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sábado, 5 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 266: Mateo 11-13


Capítulo 11
Jesús declara que Juan es más que profeta — Las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaúm son reprendidas por su incredulidad — El Hijo revela al Padre — El yugo de Cristo es fácil y ligera Su carga.

1 Y aconteció que, cuando Jesús terminó de dar mandamientos a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.

2 Y al oír Juan en la cárcel los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos

3 a preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?

4 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.

5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio.

6 Y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.

7 Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a hablar acerca de Juan a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

8 ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de delicados vestidos? He aquí, los que llevan vestidos delicados están en las casas de los reyes.

9 Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? También os digo, y más que profeta.

10 Porque éste es de quien está escrito:

He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
quien preparará tu camino delante de ti.

11 De cierto os digo que entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.

12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.

13 Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.

14 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.

15 El que tiene oídos para oír, oiga.

16 Pero, ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros

17 y dicen: Os tocamos la flauta, y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo, y no os lamentasteis.

18 Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene.

19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.

20 Entonces comenzó a reprender a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo:

21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, ya hace tiempo que se habrían arrepentido en cilicio y en ceniza.

22 Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para vosotras.

23 Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque si en Sodoma se hubieran hecho las maravillas que se han hecho en ti, habría permanecido hasta el día de hoy.

24 Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma que para ti.

25 En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las has revelado a los niños.

26 Sí, Padre, porque así te agradó.

27 Todas las cosas me son entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

29 Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.

30 Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.

Capítulo 12

Jesús se proclama Señor del día de reposo y sana en ese día — Se le acusa de echar fuera demonios por el poder de Beelzebú — Habla de la blasfemia contra el Espíritu Santo, y dice que la generación mala y adúltera demanda señal.

1 En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en el día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer.

2 Y al verlo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.

3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;

4 cómo entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer, ni a él ni a los que estaban con él, sino solamente a los sacerdotes?

5 O, ¿no habéis leído en la ley que en los días de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y son sin culpa?

6 Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí.

7 Mas si supieseis lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes;

8 porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo.

9 Y partiendo de allí, vino a la sinagoga de ellos.

10 Y he aquí, había allí uno que tenía seca una mano; y le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en el día de reposo?, para acusarle.

11 Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si ésta cae en un foso en el día de reposo, no le echa mano y la levanta?

12 Pues, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, es lícito en los días de reposo hacer el bien.

13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restituida como la otra.

14 Y cuando salieron los fariseos, consultaron entre sí contra Jesús para destruirle.

15 Mas sabiéndolo Jesús, se apartó de allí; y le siguió mucha gente, y sanaba a todos.

16 Y él les encargaba rigurosamente que no le descubriesen,

17 para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:

18

He aquí mi siervo, a quien he escogido;
mi Amado, en quien se agrada mi alma.
Pondré mi Espíritu sobre él,
y a los gentiles anunciará juicio.

19

No contenderá, ni voceará,
ni nadie oirá en las calles su voz.

20

La caña cascada no quebrará,
y el pabilo que humea no apagará,
hasta que saque a victoria el juicio.

21

Y en su nombre esperarán los gentiles.

22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el que había sido ciego y mudo hablaba y veía.

23 Y toda la gente estaba atónita y decía: ¿No será éste el Hijo de David?

24 Mas los fariseos, al oírle, decían: Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.

25 Y Jesús, sabiendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá.

26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?

27 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.

28 Pero si yo por el espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.

29 Porque, ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Y entonces saqueará su casa.

30 El que no está conmigo, contra mí está; y el que conmigo no recoge, desparrama.

31 Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada.

32 Y a cualquiera que hable contra el Hijo del Hombre le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.

33 O haced el árbol bueno y su fruto bueno o haced el árbol malo y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol.

34 ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

35 El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas, y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas.

36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.

37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

38 Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal.

39 Y él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal, pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás.

40 Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.

41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás; y he aquí hay uno mayor que Jonás en este lugar.

42 La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí hay uno mayor que Salomón en este lugar.

43 Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares secos buscando reposo, pero no lo halla.

44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada.

45 Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran y moran allí; y son peores las cosas últimas de aquel hombre que las primeras. Así también acontecerá a esta generación mala.

46 Y mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera y le querían hablar.

47 Y le dijo uno: He aquí, tu madre y tus hermanos están fuera, y te quieren hablar.

48 Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana y madre.

Capítulo 13

Jesús explica por qué enseña con parábolas — Enseña las parábolas del sembrador, del trigo y la cizaña, del grano de mostaza, de la levadura, del tesoro escondido en el campo, de la perla de gran precio y de la red echada en el mar — Nadie es profeta en su propia tierra.

