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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Lectura con Audio de La Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 259: Zacarías 1-7



Capítulo 1
Zacarías llama a Judá al arrepentimiento — Se le muestra, en visiones, la reconstrucción de las ciudades de Judá y del templo.

1 En el octavo mes del año segundo de Darío, vino la palabra de Jehová al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo:

2 Se enojó Jehová en gran manera contra vuestros padres.

3 Diles, pues: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros, dice Jehová de los ejércitos.

4 No seáis como vuestros padres, a quienes los primeros profetas clamaron, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; pero ellos no atendieron ni me escucharon, dice Jehová.

5 Vuestros padres, ¿dónde están? Y los profetas, ¿han de vivir para siempre?

6 Pero mis palabras y mis estatutos que mandé a mis siervos los profetas, ¿no alcanzaron a vuestros padres? Por eso ellos se volvieron y dijeron: Como Jehová de los ejércitos se propuso hacer con nosotros conforme a nuestros caminos y conforme a nuestras obras, así lo ha hecho con nosotros.

7 A los veinticuatro días del mes undécimo, que es el mes de Sebat, en el segundo año de Darío, vino la palabra de Jehová al profeta Zacarías hijo de Berequías, hijo de Iddo, diciendo:

8 Vi de noche, y he aquí, un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en el valle; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos.

9 Entonces dije: ¿Qué son éstos, señor mío? Y el ángel que hablaba conmigo me dijo: Yo te enseñaré lo que son éstos.

10 Y aquel varón que estaba entre los mirtos respondió y dijo: Éstos son los que Jehová ha enviado a recorrer la tierra.

11 Y ellos respondieron a aquel ángel de Jehová que estaba entre los mirtos, y dijeron: Hemos recorrido la tierra, y he aquí, toda la tierra está tranquila y en paz.

12 Y respondió el ángel de Jehová y dijo: Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años?

13 Y Jehová respondió buenas palabras, palabras consoladoras al ángel que hablaba conmigo.

14 Y el ángel que hablaba conmigo me dijo: Clama diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tuve gran celo por Jerusalén y por Sión;

15 y estoy muy airado contra las naciones que están reposadas, porque cuando yo estaba enojado un poco, ellos agravaron el mal.

16 Por tanto, así ha dicho Jehová: Yo me he vuelto a Jerusalén con misericordia; en ella será reedificada mi casa, dice Jehová de los ejércitos, y la plomada será tendida sobre Jerusalén.

17 Clama aún, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Aún rebosarán mis ciudades con la abundancia del bien; y aún consolará Jehová a Sión y de nuevo escogerá a Jerusalén.

18 Después alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro cuernos.

19 Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿Qué son éstos? Y me respondió: Éstos son los cuernos que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén.

20 Entonces me mostró Jehová cuatro carpinteros.

21 Y yo dije: ¿Qué vienen a hacer éstos? Y me respondió, diciendo: Aquéllos son los cuernos que dispersaron a Judá, tanto que ninguno alzó su cabeza; mas éstos han venido para aterrorizarlos, para derribar los cuernos de las naciones que alzaron el cuerno sobre la tierra de Judá para dispersarla.
Capítulo 2
En los últimos días, Judá se recogerá en Jerusalén — Las tribus vendrán de la tierra del norte — Jehová morará en medio de ellos.

1 Alcé después mis ojos y miré, y he aquí un varón que tenía en su mano un cordel de medir.

2 Y le dije: ¿A dónde vas? Y él me respondió: A medir a Jerusalén para ver cuál es su anchura y cuál su longitud.

3 Y he aquí, aquel ángel que hablaba conmigo salía, y otro ángel le salió al encuentro

4 y le dijo: Corre, habla a este joven, diciendo: Sin muros será habitada Jerusalén a causa de la multitud de hombres y de ganados en medio de ella.

5 Yo seré para ella, dice Jehová, muro de fuego a su alrededor, y gloria seré en medio de ella.

6 ¡Ea, ea!, huid de la tierra del norte, dice Jehová, pues por los cuatro vientos de los cielos os esparcí, dice Jehová.

7 ¡Oh Sión, la que moras con la hija de Babilonia, escápate!

8 Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me ha enviado él a las naciones que os despojaron, porque el que os toca, toca la niña de su ojo.

9 Porque he aquí, yo alzo mi mano contra ellas, y serán despojo para los que los han servido, y sabréis que Jehová de los ejércitos me ha enviado.

