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domingo, 28 de octubre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 233: Jeremías 36-39


Capítulo 36
Baruc escribe las profecías de Jeremías y las lee en la casa de Jehová — Joacim, el rey, quema el libro y le sobreviene el juicio de Jehová — Jeremías dicta las profecías de nuevo y añade muchas más.

1 Y aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra a Jeremías de parte de Jehová, diciendo:

2Toma un rollo en blanco y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, y contra Judá y contra todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta el día de hoy.

3Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se vuelva cada uno de su mal camino, para que yo perdone su iniquidad y su pecado.

4Y llamó Jeremías a Baruc hijo de Nerías, y escribió Baruc de boca de Jeremías, en un rollo en blanco, todas las palabras que Jehová le había hablado.

5Después mandó Jeremías a Baruc, diciendo: Yo estoy preso y no puedo entrar en la casa de Jehová.

6Entra tú, pues, y lee de este rollo que escribiste dictado de mi boca, las palabras de Jehová a oídos del pueblo, en la casa de Jehová un día de ayuno; y las leerás también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades.

7Quizá llegue la súplica de ellos a la presencia de Jehová, y se vuelva cada uno de su mal camino, porque grande es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra este pueblo.

8Y Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todas las cosas que le mandó el profeta Jeremías, leyendo en el libro las palabras de Jehová en la casa de Jehová.

9Y aconteció en el año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que promulgaron ayuno delante de Jehová a todo el pueblo de Jerusalén y a todo el pueblo que venía de las ciudades de Judá a Jerusalén.

10Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías hijo de Safán, el escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová, a oídos de todo el pueblo.

11Y Micaías hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehová,

12descendió a la casa del rey, al aposento del escriba, y he aquí que todos los príncipes estaban allí sentados: el escriba Elisama, y Delaía hijo de Semaías, y Elnatán hijo de Acbor, y Gemarías hijo de Safán, y Sedequías hijo de Ananías y todos los príncipes.

13Y les contó Micaías todas las palabras que había oído cuando Baruc leyó en el libro a oídos del pueblo.

14Entonces enviaron todos los príncipes a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: Toma el rollo en el que leíste a oídos del pueblo, y ven. Y Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos.

15Y le dijeron: Siéntate ahora y léelo a nuestros oídos. Y leyó Baruc a sus oídos.

16Y aconteció que cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno se volvió espantado a su compañero, y dijeron a Baruc: Sin duda le contaremos al rey todas estas palabras.

17Y preguntaron a Baruc, diciendo: Cuéntanos ahora cómo escribiste de boca de Jeremías todas estas palabras.

18Y Baruc les dijo: Él me dictaba de su boca todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro.

19Entonces dijeron los príncipes a Baruc: Ve, y escondeos, tú y Jeremías, y nadie sepa dónde estáis.

20Y entraron adonde estaba el rey, al atrio, habiendo depositado el rollo en el aposento del escriba Elisama; y contaron a oídos del rey todas estas palabras.

21Y envió el rey a Jehudí a que tomase el rollo, y él lo tomó del aposento del escriba Elisama, y lo leyó Jehudí a oídos del rey y a oídos de todos los príncipes que estaban junto al rey.

22Y el rey estaba en la casa de invierno, en el mes noveno, y había un brasero encendido delante de él.

23Y sucedió que cuando Jehudí hubo leído tres o cuatro columnas, el rey cortó el rollo con un cuchillo de escriba y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que había en el brasero.

24Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos, ni el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras.

25Y aunque Elnatán y Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no los quiso oír,

26sino que mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, y a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel que apresasen a Baruc, el escriba, y al profeta Jeremías; pero Jehová los escondió.

27Y vino la palabra de Jehová a Jeremías, después que el rey hubo quemado el rollo con las palabras que Baruc había escrito de boca de Jeremías, diciendo:

28Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim, rey de Judá.

29Y dirás a Joacim, rey de Judá: Así ha dicho Jehová: Tú quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué escribiste en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá esta tierra y hará que no queden en ella ni hombres ni animales?

30Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver será echado al calor del día y a la escarcha de la noche.

31Y lo castigaré a él, y a su descendencia y a sus siervos por su iniquidad; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá todo el mal que les he anunciado y que no quisieron escuchar.