1 Y aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.

2 Y se congregó junto a él mucha gente; y entrando él en una barca, se sentó, y toda la gente estaba en la ribera.

3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar.

4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y se la comieron.

5 Y parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó en seguida, porque no tenía profundidad de tierra;

6 mas cuando salió el sol, se quemó; y se secó, porque no tenía raíz.

7 Y parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron.

8 Y parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno.

9 El que tiene oídos para oír, oiga.

10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?

11 Y él, respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es concedido saber los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no les es concedido.

12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden.

14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

De oído oiréis, y no entenderéis;
y viendo veréis, y no percibiréis.

15

Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
y con los oídos oyen pesadamente,
y han cerrado sus ojos,
no sea que vean con los ojos,
y oigan con los oídos,
y entiendan con el corazón,
y se conviertan,
y yo los sane.

16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.

17 Porque de cierto os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:

19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón; éste es el que fue sembrado junto al camino.

20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra y de inmediato la recibe con gozo.

21 Pero no tiene raíz en sí, sino que es temporal, y cuando viene la aflicción o la persecución por la palabra, en seguida se ofende.

22 Y el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra; pero el afán de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.

23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y el que da fruto; y da uno a ciento, y otro a sesenta y otro a treinta por uno.

24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que sembró buena semilla en su campo.

25 Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.

26 Y cuando la hierba brotó y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.

27 Y viniendo los siervos del padre de familia, le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?

28 Y él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?

29 Y él dijo: No; no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.

30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi alfolí.

31 Otra parábola les relató, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo.

32 A la verdad es la más pequeña de todas las semillas, mas cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, y vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.

34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba,

35 para que se cumpliese lo que fue dicho por medio del profeta, cuando dijo:

Abriré en parábolas mi boca;
declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

36 Entonces, una vez despedida la gente, Jesús entró en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

37 Y, respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;

38 y el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo;

39 y el enemigo que la sembró es el diablo; y la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

40 De manera que, como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo.

41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezo y a los que hacen iniquidad,

42 y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.

43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y lleno de gozo por ello, va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

45 También el reino de los cielos es semejante al mercader que busca buenas perlas,

46 y que, habiendo hallado una perla de gran precio, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.

47 Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces,

48 la cual, una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas y lo malo echan fuera.

49 Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos,

50 y los echarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes.

51 Les dijo Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.

52 Y él les dijo: Por eso, todo escriba que llega a ser discípulo en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

53 Y aconteció que, cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí.

54 Y al llegar a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que ellos estaban atónitos y decían: ¿De dónde saca éste esta sabiduría y estas obras maravillosas?

55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, y José, y Simón y Judas?

56 ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, saca éste todas estas cosas?

57 Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra y en su casa.

58 Y no hizo allí muchas obras maravillosas a causa de la incredulidad de ellos.

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 265: Mateo 8-10


Capítulo 8
Jesús sana a un leproso, cura al siervo de un centurión y a otras personas, calma la tempestad y echa fuera demonios — Los demonios entran en un hato de cerdos.

1 Y cuando Jesús descendió del monte, le seguía mucha gente.

2 Y he aquí vino un leproso y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

3 Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra fue limpiada.

4 Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.

5 Y cuando entró Jesús en Capernaúm, vino a él un centurión, rogándole

6 y diciendo: Señor, mi criado yace en casa, paralítico, gravemente atormentado.

7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.

8 Y respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; mas solamente di la palabra, y mi criado será sanado.

9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

10 Y cuando Jesús lo oyó, se maravilló y dijo a los que le seguían: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, e Isaac y Jacob en el reino de los cielos;

12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.

13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

14 Y cuando fue Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama con fiebre.

15 Y le tocó la mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó y les servía.

16 Y cuando era ya tarde, trajeron a él muchos endemoniados; y echó fuera los demonios con su palabra y sanó a todos los enfermos,

17 para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias.

18 Y viendo Jesús mucha gente alrededor de sí, mandó pasar al otro lado.

19 Y acercándose un escriba, le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.

20 Y Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo, nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21 Y otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.

22 Y Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.

23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron.

24 Y he aquí, se levantó en el mar una gran tempestad, de modo que las olas cubrían la barca; mas él dormía.

25 Y acercándose sus discípulos, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!

26 Y él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y hubo gran bonanza.

27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?

28 Y cuando él hubo llegado a la otra ribera, al país de los gergesenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, feroces en gran manera, de modo que nadie podía pasar por aquel camino.