10 ¡Canta y regocíjate, oh hija de Sión porque, he aquí, vengo y moraré en medio de ti!, ha dicho Jehová.

11 Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día y serán mi pueblo, y moraré en medio de ti; y entonces sabrás que Jehová de los ejércitos me ha enviado a ti.

12 Y Jehová tomará posesión de Judá, su porción en la tierra santa, y escogerá de nuevo a Jerusalén.

13 ¡Calle toda carne delante de Jehová, porque él se ha levantado de su santa morada!

Capítulo 3
Zacarías habla del Mesías — El Renuevo vendrá — En la Segunda Venida, la iniquidad desaparecerá en un solo día.

1 Y me mostró al sumo sacerdote Josué, el sumo sacerdote que estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.

2 Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?

3 Y Josué estaba vestido con vestimentas sucias y estaba delante del ángel.

4 Y respondió el ángel y habló a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestimentas sucias. Y a él le dijo: Mira que he hecho quitar de ti tu iniquidad y te he hecho vestir de vestimentas puras.

5 Después dijo: Pongan un turbante limpio sobre su cabeza. Y pusieron un turbante limpio sobre su cabeza y le vistieron con ropas. Y el ángel de Jehová estaba allí.

6 Y el ángel de Jehová advirtió al mismo Josué, diciendo:

7 Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos y si guardares lo que he encomendado, también tú gobernarás mi casa y también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar.

8 Escucha ahora, oh Josué, sumo sacerdote, tú y tus amigos que se sientan delante de ti, porque son hombres de presagio: He aquí, yo traigo a mi siervo, el Renuevo.

9 Porque he aquí la piedra que puse delante de Josué, sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí, yo grabaré su grabado, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré la iniquidad de esta tierra en un solo día.

10 En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, cada uno de vosotros invitará a su prójimo debajo de su vid y debajo de su higuera.

Capítulo 4
Zorobabel echará los cimientos de la casa de Jehová y la acabará: El templo de Zorobabel.

1 Y volvió el ángel que hablaba conmigo y me despertó, como a un hombre que es despertado de su sueño.

2 Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Miro, y he aquí un candelabro todo de oro con un recipiente en la parte superior, y sus siete lámparas encima del candelabro y siete tubos para las lámparas que están encima de él;

3 y junto a él dos olivos, uno a la derecha del recipiente y el otro a su izquierda.

4 Proseguí y pregunté a aquel ángel que hablaba conmigo, diciendo: ¿Qué son éstos, señor mío?

5 Y el ángel que hablaba conmigo respondió y me dijo: ¿No sabes qué son éstos? Y dije: No, señor mío.

6 Entonces respondió y me habló, diciendo: Ésta es la palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con poder ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.

7 ¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la piedra principal con aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!

8 Y vino la palabra de Jehová a mí, diciendo:

9 Las manos de Zorobabel echarán los cimientos de esta casa, y sus manos la acabarán; y así sabrás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros.

10 Porque, ¿quién ha menospreciado el día de las pequeñeces? Se alegrarán y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová que recorren toda la tierra.

11 Hablé más y le dije: ¿Qué significan estos dos olivos a la derecha y a la izquierda del candelabro?

12 Y hablé de nuevo y le dije: ¿Qué significan las dos ramas de olivo que por medio de dos tubos de oro vierten de sí el aceite dorado?

13 Y me respondió, diciendo: ¿No sabes qué son éstos? Y dije: No, señor mío.

14 Y él dijo: Éstos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra.

Capítulo 5
Un ángel revela verdades a Zacarías, valiéndose de representaciones simbólicas.

1 Y me volví, y alcé mis ojos y miré, y he aquí un rollo que volaba.

2 Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo y diez codos de ancho.

3 Entonces me dijo: Ésta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del rollo) será destruido, y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo) será destruido.

4 Yo la he hecho salir, dice Jehová de los ejércitos, y entrará en la casa del ladrón y en la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, junto con sus maderas y sus piedras.