32Y tomó Jeremías otro rollo y lo dio a Baruc hijo de Nerías, el escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim, rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes.

Capítulo 37

Jeremías profetiza que Egipto no salvará a Judá de Babilonia — Echan a Jeremías a la cárcel — Sedequías lo traslada al patio de la cárcel.

1Y reinó el rey Sedequías hijo de Josías en lugar de Conías hijo de Joacim, a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, había puesto como rey en la tierra de Judá.

2Pero no obedecieron, ni él, ni sus siervos ni el pueblo de la tierra las palabras de Jehová, las cuales dijo por medio del profeta Jeremías.

3Y envió el rey Sedequías a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta Jeremías: Ruega ahora por nosotros a Jehová nuestro Dios.

4Y Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, porque no lo habían puesto en la casa de la cárcel.

5Entonces el ejército de Faraón salió de Egipto; y cuando llegó la noticia de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.

6Entonces vino la palabra de Jehová al profeta Jeremías, diciendo:

7Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Diréis así al rey de Judá que os envió a mí para que me consultaseis: He aquí que el ejército de Faraón, que había salido en vuestro socorro, se ha vuelto a su tierra, a Egipto.

8Y volverán los caldeos, y atacarán esta ciudad, y la tomarán y le prenderán fuego.

9Así ha dicho Jehová: No engañéis vuestras almas, diciendo: Sin duda, los caldeos se apartarán de nosotros, porque no se apartarán.

10Porque aun cuando derrotaseis a todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros y solamente quedasen de ellos algunos hombres heridos, cada uno se levantaría de su tienda para prender fuego a esta ciudad.

11Y aconteció que cuando el ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército de Faraón,

12Jeremías salía de Jerusalén para irse a la tierra de Benjamín, a fin de recibir allí su parte en medio del pueblo.

13Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, había allí un capitán de la guardia que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: Tú te vas a pasar a los caldeos.

14Y Jeremías dijo: Falso; no me voy a pasar a los caldeos. Pero él no le escuchó, sino que apresó Irías a Jeremías y lo llevó ante los príncipes.

15Y los príncipes se airaron contra Jeremías, y lo golpearon y le pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, porque la habían convertido en cárcel.

16Entró, pues, Jeremías en la casa de la mazmorra y en las celdas. Y habiendo estado allá Jeremías muchos días,

17el rey Sedequías envió y lo sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa y dijo: ¿Hay palabra de Jehová? Y Jeremías dijo: Hay. Y dijo más: En manos del rey de Babilonia serás entregado.

18Dijo también Jeremías al rey Sedequías: ¿En qué pequé contra ti, o contra tus siervos o contra este pueblo, para que me pusieseis en la casa de la cárcel?

19¿Y dónde están vuestros profetas que os profetizaban, diciendo: El rey de Babilonia no vendrá contra vosotros ni contra esta tierra?

20Ahora pues, oye, te ruego, oh rey, mi señor, llegue ahora mi súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa del escriba Jonatán, no sea que muera yo allí.

21Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotara. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

Capítulo 38

Los príncipes echan a Jeremías en una cisterna con cieno — Es liberado por Ebed-melec, un etíope, y lo ponen en el patio de la cárcel — Jeremías aconseja a Sedequías con respecto a la guerra.

1 Y oyeron Sefatías hijo de Matán, y Gedalías hijo de Pasur, y Jucal hijo de Selemías y Pasur hijo de Malquías las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:

2Así ha dicho Jehová: El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, o por el hambre o por la pestilencia; pero el que se pase a los caldeos vivirá, pues su vida le servirá de botín, y vivirá.

3Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.

4Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre, porque de esta manera debilita las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal.

5Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos, pues el rey nada puede hacer contra vosotros.

6Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y bajaron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno; y se hundió Jeremías en el cieno.

7Y cuando oyó Ebed-melec, el etíope, eunuco que estaba en casa del rey, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín,

8Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo:

9Mi señor, el rey, mal hicieron estos hombres en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, a quien hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.

10Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera.

11Y tomó Ebed-melec en su poder a los hombres y entró en la casa del rey, debajo de la tesorería, y tomó de allí ropas raídas y trapos viejos, y los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna.

12Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esas ropas raídas y esos trapos viejos bajo tus brazos, debajo de las sogas. Y así lo hizo Jeremías.