29 Y he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?

30 Y estaba paciendo lejos de ellos un hato de muchos cerdos.

31 Y los demonios le rogaron, diciendo: Si nos echas fuera, permítenos ir a aquel hato de cerdos.

32 Y les dijo: Id. Y ellos salieron y se fueron a aquel hato de cerdos; y he aquí, todo el hato de cerdos se precipitó al mar por un despeñadero, y murieron en las aguas.

33 Y los que cuidaban los cerdos huyeron y, viniendo a la ciudad, contaron todas las cosas y lo que había pasado con los endemoniados.

34 Y he aquí, toda la ciudad salió a encontrar a Jesús; y cuando le vieron, le rogaban que saliese de sus contornos.

Capítulo 9

Jesús perdona los pecados, sana a un paralítico y llama a Mateo — Come con los pecadores, sana a una mujer que toca Su manto y restaura la vida a la hija de Jairo — Abre los ojos de los ciegos, echa fuera a un demonio y predica el Evangelio.

1 Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad.

2 Y he aquí le trajeron un paralítico tendido en una cama; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

3 Y he aquí, algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste blasfema.

4 Y percibiendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?

5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.

7 Entonces él se levantó y se fue a su casa.

8 Y cuando la gente lo vio, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.

9 Y saliendo Jesús de allí, vio a un hombre que estaba sentado al banco de los tributos públicos, el cual se llamaba Mateo, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

10 Y aconteció que, estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.

11 Y cuando vieron esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y con los pecadores?

12 Y al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.

13 Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

14 Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?

15 Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

16 Y nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo, porque tal remiendo tira del vestido y se hace peor la rotura.

17 Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera, los odres se rompen, y el vino se derrama y se pierden los odres; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

18 Mientras él les hablaba estas cosas, he aquí, vino uno de los principales y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá.

19 Y se levantó Jesús y le siguió, y también sus discípulos.

20 Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre, desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto;

21 porque decía dentro de sí: Si solamente tocare su manto, seré sanada.

22 Mas Jesús, volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y la mujer fue sana desde aquella hora.

23 Y cuando entró Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas y a la gente que hacía bullicio,

24 les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino que duerme. Y se burlaban de él.

25 Y cuando la gente fue echada fuera, entró y la tomó de la mano, y la niña se levantó.

26 Y se difundió la fama de eso por toda aquella tierra.

27 Y cuando Jesús salió de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!

28 Y al llegar a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.

29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.

30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa.

31 Pero ellos salieron y divulgaron la fama de él por toda aquella tierra.

32 Y saliendo ellos, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado.

33 Y una vez echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, diciendo: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel.

34 Pero los fariseos decían: Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios.

35 Y recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

36 Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban fatigadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

37 Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, pero los obreros son pocos.

38 Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Capítulo 10

Jesús instruye, autoriza y envía a los Doce Apóstoles a predicar, ministrar y sanar a los enfermos — Quienes reciben a los Doce, reciben al Señor.

1 Entonces, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera y sanasen toda enfermedad y toda dolencia.

2 Y los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero, Simón, que es llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo hijo de Zebedeo y su hermano Juan;

3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre Tadeo;

4 Simón, el cananita, y Judas Iscariote, el que además le entregó.

5 A estos doce envió Jesús, a los cuales dio mandamiento, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis;

6 sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.

8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.

9 No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestras bolsas;

10 ni alforja para el camino, ni dos ropas de vestir, ni calzado ni bordón, porque el obrero es digno de su alimento.

11 Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, averiguad quién es digno en ella y reposad allí hasta que salgáis.

12 Y al entrar en la casa, saludad.

13 Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros.

14 Y si alguno no os recibiere ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies.

15 De cierto os digo que en el día del juicio el castigo será más tolerable para la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad.

16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.

17 Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y os azotarán en sus sinagogas;

18 y aun ante gobernantes y ante reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles.

19 Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o de qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.

20 Pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.

21 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir.

22 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

23 Mas cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre.

24 El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.

25 Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?

26 Así que, no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser manifestado, ni oculto que no haya de saberse.

27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas.

28 Y no temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar al alma; más bien temed a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin saberlo vuestro Padre.

30 Pues aun vuestros cabellos están todos contados.

31 Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.

32 A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

33 Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.

34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.

35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra.

36 Y los enemigos del hombre serán los de su casa.

37 El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí.

38 Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí.

39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

40 El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe al que me envió.

41 El que recibe a un profeta porque es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo porque es justo, recompensa de justo recibirá.

42 Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, porque es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.