que, cuando venga y llame, en seguida le abran.

37 Bienaventurados aquellos siervos a quienes el Señor, cuando venga, halle velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y les servirá.

38 Y aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.

39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora habría de venir el ladrón, velaría ciertamente y no dejaría saquear su casa.

40 Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis vendrá el Hijo del Hombre.

41 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?

42 Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente a quien el señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración?

43 Bienaventurado aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le halle haciendo así.

44 En verdad os digo que él le pondrá sobre todos sus bienes.

45 Pero si aquel siervo dice en su corazón: Mi señor tarda en venir, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse,

46 vendrá el señor de aquel siervo el día en que no espera y a la hora en que no sabe, y le castigará y pondrá su parte con los incrédulos.

47 Porque aquel siervo que sabía la voluntad de su señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad recibirá muchos azotes.

48 Pero aquel que no la sabía, e hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco, porque a todo aquel a quien se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que se le haya encomendado mucho, más se le pedirá.

49 He venido a traer fuego a la tierra; ¡y qué quiero, si ya está encendido!

50 Pero de un bautismo tengo que ser bautizado; y, ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!

51 ¿Pensáis que he venido a la tierra para dar paz? Os digo: no, sino disensión.

52 Porque de aquí en adelante, cinco en una casa estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.

53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.

54 Y decía también a la gente: Cuando veis una nube que sale del poniente, en seguida decís: Lluvia viene; y así sucede.

55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.

56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no distinguís este tiempo?

57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

58 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura arreglarte con él por el camino, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca.