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domingo, 6 de mayo de 2012

Lectura con Audio de la Santa Biblia Reina Valera 2009 SUD: Día 115: 2 Reyes 4-5


Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 4
Eliseo aumenta el aceite de la viuda — Promete un hijo a una mujer sunamita — El niño muere y Eliseo le restaura la vida — Él hace que el potaje envenenado no haga daño — Se multiplican el pan y el trigo para que la gente coma.

1Una mujer, de las esposas de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para llevarse a dos hijos míos como siervos.

2Y Eliseo le dijo: ¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite.

3Y él le dijo: Ve y pide vasijas prestadas a todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas.

4Entra luego y cierra la puerta detrás de ti y de tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte.

5Y se fue la mujer de allí y cerró la puerta detrás de sí y de sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite.

6Y sucedió que cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme otra vasija. Y él le dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite.

7Fue ella luego y se lo contó al hombre de Dios, quien dijo: Ve y vende el aceite y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.

8Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante que le invitaba insistentemente a que comiese; y sucedía que cuando él pasaba por allí, entraba en su casa a comer.

9Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa es un hombre santo de Dios.

10Yo te ruego que hagas un pequeño aposento arriba con paredes, y pongamos en él cama, y mesa, y silla y candelero, para que cuando venga a nosotros, se quede en él.

11Y aconteció que un día pasó él por allí, y se quedó en aquel aposento y durmió allí.

12Entonces él le dijo a Giezi, su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando él la llamó, ella se presentó ante él.

13Y dijo él a Giezi: Dile: He aquí, tú nos has atendido con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.

14Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí, ella no tiene hijo y su marido ya es viejo.

15Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.

16Y él le dijo: Por esta temporada, según el tiempo de la vida, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.

17Pero la mujer concibió y dio a luz un hijo en la temporada que Eliseo le había dicho, según el tiempo de la vida.

18Y cuando el niño creció, aconteció que un día salió adonde estaba su padre con los segadores.

19Y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y él dijo a un criado: Llévalo a su madre.

20Y lo tomó y lo llevó a su madre, y estuvo sentado sobre sus rodillas hasta el mediodía, y murió.
21Entonces ella subió y lo puso sobre la cama del hombre de Dios, y cerró la puerta y salió.

22Luego llamó a su marido y le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al hombre de Dios y regrese.

23Y él dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es luna nueva ni día de reposo. Y ella respondió: Paz.

24Después hizo ensillar el asna, y dijo al criado: Guía y adelante, y no te detengas en el camino por mí, sino cuando yo te lo diga.

25Se fue, pues, y llegó al hombre de Dios al monte Carmelo. Y aconteció que cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí, allá viene la sunamita.

26Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: ¿Te va bien? ¿Y a tu marido y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.

27Y cuando llegó a donde estaba el hombre de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el hombre de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo y no me lo ha revelado.

28Y ella dijo: ¿Acaso pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no me engañases?

29Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi vara en tu mano y ve; y si te encuentras con alguien, no lo saludes; y si alguien te saluda, no le respondas; y pon mi vara sobre el rostro del niño.

30Y dijo la madre del niño: Vive Jehová y vive tu alma, que no me apartaré de ti. Él entonces se levantó y la siguió.

31Y Giezi había ido delante de ellos y había puesto la vara sobre el rostro del niño, pero no tenía voz ni reaccionaba; así que se regresó para encontrar a Eliseo y le dijo: El niño no despierta.

32Cuando llegó Eliseo a la casa, he aquí el niño estaba muerto, tendido sobre su cama.

33Entonces él entró, y cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová.

34Después subió, y se tendió sobre el niño y puso su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos de él; así se tendió sobre él, y el calor volvió al cuerpo del niño.
35Entonces regresó y caminó por la casa de una parte a otra, y después subió y se tendió sobre él; y el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos.

36Entonces llamó él a Giezi y le dijo: Llama a la sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo.

37Y ella entró, y cayó a sus pies y se postró en tierra; después tomó a su hijo y salió.

38Y Eliseo regresó a Gilgal. Había entonces gran hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban sentados ante él, y dijo a su criado: Pon una olla grande y prepara un potaje para los hijos de los profetas.

39Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una viña silvestre y llenó su falda de calabazas silvestres; y regresó, y las cortó y las puso en la olla del potaje, aunque no sabía lo que era.

