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martes, 12 de marzo de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 297: Hechos 13-16


Capítulo 13
Se llama a Saulo y a Bernabé al servicio misional — Saulo, ahora llamado Pablo, maldice a un hechicero — Cristo es descendiente de David — Pablo ofrece el Evangelio primero a Israel y luego a los gentiles.
1 Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía profetas y maestros: Bernabé; y Simón, el que se llamaba Niger y Lucio cireneo; y Manaén, que se había criado con Herodes, el tetrarca, y Saulo.

2 Ministrando, pues, éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.

3 Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

4 Y ellos, enviados así por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.

5 Y después de haber llegado a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan como ayudante.

6 Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto hechicero, falso profeta, judío, llamado Barjesús,

7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Éste, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.

8 Pero los resistía Elimas, el encantador (pues así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.

9 Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos,

10 le dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?

11 Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo. Y de inmediato cayeron en él oscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano.

12 Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.

13 Y habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; entonces Juan, separándose de ellos, volvió a Jerusalén.

14 Y ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia, y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron.

15 Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.

16 Entonces Pablo se levantó y, habiendo hecho señal de silencio con la mano, dijo: Varones israelitas y los que teméis a Dios, oíd:

17 El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres y enalteció al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.

18 Y por un tiempo como de cuarenta años soportó sus costumbres en el desierto;

19 habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia la tierra de ellas.

20 Y después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.

21 Y entonces pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.

22 Y después de haber quitado a éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio, diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.

23 De la descendencia de éste, Dios, conforme a la promesa, levantó a Jesús por Salvador a Israel.

24 Antes de su venida, Juan predicó el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.

25 Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? Yo no soy él; pero he aquí, viene tras mí uno cuyo calzado de los pies no soy digno de desatar.

26 Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación.

27 Porque los que habitan en Jerusalén y sus gobernantes, no reconociendo a Jesús ni las voces de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle.

28 Y sin hallar en él causa de muerte, pidieron a Pilato que le matase.

29 Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, lo bajaron del madero y lo pusieron en el sepulcro.

30 Pero Dios le levantó de entre los muertos.

31 Y lo vieron durante muchos días los que habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, quienes ahora son sus testigos ante el pueblo.

32 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa que fue hecha a los padres,

33 la cual Dios nos ha cumplido a nosotros, los hijos de ellos, resucitando a Jesús, como también está escrito en el salmo segundo: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy.

34 Y con respecto a que le levantó de entre los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David.

35 Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción.

36 Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres y vio corrupción.

37 Pero aquel a quien Dios levantó no vio corrupción.

38 Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia la remisión de pecados,

39 y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.

40 Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:

41

Mirad, oh menospreciadores, asombraos y pereced;
porque yo hago una obra en vuestros días,
obra que no creeréis si alguien os la contare.

42 Y al salir ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas.

43 Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos devotos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes, hablándoles, los persuadían a perseverar en la gracia de Dios.

44 Y el siguiente día de reposo, se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.

45 Pero los judíos, al ver la multitud, se llenaron de celos y refutaban lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.

46 Entonces Pablo y Bernabé osadamente dijeron: A vosotros a la verdad era menester que se os hablase primero la palabra de Dios; pero puesto que la desecháis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.

47 Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:

Te he puesto para luz de los gentiles,
a fin de que seas salvación hasta los confines de la tierra.

48 Y los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.

49 Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia.

50 Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.

51 Éstos, entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio.

52 Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

Capítulo 14

La persecución acompaña a la difusión del Evangelio — Pablo sana a un cojo; él y Bernabé son aclamados como dioses — Pablo, tras ser apedreado y ser reanimado, predica — Se ordenan élderes.
1 Y aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos y asimismo de griegos.

2 Pero los judíos que no creían incitaron y alteraron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.

3 Con todo eso, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con osadía acerca del Señor, el cual daba testimonio de la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen señales y milagros por las manos de ellos.

4 Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros, con los apóstoles.

5 Pero los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, tramaron un atentado para afrentarlos y apedrearlos;

6 y ellos, al darse cuenta de eso, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la tierra de los alrededores.

7 Y allí predicaban el evangelio.

8 Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo desde el vientre de su madre, y nunca había andado.

9 Éste oyó hablar a Pablo, el que, cuando fijó los ojos en él y vio que tenía fe para ser sanado,

10 dijo a gran voz: ¡Levántate derecho sobre tus pies! Y él saltó y anduvo.

11 Entonces la gente, al ver lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: ¡Dioses semejantes a hombres han descendido a nosotros!

12 Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra.

13 Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba delante de la ciudad de ellos, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre, quería ofrecer sacrificios.

14 Y cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron entre el gentío, dando voces,

15 diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y el mar y todo lo que en ellos hay.

16 En las edades pasadas, él ha dejado a todas las naciones andar por sus propios caminos;

17 si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.

18 Y aun diciendo estas cosas, apenas apaciguaron al pueblo para que no les ofreciesen sacrificio.

19 Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le sacaron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.

20 Pero al rodearle los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y un día después, partió con Bernabé a Derbe.

21 Y después que hubieron anunciado el evangelio en aquella ciudad, y tras haber enseñado a muchos, volvieron a Listra, y a Iconio y a Antioquía,

22 fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe y diciéndoles: Es menester que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

23 Y habiéndoles constituido ancianos en cada una de las iglesias, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

24 Y pasando por Pisidia, vinieron a Panfilia.

25 Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalía;

26 y de allí navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.