13De este modo sacaron a Jeremías con sogas y lo subieron de la cisterna; y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

14Después envió el rey Sedequías e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te hago una pregunta; no me ocultes ninguna cosa.

15Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declaro, ¿no es cierto que me matarás? Y si te doy consejo, no me escucharás.

16Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová, que nos hizo esta alma, que no te mataré ni te entregaré en manos de estos hombres que buscan tu vida.

17Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: Si en verdad te pasas a los príncipes del rey de Babilonia, entonces tu alma vivirá y esta ciudad no será quemada con fuego; y vivirás tú, y tu casa;

18pero si no te pasas a los príncipes del rey de Babilonia, entonces esta ciudad será entregada en manos de los caldeos, y la quemarán con fuego, y tú no escaparás de sus manos.

19Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de que los judíos que se han pasado a los caldeos me entreguen en sus manos y me maltraten.

20Y dijo Jeremías: No te entregarán. Escucha ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirá tu alma.

21Pero si no quieres entregarte, ésta es la palabra que me ha mostrado Jehová:

22Y he aquí que todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán entregadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han engañado y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus pies y se volvieron atrás.

23Entregarán, pues, todas tus esposas y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado y esta ciudad será quemada con fuego.

24Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa estas palabras, y no morirás.

25Y si los príncipes oyen que yo he hablado contigo y vienen a ti a decirte: Decláranos ahora qué hablaste con el rey; no nos lo ocultes, y no te mataremos; y dinos qué te dijo el rey,

26entonces les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán, a morir allí.

27Y vinieron luego todos los príncipes a Jeremías y le preguntaron, y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado. Y no volvieron a preguntarle, porque el asunto no se había oído.

28Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel hasta el día en que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.

Capítulo 39

Jerusalén es tomada y los del pueblo son llevados cautivos — Jeremías y Ebed-melec, el etíope, son librados.

1En el noveno año de Sedequías, rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron.

2Y en el undécimo año de Sedequías, en el mes cuarto, a los nueve días del mes, se abrió una brecha en la ciudad.

3Y entraron todos los príncipes del rey de Babilonia y acamparon a la puerta de en medio: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim, el Rabsaris, Nergal-sarezer, el Rabmag, y todos los demás príncipes del rey de Babilonia.

4Y aconteció que al verlos Sedequías, rey de Judá, y todos los hombres de guerra, huyeron y salieron de la ciudad de noche por el camino del huerto del rey, por la puerta entre los dos muros; y salió el rey por el camino del desierto.

5Pero el ejército de los caldeos los persiguió, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y le apresaron y le hicieron subir a donde estaba Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Ribla, en la tierra de Hamat, quien le sentenció.

6Y mató el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías ante sus propios ojos en Ribla; asimismo, el rey de Babilonia hizo matar a todos los nobles de Judá,

7y le sacó los ojos a Sedequías y le aprisionó con grilletes para llevarle a Babilonia.

8Y los caldeos prendieron fuego a la casa del rey y a las casas del pueblo, y derribaron los muros de Jerusalén.

9Y al resto del pueblo que había quedado en la ciudad y a los que se habían pasado a él, con todo el resto del pueblo que había quedado, Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó cautivos a Babilonia.

10Pero Nabuzaradán, capitán de la guardia, hizo quedar en la tierra de Judá a los pobres del pueblo que no tenían nada, y ese día les dio viñas y campos.

11Y Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado órdenes a Nabuzaradán, capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo:

12Tómale y vela por él; y no le hagas mal alguno, sino haz con él como él te diga.

13Por tanto, Nabuzaradán, capitán de la guardia, y Nabusazbán, el Rabsaris, y Nergal-sarezer, el Rabmag y todos los príncipes del rey de Babilonia

14enviaron entonces y sacaron a Jeremías del patio de la cárcel, y lo entregaron a Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, para que lo llevase a casa; y vivió entre el pueblo.

15Y había venido la palabra de Jehová a Jeremías mientras estaba preso en el patio de la cárcel, diciendo:

16Ve y habla a Ebed-melec, el etíope, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí, yo traigo mis palabras sobre esta ciudad para mal y no para bien; y sucederá esto en aquel día en presencia tuya.

17Mas en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes.

18Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te servirá de botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová.

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