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miércoles, 23 de enero de 2013

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 275: Marcos 11-13


Capítulo 11
Cristo entra en Jerusalén en medio de aclamaciones de Hosanna — Maldice una higuera, expulsa a los cambistas del templo y desconcierta a los escribas sobre el asunto de la autoridad.

1 Y cuando estaban cerca de Jerusalén, de Betfagé y de Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

2 y les dijo: Id a la aldea que está delante de vosotros y, al entrar en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.

3 Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decid que el Señor lo necesita; y en seguida lo enviará acá.

4 Y fueron y hallaron el pollino atado afuera, a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron.

5 Y algunos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?

6 Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado, y los dejaron ir.

7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre aquél sus mantos, y se sentó sobre él.

8 También muchos tendían sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.

9 Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

10 ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!

11 Y entró Jesús en Jerusalén y fue al templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y siendo ya tarde, salió para Betania con los doce.

12 Y al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.

13 Y viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo; y cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.

14 Entonces Jesús habló y dijo a la higuera: ¡Nunca jamás coma nadie fruto de ti! Y lo oyeron sus discípulos.

15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas;

16 y no consentía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno.

17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo quitarle la vida; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.

19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.

20 Y por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.

21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.

23 Porque de cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y échate al mar, y no dude en su corazón, sino que crea que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

24 Por tanto, os digo que todo lo que pidáis en oración, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

25 Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

27 Y volvieron a Jerusalén; y andando él por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, y los escribas y los ancianos;

28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado autoridad para hacer estas cosas?

29 Y Jesús, respondiendo, les dijo: Os haré también yo una pregunta; y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:

30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respondedme.

31 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?

32 Y si decimos de los hombres. Temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan verdaderamente era profeta.

33 Y respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

Capítulo 12

Jesús enseña la parábola de los labradores malvados — Habla de: el pago de impuestos, el matrimonio celestial, los dos grandes mandamientos, el origen divino de Cristo y las blancas de la viuda.

1 Y comenzó a hablarles por parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con un muro, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores y partió lejos.

2 Y envió un siervo a los labradores en su debido tiempo, para que recibiese de los labradores del fruto de la viña.

3 Pero ellos, tomándole, le golpearon y le enviaron con las manos vacías.

4 Y volvió a enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en la cabeza y le despidieron afrentado.

5 Y volvió a enviar otro, y a éste mataron; y así a otros muchos, a unos golpearon y a otros los mataron.

6 Teniendo, pues, aún un hijo suyo, bien amado, por último lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.

7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Éste es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra.

8 Y apresándole, le mataron y le echaron fuera de la viña.

9 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a esos labradores y dará su viña a otros.

10 ¿Ni aun esta Escritura habéis leído:

La piedra que desecharon los edificadores
ha llegado a ser cabeza del ángulo;

11

el Señor ha hecho esto,
y es cosa maravillosa a nuestros ojos?

12 Y procuraban apresarle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temían a la multitud, y dejándole, se fueron.

13 Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para que le sorprendiesen en alguna palabra.

14 Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz y que no te dejas influir por nadie, porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?

15 Entonces él, como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea.

16 Y ellos se la trajeron y les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le dijeron: De César.

17 Y respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.

18 Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:

19 Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja esposa, y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.

20 Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió, sin dejar descendencia;

21 entonces la tomó el segundo, y murió, y éste tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.

22 Y la tomaron los siete, y tampoco dejaron descendencia; a la postre, murió también la mujer.

23 En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.

24 Entonces, respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por eso, porque no conocéis las Escrituras ni el poder de Dios?

25 Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.

26 Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?

27 Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos. Así que vosotros erráis mucho.

28 Y acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?

29 Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.

30 Amarás, pues, al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas; éste es el principal mandamiento.

31 Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.

32 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él;

33 y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma y con todas las fuerzas, y el amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios.

34 Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.

35 Y enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Por qué dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?,

36 pues el mismo David dijo por el Espíritu Santo:

Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

37 Si el mismo David le llama Señor, ¿cómo, pues, es su hijo? Y la gran multitud le oía de buena gana.

38 Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas y también las salutaciones en las plazas,

39 y las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas;

40 que devoran las casas de las viudas y, por aparentar, hacen largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación.

41 Y estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.

42 Y vino una viuda pobre y echó dos blancas, que son un cuadrante.

43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado al arca,

44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

Capítulo 13

Jesús narra las calamidades y las señales que precederán a la Segunda Venida — Habrá falsos Cristos y falsos profetas — Jesús enseña la parábola de la higuera.

1 Y al salir Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!

2 Y Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

3 Y sentándose en el monte de los Olivos, frente al templo, le preguntaron aparte Pedro, y Jacobo, y Juan y Andrés:

4 Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?

5 Y Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: Mirad que nadie os engañe,

6 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañarán a muchos.

7 Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que así suceda; pero aún no será el fin.

8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán éstos.

9 Pero vosotros mirad por vosotros mismos, porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas seréis azotados; y delante de gobernantes y de reyes seréis llamados por causa de mí, para testimonio a ellos.

10 Y es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones.

11 Y cuando os traigan para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis; sino lo que os sea dado en aquella hora, eso hablad, porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.

12 Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres y los matarán.

13 Y seréis aborrecidos por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

14 Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes;

15 y el que esté sobre la azotea no descienda a la casa ni entre para tomar algo de su casa;

16 y el que esté en el campo no vuelva atrás a tomar su capa.

17 Mas, ¡ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días!

18 Orad, pues, que no acontezca vuestra huida en invierno.

19 Porque aquellos días serán de aflicción cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios hizo, hasta este tiempo, ni la habrá.

20 Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días, ninguna carne se salvaría; pero por causa de los elegidos que él escogió, acortó aquellos días.

21 Y entonces, si alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; o, he aquí, allí está, no le creáis.

22 Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, de ser posible, aun a los escogidos.

23 Mas vosotros mirad; os lo he dicho todo de antemano.

24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor;

25 y las estrellas caerán del cielo, y los poderes que están en los cielos serán sacudidos;

26 y entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.

27 Y entonces enviará sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

28 De la higuera aprended la parábola: Cuando su rama ya está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca.

29 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.

30 De cierto os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas sucedan.

31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

32 Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

33 Mirad, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo.

34 Es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su tarea, y al portero mandó que velase.

35 Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al atardecer, o a la medianoche, o al canto del gallo o a la mañana;

36 para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo.

37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.