Seguidores

martes, 15 de marzo de 2016

¡GRACIAS A DIOS POR SU DON INEFABLE!”

“¡GRACIAS A DIOS POR SU DON INEFABLE!” (2Corintios 9:15).
El “don inefable” al que Pablo mencionó, es sin duda el mejor Regalo, el más hermoso y más grande que Nuestro Padre Celestial podría habernos hecho, al enviar por amor a Su Hijo más amado a la Tierra (Juan 3:16; 1 Juan 4:9, 10).
Pablo sabía que gracias al sacrificio de Jesucristo se pueden cumplir todas las promesas que Dios nos ha hecho (por favor lea 2 Corintios 1:20). Por lo tanto, el “don inefable” o indescriptible, consiste en todas las muestras de bondad y amor leal que recibimos de Nuestro Amoroso Dios por medio de Su Hijo Jesús. Con razón nos faltan las palabras para describir ese hermoso regalo.

¿No es cierto que a todos nos encanta recibir regalos? Y algunos son tan especiales que llegan a cambiarnos la vida. Ilustrémoslo de esta manera, imagínese, por ejemplo, que lo sentencian a muerte por haber cometido un crimen. Ahora imagínese que están a punto de ejecutarlo y que de entre los observadores sale una persona a la que no conoce y se ofrece a morir en su lugar. ¿Cómo lo haría sentir semejante muestra de amor? De seguro lo haría reflexionar en lo que ha hecho con su vida. Quizás hasta se sentiría obligado a cambiar su forma de vivir. Es probable que se volviera más generoso y bondadoso y que decidiera perdonar a quienes le hubieran hecho daño. Estaría eternamente en deuda con la persona que se sacrificó por usted, ¿no es cierto?

Lo que hizo Nuestro Padre Celestial por nosotros mediante Su Hijo Jesucristo, vale muchísimo más que lo que hizo el hombre de nuestra ilustración (1 Pedro 3:18). Como somos pecadores, desde que nacemos estamos condenados a morir (Romanos 5:12). Pero, en una enorme muestra de amor, Dios envió a Su Hijo a la Tierra para que muriera por nosotros (Hebreos 2:9). Ese sacrificio acabará con la muerte y nos permitirá vivir para siempre (Isaías 25:7, 8; 1 Cor. 15:22, 26). Así es, todos los que tengan fe en Cristo podrán vivir en paz y felicidad por la eternidad (Romanos 6:23; Apoc. 5:9, 10).