40Después sirvieron para que comieran los hombres, pero sucedió que cuando comieron ellos de aquel potaje, dieron voces, diciendo: ¡Hombre de Dios, hay muerte en la olla! Y no pudieron comer.

41Entonces Eliseo dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla y dijo: Dad de comer a la gente. Y ya no hubo nada malo en la olla.

42Entonces llegó un hombre de Baal-salisa, el cual trajo panes de primicias al hombre de Dios, veinte panes de cebada y espigas de trigo nuevo. Y Eliseo dijo: Da a la gente para que coma.

43Y respondió su sirviente: ¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres? Mas él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así dice Jehová: Comerán y sobrará.

44Entonces él lo puso delante de ellos, y comieron y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.

Segundo libro de los
Reyes..Capítulo 5

Naamán, el sirio, viene a Eliseo para ser sanado de lepra — Al principio, Naamán rechaza la instrucción del profeta, pero después cede, se sumerge en el Jordán siete veces y es sanado — Eliseo rehúsa aceptar recompensa alguna — Giezi acepta un presente de Naamán y es maldecido con lepra.

1Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un gran hombre delante de su señor y tenido en alta estima, porque por medio de él Jehová había librado a Siria. Este hombre era valeroso en extremo, pero leproso.

2Y de Siria habían salido tropas y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la esposa de Naamán.

3Y ella dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.

4Y entró Naamán y habló a su señor, diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel.

5Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel. Partió, pues, él, llevando consigo diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro y diez mudas de ropa.

6Y llevó la carta al rey de Israel, que decía así: Cuando llegue a ti esta carta, he aquí, sabrás que yo he enviado a ti a mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra.

7Y sucedió que cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestidos y dijo: ¿Acaso soy yo Dios, que da muerte y que da vida, para que éste envíe a mí a un hombre a fin de que lo sane de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí.

8Y aconteció que cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga él ahora a mí y sabrá que hay profeta en Israel.

9Y llegó Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.

10Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará y serás limpio.

11Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Ciertamente él saldrá y, estando de pie, invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y, moviéndola sobre la parte enferma, sanará la lepra.

12El Abana y el Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió y se fue enojado.

13Pero sus criados se acercaron a él, y le hablaron, diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¡Cuánto más si sólo te ha dicho: Lávate, y serás limpio!

14Él entonces descendió y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

15Y regresó al hombre de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él y dijo: He aquí, ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que aceptes algún presente de tu siervo.
16Pero él dijo: Vive Jehová, delante de quien estoy, que no lo aceptaré. Y le insistió que lo aceptara, pero él no quiso.

17Entonces Naamán dijo: Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no ofrecerá holocausto ni sacrificios a otros dioses, sino a Jehová.

18En esto perdone Jehová a tu siervo: Cuando mi señor entre en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoye sobre mi mano, si yo también me inclino en el templo de Rimón, si me inclino en el templo de Rimón, Jehová perdone en esto a tu siervo.

19Y él le dijo: Vete en paz. Se alejó, pues, de él a cierta distancia.

20Entonces Giezi, criado de Eliseo, el hombre de Dios, dijo: He aquí mi señor dispensó a este sirio Naamán, no tomando de su mano las cosas que había traído. Vive Jehová, que correré yo tras él y tomaré de él alguna cosa.

21Y siguió Giezi a Naamán; y cuando le vio Naamán que venía corriendo tras él, se bajó del carro para recibirle y dijo: ¿Está todo bien?

22Y él dijo: Todo bien. Mi señor me envía a decir: He aquí, llegaron a mí en esta hora de los montes de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata y dos mudas de ropa.

23Y Naamán dijo: Toma, te ruego, dos talentos. Y él le insistió, y ató dos talentos de plata en dos bolsas, y dos mudas de ropa, y todo lo puso a cuestas de dos de sus criados para que lo llevasen delante de él.

24Y cuando llegó al monte, él lo tomó todo de manos de ellos y lo guardó en la casa. Luego mandó a los hombres que se fuesen.

25Y él entró y se puso delante de su señor. Y Eliseo le dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo: Tu siervo no ha ido a ninguna parte.

26Él entonces le dijo: ¿No fue también mi corazón contigo cuando el hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Es éste el momento de tomar plata y de tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?

27Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.




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