5 Y salió aquel ángel que hablaba conmigo y me dijo: Alza ahora tus ojos y mira qué es esto que sale.

6 Y dije: ¿Qué es? Y él dijo: Éste es un efa que sale. Además dijo: Éste es el aspecto de ellos en toda la tierra.

7 Y he aquí, levantaron un talento de plomo, y una mujer estaba sentada en medio de aquel efa.

8 Y él dijo: Ésta es la Maldad; y la echó dentro del efa y echó la masa de plomo en la abertura.

9 Alcé luego mis ojos y miré, y he aquí dos mujeres que salían con viento en sus alas, y tenían alas como de cigüeña; y alzaron el efa entre la tierra y los cielos.

10 Y dije al ángel que hablaba conmigo: ¿A dónde llevan el efa?

11 Y él me respondió: A la tierra de Sinar para que le sea edificada casa; y cuando esté preparado, será puesto allá sobre su base.

Capítulo 6
Zacarías corona a Josué, el sumo sacerdote, a semejanza de Cristo, el Renuevo, que vendrá — Cristo será sacerdote sobre Su trono para siempre.

1 Y me volví, y alcé mis ojos y miré, y he aquí cuatro carros que salían de entre dos montes; y aquellos montes eran montes de bronce.

2 En el primer carro había caballos alazanes, y en el segundo carro, caballos negros,

3 y en el tercer carro, caballos blancos y en el cuarto carro, caballos overos, rucios rodados.

4 Respondí entonces, y dije al ángel que hablaba conmigo: Señor mío, ¿qué es esto?

5 Y el ángel me respondió y me dijo: Éstos son los cuatro espíritus de los cielos que salen desde donde están, delante del Señor de toda la tierra.

6 El carro con los caballos negros salió hacia la tierra del norte; y los blancos salieron tras ellos; y los overos salieron hacia la tierra del sur.

7 Y los rucios salieron y se afanaron por ir a recorrer la tierra. Y dijo: Id, recorred la tierra. Y recorrieron la tierra.

8 Luego me llamó y me habló diciendo: Mira, los que salieron hacia la tierra del norte hicieron reposar mi espíritu en la tierra del norte.

9 Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo:

10 Toma de los del cautiverio, de Heldai, y de Tobías y de Jedaías, los cuales volvieron de Babilonia; y vendrás tú en aquel día y entrarás en casa de Josías hijo de Sofonías.

11 Tomarás, pues, plata y oro, y harás coronas y las pondrás en la cabeza del sumo sacerdote Josué hijo de Josadac.

12 Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el que brotará de su lugar y edificará el templo de Jehová.

13 Él edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y será sacerdote en su trono; y habrá consejo de paz entre los dos.

14 Y Helem, y Tobías, y Jedaías y Hen hijo de Sofonías tendrán coronas como recordatorio en el templo de Jehová.

15 Y los que están lejos vendrán y reedificarán el templo de Jehová; entonces sabréis que Jehová de los ejércitos me ha enviado a vosotros. Y esto sucederá si escucháis obedientemente la voz de Jehová vuestro Dios.

Capítulo 7
Jehová reprueba la hipocresía en el ayuno — Exhorta al pueblo a mostrar misericordia y compasión y a llevar una vida piadosa.

1 Y aconteció que, en el año cuarto del rey Darío, vino la palabra de Jehová a Zacarías a los cuatro días del mes noveno, que es Quisleu,

2 cuando el pueblo de Bet-el envió a Sarezer, con Regem-melec y sus hombres, a implorar el favor de Jehová,

3 y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa de Jehová de los ejércitos y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos venido haciendo desde hace ya tantos años?

4 Vino, pues, a mí la palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo:

5 Habla a todo el pueblo del país y a los sacerdotes, y diles: Cuando ayunabais y llorabais en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿acaso ayunabais para mí?

6 Y cuando comíais y bebíais, ¿acaso no comíais y bebíais para vosotros mismos?

7 ¿No son éstas las palabras que proclamó Jehová por medio de los primeros profetas, cuando Jerusalén estaba habitada y tranquila, y las ciudades de sus alrededores, y del sur y de la llanura estaban habitadas?

8 Y vino la palabra de Jehová a Zacarías, diciendo:

9 Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad con juicio verdadero y haced misericordia y piedad, cada cual con su hermano;

10 no oprimáis a la viuda, ni al huérfano, ni al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano.

11 Pero no quisieron escuchar, sino que volvieron la espalda y se taparon los oídos para no oír;

12 y pusieron su corazón como diamante para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su espíritu, por medio de los primeros profetas; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.

13 Y aconteció que, así como él clamó y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos,

14 sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desolación el país deseable.