27 Y habiendo llegado, reunieron a la iglesia y relataron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.

28 Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.

Capítulo 15

Surge una gran disensión en Antioquía con respecto a la circuncisión — En Jerusalén, los apóstoles deciden sobre el asunto — Pablo escoge a Silas como su compañero.
1 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.

2 Puesto que surgió una disensión y contienda no pequeña de Pablo y Bernabé con ellos, se dispuso que Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos subiesen a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.

3 Ellos, pues, habiendo sido enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando acerca de la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.

4 Y al llegar a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, y por los apóstoles y por los ancianos; y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.

5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo: Es menester circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés.

6 Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para examinar este asunto.

7 Y tras mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis que hace ya algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.

8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros;

9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?

11 Antes bien, creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, al igual que ellos.

12 Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes maravillas y señales había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.

13 Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oídme:

14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre;

15 y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:

16

Después de esto volveré
y reedificaré la habitación de David, que estaba caída;
y repararé sus ruinas
y la volveré a levantar,

17

para que el resto de los hombres busque al Señor,
y también todos los gentiles, sobre los que es invocado mi nombre,
dice el Señor, que hace todas estas cosas.

18

Conocidas son a Dios todas sus obras desde la fundación del mundo.

19 Por lo cual, yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios,

20 sino que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de lo estrangulado y de sangre.

21 Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.

22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos a algunos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos;

23 y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles, y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, y en Siria y en Cilicia, salud.

24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los que no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,

25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,

26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

27 Así que, enviamos a Judas y a Silas, quienes también de palabra os harán saber lo mismo.

28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:

29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, y de sangre, y de lo estrangulado y de fornicación; de tales cosas si os guardáis, bien haréis. Pasadlo bien.

30 Ellos, pues, después de ser enviados, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la multitud, entregaron la carta.

31 La cual, cuando la leyeron, se regocijaron por el consuelo recibido.

32 Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, exhortaron y fortalecieron a los hermanos con abundancia de palabras.

33 Y después de haber pasado allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a los apóstoles.

34 Pero a Silas le pareció bien el quedarse allí.

35 Y Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con muchos otros.

36 Y después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.

37 Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;

38 pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había separado de ellos desde Panfilia y no había ido con ellos a la obra.

39 Y hubo tal desacuerdo entre ellos que se apartaron el uno del otro; y Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre.

40 Y Pablo, escogiendo a Silas, partió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor.

41 Y anduvo por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.

Capítulo 16

Mediante una visión, se indica a Pablo que predique en Macedonia — Saca de una mujer a un espíritu maligno — Pablo y Silas son encarcelados y convierten al carcelero — Los dos instan a todos a creer en el Señor Jesús y a ser salvos.
1 Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.

2 Y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.

3 Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

4 Y cuando pasaban por las ciudades, les entregaban los decretos que habían sido determinados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que los observasen.

5 Así que las iglesias eran confirmadas en la fe y aumentaban en número cada día.

6 Y atravesando a Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.

7 Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia; pero el Espíritu no se lo permitió.

8 Entonces pasando junto a Misia, descendieron a Troas.

9 Y de noche se le mostró a Pablo una visión: Un varón macedonio estaba de pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.

10 Y después que vio la visión, en seguida procuramos partir hacia Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.

11 Zarpando, pues, de Troas, navegamos directamente a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;

12 y de allí a Filipos, que es la ciudad principal de esa parte de Macedonia y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.

13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde se solía orar; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.

14 Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura, de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor le abrió el corazón para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.

15 Y cuando fue bautizada, junto con su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa y quedaos; y nos persuadió.

16 Y aconteció que, yendo nosotros al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la que daba gran ganancia a sus amos, adivinando.

17 Ésta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: ¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación!

18 Y hacía esto durante muchos días, hasta que, desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: ¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella! Y salió en aquella misma hora.

19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los llevaron al foro, ante las autoridades;

20 los presentaron ante los magistrados y dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad

21 y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.

22 Entonces se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles sus ropas, les mandaron azotar con varas.

23 Y después que los hubieron herido con muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los vigilase con diligencia.

24 El que, al recibir este mandato, los metió en el calabozo de más adentro y les aseguró los pies en el cepo.

25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los que estaban presos los oían.

26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudieron; y al instante todas las puertas se abrieron, y las cadenas de todos se soltaron.

27 Y al despertar el carcelero y ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y se quería matar, pensando que los presos habían huido.

28 Pero Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, porque todos estamos aquí.

29 Él entonces, pidiendo luz, entró precipitadamente, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas;

30 y los sacó fuera y les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

31 Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.

32 Y le hablaron la palabra del Señor, a él y a todos los que estaban en su casa.

33 Él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas de los azotes; y se bautizó en seguida, él y todos los suyos.

34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios.

35 Y cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Deja ir a esos hombres.

36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han enviado a decir que se os suelte; así que ahora salid e id en paz.

37 Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos sueltan encubiertamente? No, de ninguna manera, sino vengan ellos mismos a sacarnos.

38 Y los alguaciles hicieron saber a los magistrados estas palabras, los que tuvieron miedo al oír que eran romanos.

39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que saliesen de la ciudad.

40 Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, los consolaron y se fueron.